Desde Panamá
01-febrero-2014
Sobre la educación y la
distribución de la riqueza: coartadas y tautologías
Movimiento
de Bases Torrijistas
El pasado 5 de
diciembre de 2013 la Asociación Panameña de Ejecutivos de Empresa [APEDE] nos
regaló, a todos los panameños, en vísperas de Navidad y Año Nuevo, su Carta
Económica. Luego de citar y ciar cifras estadísticas que dicen que el 56% de la
población panameña con quince años o más de edad no ha obtenido ningún título
académico y nos espeta, en boca de su presidente, Fernando Aramburu Porras y
uno de sus economistas, Pedro Mora, estas dos perlas:
El país ha
crecido económicamente, “pero lamentablemente esta bonanza no llega a todos los
panameños debido a la falta de preparación de la gran masa de la población que
es la que estudia en escuelas públicas”; y “en este momento la mayoría de la
riqueza que genera el país se la están se la están llevando las personas con
mayor preparación (nacionales y extranjeros), pero lamentablemente esta es la
minoría de la población”.
Sin querer
hacer de nuestra posición una anticarta apediana es necesario expresar un par
de cosas en relación a estos argumentos.
En sentido
lato la educación es la formación de la persona humana mediante la influencia
ideológica de otras personas (recibida) y por el propio esfuerzo
(autoeducación).
La verdad sea
dicha. En la gestación del Estado Panameño las mayorías populares nunca han
tenido el poder (influencia) para fijar el contenido, la naturaleza y rumbo de
la educación que debe impartir el sistema público de enseñanza (Salvo, claro
está, de manera limitada en el proceso revolucionario liderizado por Omar
Torrijos cuando estas minorías sociales, usando argumentos falaces y
anticomunistas, lograron aventar contra una reforma educativa progresista a un
gran sector de la población hasta derogarla).
Ha sido
potestad de las clases sociales minoritarias dominantes que han detentado el
poder del Estado las que han fijado las pautas y por consiguiente el grado de
inversión del Estado en la educación desde el inició de nuestra vida
republicana entre las que se cuentan comerciantes, terratenientes, ganaderos,
latifundistas, casatenientes, banqueros, industriales, ejecutivos de empresas,
etc., etc.
Ahora estas
clases sociales agrupadas en sus organizaciones empresariales como APEDE y
otras se lavan las manos como Pilatos con esta coartada que encierra otras
intenciones económicas. No Don Fernando, la calidad de la educación recibida
por los sectores populares hasta el día de hoy es el resultado de la visión de
nación de la clase social a la que usted pertenece y sirve; y si esta educación
no les permite a las mayorías populares tener mayor participación en la riqueza
generada (según su tesis) es porque así lo han querido ustedes y, más que todo,
el modelo económico que ustedes han impulsado y defendido desde siempre.
Otra coartada.
Dice Don Pedro que en estos momentos una minoría de la población instruida y
con título (capciosamente evita decir que porcentaje de la población es esta
minoría: ¿será el 1%?) es la que se lleva la mayor parte de la riqueza
producida en el país (tampoco precisa que porcentaje es el que se lleva),
justificando con esto, que el aporte hecho a la generación de la bonanza
económica que algunos viven por parte de ese 56% de la población que no tiene
títulos, sea distribuida desigualmente. ¿Por qué no se dimensiona el aporte en
trabajo hecho por esa minoría estudiada y se contrasta con el aporte en trabajo
hecho por esa mayoría no titulada para ver si hay alguna correspondencia? ¿Será
que se está insinuando que es esta minoría la que produce la bonanza económica
y por eso se justifica que se apropie de la mayor parte?
Pareciera que
la intención de la carta económica es convencernos a los panameños de que el
precepto bíblico “el que no trabaja no
debe comer” (Tesalonicenses 3:10-12, Reina-Valera 1960) debemos cambiarlo por
“el que no tiene un título no debe comer”.
No es que no
estemos de acuerdo con que sea el Estado (o que lo hagan los empresarios de la
educación) el que invierta más en educación y que las grandes mayorías
populares estudien y obtengan los títulos académicos. En lo que no estamos de
acuerdo que es que esta inversión en educación sirva para sojuzgar a nuestro
pueblo imponiéndole el acriticismo, el egoísmo y la pasividad social en lugar
de hacerlo un pueblo humanista, solidario, progresista y celoso custodio de la
justicia social y el equilibrio económico. Tampoco estamos de acuerdo en que
lucre con la educación del pueblo.
Nos apena que
esta Carta Económica al Niño Dios no aborde temas que discuten y someten a
referéndum otras sociedades un poco más desarrolladas que la nuestra como por
ejemplo la Renta Básica Universal (que irá a referéndum en enero del 2014 en la
Unión Europea) o el Salarió Máximo (Suiza, iniciativa 1:12 que limita el
salario de los altos ejecutivos a 12 veces lo que cobra el salario más bajo de
la empresa) que es una iniciativa audaz para acabar las pagas excesivas de los
ejecutivos de empresas. Todos estos temas, impulsados por los pueblos, para reducir la escandalosa mala distribución
de la riqueza generada socialmente han obligado, por allá, a las minorías
socioeconómicas a estudiarlos. ¿Por qué no se puede hacer acá? ¿O será que es
necesario que el pueblo exija esto en las calles?
Los argumentos
en cuanto a educación que expresan en la
Carta Económica Don Fernando y Don Pedro y los que ha dicho la ministra de
Educación en el nacimiento, desarrollo y la desaparición de las escuelas
modelos son equivalentes.
Los tres
coinciden en que hay que “meterle plata a la educación” para hacerla excelente
y para que la población pobre pueda percibir mayores ingresos por su trabajo.
Pero ninguno de los tres dice lo que exigirá el que va a financiar la educación
en cuanto a la naturaleza y clase de educación que se impartirá y la
rentabilidad esperada de su inversión. Es toda una antesala a la privatización
total del sistema educativo público panameño combatida, hasta ahora
exitosamente, por los gremios de los educadores.
Estos
razonamientos y argumentos de estos tres personajes son una perfecta
tautología; o mejor dicho en refrán
popular: la misma jeringa con diferente pitongo, que tiene como corolario: Don
Fernando, Don Pedro y Doña Lucinda son tres pitongos de una misma jeringa
neoliberal.
Movimiento de
Bases Torrijistas
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