Desde Brasil
28/Enero/2013
Esperanto
y hegemonía lingüística
Bruno
Peron Loureiro
Hace mucho tiempo
que se piensa en una forma de facilitar el diálogo entre hablantes de idiomas
diferentes en condición de respeto a las diferencias. La historia nos muestra
que las lenguas de conquistadores se
impusieron en tierras ajenas, como en la colonización de las tribus africanas,
de los pueblos indorientales y los indígenas en América. No solo quedó el
idioma sino también la comida, la religión, los preconceptos y otros contenidos
del paquete de la modernidad: Quizás sean los aborígenes australianos los más
resistentes a la dominación material y cultural de la Cool Britannia.
El contacto entre
diferentes genera siempre algún alejamiento,
pero algunos tienen la noble capacidad de trasformar esa experiencia en
una relación de curiosidad e de reciprocidad. Por esa razón la cultura
estadounidense huele a que en todo hay
un ganador y un perdedor y no deja lugar
a los que saben usufructuar amistosa y respetuosamente de la alteridad. Aunque
su industria militar reciba mayor presupuesto que la salud, y por eso quien
quiera tratamiento sanitario digno en ese país deberá desembolsar fortunas,
enfoquemos nuestra atención y nuestros esfuerzos en aquellos que desean un mundo donde se invierta en el
diálogo y en la paz.
Una de las maneras
de anclar la atención y los esfuerzos en el bien e facilitar la comunicación
entre pueblos diferentes. Ludwik Lejzer
Zamenhof, um médico polaco que vivió en el territorio entonces perteneciente al
imperio ruso, sistematizó en 1887 el Esperanto, en la tentativa de facilitar la
comunicación entre los hablantes de todos los países, en vez de sustituir a los
idiomas nativos. La gran variedad lingüística del Este europeo, región donde
habitó Zamenhof, probablemente motivó la creación del Esperanto, que se
considera una lengua artificial porque no es oficial de ningún país, ni se
desenvuelve naturalmente en ninguna parte. Su finalidad es abrir caminos para
la comunicación mundial despojada de preconceptos.
La determinación de
cuál será el idioma mundial aceptado globalmente depende de factores
político–ideológicos. El inglés es hegemónico en el conocimiento científico y
en revistas académicas, en el Internet y en el uso de las nuevas tecnologías,
en los aeropuertos y rutas de viaje, en la comunicación entre gente de negocios
y turistas en todo el mundo. La Era Victoriana inglesa en el Siglo XIX y la
emergencia de los Estados Unidos como potencia emergente después de la Segunda
Guerra Mundial, corroboraron este idioma como patrón de la comunicación
internacional. El griego, el latín, el francés y el alemán tuvieron sus años de
auge. La oferta de cursos de mandarín mientras tanto, prevé que este idioma
chino cumplirá un papel hegemónico en el futro próximo.
El Paraguay tiene
dos idiomas oficiales, uno nativo (guaraní) y otro impuesto (español). El
Mercado Común del Sur (MERCOSUR)¸ a despecho de la suspensión paraguaya,
también considera el guaraní como uno de sus idiomas oficiales. Esta
caracterización es tenida como étnica y asegura la supervivencia de los idiomas
nativos frente al furor de la modernidad.
Lo que más espanta
en una relación de fuerzas culturales es la enseñanza bilingüe en escuelas
brasileras de elite, donde el niño aprende habilidades lingüísticas en un
idioma que no es nativo del país mientras está en una edad en que su
discernimiento esta subdesarrollado.
Grupos religiosos
han promovido el estudio del Esperanto y la traducción de sus obras a este
idioma para universalizar sus saberes y sus prácticas. Esta propuesta
lingüística de más de un siglo de antigüedad se volvió realidad entre muchos de sus promotores en varios
países. Grupos estudiosos de Esperanto se desparramaron por el mundo (Alemania,
Francia, Italia, Irán, China, Brasil y otros). Más importante es el sentimiento
global de que es necesario tener un idioma universal que no se relacione de
ninguna manera con naciones que poco tienen que enseñar desde el punto de vista
moral, como la Cool Britannia y los Estados Unidos.
La dictadura
cultural oculta bajo el manto de democracia contrasta con la resistencia ardua
de los “dictadores” (Mubarak, Gadafi, Assad, Ahmadinejad) y sus pueblos bajo
los regímenes políticos en Oriente. Las potencias de Occidente juegan con la
palabrería política que heredaron de las civilizaciones greco–romanas, usándola
a su favor y en detrimento de otras civilizaciones. Con la lengua intentan
justificar atrocidades contra otras culturas y aliviar su desesperación frente
a la ruina inminente de su modo de vida (por la falta de legitimidad
internacional y las crisis económicas intermitentes).
Mientras tanto, los
chinos llegan soterradamente con su mandarín –que es una de las principales
variaciones lingüísticas en ese país– y juegan con herramientas económicas
parecidas a las de Occidente. Producen todo más barato y quiebran industrias
tradicionales en otros países. Se replica en otros lugares, que existe
explotación de mano de obra y el comercio de productos de mala calidad. Si el
capitalismo fracasara por causa de los chinos ¿Tendrían ellos la oportunidad de
convocar al mundo hacia su sistema productivo?
El Esperanto
continúa haciendo prosélitos y circulando en el mundo, aunque no con la misma
fluidez del inglés, que viaja a través de las banderas –y muchas veces las
desmancha–. Esto se debe a que el primero es un ejemplo de virtud y el segundo
un ejemplo de pasión. Uno se utiliza con consentimiento, mientras el otro se
impone por la fuerza de las armas y la subordinación de otros pueblos. No hay
mal que permanezca luego de la palabra luminosa del bien.
http://www.brunoperon.com.br
Publicación
Barómetro 06-12-12
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