Desde Brasil
28/Enero/2013
Un
análisis crítico de la política económica brasileña de 2012
Bruno
Lima Rocha *
Comienza el año
2013 y vivimos un verano en el que Brasil es el blanco de ataques mediáticos
oriundos de la corporación mediática especializada que publica en lengua
inglesa. Hacemos en este artículo de retrospectiva, una aproximación a los
temas-llave donde la política monetaria brasileña estuvo en el foco de la
atención de medios como The Economist y Financial Equipos, por según ellos lo poco de elogiable de la
reducción de la tasa de intereses básicos en el país. Haremos la crítica desde
el punto de vista de la izquierda, mostrando en este texto como el gobierno de
Dilma hace una alianza con los conglomerados privados bajo control de capitales
nacionales y, en la segunda parte (que publicaremos más adelante), evaluaremos
inclusive la relación promiscua entre los negocios privados y loas asuntos de
Estado, llegando a la criminalización de los agentes económicos. En las líneas
que siguen abajo, hacemos así la primera mitad de esta retrospectiva de inicios
de año
.
The Economist y la
política monetaria del Brasil
La broma, hecha por
el periódico inglés Financial Equipos (en su edición de 24 de diciembre de
2012) acerca de la gestión de Guido Mantega (ministro de Hacienda del Brasil),
es una consecuencia de la primera crítica oriunda de otro medio económico de la
Europa casi fallida. La edición impresa del 6 de diciembre del semanario inglés
The Economist recomendaba el despido de este ministro y clasificaba a la
economía brasileña cómo “moribunda criatura”. Más allá del contenido puntual de
la materia y sus efectos en los círculos de opinión en el Brasil, el texto
refleja una posición generalizada en los circuitos financieros. La “respetable” publicación inglesa
afirma con todas las letras. “The Central Bank may be tempted to react to the
latest figures with another interest-rate cut. That would
be la mistake”. En castellano sería: “El Banco Central del Brasil puede ser
llevado a tomar posición como en las últimas circunstancias donde hubo
reducción de la tasa de intereses básicas (conocida en el Brasil por la sigla
SELIC). Esto sería un error” No cuesta darse cuenta, están criticando a Dilma
por sus pocos aciertos en política monetaria.
Tal análisis de la
publicación inglesa va al encuentro de los intereses de su público-target, un
grupo de peligrosos financistas y banqueros sin límite. Al disminuir el retorno
en las aplicaciones de corto plazo, los especuladores critican la disminución
progresiva de la tasa SELIC. Esto implica reducir sus propios márgenes de
ganancia. Para interpretar las razones de este ataque, un poco de teoría ayuda.
El economista
francés François Chesnais afirmó que la migración de masas de capital en
búsqueda de valorización financiera, se debió las dificultades de los
conglomerados empresariales en conseguir un “razonable” margen de logro en la
esfera productiva a partir de la década de 1970. Por ejemplo, las tasas de
logro que alcanzan más del 20% en el inicio de los años ’60, cayeron cerca de
12% en 1982 y 1983. Veamos además con este autor; la lógica rentista de esta
forma de acumulación provoca sangrías en la esfera productiva, y en este
mecanismo generado inclusive en la base de fraudes, consiste la madre de todas
las “crisis”. Así la rentabilidad de los detentores de capital ficticio es
proporcionalmente opuesta a los derechos sociales y el poder de compraventa de
la masa salarial.
Añado la premisa de
la imposibilidad de que exista un equívoco cuando los agentes económicos
estratégicos tienen la información perfecta. El llamado comportamiento de
manada (insuflado por textos como los aquí citados) transcurre también con el
tráfico de información. Estos rebaten dentro del aparato de Estado –y de los
organismos multilaterales– en función del mimetismo entre los ocupantes de
puestos-llave en los órganos de autoridad monetaria, bancos públicos y
ministerios de Economía y Planificación. Cuando el tomador de decisiones no
cumple a rajatabla con el libro de recetas publicado a favor de los banqueros y
especuladores, se hace blanco de las baterías de la desinformación mediática
globalizada.
Infelizmente, no
son sólo los medios en lengua inglesa que operan sistemáticamente contra los
intereses de la mayoría de los brasileños. Los “especialistas” del Brasil,
comentaristas de formación o alineamiento neoclasico (lo que en política sería
el equivalente a neoliberal), repiten los mismos puntos de vista como vemos
abajo.
La reducción de la
SELIC y los profetas del apocalipsis
La primera vez que
la tasa SELIC fue reducida durante el gobierno de la economista Dilma Rousseff
ocurrió una revulsión. Pasamos de la novena caída consecutiva y el país aún no
quebró. En agosto de 2011, los profetas del apocalipsis, columnistas
especializados y consultores, ocuparon los medios influyentes del Brasil
emitiendo dos afirmaciones. La primera, de que los fundamentos de la economía
estaban siendo sacudidos en función de un posible riesgo inflacionario. La
segunda, decía que el Banco Central del Brasil (BC) estaba bajo mando político
y no “técnico”. No se trata de apoyar el gobierno de coalición y cualquier lector
sabe mi posición, Pero, esto no impide ver lo obvio.
Los “fundamentos”
de la economía no existen como tales, hasta porque la economía no es una
disciplina y sí varias escuelas de pensamiento. Somos llevados a creer en la
escuela neoclásica, base del neoliberalismo, como “la economía”. Es decir,
falso. Originalmente la economía política era la base, porque en los procesos
reales, es imposible diferenciar la alocación de recursos de las definiciones
del poder y los procesos decisorios. Separar la generación, distribución y
circulación de valores de los modelos de Estado, es una gran burla. En el mundo
concreto es algo peligroso, bien lo saben los chilenos que sufrieron bajo la
batuta de los Chicago Boys en la dictadura de Pinochet.
Ya el argumento de
que la autoridad monetaria sea gestada por criterios técnicos y no políticos es
macabro. En este remedo de democracia, ya es poca o ninguna la soberanía
popular a través del voto de representantes. Imaginemos lo absurdo de todavía
convivir eternamente con lo propio, cuando en el primer gobierno Lula
(2003-2006) en la era de Antônio Palocci (ex-ministro de la Hacienda) y
Henrique Meirelles (ex-presidente del BC y antes, ex-presidente mundial del 1st
Bank of Boston), denominé como gobierno del Comité de Política Monetaria
(COPOM). Este reducido comité es la instancia de la autoridad monetaria que
decide, entre otras materias, la tasa de intereses básica a ser pagada en el
Brasil. Podemos discordar de las elecciones de inversión directa realizadas por
el Palacio del Planalto (sede del gobierno brasileño), o del nefasto Plan
Nacional de Logística (PNL, que veremos inmediatamente a continuación) que
coloca más recursos públicos en las cajas privadas. Pero en contrapartida,
disminuir progresivamente nuestro endeudamiento y apostar a otros modelos de
financiación del Estado es lo mínimo que se espera de un gobierno. O sea,
cuando el Ejecutivo hace casi nada, aunque eso lleve a un Kit de Felicidad para
los conglomerados empresariales, quienes ya son muy felices con la caja del
Banco Nacional de Desarrollo Económico y Social (BNDES, mayor banco de fomento
de mundo, perteneciente al gobierno federal) aún esta ínfima decisión es
confrontada por los agentes del sistema financiero.
Para quien juzga
que exagero, basta observar la predilección “técnica” de ex-miembros del Banco
Central y de Hacienda y sus actividades contemporáneas. Casi todos están al
servicio de la “técnica” por la cual gestionaban nuestros recursos, siempre
destinando valores a los operadores del casino financiero. Para quién tenga
interés, basta cruzar los nombres para comprobar la tesis. Esta gente
materializa el concepto de mimetismo entre los tomadores de decisión a través
del aparato de Estado y la atención de los intereses de los banqueros.
Para comprender los
factores que son elogiados por economistas a favor del capital y por los medios
correspondientes, es preciso seguir para la crítica de aquello que dejó a los
empresarios muy felices.
Kit de felicidades
empresariales y poder sindical
Pocas voces han
hecho una relación lógica entre el Plan Nacional de Logística (PNL) y el real
intento de un gobierno –cuyos cuadros son oriundos del movimiento sindical– en
reducir el poder de los sindicatos y representaciones clasistas. Alegando
buscar una mayor agilidad en la realización del aumento de la infraestructura,
teniendo como motivación un bismarckismo brasileño, el gobierno de Dilma
esconde a otra faz de la disminución del tamaño del Estado.
Abundan eufemismos
e interpretaciones cruzadas. Concesión es privatización, así como “Parceria”
Público Privada (PPP, observación: parcería es un término en Portugués que
viene del inglés partner, lo que define
una alianza de tipo comercial) también lo es. Una de las facetas menos desnudas
del acto de privatizar el patrimonio es disminuir el potencial decisorio del
voto y de la participación directa. Es decir, partiendo de una lógica
gerencial, donde el Estado entra con los recursos colectivos y los capitales
privados (nacionales o no) entran ejecutando aquello que le fue dado por el
poder concedente, simplemente el ejercicio de democracia (por la vía de la
presión social) pierde su poder de chantaje y negociación. El mismo que dice
respetar la democracia en el local de trabajo. Esta es otra virtud del sindicalismo,
aunque aún poco ejercida.
Es correcto que el
movimiento sindical de los funcionarios cuando a veces recae en demandas
corporativas y en función de la igualdad, confunde lucha de trabajadores con
jueces. Pero, la solución opuesta, la privatización a la moda petista (término
que designa los afiliados al Partido de los Trabajadores, PT, de Lula y Dilma),
no es salida para oxigenar el aparato de Estado. Al contrario, cuánto mayor la
participación de capitales privados, menos democrático será el mundo del
trabajo y aún menos permeable a la demandas societarias.
Como en toda la
América Latina, ¡se asocia de forma idiotizada la “ineficiencia” con la gestión
pública de la cosa pública! El Costo Brasil no debería ser sólo asociado a los
gravámenes y a los enervantes tiempos burocráticos para hacer andar procesos y
tramitaciones. Los costos más elevados para la sociedad brasileña se localizan
en el vergonzoso repase de recursos colectivos, cuyo grueso del total es fruto
del aumento del endeudamiento público o de los impuestos sobre el consumo y el
salario, destinando atribuciones de un Estado con raíces
nacional-desarrollistas a los capitales privados de siempre. Se trata
justamente de esta característica del Estado que promueve la industrialización
reconvirtiendo importaciones en producción nacional, fomentada de forma
autoritaria ya en el primer gobierno de Getúlio Vargas (1930-1937) y que el
ex-presidente Fernando Henrique Cardoso (FHC, gobernó de 1995 a 2002) intentó
revivir.
Si hubiera un poco
más de osadía política, la huelga de los servidores federales podría comenzar
una ancha campaña contra el PNL y el kit de felicidades empresariales. Bien
posicionado, el movimiento sindical es una forma de contrabalance a los poderes
de la clase dominante y las élites dirigentes transitorias.
Dilma y su kit de
felicidades. O porque el empresariado brasileño anda tan feliz
Eike Batista (un
brasileño clasificado entre los diez hombres más ricos del mundo según el
índice de la Forbes) tuvo un gesto de sinceridad y declaró que el paquete de
infraestructura y logística lanzada por Dilma Rousseff sería un “kit
felicidad”. Este fue anunciado el día 15 de agosto de 2012, como siendo un
estímulo a la construcción de carreteras y ferrocarriles, totalizando la
concesión de 7,5 mil kilómetros de carreteras y 10 mil kilómetros de
ferrocarriles en el Programa de Inversiones en Logística. El volumen de
inversiones declaradas por el gobierno vendrá a sumar R$ 133 mil millones en
los próximos 25 años, siendo que R$ 79,5 millardos se aplican en los primeros
cinco años. Como se sabe, las carreteras recibirán R$ 42 millardos y, los
ferrocarriles, R$ 91. Y sólo para variar, el costo de todo eso sale del BNDES.
Estaban presentes
en la ceremonia, de entre otros poderosos capitanes de industria, Eliezer
Batista, Eike Batista (Grupo EBX), Jorge Gerdau (Grupo Gerdau) aparecen en la
foto de la reunión en que dieron una rueda de prensa con el ministro Guido
Mantega. También allá estaban Luiza Trajano (Magazine Luiza), Murilo Ferreira
(Valle), Paulo Tigre (DHB), David Feffer (Suzano), João Castro Nieves (Ambev),
Marcelo Odebrecht (Constructora Odebrecht), Robson Andrade (Confederação
Nacional de la Industria), Sérgio Werlang (Banco Itaú) y Raphael Klein (Casas
Bahia/Punto Frío). los peso pesados de lo que resta de la economía
nacionalizada en escala industrial consiguen afirmar la receta de Bismarckismo
tropical. He ahí el paquete de felicidades de Dilma y Mantega, el BNDES que
sobrecargue al Tesoro y al final que el pueblo que pague la cuenta.
La verdad es que
ningún analista o militante tiene más el derecho a decirse “espantado”.
Progresivamente el partido que nació clasista (PT, de base reformita radical,
después de socialdemócrata y en el momento, social-liberal) se hace
conciliador, intercambiando el antagonismo de las mayorías para los quienes
controla los medios de producción, por la opción productiva del capitalismo. En
esta senda, primero abrieron la posibilidad discursiva en la Carta al Pueblo
Brasileño (documento de campaña de Lula en 2002, cuando explicaban a la clase
dominante que no irían a menear la estructura productiva y ni sobre tasar al
tope de la pirámide social en el Brasil) y a través de la composición de
fuerzas con el capital brasileño, representado por el ex-vice de Lula, el
fallecido empresario minero y ex-senador José de Alencar. Los tiempos recientes
apuntan a otra faceta. Ahora los elogios son para las transnacionales que
“invierten” en la producción, no tomándose en cuenta que estas “inversiones”
muchas veces resultan en más endeudamiento del Estado, comenzando en la Unión y
“socializando” la deuda entre los tres niveles de gobierno y la ciudadanía. En
paralelo con el elogio de las empresas de capital abierto y poco o ningún
control local, Lula y después Dilma, vinieron eligiendo a sus “campeones
nacionales”, promoviendo una política al estilo del primer ministro prusiano (y
alemán) Otto von Bismarck. Ahora, las “bondades” recaen sobre estos pesos
pesados de la industria y la construcción civil.
El problema de
fondo es naturalizar el argumento falso. Así, el gobierno de la ex-presa
política (Dilma fue guerrillera y presa política. En la mazmorra, se portó muy
bien, siendo torturada y violada y no entregando a nadie) abre mano de la
premisa keynesiana que el Estado es un buen interventor en la cadena productiva
(por lo cual ella tanto me gustaba en el inicio de la democracia, en la década
de 1980) y antes que nada, al menos en la infraestructura instalada del país.
Ahora, la “felicidad” que fuera generada a través de la disminución de los
gastos absurdos, con el alargue y re-endeudamiento va a aumentar el pase de
recursos públicos a fines privados, aunque en el ejercicio de funciones de
Estado. Al menos el empresariado es “sincero” y, más allá de las sonrisas, ya
demandan más pase de presupuestos públicos a la caja de sus empresas, tal como
el recorte de impuestos. Así, en el mediano plazo, una vez más la cuenta no
cuadrará.
*Bruno Lima Roca es
politólogo (PhD), periodista y profesor universitario.
Email: blimarocha@gmail.com
Website:
www.estrategiaeanalise.com.br
Publicación Barómetro 21-01-13
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