Desde Venezuela
27/Mayo/2013
Democracia y derechos humanos en el mundo de hoy
Sergio
Rodríguez Gelfenstein
El principal
argumento imperial para atacar a Siria es que este es un país dictatorial y
autocrático donde no se respetan los derechos humanos y en el que las
libertades civiles están restringidas. El libreto no es nuevo. Una de las
razones de George W. Bush para invadir Irak y derrocar el régimen de Saddam
Hussein, se basaba en la “falta de democracia en ese país gobernado por un solo
hombre desde 1979”. Hussein fue acusado de represión, violación de las
principales libertades individuales, fanatismo religioso y de albergar o
colaborar con grupos terroristas como Al Qaeda. Lejos de querer negar lo
anterior, o simplemente pretender justificarlo, se trata de poner énfasis en
que Irak, no es el único país que adolece de estas imputaciones. Además, en
este caso, Saddam había sido un aliado de Estados Unidos aprovechando esos
vínculos para adquirir armamento y recursos en el afán de transformarse en el
adalid de la “contención de la expansión persa hacia occidente” la cual le valió
–mientras preparaba y desarrollaba su guerra contra Irán– la amistad y
el apoyo estadounidense y de sus socios de la OTAN quienes se hicieron de la
“vista gorda” ante las masacres de chiitas en el sur y kurdos en el norte. Sin
embargo, ni aún así se puede argumentar a favor de la intervención militar y la
violación de la soberanía de otro país.
Pero, volviendo al
tema en cuestión y sin ir lejos, en la misma región del Medio Oriente existen
países con la misma problemática, como Arabia Saudita, Egipto, o Emiratos
Árabes Unidos. No es coincidencia. Estos países han sido el terreno fértil
sobre el cual ha crecido el terrorismo islámico radical. Los tres son grandes
aliados de Estados Unidos. Arabia Saudita, por ejemplo, ha tratado de
fortalecer su legitimidad en las últimas dos décadas, fomentando un
renacimiento religioso en el mundo árabe que ve con hostilidad el exterior y la
modernidad. El régimen saudí ha intentado desviar las interrogantes sobre su
administración, su alianza con Estados Unidos y su propia corrupción, al apoyar
y propagar un dogma religioso intransigente.
La situación de
Egipto es parecida, el cambio de
gobierno no ha significado una transformación en el respeto a los derechos
humanos y la aplicación de la democracia, el país se ha convertido en algo muy
cercano a un Estado policial, reprimiendo a los disidentes políticos,
censurando toda la información, y encarcelando a intelectuales por la más leve
crítica al régimen. Otros Estados en el Medio Oriente no distan de esta
situación: Jordania, Marruecos, Omán y Catar.
Aún en la
actualidad, el mundo árabe es caracterizado por la inoperancia de los partidos
políticos o la incapacidad de los regímenes para llevar a la práctica la
justicia social y los derechos básicos de los ciudadanos. Los gobiernos
prefieren supeditar algunos conceptos de la declaración de los Derechos Humanos
a los usos y costumbres del mundo árabe musulmán escudándose muy a menudo en la
ley islámica, la “sharia”. Los numerosos movimientos pro derechos humanos que
se han conformado en esa región, consideran que se trata de una simple coartada
que permite llevar a cabo medidas antidemocráticas. Los ejemplos más estudiados
al respecto son: Jordania, Líbano, Kuwait, Marruecos, Yemen, Israel, Bahréin,
Irak, Libia, Arabia Saudita, Túnez y Palestina.
El Programa de
Desarrollo de Naciones Unidas sobre el mundo árabe, destaca también la falta de
libertad y democracia en esos territorios. En el informe del 2002, se llegó a
la conclusión de que a finales de los años 90, esta región era una de las siete
del planeta con menos libertades civiles y políticas. Está muy atrasada en
cuanto al papel y las oportunidades de las mujeres en el mercado laboral y en
la vida pública. Como señala el informe, la falta de responsabilidad, la
corrupción y en general la falta de buen gobierno, ha entorpecido en gran
medida el desarrollo económico.
Varios organismos
internacionales han confirmado la falta del respeto hacia las garantías
fundamentales en el Medio Oriente. En Líbano, Las mujeres corren peligro,
además, de sufrir actos de violencia en razón de su sexo, tanto a manos de las
instituciones encargadas de hacer cumplir la ley como en el seno de la
comunidad, continúan siendo frecuentes ciertos tipos de violencia contra ellas,
incluidos los homicidios basados en motivos de género, o lo que a menudo se
describe como “homicidios de honor” o “familiares”. En Libia, cientos de
personas vienen sufriendo detenciones arbitrarias, sin mandamiento judicial y
sin que se les comuniquen los motivos de su detención. La mayoría permaneció
incomunicada los primeros meses de su detención, durante los cuales se los
sometió a torturas de forma habitual. Decenas de detenidos políticos están
encarcelados sin cargos ni juicio, algunos desde el derrocamiento de Moammar
Gadafi
Los juicios de otros
presos políticos quebrantan grave y sistemáticamente las garantías procesales
internacionales. Continúan utilizándose además, las desapariciones y las
ejecuciones extrajudiciales para silenciar a los oponentes del gobierno. En
Túnez, donde se inició la llamada “primavera árabe” la persecución cada vez más
frecuente de los defensores de los derechos humanos, ha tenido lugar contra el
telón de fondo de una creciente intolerancia de las autoridades frente a todo
tipo de disidencia o crítica. Los mismos métodos empleados para acosar,
intimidar y silenciar a los opositores políticos se han utilizado contra los
defensores. Estas prácticas contrastan radicalmente con el repetido compromiso
de las autoridades tunecinas de respetar y promover los preceptos mundiales.
En fin, los
argumentos imperiales para justificar el apoyo a las bandas mercenarias que
están produciendo el desangramiento de Siria podrían caber con muchos mayores
elementos en varios de los principales aliados árabes de Occidente. La carencia
de las más elementales libertades democráticas, la inexistencia de parlamentos,
sindicatos y partidos políticos, la exclusión y persecución de las mujeres de
la vida de la sociedad, la ausencia de medios de comunicación independientes y,
finalmente la feroz represión contra todos aquellos que osen cuestionar esas
monarquías medievales que viven su riqueza en medio de paupérrimas condiciones
de vida de su población configuran una situación que debería ser cuestionada y
combatida desde la legalidad internacional y desde aquellos poderes que
utilizando criterios políticos, establecen una mirada desigual en torno a la
democracia y los derechos humanos.
En América Latina
conocemos esas prácticas, ya desde la década de los 60 del siglo pasado se
entronizaron gobiernos dictatoriales e incluso algunos de democracia
representativa que bajo la mirada aprobatoria de Washington reprimieron,
produjeron innumerables violaciones a derechos humanos, desapariciones forzadas
y torturas, todo justificado en la guerra fría y el enfrentamiento con la Unión Soviética,
justificando bajo la etiquetación de comunista que se coartaran los derechos de
todo aquel que se opusiera a sus designios.
Finalmente son
parámetros políticos e ideológicos, no humanitarios, los que establecen aprobación
para unos países, marginación y
sanciones para otros. Es la lógica imperial aplicada a un mundo que comienza a
rebelarse y que en medio de la crisis empieza a descubrir que la injusticia
tiene su origen en la propia estructura de un sistema que por condición natural
es excluyente, represivo y violador de los derechos de las mayorías.
sergioro07@hotmail.com
Publicación
Barómetro 11-04-13
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