Desde México
12 / Diciembre / 2014
Asombrosa Ingenuidad
Por
Alberto Medina Méndez
Es increíble
como alguna gente que parece inteligente y que ha tenido acceso a una educación
de cierta calidad, puede caer en tan elemental trampa, esa que muestra una candidez
serial solo admisible en la niñez.
El éxito, en
los negocios, en la vida personal, en la actividad política o inclusive en las
relaciones interpersonales, nunca es el producto de meros golpes de suerte,
sucesos impensados u ocasionales actos espasmódicos.
Ese camino
jamás es lineal. Está repleto de obstáculos, de infinitos desvíos y momentos
especiales en los que se requiere detenerse y a veces hasta retroceder para
luego recién desde allí seguir avanzando.
Cuando se
observa un efectivo cambio en el rumbo de las decisiones políticas de un
territorio que se encamina con mayor determinación hacia un futuro mejor, eso
no ha ocurrido por obra de la casualidad, de un habilidoso truco de magia o de
un guiño del destino.
La inmensa
mayoría de las veces, esas transformaciones que tanto se anhelan, son la
consecuencia inevitable de una combinación de situaciones particulares, de
acciones prácticas y detonantes generados por la coyuntura. Nada ocurre porque
sí, por un simple accidente o por azar.
Es difícil
comprender la conducta de algunos individuos que siendo astutos, capaces y
hasta exitosos en sus círculos profesionales, suponen que en el campo de la
política y de los espacios sociales, el progreso puede alcanzarse de la mano
del eterno voluntarismo.
Es
incomprensible esa actitud de quienes tienen plena conciencia de lo mucho que
les ha costado estar allí donde están y llegar hasta ese meritorio lugar que
ocupan. Muchos de ellos le han dedicado miles de horas a estudiar para
conseguir cierto status académico. Otros han trabajado en diferentes lugares, a
veces en condiciones casi indignas, con un ahínco desproporcionado y haciendo
un enorme sacrificio para desarrollarse.
Algunos
llegaron aunque no todos. Sin embargo, todos aprendieron la lección. Ahora
saben que el recorrido es muy complejo y que la perseverancia es vital para
conseguir cualquier meta propuesta.
Bajo estas
reglas y en ese contexto, es inadmisible que un ser humano que sabe del valor
del esmero y que conoce por experiencia propia, que la constancia es un
atributo esencial, pueda creer tan inocentemente que en la vida ciudadana se
pueden obtener evoluciones importantes solo con ganas.
Si en lo
personal, si en la existencia propia, eso se torna muy difícil, a veces casi
imposible, mucho más aun es lograr esas mejoras en una sociedad. Es importante
comprender la naturaleza del problema. Cuando eso no se logra, sucede lo ya
conocido, con individuos haciendo demasiado sin conquistar los resultados
esperados, dedicando energías a lo inconducente.
Existe un
agravante que preocupa también. Cada batalla perdida, cada maniobra fallida,
solo consigue instalar en el ambiente una gran desazón, una frustración que
carcome las fuerzas de cara al próximo intento. Cuando triunfa la resignación
sobreviene lo peor, el acostumbramiento a la situación actual, el conformismo
interminable y con él, la más absoluta
decadencia.
Cambiar la
realidad no es un objetivo imposible, pero se requiere tomar la iniciativa e
imprimirle una impronta diferente. Para ganarle a la mediocridad, resulta
fundamental entender lo más básico de la partitura.
Es allí donde
aparecen los mayores problemas. En la comprensión de este fenómeno social. No
se puede pretender caminar en el aire creyendo que la ley de gravedad no hará
su parte. Ningún esfuerzo puesto al servicio de hacer lo inadecuado generará
algún resultado favorable.
Comprender
esta dinámica es solo una parte del asunto. La otra es entender que para
avanzar en positivo se precisan consensuar una nómina de mínimos acuerdos con
los otros, con los que piensan diferente.
La tarea es
construir sobre aspectos comunes, encontrar esa masa crítica para conseguir
desde allí una fortaleza estructural que logre que esas voces tengan
trascendencia y se puedan multiplicar, aunque no necesariamente sean la mayoría
numérica, pero sí que tengan una significación relevante.
Si realmente
se quiere protagonizar el cambio, si se pretende lograr transformaciones en el
rumbo de los acontecimientos, primero habrá que entender los mecanismos bajo
los cuales funciona la sociedad. Desde esa acabada comprensión de la dinámica,
se puede iniciar una labor ininterrumpida que tendrá un norte definido, pero no
un plazo predecible.
En materia de
comportamientos sociales no existen demasiadas certezas. No se trata de una
ciencia exacta. Pero no menos cierto es que haciendo lo correcto, eligiendo las
estrategias convenientes y utilizando las tácticas oportunas con el debido
criterio, se puede avanzar en el sentido apropiado.
Si se quiere
realmente cambiar el estado de situación habrá que hacer mucho más que unos
pocos esfuerzos aislados. Suponer que una movilización ciudadana, una denuncia
judicial o un ciclo televisivo de carácter crítico, es suficiente para lograr
un objetivo de real transformación es no entender absolutamente nada y denota
una asombrosa ingenuidad.
albertomedinamendez@gmail.com
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