Desde Panamá
12/Diciembre/2014
Panamá En 1903: ¿República Independiente O Colonia
Americana?
Por Olmedo
Beluche
(El
18 de noviembre de 1903 se impuso el Tratado Hay Bunau Varilla, hijo de la
"separación impuesta 15 días antes). Extracto del libro: "La verdadera
historia de la separación de 1903".
Los hechos posteriores son más conocidos
y menos controversiales, por ello no nos detendremos en detalles. Sin embargo,
cabe una reflexión: ¿El 3 de Noviembre de 1903, Panamá se convirtió en una
República “independiente”, libre al fin del “yugo” colombiano, como afirma la
leyenda rosa y la historia oficial panameña? ¿O se convirtió en un
“protectorado”, es decir, una colonia intervenida y dirigida desde Estados
Unidos? ¿Panamá perdió o ganó independencia? ¿La situación colonial se limitó a
la Zona del Canal, como proponen algunos, o se extendió por todo el territorio
del otrora Departamento del Istmo?
Las respuestas a estas preguntas no son
ociosas, pues nos dan la verdadera medida del acontecimiento, y el lugar que
éste debe ocupar en la historia del país. Los intérpretes de la versión
“ecléctica” de nuestro pasado aseguran que no había otra opción, y que la
“separación” fue el mal menor, el paso necesario, aunque mediatizado por la
intervención norteamericana.
A ellos les preguntamos: ¿En verdad
no había otra opción? ¿Cuál era la posición moralmente digna que un patriota
debía adoptar en 1903? ¿Avalar una supuesta “independencia” para beneficiar a
Estados Unidos con un tratado que le permitiera construir y manejar un canal en
nuestro territorio “como si fueran soberanos”?
El punto de vista que defendemos es que
la supuesta “independencia” o “separación” no fue más que un acto
intervencionista de Estados Unidos, para el cual se prestaron las élites
oligárquicas panameñas.
La única opción verdaderamente
patriótica, en ese momento, era negarse a avalar estos hechos. Esta fue la
actitud dignamente asumida en ese momento por los más prestantes líderes
populares: Juan B. Pérez y Soto, Belisario Porras, y el anciano caudillo del
arrabal Buenaventura Correoso, que se mantuvo al margen de los acontecimientos,
e inclusive de sectores de las clases altas, como Oscar Terán. A ellos la
historia oficial les mantiene convenientemente en el olvido.
Hay quienes pretenden que la
“independencia” fue un acto legítimo, y que el problema se reduce a que los
“próceres” fueron finalmente “traicionados”, por el francés Philippe Bunau
Varilla. Si bien es cierto que en sus sueños crematísticos la
oligarquía panameña no imaginó cuán al margen iba a quedar del “negocio”
canalero, también lo es que a cada paso y presión de Bunau Varilla y del
imperialismo norteamericano cedieron cobardemente.
Después de dudar un poco, le enviaron a
Bunau Varilla el tan esperado telegrama: “La Junta de Gobierno Provisional
de la República de Panamá lo nombra a usted Enviado Extraordinario y
Plenipotenciario ante el Gobierno de los Estados Unidos de América con plenos
poderes para negociaciones políticas y financieras”.
Enviaron a Amador y Boyd como los
negociadores del nuevo Tratado del Canal, pero cuando éstos llegaron a Nueva
York, y Bunau Varilla presionó a la Junta Provisional para que lo ratificaran a
él como negociador y desconocieran a los panameños, a los cuales ni siquiera
consultó, nuevamente cedieron contestándole:“Aprobamos que haya negado que los
comisionados vayan a discutir y firmar el Tratado del Canal, todo lo cual
concierne exclusivamente a Vuestra Excelencia. Amador y Boyd no tienen misión
ante el gobierno americano, excepto la misión comunicada a Vuestra Excelencia
en el cablegrama de ayer, con el fin de evitar pérdida de tiempo”.
En una carta personal de Amador Guerrero
a su familia, recientemente publicada, fechada el 21 de noviembre desde
Washington, éste ni siquiera parece enojado con los actos de Bunau Varilla, y
más bien dice lacónicamente:
“Al llegar a Washington, encontramos que
Bunau-Varilla, temeroso de que le robaran sus glorias, había firmado el
Tratado, dándonos por excusa que la Junta no le había dicho que tenía que
esperarnos. Me abrazó con efusión y lloró a lágrima viva.
“Con Bunau Varilla, visitamos ayer a
Roosevelt, Hay y Loomis. Al primero le regalé un prendedor con la bandera de
Panamá que me habían regalado y engalanó con él la solapa de su levita. Las
conferencias fueron de lo más cordiales, creo que hubiéramos hecho un
Tratado mejor porque Hay estaba muy bien dispuesto.
“Hablamos con él (Hay) como una hora
y yo le hice presente cierta obscuridad con el Tratado, sobre los 250,000
oro que el P.R.R. (ferrocarril) pagaba al Departamento, los cuales creo debe
continuar pagando. Nos dijo que mandáramos una nota a Knox, Procurador General,
sobre el asunto y voy a interesarme a los Senadores en nuestro favor en este
caso”.
Al leer esta carta se tiene la impresión
de que Amador Guerrero, y por extensión sus acompañantes, Carlos Arosemana y
Federico Boyd, dan como hecho consumado la firma del Tratado por Bunau
Varilla. No se aprecia ninguna intención de cuestionar, ni de intentar
renegociar lo hecho por el francés, pudiendo hacerlo, pues tenían como
interlocutores directos a Roosevelt y Hay.
Apenas se atreve a insinuar una
enmienda, y ella se refiere a la anualidad de la Compañía del Ferrocarril. Es
decir, a Amador Guerrero no le preocupan otros aspectos del Tratado, como la
afectación de la soberanía, la jurisdicción, la Zona del Canal, etc. Sólo le
preocupa la plata. La cual, a fin de cuentas, tampoco consiguió.
En Panamá, los miembros de la Junta
Provisional parecieron ponerse firmes exigiendo lo mínimo, que para su
ratificación el Tratado debía ser enviado a Panamá. Pero se dejaron amedrentar
del francés quien, bajo la amenaza de que Estados Unidos les quitaría el apoyo
y negociaría con el enviado del gobierno colombiano, aceptaron ratificarlo sin
enmiendas ni modificaciones tan pronto llegara. Lo cual hicieron en menos
de 24 horas, sin siquiera traducir el Convenio al español. Para hacerlo
más humillante, lo devolvieron inmediatamente al cónsul norteamericano sin
quedarse con una copia.
“Con inmensa satisfacción se le informa
a Vuestra Excelencia que hemos ratificado el Tratado del Canal unánimemente y
sin modificaciones. Esta acción del Gobierno ha ganado la aprobación general”.
Este telegrama, enviado el 2 de
diciembre, desmiente la versión histórica que ha pretendido exonerar a los
“próceres” de toda responsabilidad, presentándolos como víctimas de Bunau
Varilla, con la trillada frasecita de que el Tratado Bunau Varilla, fue el
“tratado que ningún panameño firmó”.
NINGUNO LO FIRMÓ. PERO LOS MIEMBROS DE LA
JUNTA DE GOBIERNO PROVISIONAL SÍ LO RATIFICARON, PUDIENDO NO HACERLO. PUDIENDO
PROPONER ENMIENDAS O, AL MENOS, INTERPRETACIONES.
Lo más lamentable es que tres días
antes, el 30 de noviembre, las diferencias que habían empezado a aflorar entre
Cromwell y Bunau Varilla, habían motivado que el primero cablegrafiara al
capitán Beers, por medio de un funcionario de la Compañía del Ferrocarril de
apellido Drake, para que comunicara a la Junta de Gobierno panameña que todavía
podía renegociar, y denunciaba el Tratado firmado por el francés, pues era
objetado por algunos senadores, ya que no era panameño, y que en el mismo se
había renunciado a muchos derechos que Panamá habría obtenido con sólo
exigirlos.
Los “próceres” ratificaron en
condiciones humillantes un Tratado que, a todas luces, era mucho peor que el
Tratado Herrán – Hay, que con tanta razón habían rechazado panameños y
colombianos, como ha quedado probado en las páginas anteriores. Comparemos el
texto de ambos convenios, respecto al tema de la soberanía. El Tratado Hay –
Bunau Varilla , en su Artículo III, dice:
“La República de Panamá concede a los
Estados Unidos en la zona mencionada y descrita en el Artículo II de este
Convenio y dentro de los límites de todas las tierras y aguas auxiliares mencionadas
y descritas en el citado Artículo II, todos los derechos, poder y autoridad que
los Estados Unidos poseerían y ejercitarían si ellos fueran soberanos del
territorio dentro del cual están situadas dichas tierras y aguas, con entera
exclusión del ejercicio de tales derechos soberanos, poder o autoridad por la
República de Panamá”.
Mientras que el Tratado Herrán – Hay, en
el Artículo IV, decía:
“Los derechos y privilegios concedidos a
los Estados Unidos por los términos de esta Convención no afectarán la
soberanía de la República de Colombia sobre el territorio dentro de cuyos
límites habrán de ejercer tales derechos y privilegios. El Gobierno de los
Estados Unidos reconoce en todo esta soberanía, y rechaza toda pretensión de
menoscabarla de manera cualquiera o de aumentar su territorio a expensas de
Colombia o de cualesquiera de las Repúblicas hermanas de Centro o de Sur
América; pues desea, por el contrario, robustecer el poder de las Repúblicas en
este continente y promover, desarrollar y conservar su propiedad e
independencia”.
Para confirmar el carácter de colonia en
que quedamos sometidos luego de la “separación”, al momento de redactarse la
primera Constitución Política de la República, en enero de 1904, el
prócer Tomás Arias, de una conversación con los embajadores
norteamericanos Baupré y Buchanam, se le ocurrió (creemos que le propusieron)
la inclusión de un artículo (Artículo 136), copiado del modelo cubano (Enmienda
Platt) que literalmente decía:
“Artículo 136. El Gobierno de los Estados
Unidos de América podrá intervenir en cualquier punto de la República de
Panamá, para establecer la paz pública y el orden constitucional, si hubiere
sido turbado, en el caso de que por virtud de Tratado Público aquella nación
asumiere, o hubiere asumido, la obligación de garantizar la independencia y
soberanía de la República”.
El Tratado Hay – Bunau Varilla, el
Artículo 136 y los hechos que desembocaron en el 3 de Noviembre de 1903,
marcaron los siguientes cien años de historia panameña, y lo siguen haciendo
aún. No tardaron mucho en extinguirse los sueños de riquezas que lloverían
sobre Panamá, con los cuales los conspiradores de 1903 consiguieron apoyo
público para su traición.
Los líderes populares, encabezados por
Buenaventura Correoso, se opusieron al Artículo 136, y empezaron una lucha
generacional por la abrogación del Tratado Hay – Bunau Varilla. Lucha que se
fue nutriendo, década tras década, salpicada de movilizaciones y heroicas
confrontaciones, como el Movimiento Inquilinario de 1925, el rechazo del
Tratado de 1947 o los acontecimientos del 9 al 11 de Enero de 1964.
Mientras
la vendepatria oligarquía panameña medrosamente rogaba a Estados
Unidos enmiendas al Tratado de 1903, con el fin de obtener alguna tajadita del
negocio canalero, el pueblo, desde abajo, fue construyendo un movimiento
nacionalista contra la presencia colonial norteamericana luchando por la
verdadera independencia. Fue en este proceso en que se forjó el
nacionalismo panameño, luchando contra el colonialismo y el imperialismo
yanqui, y no contra Colombia, como falsamente enseña la historia oficial.
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