Desde Brasil
Fecha: 11/Julio/2016
Los Alcances Del Fracaso
La Pandemia De Las
Violaciones Sexuales Cubre Al Planeta Entero
Por Carolina Vasquez Araya
El caso más reciente: Una niña violada por 30 hombres adultos en una
favela de Brasil, cuyo impacto provocó manifestaciones en ese país y repudio en
todo lugar en donde llegó la noticia, nos enfrenta con una realidad de
violencia tan extendida como impune. Ante esto, cabe preguntarse qué hubiera
pasado si los violadores no hubieran compartido las imágenes de su perverso
acto de crueldad, en su entusiasmo por divulgar su hazaña.
Lo más probable, hubiera pasado inadvertido. Si la niña denunciaba
pondría en riesgo su vida y la de su familia, dado el carácter de 33 hombres
adultos reunidos con el propósito de pasar un momento de “diversión” a costa de
una adolescente indefensa. Es decir, la visión panorámica de una construcción
cultural en la cual no existe el concepto de respeto por la vida, el cuerpo y
la integridad de las mujeres, no importa cuál sea su condición.
Hemos visto agresiones de todo tipo, en todas partes. No es algo
excepcional ni aislado. A un lector que criticó mi exposición del caso de
Nabila en Chile, afirmando que estos temas –feminicidio, violaciones, acoso y
violencia intrafamiliar- no tienen relevancia internacional, le respondo: Estos
temas ya han ingresado en el listado de las políticas urgentes si queremos
reparar el tejido de nuestras sociedades enfermas, y la comunidad internacional
así lo considera. La violencia en contra de las mujeres es un rasgo cultural de
toda sociedad patriarcal y urge combatirlo.
Las violaciones y otra clase de agresiones sexuales contra niños, niñas
y adolescentes rebasan en mucho las cifras oficiales. Existen familias enteras
integradas a fuerza de violaciones en cadena, como el caso de una niña de 12
años embarazada de su padre, quien a su vez violó y embarazó consecutivamente a
3 generaciones que siguen viviendo bajo el mismo techo. Es decir, la niña es
también hermana de su madre y de su abuela. Estos casos, poco divulgados pero
frecuentes en las áreas rurales, constituyen la muestra indiscutible de la
situación de marginación en la cual crecen las niñas, cuyos cuerpos están a la
disposición de quien quiera tomarlos, explotarlos y desecharlos.
En países como Guatemala, en donde falta la presencia del Estado en
grandes extensiones del territorio y, por tanto, tampoco hay un sistema de
justicia y protección, el escenario es aún más devastador. Quienes sufren los
abusos sexuales y otras agresiones físicas, psicológicas y económicas, callan
por temor o por un arcaico convencimiento –transmitido por generaciones- de que
así es la vida para las mujeres.
El reciente informe divulgado por Unicef y Cicig sobre La Trata de
Personas con fines de Explotación Sexual en Guatemala, pone en claro la
dimensión dantesca de este fenómeno y cómo existe y prospera gracias a sus
poderosos nexos con las autoridades de Gobierno y algunas de sus instituciones.
El análisis, sobre una muestra de sentencias judiciales –lo cual solo refleja
parte de los casos reales- determina que un 57 por ciento de las víctimas son
niños, niñas y adolescentes y, en el caso de las niñas, la mayoría destinadas a
explotación sexual, muchas veces dando servicios a más de 30 hombres por día.
Un horrendo escenario de esclavitud, de impunidad y una evidencia del
subdesarrollo humano de nuestras sociedades.
Los números, sin embargo, son fríos. No reflejan el drama cotidiano de
las víctimas, quienes pierden su vida y oportunidades en un sistema que las
margina desde su nacimiento. Determinar la responsabilidad por este fracaso
colectivo es la tarea pendiente para la ciudadanía.
elquintopatio@gmail.com
Publicación Barómetro
internacional.barometro@gmail.com
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