25/Abril/2014
Desde EE.UU
Thomas Frank,
Obama y el Tea Party
EE UU: Obama y la revuelta de las clases
medias
Thomas Frank
El mensaje de la clase media: "Nos
podéis seguir robando"
Thomas Frank
(Kansas, 1965) ha escrito la crónica de un tiempo confuso, en el que la clase
media y los trabajadores se revolvieron contra quienes mandan de verdad,
enviándoles un mensaje inequívoco y radical: "Podéis seguir robándonos,
que nosotros os defenderemos". Un tiempo en el que el desmoronamiento de
las capas medias dejó paso al individualismo de masas gracias al marketing del
descontento. Un tiempo, en resumen, donde el Tea Party se convirtió en la
fuerza política que representaba al hombre común, apoyando a muerte a aquellos
que estaban acabando con él. O eso es lo que Frank cuenta en Pobres magnates
(Ed. Sexto Piso) un recorrido por la política estadounidense de los últimos
años, en el que retrata en especial ese movimiento populista de derechas que
tan popular se ha hecho, y que tanta presencia e importancia ha tenido en el
suelo político estadounidense en los últimos años. El periodista
estadounidense, que ha colaborado con Harper’s, Wall Street Journal, Washington
Post o The Nation, habló con El Confidencial sobre este y otros extremos.
Entrevista de Esteban Hernández a Thomas Frank para El confidencial.
Usted aseguró
que la catástrofe financiera fue el resultado directo de la presión ideológica
más intensa que ha visto en su vida, con la posible excepción del colapso de la
Unión Soviética. ¿Es así? ¿Todo lo que llaman gestión eficiente y decisiones
técnicas en el sector financiero no son más que pura ideología?
Gran parte de
sus decisiones lo son. Hace muchos años escribí un libro sobre la teoría de la
gestión como un género ideológico. Pero lo que quería subrayar con esta
afirmación en Pobres magnates no eran tanto las decisiones de inversión o de
gestión que hicieron que Wall Street nos llevara a la crisis, cuanto las
condiciones que la hicieron posible. La desregulación de Wall Street en la
década de 1990 fue un acto de fe ideológica casi puro. La negativa de Alan
Greenspan a regular el mercado hipotecario fue otra. El tercer acto claramente
ideológico fue cuando la Administración Bush anuló los esfuerzos de los
gobiernos de diferentes estados para regular los préstamos abusivos. Por
supuesto, había dinero involucrado en todas estas decisiones, pero la ideología
fue muy importante.
Wall Street está
ganando más dinero tras la crisis que antes. ¿Cómo ha sido posible?
Debido a que los
principales políticos estadounidenses de ambos partidos no han aprendido la
lección obvia de la crisis de 2008. No pueden borrar su fascinación por la
ideología dominante de los últimos
treinta años. E incluso cuando entienden la situación (muchos de ellos son,
después de todo, gente inteligente) no son capaces de enfrentarse al sector más
rico y poderoso de América. La recuperación de Wall Street es un asunto
sencillo. Consiguieron ser rescatados. Da igual lo que hagan, su bienestar está
garantizado esencialmente por el gobierno de los Estados Unidos.
¿El secreto del
éxito del conservadurismo es su rebeldía y su atrevimiento?
Es un
ingrediente importante, en dos sentidos. Por una parte, utiliza la retórica
militante, diciendo cosas que suenan superficialmente como si fueran anti-Wall
Street e incluso antigrandes empresas, mientras que los demócratas no se
atreven a decir nada de eso. En segundo lugar, sus militantes son incansables
emprendedores en sus propias vidas, e inician movimientos, mientras que los
demócratas ven cómo sus movimientos sociales desaparecen.
¿Cuál es la
importancia de los modelos populistas hoy en el mundo? ¿Veremos cómo crecen? La
clase media está en declive y encuentra estos movimientos muy atractivos.
Yo creo que es
porque el populismo real -en el sentido de una democracia de masas real- es lo
que necesitamos, y todo el mundo se da cuenta. Es fácil hoy convencer a la
gente de que forme parte de movimientos contra la “élite” exactamente por la
razón que usted menciona, porque las cosas se están poniendo muy mal para los
trabajadores. El problema es saber a quiénes se refieren cuando hablan de la
élite.
La retórica del
Tea Party es la misma que utilizaron los movimientos progresistas en los
sesenta, sólo que desde otro punto de vista ideológico. ¿Por qué se produce
esta imitación?
Creo que deben
más a la década de 1930 que a los 60, pero tienes razón, están constantemente
imitando los grandes movimientos progresistas del pasado. Una de las razones,
en mi opinión, se debe a que sus dirigentes están obsesionados con los años 30
y los años 60, momentos en que les fue muy mal. Anhelan utilizar las ideas de
aquellos años contra sus oponentes y así finalmente obtener su venganza. Creo,
además, que muchos de quienes forman su base no saben que los héroes de los
años treinta fueron de izquierdas. Malinterpretan constantemente las imágenes,
los dichos y las canciones de esa época, creyendo que fue algún valeroso
empresario el que salvó la situación.
¿El Tea Party es
el cortafuegos de Wall Street? ¿Es el mecanismo que les protege?
Sí, pero no
puedo decidir si salvó a Wall Street por conquistar el Congreso en 2010 o
simplemente por existir. En el pasado, la gente siempre fue hacia la izquierda
después de una crisis financiera, y esta vez no, y fue por la existencia del
Tea Party. Sólo por eso, puede decirse que salvaron, al menos en parte, a Wall
Street de las consecuencias reales de sus actos.
¿Los
republicanos sacan partido del Tea party y los demócratas de Occupy Wall
Street?
El Tea Party fue
puesto en marcha por los grupos de presión conservadores, y después se
convirtió en algo más auténtico, mientras que los grupos demócratas de presión
no tuvieron nada que ver con el inicio de Occupy Wall Street. Unos pocos
políticos demócratas se presentaron en el parque Zuccotti en las semanas de la
protesta para intentar sacar partido, pero no tuvieron ningún éxito, porque la
gente que estaba allí no se interesaba por esa clase de política. Y los efectos
de los dos movimientos han sido muy diferentes. Hoy en día hay un gran caucus
del Tea Party en el Congreso y nadie de Occupy.
Me llamó mucho
la atención de ¿Qué pasa con Kansas? (Ed. Antonio Machado) la forma en que
describía cómo los conservadores se habían ganado a la gente común. Hablaban en
su lenguaje, hacían campañas puerta a puerta, construían comunidades. ¿Qué es
lo que han perdido los progresistas y por qué ya no saben hacer esas cosas que antes
les eran propias?
Hay un montón de
razones, pero una de las más importantes es que los demócratas hoy en día se
imaginan a sí mismos como el partido de los profesionales liberales. Todavía
creen que los trabajadores les votarán en las urnas, aunque no tengan ninguna
importancia en el partido. Todo se
centra en los profesionales y en su visión del mundo, y hacer las cosas como
mencionas no tiene nada que ver con cómo los profesionales se comunican.
¿El problema de
la clase media es que sigue actuando según las reglas en un mundo en el que
aquel que triunfa no las sigue nunca?
Esa es una muy
buena pregunta. El mensaje filosóficamente más importante que nos han
transmitido con los rescates y con la incapacidad para hacer cumplir las normas
a Wall Street es que las reglas ya no cuentan. Cuando ves a los muy ricos
robando a todo el mundo con impunidad, comienzas a preguntarte por qué tú sí
debes seguir las normas en tu vida. Al no actuar en contra de los magnates, me
temo, los políticos nos han demostrado que las reglas no tienen ninguna
importancia. Nos han corrompido a todos.
A Barack Obama
le quedan tres años en la Casa Blanca. Pero, para los cínicos, su presidencia
ya ha acabado
Obama ganó la
reelección, decían, porque su partido, el Demócrata, era el futuro: tenía el
apoyo de las mujeres, las minorías y los jóvenes. Pero, a falta de dos días
para que se cumpla el primer aniversario de su segunda toma de posesión del
cargo, esa presuntamente invencible coalición no ha sido capaz de sacar una
sola ley adelante, y ahora afronta el peligro de perder el Senado en las
elecciones de noviembre. ¿Por qué? Para Thomas Frank, la respuesta se resume en
una sola frase: porque los demócratas ignoran a su electorado. Sobre esa idea,
Frank ha cimentado su reputación de Pepito Grillo de la izquierda
estadounidense desde que en 2004 publicó el libro que marcó las elecciones en
las que George W. Bush fue reelegido: ¿What's the matter with Kansas? (¿Qué
pasa con Kansas?).
Según Frank, el
Partido Demócrata ignora los problemas económicos de los votantes y trata de
evitar que se le identifique con posiciones izquierdistas. En lugar de eso, usa
un lenguaje tecnocrático e intenta presentarse como un partido responsable
frente al extremismo de sus rivales. Entonces, el debate se limita a cuestiones
sociales y de valores, dos áreas en las que los republicanos se mueven como pez
en el agua. Frank dice que sabe de lo que habla porque él mismo se crió en
Kansas -una de las bases de poder del conservadurismo estadounidense e incluso
fue activo militante republicano.
¿El éxito de
What's the matter with Kansas? ha convertido a su autor en una celebridad en
EEUU, amado y odiado a partes iguales por demócratas y republicanos, tal vez
porque, aunque detesta a los segundos, también cree que son más eficaces a la
hora de ganar elecciones. Su popularidad fue tal que entre 2008 y 2012 fue el
rojo oficial de la conservadora sección de Opinión de The Wall Street Journal.
Ahora, con Pobres Magnates (Ediciones Sexto Piso), analiza el Tea Party, un
movimiento que propone la abolición del Estado del Bienestar del que,
paradójicamente, se benefician gran parte de sus votantes, que son de ingresos
medios y bajos. Entrevista con Thomas Frank realizada por Pablo Pardo,
corresponsal en Washington del diario El Mundo
El lunes se
cumple un año de la segunda jura del cargo de Obama. Pero toda la atención se
centra en las elecciones al Congreso de noviembre y, cuando éstas se hayan
celebrado, sólo hablaremos de las presidenciales de 2016. ¿Está amortizada la
presidencia de Obama?
En general, sí.
Pero desde hace mucho. La Presidencia de Barack Obama se acabó cuando el
Congreso aprobó la reforma sanitaria, en marzo de 2010. Ahora mismo, la gran
cuestión de la política de EEUU no tiene que ver con la Casa Blanca o con los
planes del presidente, sino con las posibilidades de que los republicanos
logren la mayoría en el Senado en noviembre. Eso sería catastrófico para Obama.
¿Puede suceder?
Sí. Y, en buena
medida, por culpa de Obama y de los demócratas. Siempre que he hablado con
líderes de ese partido y con sus estrategas electorales, me han transmitido la
misma idea: hay que ganar la Presidencia; el Congreso da igual. Los presidentes
demócratas nunca hacen campaña a favor de candidatos de su mismo partido; los
republicanos, sí.
El presidente se
vendió a sí mismo como el hombre del cambio. ¿Ha traicionado a sus votantes?
No. Pero, a
efectos prácticos, es como si lo hubiera hecho. Cuando ganó Obama, teníamos
esperanza. Yo estaba entusiasmado. Pensábamos que iba a ser diferente de los
otros demócratas. Y no ha sido el caso. No me malinterprete. Ha sido un
presidente muy bueno: no ha tenido ningún gran escándalo; su reforma sanitaria
es histórica; y nos ha sacado de las guerras estúpidas en las que nos había metido
su predecesor. Pero no ha sido capaz de entender a sus votantes.
¿La segunda
venida de Clinton?
Ambos cometieron
el mismo error: caer en la llamada triangulación, que no es más que la idea de
que el presidente debe ser un centrista y mantenerse por encima de las luchas
políticas. Eso limita la posibilidad de hacer cambios. No pasa con los
presidentes republicanos: ellos son conservadores y no piden disculpas por
ello.
Usted siempre ha
sostenido que, bajo lo que en EEUU se denomina guerras de la cultura, hay
motivaciones económicas. Es decir, que las ideologías que identifican a los
políticos sólo son una máscara de intereses económicos. ¿Son las guerras de la
cultura la versión actual de la lucha de clases marxista?
Son lo que usa
el movimiento conservador de Estados Unidos para disimular que defiende a una
clase -los ricos- pero necesita el apoyo de otra -los pobres- para gobernar.
Por ejemplo, el concepto de «las élites de izquierdas» [liberal elites, similar
a la izquierda divina o la izquierda caviar de Francia], al que los
republicanos recurren constantemente, es pura retórica de lucha de clases.
EEUU tiene la
mayor desigualdad de ingresos desde hace 90 años. Pero está mal visto hablar de
«clases» y, en particular, de «clase obrera» o «clase trabajadora». En vez de
eso, se usa la expresión «clase media» como un cajón de sastre en el que caben
desde personas que bordean la pobreza hasta millonarios. ¿Por qué?
Porque la
izquierda así lo ha decidido. En los años 50, el movimiento sindical
estadounidense estaba orgulloso de sus triunfos, ya que había logrado que la
clase obrera accediera a los logros y las aspiraciones de la clase media. Desde
entonces, hablar de «clase obrera» es tabú. El problema es que eso es muy
confuso, porque es poner en el mismo saco a gente que gana 15.000 dólares
brutos [11.000 euros] al año y a gente que gana 15 millones. Claro que, los que
dirigen las campañas y escriben los discursos, sí saben a quién se están
dirigiendo.
Pero los
republicanos también tienen un argumento económico. Ellos dicen que saben
gestionar la Administración Pública mejor.
Lo que hacen es
privatizar la Administración Pública. Washington se ha convertido en la ciudad
más cara de EEUU por la proliferación de contratistas y consultores de empresas
privadas que cobran barbaridades al Estado por hacer funciones que hasta ahora
eran de las Administraciones Públicas.
Muchas de esas
funciones no pueden ser realizadas por las Administraciones porque no tienen ni
capacidad ni flexibilidad para hacerlo. Si las agencias de calificación de
riesgos o las empresas privadas de espionaje están teniendo tanto poder es
porque el sector financiero o internet están expandiéndose a un ritmo
inalcanzable por el Estado.
El problema es
que esas empresas están haciendo funciones públicas motivadas por su afán de
lucro. Para mí, lo más grave del caso Snowden es que la NSA subcontrataba su
trabajo a una empresa privada, Booz Allen. Esa gente hace el trabajo de los
espías, pero lo hace por dinero. Y eso me da miedo, porque manejan un material
muy sensible.
No me diga que,
electoralmente, la izquierda lo hace todo mal y la derecha bien.
No, porque ése
no es el problema. El problema es cuando la izquierda renuncia a usar la
economía en favor de la tecnocracia. Entonces, anula la posibilidad de crear
movilización social y, sin movilización social, no hay reformas. Es algo que
los republicanos saben muy bien. Grupos como Patriotas del Tea Party tienen una
capacidad de movilización mucho mayor que la de cualquier organización demócrata.
El Tea Party dice que Obama va a destruir EE.UU. A cambio, la Casa Blanca lanza
el Acuerdo de Asociación Transpacífico y lo negocia en secreto para beneficiar
a las grandes empresas. ¿Cuál de las dos ideas tiene más atracción entre la
opinión pública?
No me negará que
los demócratas también se consideran a sí mismos más listos que sus rivales
republicanos.
Ése es otro
problema. Si usted pregunta a cualquier demócrata acerca del Tea Party, ¿qué le
va a contestar?
Que es un movimiento racista, cuyo catalizador
ha sido un presidente negro.
Exacto. Ésa es
una forma muy cómoda de echar balones fuera y no hacer autocrítica. Sin
embargo, el Tea Party tiene algo más que una motivación cultural, racial o
social. Tiene una motivación económica. Los distritos electorales de los que
proceden los congresistas conservadores son muy pobres. La gente que vive en
esas regiones está desesperada. Hay que tener en cuenta que, para una parte de
EE.UU, esta crisis no ha sido una recesión, sino una depresión, de la que todavía
no están saliendo y nadie sabe cuándo lo hará. Los republicanos tienen unas
políticas que equivaldrían a hacer perpetua esta situación, porque consisten en
desmontar el sistema de pensiones y el Estado del Bienestar, pero centran su
mensaje en cuestiones sociales. Y los demócratas son incapaces de ofrecer una
alternativa económica.
El ala izquierda
demócrata, en la que usted se encuadra, siempre piensa que, si no gana, la
culpa es de los votantes.
Los demócratas
echamos la culpa de nuestros fracasos a los votantes. Bush ganó porque hizo
trampa en 2000; el Tea Party es racista; los republicanos han cambiado los
distritos electorales para tener sobrerrepresentación en el Congreso…Todo eso
cierto. Pero también lo es que muchos votantes conservadores deberían ser
votantes demócratas por motivos económicos. En vez de eso, les ofrecemos
soluciones tecnocráticas y, encima reaccionamos con una mezcla de desprecio e
irritación cuando votan al Tea Party. No conocemos a nuestros enemigos, nos
limitamos a despreciarlos.
En EE.UU. muchos
tienen la convicción de que el Partido Republicano no tiene futuro porque se
está limitando al grupo de los varones blancos de más de 50 años.
Llevamos décadas
esperando cambios demográficos que van a crear una sólida mayoría demócrata:
que si la legislación de los derechos civiles [que permitió a los negros votar
en gran parte del país]; que si la extinción de la cultura blanca, anglosajona
y protestante [los llamados WASP]; que si la reducción de la de voto de los 21
a los 18 años…eso es confundir deseos con realidades. Es cierto que el partido
Republicano no puede seguir siendo el Partido del Hombre Blanco para siempre
jamás, y también que los republicanos, ahora mismo, le están haciendo un gran
servicio a Obama, con sus divisiones entre conservadores y ultraconservadores.
También se lo prestó su candidato en 2012, Mitt Romney, que tenía tanto carisma
como un paquete de espaguetis. Pero esto no va a durar siempre. Los
republicanos ya han demostrado que saben adaptarse a los cambios de la
sociedad.
El Mundo, 18 de
enero de 2014
Thomas Frank
(1965), doctor en Historia por la Universidad de Chicago, es columnista de
Harper´s Magazine y ha colaborado con The Wall Street Journal y Le Monde
Diplomatique, The Nation, The Washington Post e In These Times. Importante
analista político y sociológico, entre sus libros más conocidos, amén de los
mencionados en las entrevistas, se cuenta The Conquest of Cool [La conquista de
lo cool, Alpha Decay, Barcelona, 2011] y The Wrecking Crew, How Conservatives
Rule (2008).
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