Desde España
27/Enero/2013
La
crisis como jugada
Edgar
Borges
"No
sólo de pan vive el hombre. Yo, si tuviera hambre y estuviera desvalido en la
calle no pediría un pan; sino que pediría medio pan y un libro”.
Federico
García Lorca
Hay crisis que surgen
por decisiones erradas; hay crisis que se inventan como forma de controlar un
caos (y un nuevo orden). Se dice que las crisis sirven para crear, pero también
se sabe que las crisis sirven para paralizar a las mayorías. Habría que
investigar la otra historia de las crisis; mientras, sigo pensando que la
actual crisis financiera que se inició en 2008 es una jugada del sistema para
fabricar una forma de explotación mayor y absoluta (la mutación del
capitalismo). Primero la diseñan; luego la imponen.
El sistema
tradicional de consumo colapsó por la voracidad de los dueños de la estructura.
Los clanes, siempre adelantados a la distracción popular, optaron por derribar
el esquema surgido a partir de la revolución industrial para establecer el
modelo más exclusivo y explotador de la historia: la red global de
adoctrinamiento invisible. Ante nuestros ojos, y entre cuentos de progresismo,
comunicación y entretenimiento, están demoliendo aquellas cosas que nos servían
para recordarnos la vida (el paseo; el encuentro; el café; la imprenta; la
lentitud; la vida). En esta jugada de destruir un orden para levantar otro se
toman países como ejemplos de laboratorio. España, dentro del colapso europeo
(donde para ajustarse a la máxima del progreso se ha cambiado la idea de
sosiego por fugacidad), se ha convertido en uno de los principales espacios de
ensayo.
De pronto la
realidad de España es otra. El orden (político y financiero) cambia la
narrativa del bienestar por la del declive. La industria informativa se encarga
de reiterar el mensaje. La rueda se detuvo, el pan no alcanza para todos, hay
que bajar de escalón hasta que el desarrollismo “de nuevo nos llame”. De pronto
se descubre que la educación nunca fue un derecho; el alimento, al igual que la
vivienda, que en el pasado otros reivindicaron, ahora regresa como norma de la
lucha del presente; el arte, otra vez, se convierte en un privilegio de
elegidos. Sin embargo, paradójicamente, las (siempre) llamadas nuevas
tecnologías siguen su ruta de crecimiento.
Según la
doctrina tecnócrata lo único viejo es el humanismo. Descolocaron la calma
natural del ser; subieron el telón del teatro del destiempo. Desde el momento
en que la causa popular acepta discutir un logro del pasado está asumiendo la
derrota. Nunca se entendería que en pleno siglo XXI las mujeres tuviesen que
volver a luchar el derecho al voto; de igual forma hoy representa un retroceso
discutir asuntos básicos que se suponían resueltos. ¿Cuándo seremos capaces de
reordenar el contenido de la escala de reivindicaciones sociales? ¿Cuándo
marcaremos la hoja de ruta hacia la construcción de una realidad alternativa?
La dirigencia
conservadora de España declara varias veces a la semana que no hay otra salida
que los recortes (sólo falta decir que el presente es terrible pero que el
futuro será peor). Alguna agencia de tecnócratas se atrevió a vaticinar que la
nación saldrá de la crisis en el año 2018. Los medios de comunicación compiten
por ver quién relata con mayor drama la crónica de la crisis. Como no podía ser
de otra manera, la desesperanza recorre España. Desahucios; suicidios; campañas
de recolección de alimentos; desempleo. El miércoles 28 de noviembre escuché un
titular dantesco: “La banca recibirá el rescate de la Unión Europea a cambio de
reducir su estructura”. No obstante, el resto (las cenizas) de las noticias
anunciaban una especie de concurso a ver cuál banco despediría más empleados
(1.000; 2.500; 6.000) para cumplir la meta exigida. Creo que el día en que la
banca deje de existir como espacio físico, el capitalismo habrá terminado su
mutación de lo real a lo invisible. De ser así, ¿cómo responder a partir de
entonces?
Entre tanto,
ningún líder se atreve a buscar luz al final del túnel. El mayor problema de la
crisis financiera no es la quiebra de bancos sino la quiebra de voluntades.
España o se reinventa o se convierte en un punto opaco dentro del nuevo mapa de
la élite global depredadora. El capitalismo, en su fase de mutación, necesita
quebrar países. El nuevo modelo virtual está diseñado para reducir costos; las
cuentas del capitalismo se reinventarán con menos empleados y más subordinados.
El desarrollismo no alcanza para todos; el primer mundo ya no es un titulo
inherente a las nacionalidades sino a las clases sociales. La calle es el lugar
que la dinámica ha reservado para los millones de tercermundistas que no ganen
la lotería del sistema.
El capitalismo
sabe muy bien como trabajar el espacio tiempo en la lógica social. Las
urgencias desubican a los pueblos; no hay resistencia que valga si no hay un
replanteamiento creativo de la realidad que el macro poder está sembrando; no
hay posibilidad de cambio si no se define una hoja de ruta con objetivos
estratégicos. La crisis, como la resignación, es una jugada maestra diseñada
para inmovilizar a los sujetos. La protesta clásica pasó a ser una reacción
dispersa que la cúpula observa como si fuese parte del archivo de su historia
de artimañas y miserias; el sistema ha sofisticado su mecanismo de explotación
y rentabiliza, como siempre, las emociones y las piedras. No es tiempo de
repetir las mismas jugadas.
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