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PARA COMPRENDER EL MOMENTO POLÍTICO ACTUAL DE AMÉRICA LATINA Y EL MUNDO - OB

Desde Panamá
Fecha: 07/Julio/2016


Para Comprender El Momento Político Actual De América Latina Y El Mundo
Por Olmedo Beluche

Comprender el momento actual que atraviesa Latinoamérica no es posible sin comprender lo que sucede en el mundo, cada vez más integrado por la globalización. Los acontecimientos dramáticos de Brasil, Venezuela, México o Argentina, solo pueden ser entendidos en ese marco general que aquí procuramos fotografiar en pocas páginas:

1. Una crisis dramática atraviesa a la humanidad entera. Una crisis que ha reducido a cenizas, literalmente hablando, países enteros en Medio Oriente (como Libia, Siria, Irak, Afganistán) y parte de África. Una crisis que conduce a millones de seres humanos, niños incluidos, a deambular hacia los países del norte en busca de una esperanza, ya sea que lleguen a pie desde Oriente a tocar las puertas de Europa, en pateras desde África, cruzando el río Grande y el desierto en Estados Unidos. Esa crisis humanitaria es la crisis sin salida del sistema capitalista mundial, como lo ha llamado el compañero Fred Goldstein. Crisis del capitalismo depredador que saquea países enteros, lucra con las armas, destruye los derechos sociales de los pueblos, todo para asegurar la sacrosanta ganancia de un puñado de empresas y sus dueños.

2. Esa enorme crisis humana es más grave aún, porque también están sumidos en ella los países a los que acuden en busca de esperanza de un pedazo de pan para sus hijos y de un trabajo, esas millones de personas. Europa occidental y Estados Unidos están sumidos en una crisis económica de gran envergadura, con grandes segmentos de su población sumidos en la pobreza, bajos salarios, desempleo y marginalidad. De manera que los millones de pobres que tocan a la puerta de los países capitalistas industrializados se suman a los millones de pobres que ya viven ahí. Una crisis humana de esa envergadura no se veía desde la Segunda Guerra Mundial y, como aquella, es una crisis del capitalismo sin salida.

3. Pero la crisis actual tiene una dimensión adicional que no existía antes: una catástrofe ambiental gigantesca, cuyo aspecto más dramático es el llamado cambio climático y sus consecuencias a escala global. Que también se expresa en cada país, ya sea como polución industrial o como resultado de la destrucción masiva de la naturaleza con la industria extractiva de minerales y el abuso de las hidroeléctricas. Catástrofe ambiental producida por la depredación del modo de producción capitalista cuyo objetivo es una absurda e irracional búsqueda de la ganancia, pasando por encima de la naturaleza, la gente y las comunidades. Es la crisis del capitalismo sin salida.

4. La crisis económica y humana tiene sus claras expresiones en la política. La "anomalía" que han representado en el sistema político norteamericano las candidaturas del socialista Bernie Sanders, por los demócratas, y del ultraderechista Donald Trump, por los republicanos, son la expresión de la búsqueda de una salida de millones de ciudadanos que intuyen o son conscientes de que "las cosas no pueden seguir como antes". Se acerca el final de doscientos años de estabilidad política en Washington, centro del capitalismo mundial. Europa también ve crecer las alternativas a la izquierda y a la extrema derecha, mientras se desvanecen los partidos de "centro" (como la socialdemocracia) que garantizaron la gobernabilidad los últimos sesenta años. Fenómenos como los indignados en España o Francia, o el nuevo laborismo en Inglaterra, así como el crecimiento de los partidos xenófobos en Alemania y Austria son expresiones de esa crisis del capitalismo y de la búsqueda de una salida por parte de la gente.

5.  América Latina vive de manera particular la crisis de la globalización neoliberal. Tal vez su aspecto más dramático, por ser el que destacan los medios de comunicación de masas siguiendo objetivos políticos inconfesables, es la crisis de aprovisionamientos (tanto de alimentos, como de medicinas) que vive la República Bolivariana de Venezuela, y las dificultades del gobierno de Maduro para resolverla. Aunque los medios no lo destacan, la crisis golpea al conjunto de los países, no importa si gobierna la derecha neoliberal o el llamado "progresismo". La enorme crisis social, humana y la guerra civil no declarada que vive México es otra cara dramática de la crisis latinoamericana. Las maras de Centroamérica y el extendido fenómeno del narcotráfico, son otra cara de la crisis, así como la crisis social que hace décadas vive Colombia que siguen expulsando millones de emigrantes. A lo que se suma ahora la crisis brasileña y el rápido desprestigio del recién subido gobierno derechista de Macri en Argentina, y los problemas de la "socialista" Bachelet en Chile. Cada una a su manera, expresa la crisis sin salida del capitalismo mundial.

6. La crisis de América Latina es, en primer lugar, una crisis de la economía dependiente y mono exportadora de materias primas, que asiste al final del auge momentáneo de sus exportaciones (petroleras y mineras) por el creciente estancamiento de la economía China, su principal comprador. La crisis de los precios de las materias primas, se expresa como caída de los ingresos de las  exportaciones, lo que lleva a crisis presupuestarias, que conducen a una disyuntiva: o se rompe con el modelo capitalista dependiente y el pago de la deuda a la banca, o se cortan los beneficios sociales (transferencias, misiones, programas de asistencia, salud y educación). Es la crisis sin salida del capitalismo.

7. La disyuntiva que vive América Latina es concreta: o se rompe con el capitalismo, y su crisis sin salida, adoptando verdaderas medidas socialistas (como la expropiación de la banca, la gran industria y la nacionalización del comercio exterior), o se debe atacar a los pueblos y sus derechos sociales para asegurar los beneficios capitalistas. Los gobiernos de derecha neoliberales, apoyados por el imperialismo norteamericano, no tienen problemas de disyuntiva, pues saben bien de qué lado están, por lo que sus programas atacan directamente los derechos sociales y defienden el capitalismo en su crisis agónica.

8. La disyuntiva es más dramática para los gobiernos progresistas latinoamericanos porque sufren las presiones políticas, las campañas sucias internacionales y el sabotaje económico permanente del imperialismo yanqui y sus socios internos de la oligarquía, para que rompan con los programas sus programas sociales o directamente cedan el gobierno a la derecha, como pasó en Brasil o pretenden que suceda en Venezuela. Los sectores reformistas de esos gobiernos, quienes no desean ir más allá de reformas moderadas dentro del capitalismo, creen equivocadamente que haciendo algunas concesiones políticas y económicas a la burguesía puede salvarse la situación. Ese fue el error de Dilma Rousseff, que derivó en su separación del poder por sus socios derechistas en el gobierno. Venezuela sufre una agresión mayor y más descarada del imperialismo norteamericano y la burguesía interna, con un sabotaje económico inhumano. El presidente Maduro, para enfrentar el sabotaje económico y la agresión extranjera, asegurando la comida para el pueblo, está obligado a golpear el corazón económico de la burguesía venezolana nacionalizando el comercio exterior, la banca y la gran industria alimentaria, apelando a la movilización popular. O avanzar a verdaderas medidas socialistas o la derrota estará asegurada lamentablemente, como ha pasado antes en otros países.

8. Enfrentar con éxito la crisis del capitalismo requiere la construcción alternativas políticas consecuentemente revolucionarias que comprendan que la verdadera esencia del problema está en un sistema de clases sociales llamado capitalismo, y que la única salida es caminar hacia una sociedad sin explotadores, donde el bienestar de los seres humanos sea el objetivo y no el enriquecimiento de unos pocos. Vencer al capitalismo no será obra de un grupito de conspiradores, sino de la acción consciente de millones de personas que actúen y lo hagan debatiendo democráticamente en grandes asambleas que preludian la democracia socialista, como ha hecho la juventud indignada que se reunía en la Plaza del Sol en Madrid y que ahora lo hace en la Plaza de la República de París. Ese es el germen de un nuevo tipo de democracia. Esa democracia asamblearia, que en Rusia llamaron "soviets", fue lo que posibilitó la victoria de la primera revolución socialista hace cien años, y es la que parirá las revoluciones del siglo XXI, que darán salida a la crisis del capitalismo.

9. La enormidad de la crisis humana y planetaria que ha producido el capitalismo obliga a construir una nueva dirección política revolucionaria que supere dos obstáculos que afectan a la clase trabajadora: los partidos reformistas que pretenden amarrar a los pueblos al carro capitalista alegando que "no hay condiciones objetivas para ir más allá"; y los sectarios, que pretenden actuar sólo con el "programa máximo", sin entender las mediaciones de la conciencia de la clase trabajadora, sin tener la paciencia para acompañar que madure y haga sus experiencias. Como dijo Trotsky, la revolución no tiene etapas, pero la conciencia de las masas que la deben hacer sí pasa por etapas, que no se pueden saltar artificialmente.

10. La crisis actual de la humanidad se parece a la crisis de los años 20 y 30 del siglo pasado que terminó en la Segunda Guerra Mundial, con sus 40 millones de muertos. La humanidad está en la disyuntiva que señaló Rosa Luxemburgo: o socialismo o barbarie. Para salvarnos de la barbarie capitalista hay que construir partidos revolucionarios que levanten un  programa de lucha que combine la ferviente defensa de los derechos democráticos, sociales y antiimperialistas, con la lucha por medidas socialistas como el control obrero, la nacionalización de la banca y del comercio exterior. Un partido que levante con inteligencia un "programa de transición" al socialismo, como dijera Trotsky antes de la guerra.


LA CRISIS DE LA IZQUIERDA EN AMÉRICA LATINA - ES

Desde AGE. Internacional
Fecha: 20/Abril/2016


La Crisis De La Izquierda En América Latina
Por Emir Sader

Se puede decir que hay dos izquierdas en América Latina y que ambas están en crisis, cada una a su manera. Una de ellas es la que logró acceder al poder y ha puesto en marcha unos procesos de democratización de las sociedades, así como alternativas al modelo neoliberal y que hoy se enfrentan a dificultades —de distinto orden; algunas provenientes del exterior, otras del interior— para dar continuidad a dichos procesos. La otra es la que, aun viviendo en países con continuados gobiernos neoliberales, no es capaz de constituir fuerzas capaces de ganar elecciones, llegar al gobierno y empezar a superar el neoliberalismo.

La izquierda posneoliberal ha tenido éxitos extraordinarios, aún más si tenemos en cuenta que los avances en contra de la pobreza y la desigualdad se han dado en el marco de unas dinámicas en la economía internacional que provoca un aumento de la pobreza y la desigualdad. En el continente más desigual del mundo, cercados por un proceso de recesión profunda y prolongada del capitalismo internacional, los gobiernos de Venezuela, Brasil, Argentina, Uruguay, Bolivia y Ecuador han disminuido la desigualdad y la pobreza, han consolidado procesos políticos democráticos, han fomentado la integración regional independiente de EEUU y han acentuado el intercambio Sur-Sur.

Mientras que las otras vertientes de la izquierda, por diversas razones, no han logrado construir alternativas a los fracasos de los gobiernos neoliberales —con México y Perú a la cabeza—, mostrando cierta incapacidad a la hora de sacar conclusiones de lo que ha funcionado en otros países con el fin de adaptarlas a sus condiciones específicas.

Ahora bien, ¿en qué consiste la crisis que atraviesan las izquierdas que han llegado al gobierno en América Latina? Hay síntomas comunes y rasgos particulares a cada país. Por ejemplo, la incapacidad de contrarrestar el poder de los monopolios privados de los medios de comunicación, aun en los países en que se han avanzado leyes y medidas concretas para quebrar lo que es la espina dorsal de la derecha latinoamericana. En cada uno de esos países, en cada una de las crisis enfrentadas por esos gobiernos, el rol protagónico ha sido el de los medios de comunicación privados, actuando de forma brutal y avasalladora en contra de dichos gobiernos, que se han apoyado en sus éxitos, en el gobierno y en el amplio apoyo popular conseguido.

Los medios han tratado de esconder los grandes avances sociales en cada uno de nuestros países, los han censurado, han intentado silenciar las nuevas oportunidades que los procesos de democratización social han impulsado en la población. Por otro lado, destacan problemas, aisladamente, a través de proyecciones irreales, difundiendo además falsedades, con el propósito de deslegitimar las conquistas logradas y la imagen de sus líderes, ya que los niegan e intentan destacar aspectos secundarios negativos de los programas sociales.

Los medios han promovido sistemáticamente campañas de terrorismo y de pesimismo económico. Buscan la desconfianza de los ciudadanos en su propio país. Como parte específica de esta operación, se encuentran las sistemáticas denuncias de corrupción a partir de casos reales a los que les han dado una proporción desmesurada y se han hecho denuncias inventadas por las que no responden cuando son cuestionados, aunque los efectos ya hayan sido traducidos. Las reiteradas sospechas sobre el accionar de los gobiernos producen, especialmente en sectores medios de la población, sentimientos de crítica y de rechazo, a los que pueden sumarse otros sectores afectados por esa elaboración antidemocrática de la opinión pública. Sin ese factor, se podría decir que las dificultades tendrían su dimensión real. No serían transformadas en crisis políticas, promovidas por la influencia unilateral que los medios tienen sobre ciertos sectores de la opinión pública, incluso de origen popular.
No es que sea un tema fácil de solucionar, pero no considerarlo como algo a lo que hay que enfrentar, subestima el nivel de la izquierda. Ésta ha llevado al gobierno al fracaso del modelo económico neoliberal, pero ha recibido, entre otras herencias, la hegemonía de los valores neoliberales diseminados en la sociedad. “Cuando la izquierda llegó al gobierno, había perdido la batalla de las ideas”, dijo Perry Anderson.

Las tendencias pre-gramscianas en la izquierda han acentuado las acciones tecnocráticas, que creyeron que la práctica de buenas políticas para las personas bastaría para producir automáticamente la conciencia correspondiente de apoyo a los gobiernos. Se ha subestimado el poder de acción en la conciencia de las personas de los medios y de los efectos políticos de desgaste por parte de los gobiernos que promueven esa acción.

Un factor determinante, en principio a favor —después en contra—, fue el alto coste de las comodidades que algunos gobiernos aprovecharon, no para reciclar los modelos económicos, sino para que no dependieran tanto de esas exportaciones. Para el reciclaje, habría sido necesario formular y poner en marcha un modelo alternativo basado en la integración regional. Se ha perdido un período de gran homogeneidad en el Mercosur, sin que hayan avanzado en esa dirección. Cuando los precios bajaron, nuestras economías sufrieron los efectos, sin tener cómo defenderse, y todo por no promover el reciclaje de manera distinta.

Asimismo, habría que haber comprendido que el período histórico actual está marcado por varios retrocesos a escala mundial; que las alternativas de la izquierda están a la defensiva. De lo que se trata en este momento es de salir del modelo hegemónico neoliberal, construir alternativas, apoyarse en las fuerzas de la integración regional, en los BRICS y en los sectores que dentro de nuestros países se suman al modelo de desarrollo económico con la distribución de la renta, priorizando las políticas sociales.

En algunos países no se ha cuidado debidamente el equilibrio de las cuentas públicas, lo cual ha generado niveles de inflación que han neutralizado en parte los efectos de las políticas sociales, ya que esos efectos recaen sobre los trabajadores. Los ajustes no deben de ser trasformados en objetivos, pero sí en instrumentos para garantizar el equilibrio de las cuentas públicas. Esto es un elemento importante del éxito de las políticas económicas y sociales.

Aunque los medios hayan magnificado algunos casos de corrupción, no hay forma de considerar que no hubo control suficiente por parte de los gobiernos respecto al uso de los recursos públicos. El tema del cuidado absoluto de la esfera pública debe de ser sagrado para los gobiernos de izquierdas, que a su vez deben de descubrir las eventuales irregularidades y actuar antes de que los medios opositores lo hagan. La ética en la política tiene que ser un patrimonio permanente en la izquierda; la transparencia absoluta en el manejo de los recursos públicos tienen que ser una regla de oro por parte de los gobiernos de izquierdas. El no haber actuado siempre así hace que los dirigentes paguen un precio muy caro, que puede ser un factor determinante para poner en riesgo su continuidad y dañar los derechos de la gran mayoría de los ciudadanos y el destino de nuestros estados.

Por último, para destacar algunos de los problemas de esos ejecutivos, el rol de los partidos que aspiran a gobernar, nunca ha sido bien definido en casi ninguno de esos países. Al tener los gobiernos una dinámica propia, esos partidos debieron de representar el proyecto histórico de la izquierda. Sin embargo, no han logrado hacerlo y, como consecuencia, han perdido relevancia frente al rol preponderante de los gobiernos. Se debilita así la reflexión estratégica, más allá de las conjuras políticas, la formación de cuadros, la propaganda de las ideas de la izquierda y la misma lucha ideológica.

Nada de eso autoriza a hablar de ‘fin de ciclo’. Las alternativas a esos gobiernos están siempre a la derecha y con proyectos de restauración conservadora, netamente de carácter neoliberal. Los gobiernos posneoliberales y las fuerzas que los han promovido son los elementos más avanzados de los que la izquierda latinoamericana dispone actualmente y que, de igual forma, funcionan como referencia para otras regiones del mundo, como España, Portugal y Grecia, entre otros.

Estamos viviendo el final del primer período de construcción de modelos alternativos al neoliberalismo. Ya no se podrá contar con el dinamismo del centro del capitalismo, ni con precios altos de las comodidades. Las claves para pasar a un segundo período tienen que ser: profundización y extensión del mercado interno del consumo popular; un proyecto de integración regional; la intensificación del intercambio con los BRICS y su Banco de Desarrollo.

Además de superar los problemas apuntados anteriormente, antes de todo, se debería crear un proceso democrático para la formación de la opinión pública y hacer la batalla de las ideas (cuestión central en la construcción de una nueva hegemonía en nuestras sociedades y en el conjunto de la región).

Hay que construir un proyecto estratégico para la región, no sólo para superar el neoliberalismo y el poder del dinero sobre los seres humanos, sino para construir sociedades justas, solidarias, soberanas, libres y emancipadas de todas las formas de explotación, dominación, opresión y alienación.

Cordiales Saludos Torrijistas
Movimiento de Bases Torrijistas [MOBAT]
Coordinación Nacional


VENEZUELA Y EL FUTURO DE LA REVOLUCIÓN LATINOAMERICANA - OB

Desde Panamá
Fecha: 05/Marzo/2016


Venezuela Y El Futuro De La Revolución Latinoamericana
Por Olmedo Beluche

(A propósito de las relativas victorias electorales de la derecha en Argentina y Venezuela a fines de 2015, volvemos a traer  a la reflexión estas opiniones que publicamos a raíz de los preocupantes resultados electorales del PSUV en la elecciones presidenciales de abril de 2013. Creemos que las ideas planteadas entonces siguen siendo válidas ahora, en febrero de 2016):

En Venezuela se juega el futuro de la revolución latinoamericana. Por esa razón el resultado de las elecciones del 14 de abril ha preocupado a la vanguardia socialista de todo el continente. Pese a que el triunfo de Nicolás Maduro es incuestionable, y llamamos a defenderlo con lo que haga falta, admitamos que el avance electoral de la derecha en tan poco tiempo ha sido un balde de agua fría para quienes creíamos en la solidez de la Revolución Bolivariana aún en la ausencia de su gran líder, Hugo Chávez. De pronto hemos caído en cuenta en algo que ya sabíamos pero que estaba hundido en el subconsciente: no hay procesos políticos irreversibles.

Preocupa que el resultado electoral porque, al menos en apariencia, pueda significar un cambio de la correlación de fuerzas, pasando la reacción venezolana y el imperialismo yanqui de una situación defensiva desde el fracasado golpe contra Hugo Chávez de 2002, a una ofensiva cada vez más virulenta contra la Revolución Bolivariana y contra el proceso de cambios abierto a inicios del siglo en todo el continente.

¿Por qué se ha producido este viraje? ¿Qué hay que hacer ahora? Ese es el debate planteado.

Una realidad compleja

Debate siempre complicado pues, la realidad es que, mientras la derecha latinoamericana y su cabeza, el imperialismo yanqui, saben lo que quieren; en la izquierda parece que las cosas no están claras. Hay confusión y/o diferencias respecto a los objetivos estratégicos y tácticos en materia política, social y económica. Pero en el fondo es el viejo dilema, que otras generaciones ya tuvieron, entre reforma y revolución.

Dilema que obliga también a revisar la historia de América Latina a ver si hay algunas lecciones que sacar de nuestro pasado porque, pese a que las circunstancias específicas puedan ser diferentes, estos procesos no son completamente nuevos.

Dilema que, obviamente, no tiene fácil resolución pese a lo que crean los sectarios (que todo lo tienen resuelto en sus cabezas) porque la realidad a la que hay que enfrentar tiene diversos planos que se entrelazan:

1. Una realidad externa, muy difícil de controlar, como el sistema mundo capitalista (Wallerstein) o mercado mundial, que impone condiciones de explotación y subordinación que caben en los conceptos: imperialismo, dependencia, naciones opresoras y naciones oprimidas, etc. El control imperialista del mundo es un factor complejo que se expresa en múltiples sentidos: político, económico, militar, propagandístico, cultural. Factor que impone límites y exige respuestas.

2. Una realidad interna de cada país, en que la contradicción básica se dirime entre el capital y los llamados "sectores populares", encabezados por la clase trabajadora. Pero donde el número (la cantidad) no es el factor decisivo, sino la calidad de la correlación de fuerzas está marcada por el grado de conciencia, de experiencia y de acción (movilización) de la clase trabajadora.

El "populismo desarrollista" ¿qué nos enseñó?

Las circunstancias obligan a mirar al pasado si no queremos repetir viejos errores. A mitad del siglo XX, hubo en América Latina procesos de cambio semejantes a los actuales, que la historia económica registra como el período de "industrialización sustitutiva" y la historia política como "populismo desarrollista". Aunque no compartimos todas sus conclusiones, para la comprensión de este período siempre recomiendo un libro que en su tiempo fue un clásico, aunque luego uno de sus autores se desacreditó como presidente y cabeza del neoliberalismo brasileño: "Dependencia y desarrollo en América Latina", de F. H. Cardoso y E. Faletto, publicado en 1969.

El "populismo desarrollista" tuvo su momento estelar, entre los años 30 y 60 del siglo pasado, con los regímenes de Perón en Argentina, Getulio Vargas en Brasil, Lázaro Cárdenas en México, también Jacobo Arbenz en Guatemala, y otros; tardíamente a inicios de los 70, con los regímenes de Morales Bermúdez en Perú y Omar Torrijos en Panamá (quienes inspiraron al joven militar Hugo Chávez, a decir de él mismo en una famosa conversación con García Márquez). Creo que el trágico gobierno Allende en Chile, y la "vía pacífica al socialismo", cae en esta categoría.

¿Qué circunstancias dieron origen y sustentación al "populismo desarrollista"?

Primero, la crisis mundial capitalista de los años 20 y las dos guerras mundiales, que debilitaron de alguna manera el control económico y político del mundo por parte de las potencias capitalistas.

Segundo, en el plano interno un rápido proceso de urbanización, que produjo la masificación de un nuevo sujeto social: la clase obrera, combinado con el nacimiento de una industria para el consumo (mercado interno) que "sustituía" la importación de bienes que antes se hacía de países centrales. También en la clase dominante se produjeron cambios: la oligarquía exportadora y terrateniente, sin desaparecer, cedió espacios a una naciente burguesía industrial y las llamadas "clases medias modernas".

Los regímenes de "populismo desarrollista" procuraron inaugurar una fase de desarrollo capitalista autónomo (nacional), con independencia del imperialismo extranjero, apoyándose en un equilibrio de las clases sociales internas que, con políticas sociales de redistribución  de la renta y una gran intervención estatal procuraron atenuar las contradicciones de clase.

De hecho, entre los 40 y 50, Argentina llegó a estar entre las 10 principales economías del mundo. Cárdenas nacionalizó el petróleo usando sus ingresos para sufragar el crecimiento del mercado interior, etc. Brasil requiere un análisis particular, y sólo diré que, mientras algunos analistas consideran a las BRICs (que este país encabeza) como potencias autónomas emergentes, otros lo ven como apéndices del capital imperialista del OCDE.

En fin, el asunto es que todos esos procesos de desarrollo nacional autónomo y de equilibrios sociales internos se rompieron a partir de la post guerra en los años 50. ¿Por qué? Porque Estados Unidos, que emergió de la Segunda Guerra Mundial, como la principal potencia capitalista, volteó sus ojos hacia el "patio trasero" y, en alianza con sectores internos (principalmente de las oligarquías tradicionales y la oficialidad militar, pero también de propios sectores de "capas medias" e industriales), decidió cortar el desarrollo capitalista autónomo y someter a estos países a un régimen de dependencia económica y política, para beneficio de sus empresas monopólicas. Se impuso la dependencia económica y política.

Una ola de sangrientos golpes de estado militar se esparció por el continente. La represión fue la manera de imponer a la clase trabajadora un capitalismo poco "redistributivo" en beneficio de un capital industrial que, de "sustitutivo", pasó a apéndice del capital monopólico yanqui.

La Teoría dela Revolución Permanente, Trotsky y el Che

¿Qué habría impedido el retroceso de estos procesos desarrollistas? Lo que no hicieron los "populistas" de entonces: apelar a la movilización de la clase obrera, dándoles verdadero poder político, junto con la destrucción de la base material que sirve de sustento a la reacción: expropiando a la oligarquía y a la burguesía golpista.

Ese fue el gran debate en la izquierda latinoamericana de los años 50, 60 y 70. Debate que la Revolución Cubana puso a la orden del día y que remitió a otras circunstancias parecidas al otro lado del mundo: la Revolución Rusa, y los debates entre la dirección del PCUS y la Oposición de Izquierda; entre José Stalin y León Trotsky.

Entonces, como ahora, el problema que ocupaba a la socialdemocracia rusa luego de la Revolución de 1905, es el carácter de las revoluciones sociales del presente, cuya mejor solución expresó León Trotsky con su Teoría de la Revolución Permanente: a partir del siglo XX, en la fase histórica del capitalismo imperialista, las burguesías nacionales de los estados periféricos están imposibilitadas de seguir el proceso de desarrollo autónomo que siguieron los países "centrales" durante el siglo XIX (lo que pretendía el "desarrollismo" de la CEPAL y la teoría stalinista de "la revolución por etapas"), porque nuestras burguesías han perdido su filo revolucionario, ya que le temen más a su clase trabajadora que a supeditarse al capital imperialista. 

Según Trotsky,, el factor dinámico, en los países de "capitalismo atrasado" o dependiente, debe ser jugado por la clase trabajadora que, a un mismo tiempo, debe resolver las tareas "nacionales" que la burguesía no puede cumplir (como industrialización, reforma agraria e independencia nacional) a la vez que impone medidas de tipo socialista (como la nacionalización de la industria y el poder obrero). Así lo probó la Revolución Rusa de 1917

Esta teoría fue sintetizada genialmente por el Che Guevara en los años 60, y es lo que explica la sobrevivencia de la revolución cubana y el fracaso del "nacionalismo populista", en la famosa consigna: "O revolución socialista, o caricatura de revolución".

Unas revoluciones a medio camino

El problema de la Revolución Bolivariana, y los procesos semejantes en Bolivia o Ecuador, es que son revoluciones a medio camino. Son revoluciones en el sentido de que han surgido de la lucha de las clase trabajadoras, el campesinado y sectores populares, contra las consecuencias sociales del neoliberalismo (que a partir de los años 80 profundizó la dependencia, terminó de debilitar las industrias nacionales y extremó las disparidades sociales).

Esas revoluciones se expresaron en Venezuela con el Caracazo del 89, la rebelión militar del 92 dirigida por Chávez, y otros hechos dramáticos; en Bolivia con la "Guerra del Agua" y demás revueltas populares; en Ecuador con las movilizaciones que tumbaron un sinnúmero de gobiernos en los 90.

 Esos procesos se canalizaron y hallaron sus límites por la vía de procesos electorales. No han tocado la base económica de la burguesía "nacional" apéndice del capital extranjero y no han terminado de cuajar organismos de poder obrero.

Peor aún, en el plano económico, no se ha superado el modelo extractivista mono exportador. La base para las políticas redistributivas de los programas sociales han sido los buenos precios de las materias primas en el mercado internacional, particularmente el gas y el petróleo, o la soja para el caso argentino y los biocombustibles para Brasil.

La repartición un poco más social y equilibrada de la renta exportadora ("renta petrolera" en Venezuela) es lo que ha aportado estabilidad, hasta ahora, a los llamados gobiernos "populistas" de este inicio de siglo.

Para nada se ha roto el poder económico de la derecha, cuya base social es la burguesía "nacional", aliada del imperialismo yanqui. Por ejemplo, en Venezuela, pese a las nacionalizaciones, el peso del sector privado en el PIB sigue siendo tan abrumador, que mal podría caracterizarse su economía como "capitalismo de estado", menos de "socialista".

Marcelo Colussi, en un artículo reciente sobre este tema decía: “Según las Cuentas Nacionales, explicitadas por el Banco Central de Venezuela (BCV), el PIB privado (el porcentaje de la actividad económica del país en manos directas del empresariado) corresponde al 71% del total (año 2010). En el año de 1999 el PIB privado era de 68%. Es decir que, a pesar de las nacionalizaciones, el PIB sigue siendo mayoritariamente privado, y comparado con países que nada tienen que ver con el comunismo –como Suecia, Francia e Italia, donde el PIB es mayoritariamente público (estatal)–, el estado venezolano no tiene en sus manos (salvo el petróleo) ningún resorte económico importante de la economía”, nos informa un economista marxista como Manuel Sutherland" (Venezuela post Chávez: una prueba de fuego y un laboratorio para la izquierda (venezolana y mundial).
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¿Qué sucederá cuando se "deterioren los términos de intercambio", para usar la jerga de los economistas? ¿Qué pasará cuando los precios de las materias primas decaigan y cuando el crecimiento económico de los últimos diez años decaiga, se estanque o entre en recesión, por efecto de la crisis abierta en Norteamérica y Europa? Lo que puede estar empezando a suceder.

La respuesta es simple: el capital monopólico y las burguesías locales exigirán una parte mayor de la "renta" exportadora para tapar sus déficits, lo que implica cortar los subsidios sociales y cortar los procesos políticos "populistas", así sea a sangre y fuego. ¿No es el proceso abierto en Venezuela?

"O revolución socialista" o victoria de la reacción

La disyuntiva está colocada entre dos opciones:

1. Tratar de mantener reformas moderadas al capitalismo latinoamericano, repartiendo un poco más la riqueza social mediante esquemas redistributivos, en lo económico, y un régimen político democrático burgués un poco más "participativo" (es decir, tratar de congelar el proceso revolucionario en los marcos actuales);

2. O avanzar en el proceso de revolución social, fomentando organismos de poder obrero y popular, cortando a su vez la "yugular" económica que da sustento a la reacción, nacionalizando la gran industria y la banca, y sentando las bases para una economía nacional que rompa con la dependencia. Lo que no es lo mismo que nacionalizar toda la economía.

Porque, como dice el compañero Héctor Menéndez: "La idea de que gobernando “bien”, haciendo crecer la economía y mejorando la situación social de las amplias masas como hizo el gobierno de Venezuela en estos años se puede, evolutivamente, transformar la sociedad quitándole el poder a la burguesía pacíficamente, manteniendo el sistema democrático burgués electoral y las formas burguesas del Estado y la representación esencial del ejército profesional no conoce ninguna verificación empírica" (Revolución y contrarrevolución en Venezuela).

La clase trabajadora, y el pueblo en general, no aspiran a la revolución por consignas abstractas y voluntaristas. Visto el proceso desde lejos, pareciera que gran parte de los votos perdidos por el chavismo se debió a la devaluación que tumbó el 40% del poder adquisitivo de los trabajadores. Medida que se tomó una semana antes del fallecimiento del presidente Chávez, por parte del gobierno encabezado por Maduro en ese momento. Lo que dio argumentos concretos a la campaña de Capriles que, entre otras propuestas demagógicas, levantó la promesa de un aumento salarial inmediato.

Como ha mencionado un comunicado de la corriente Marea Socialista la devaluación requería contrapesos, como el control de los precios de los artículos de primera necesidad, lo que a su vez fuerza al control estatal del comercio exterior y el control de las divisas. Esos contrapesos no se tomaron hasta ahora.

Guillermo Almeyra ha señalado las tareas mínimas pendientes: "En efecto, todo depende de hacia dónde se incline finalmente la balanza en la lucha por profundizar el proceso democrático venezolano, dar golpes reales al capitalismo, construir elementos de autonomía y de autogestión reforzando las comunas y los gérmenes de poder popular. Para derrotar a la derecha oligárquica y proimperialista hay que vencer a la burocracia, al centralismo autoritario, al verticalismo decisionista. Ese es el desafío para el próximo periodo, y del desenlace de esa batalla depende hacia dónde irá Venezuela, si hacia el pasado prechavista o hacia la construcción de elementos socialistas" (Los gobiernos latinoamericanos después de Chávez).

En el ámbito externo se requiere que los organismos de cooperación económica a nivel regional, cuyas bases sentó el presidente Hugo Chávez (ALBA, Petrocaribe, CELAC, Mercosur), avancen como verdaderos órganos de integración y colaboración solidaria para que puedan dar paso a un desarrollo económico endogámico que permita romper los mecanismos de la dependencia externa. Lamentablemente, al respecto existen grandes dudas de que ese sea el camino que se está tomando, al menos por parte de algunos gobiernos de la región.

Es el viejo dilema entre reforma y revolución (que sólo puede ser permanente, si quiere sostenerse). El problema del reformismo es que tiene patas cortas. Mil veces la experiencia latinoamericana ha demostrado que los procesos revolucionarios no pueden congelarse, estancarse o quedarse a medio camino. Mil veces se ha demostrado que las fuerzas de la reacción apoyadas por el imperialismo no vacilarán en corromper desde adentro, o aplastar sangrientamente desde afuera, los procesos revolucionarios que han quedado a medio camino.

No pretendemos, desde nuestras limitadas capacidades dar lecciones a nadie. Porque hablar de revolución es fácil, lo difícil es hacerlas. Pero sí deseamos colocar el dedo sobre el problema, para que juntas, las fuerzas sociales y políticas que aspiramos a la revolución social, encontremos el camino de la revolución, exorcizando el fantasma de la contrarrevolución, que ya ha golpeado en el pasado no tan lejano y amenaza de nuevo.


LATINOAMÉRICA: SEMANA CRUCIAL PARA VENEZUELA Y EL CONTINENTE - CMV



Barómetro Internacional
Desde España
11/Diciembre/2015


Semana De Alerta Militante
Latinoamérica: Semana Crucial Para Venezuela Y El Continente
Por Carlos Medina Viglielm

El próximo día 6 de diciembre se celebran las elecciones parlamentarias en la República Bolivariana de Venezuela y los enemigos de los pueblos de América se esfuerzan por torcer el rumbo establecido por el comandante Hugo Chávez en ese país hermano, con la intención de devolverle el poder económico a los amos imperiales. Tal vez la frase les suene a algunos algo dramática o grandilocuente: “devolverle el poder económico a los amos imperiales.”

Pero se trata de eso, simplemente de eso. Aunque, digámoslo de otra manera: los grandes empresarios privados del continente, que son además dueños de los grandes medios de información, pretenden cerrarle el paso a la Revolución chavista, la revolución que le devolvió la soberanía al pueblo venezolano sobre sus recursos, para devolverle esos recursos a los grandes empresarios norteamericanos a cambio del dinero de las coimas que esos empresarios están dispuestos a dar en agradecimiento. Como se hizo en todo el continente durante más de una centuria.

Esa es la libertad que reclaman los políticos presos en Venezuela y el coro de alcahuetes que los apoyan desde Madrid a Buenos Aires: la libertad de apropiarse de los recursos de nuestras naciones y sacarles provecho propio en perjuicio de las grandes masas de trabajadores, los verdaderos creadores de la riqueza.

Los lectores habrán conocido los 5 pasos del plan golpista contra Venezuela, que hemos publicado en este mismo sitio.

Pero no está de más recordar, el grado de violencia a que pueden llegar las organizaciones delictivas contratadas por la derecha venezolana e internacional (argentina, española y alemana al servicio de la norteamericana), para actuar en los próximos días. Hay que estar alerta pues para la derecha, para tipos como Leopoldo López, José María Aznar o Mauricio Macri, el fin justifica los medios. Ellos diseñan la democracia que les conviene y para ello utilizan todos los medios a que se puede alcanzar mediante fajos de billetes verdes, como el asesinato del delincuente Luis “la crema” Manuel Díaz, hace un par de días.

Delincuentes con los que siempre han contado y cuentan para los trabajos sucios en todas partes y en todas las épocas; delincuentes que están para todo, incluso para morir (aunque no quieran) y ser presentados como mártires, aprovechando que han puesto un cipayo de Secretario General de la OEA. El asesinato de Manuel Díaz “La Crema” para presentarlo a nivel mundial como “Dirigente político de la oposición”, debe estar en la tapa del libro de acciones subversivas de la derecha.

La violencia que pueden utilizar los grandes empresarios privados (de la banca, la industria o el agro etc.) para recuperar sus privilegios y el de sus amos imperiales, es conocida. Se ha repetido como un fatídico péndulo mortal a lo largo de nuestra historia. Cada vez que los pueblos han alcanzado cierto grado de conciencia, cada vez que han llegado a la conclusión de que los están explotando descaradamente (o mucho menos), han terminado siendo masacrados por los empresarios y políticos ricos en el poder, mediante la utilización de los ejércitos mercenarios creados para ello.

El 11 de septiembre de 1973 ocurrió el golpe en Santiago de Chile, como sucedió por aquella época en Uruguay y Argentina, pero antes muchas veces en muchas partes y hace poco tiempo por lo menos dos: en Paraguay y en Honduras. Al frente del golpe contra Salvador Allende en Chile estuvo uno de los más grandes asesinos y ladrones del continente, ordenando asesinatos colectivos en nombre de la democracia y la libertad. La misma democracia en nombre de la cual cometieron crímenes los Videla, los Galtieri, los Bordaberry en aquellos años, la misma falsa democracia que defienden Leopoldo López, José María Aznar o Mauricio Macri.

medinvig@yahoo.es
Publicación Barómetro 03-12-15
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