Desde Panamá
Fecha: 05/Marzo/2016
Venezuela Y El Futuro De La Revolución Latinoamericana
Por Olmedo Beluche
(A propósito de las relativas victorias
electorales de la derecha en Argentina y Venezuela a fines de 2015, volvemos a
traer a la reflexión estas opiniones que
publicamos a raíz de los preocupantes resultados electorales del PSUV en la
elecciones presidenciales de abril de 2013. Creemos que las ideas planteadas
entonces siguen siendo válidas ahora, en febrero de 2016):
En Venezuela se juega el futuro de la
revolución latinoamericana. Por esa razón el resultado de las elecciones del 14
de abril ha preocupado a la vanguardia socialista de todo el continente. Pese a
que el triunfo de Nicolás Maduro es incuestionable, y llamamos a defenderlo con
lo que haga falta, admitamos que el avance electoral de la derecha en tan poco
tiempo ha sido un balde de agua fría para quienes creíamos en la solidez de la
Revolución Bolivariana aún en la ausencia de su gran líder, Hugo Chávez. De
pronto hemos caído en cuenta en algo que ya sabíamos pero que estaba hundido en
el subconsciente: no hay procesos políticos irreversibles.
Preocupa que el resultado electoral
porque, al menos en apariencia, pueda significar un cambio de la correlación de
fuerzas, pasando la reacción venezolana y el imperialismo yanqui de una
situación defensiva desde el fracasado golpe contra Hugo Chávez de 2002, a una
ofensiva cada vez más virulenta contra la Revolución Bolivariana y contra el
proceso de cambios abierto a inicios del siglo en todo el continente.
¿Por qué se ha producido este viraje? ¿Qué
hay que hacer ahora? Ese es el debate planteado.
Una realidad compleja
Debate siempre complicado pues, la
realidad es que, mientras la derecha latinoamericana y su cabeza, el
imperialismo yanqui, saben lo que quieren; en la izquierda parece que las cosas
no están claras. Hay confusión y/o diferencias respecto a los objetivos
estratégicos y tácticos en materia política, social y económica. Pero en el
fondo es el viejo dilema, que otras generaciones ya tuvieron, entre reforma y
revolución.
Dilema que obliga también a revisar la
historia de América Latina a ver si hay algunas lecciones que sacar de nuestro
pasado porque, pese a que las circunstancias específicas puedan ser diferentes,
estos procesos no son completamente nuevos.
Dilema que, obviamente, no tiene fácil
resolución pese a lo que crean los sectarios (que todo lo tienen resuelto en
sus cabezas) porque la realidad a la que hay que enfrentar tiene diversos
planos que se entrelazan:
1. Una realidad externa, muy difícil de
controlar, como el sistema mundo capitalista (Wallerstein) o mercado mundial,
que impone condiciones de explotación y subordinación que caben en los
conceptos: imperialismo, dependencia, naciones opresoras y naciones oprimidas,
etc. El control imperialista del mundo es un factor complejo que se expresa en
múltiples sentidos: político, económico, militar, propagandístico, cultural.
Factor que impone límites y exige respuestas.
2. Una realidad interna de cada país, en
que la contradicción básica se dirime entre el capital y los llamados
"sectores populares", encabezados por la clase trabajadora. Pero
donde el número (la cantidad) no es el factor decisivo, sino la calidad de la
correlación de fuerzas está marcada por el grado de conciencia, de experiencia
y de acción (movilización) de la clase trabajadora.
El "populismo desarrollista"
¿qué nos enseñó?
Las circunstancias obligan a mirar al
pasado si no queremos repetir viejos errores. A mitad del siglo XX, hubo en
América Latina procesos de cambio semejantes a los actuales, que la historia
económica registra como el período de "industrialización sustitutiva"
y la historia política como "populismo desarrollista". Aunque no
compartimos todas sus conclusiones, para la comprensión de este período siempre
recomiendo un libro que en su tiempo fue un clásico, aunque luego uno de sus
autores se desacreditó como presidente y cabeza del neoliberalismo brasileño:
"Dependencia y desarrollo en América Latina", de F. H. Cardoso y E.
Faletto, publicado en 1969.
El "populismo desarrollista"
tuvo su momento estelar, entre los años 30 y 60 del siglo pasado, con los
regímenes de Perón en Argentina, Getulio Vargas en Brasil, Lázaro Cárdenas en
México, también Jacobo Arbenz en Guatemala, y otros; tardíamente a inicios de
los 70, con los regímenes de Morales Bermúdez en Perú y Omar Torrijos en Panamá
(quienes inspiraron al joven militar Hugo Chávez, a decir de él mismo en una
famosa conversación con García Márquez). Creo que el trágico gobierno Allende
en Chile, y la "vía pacífica al socialismo", cae en esta categoría.
¿Qué circunstancias dieron origen y
sustentación al "populismo desarrollista"?
Primero, la crisis mundial capitalista de
los años 20 y las dos guerras mundiales, que debilitaron de alguna manera el
control económico y político del mundo por parte de las potencias capitalistas.
Segundo, en el plano interno un rápido
proceso de urbanización, que produjo la masificación de un nuevo sujeto social:
la clase obrera, combinado con el nacimiento de una industria para el consumo
(mercado interno) que "sustituía" la importación de bienes que antes
se hacía de países centrales. También en la clase dominante se produjeron
cambios: la oligarquía exportadora y terrateniente, sin desaparecer, cedió
espacios a una naciente burguesía industrial y las llamadas "clases medias
modernas".
Los regímenes de "populismo
desarrollista" procuraron inaugurar una fase de desarrollo capitalista
autónomo (nacional), con independencia del imperialismo extranjero, apoyándose
en un equilibrio de las clases sociales internas que, con políticas sociales de
redistribución de la renta y una gran
intervención estatal procuraron atenuar las contradicciones de clase.
De hecho, entre los 40 y 50, Argentina
llegó a estar entre las 10 principales economías del mundo. Cárdenas
nacionalizó el petróleo usando sus ingresos para sufragar el crecimiento del
mercado interior, etc. Brasil requiere un análisis particular, y sólo diré que,
mientras algunos analistas consideran a las BRICs (que este país encabeza) como
potencias autónomas emergentes, otros lo ven como apéndices del capital
imperialista del OCDE.
En fin, el asunto es que todos esos
procesos de desarrollo nacional autónomo y de equilibrios sociales internos se
rompieron a partir de la post guerra en los años 50. ¿Por qué? Porque Estados
Unidos, que emergió de la Segunda Guerra Mundial, como la principal potencia
capitalista, volteó sus ojos hacia el "patio trasero" y, en alianza
con sectores internos (principalmente de las oligarquías tradicionales y la
oficialidad militar, pero también de propios sectores de "capas
medias" e industriales), decidió cortar el desarrollo capitalista autónomo
y someter a estos países a un régimen de dependencia económica y política, para
beneficio de sus empresas monopólicas. Se impuso la dependencia económica y
política.
Una ola de sangrientos golpes de estado
militar se esparció por el continente. La represión fue la manera de imponer a
la clase trabajadora un capitalismo poco "redistributivo" en
beneficio de un capital industrial que, de "sustitutivo", pasó a
apéndice del capital monopólico yanqui.
La Teoría dela Revolución Permanente,
Trotsky y el Che
¿Qué habría impedido el retroceso de estos
procesos desarrollistas? Lo que no hicieron los "populistas" de
entonces: apelar a la movilización de la clase obrera, dándoles verdadero poder
político, junto con la destrucción de la base material que sirve de sustento a
la reacción: expropiando a la oligarquía y a la burguesía golpista.
Ese fue el gran debate en la izquierda
latinoamericana de los años 50, 60 y 70. Debate que la Revolución Cubana puso a
la orden del día y que remitió a otras circunstancias parecidas al otro lado
del mundo: la Revolución Rusa, y los debates entre la dirección del PCUS y la
Oposición de Izquierda; entre José Stalin y León Trotsky.
Entonces, como ahora, el problema que
ocupaba a la socialdemocracia rusa luego de la Revolución de 1905, es el
carácter de las revoluciones sociales del presente, cuya mejor solución expresó
León Trotsky con su Teoría de la Revolución Permanente: a partir del siglo XX,
en la fase histórica del capitalismo imperialista, las burguesías nacionales de
los estados periféricos están imposibilitadas de seguir el proceso de
desarrollo autónomo que siguieron los países "centrales" durante el
siglo XIX (lo que pretendía el "desarrollismo" de la CEPAL y la
teoría stalinista de "la revolución por etapas"), porque nuestras
burguesías han perdido su filo revolucionario, ya que le temen más a su clase
trabajadora que a supeditarse al capital imperialista.
Según Trotsky,, el factor dinámico, en los
países de "capitalismo atrasado" o dependiente, debe ser jugado por
la clase trabajadora que, a un mismo tiempo, debe resolver las tareas
"nacionales" que la burguesía no puede cumplir (como industrialización,
reforma agraria e independencia nacional) a la vez que impone medidas de tipo
socialista (como la nacionalización de la industria y el poder obrero). Así lo
probó la Revolución Rusa de 1917
Esta teoría fue sintetizada genialmente
por el Che Guevara en los años 60, y es lo que explica la sobrevivencia de la
revolución cubana y el fracaso del "nacionalismo populista", en la
famosa consigna: "O revolución socialista, o caricatura de
revolución".
Unas revoluciones a medio camino
El problema de la Revolución Bolivariana,
y los procesos semejantes en Bolivia o Ecuador, es que son revoluciones a medio
camino. Son revoluciones en el sentido de que han surgido de la lucha de las
clase trabajadoras, el campesinado y sectores populares, contra las
consecuencias sociales del neoliberalismo (que a partir de los años 80
profundizó la dependencia, terminó de debilitar las industrias nacionales y
extremó las disparidades sociales).
Esas revoluciones se expresaron en
Venezuela con el Caracazo del 89, la rebelión militar del 92 dirigida por
Chávez, y otros hechos dramáticos; en Bolivia con la "Guerra del
Agua" y demás revueltas populares; en Ecuador con las movilizaciones que
tumbaron un sinnúmero de gobiernos en los 90.
Esos procesos se canalizaron y hallaron sus
límites por la vía de procesos electorales. No han tocado la base económica de
la burguesía "nacional" apéndice del capital extranjero y no han
terminado de cuajar organismos de poder obrero.
Peor aún, en el plano económico, no se ha
superado el modelo extractivista mono exportador. La base para las políticas
redistributivas de los programas sociales han sido los buenos precios de las
materias primas en el mercado internacional, particularmente el gas y el
petróleo, o la soja para el caso argentino y los biocombustibles para Brasil.
La repartición un poco más social y
equilibrada de la renta exportadora ("renta petrolera" en Venezuela)
es lo que ha aportado estabilidad, hasta ahora, a los llamados gobiernos
"populistas" de este inicio de siglo.
Para nada se ha roto el poder económico de
la derecha, cuya base social es la burguesía "nacional", aliada del
imperialismo yanqui. Por ejemplo, en Venezuela, pese a las nacionalizaciones,
el peso del sector privado en el PIB sigue siendo tan abrumador, que mal podría
caracterizarse su economía como "capitalismo de estado", menos de
"socialista".
Marcelo Colussi, en un artículo reciente
sobre este tema decía: “Según las Cuentas Nacionales, explicitadas por el Banco
Central de Venezuela (BCV), el PIB privado (el porcentaje de la actividad
económica del país en manos directas del empresariado) corresponde al 71% del
total (año 2010). En el año de 1999 el PIB privado era de 68%. Es decir que, a
pesar de las nacionalizaciones, el PIB sigue siendo mayoritariamente privado, y
comparado con países que nada tienen que ver con el comunismo –como Suecia,
Francia e Italia, donde el PIB es mayoritariamente público (estatal)–, el
estado venezolano no tiene en sus manos (salvo el petróleo) ningún resorte
económico importante de la economía”, nos informa un economista marxista como
Manuel Sutherland" (Venezuela post Chávez: una prueba de fuego y un
laboratorio para la izquierda (venezolana y mundial).
.
¿Qué sucederá cuando se "deterioren
los términos de intercambio", para usar la jerga de los economistas? ¿Qué
pasará cuando los precios de las materias primas decaigan y cuando el
crecimiento económico de los últimos diez años decaiga, se estanque o entre en
recesión, por efecto de la crisis abierta en Norteamérica y Europa? Lo que
puede estar empezando a suceder.
La respuesta es simple: el capital
monopólico y las burguesías locales exigirán una parte mayor de la
"renta" exportadora para tapar sus déficits, lo que implica cortar
los subsidios sociales y cortar los procesos políticos "populistas",
así sea a sangre y fuego. ¿No es el proceso abierto en Venezuela?
"O revolución socialista" o
victoria de la reacción
La disyuntiva está colocada entre dos
opciones:
1. Tratar de mantener reformas moderadas
al capitalismo latinoamericano, repartiendo un poco más la riqueza social
mediante esquemas redistributivos, en lo económico, y un régimen político
democrático burgués un poco más "participativo" (es decir, tratar de
congelar el proceso revolucionario en los marcos actuales);
2. O avanzar en el proceso de revolución
social, fomentando organismos de poder obrero y popular, cortando a su vez la
"yugular" económica que da sustento a la reacción, nacionalizando la
gran industria y la banca, y sentando las bases para una economía nacional que
rompa con la dependencia. Lo que no es lo mismo que nacionalizar toda la
economía.
Porque, como dice el compañero Héctor
Menéndez: "La idea de que gobernando “bien”, haciendo crecer la economía y
mejorando la situación social de las amplias masas como hizo el gobierno de
Venezuela en estos años se puede, evolutivamente, transformar la sociedad
quitándole el poder a la burguesía pacíficamente, manteniendo el sistema
democrático burgués electoral y las formas burguesas del Estado y la
representación esencial del ejército profesional no conoce ninguna verificación
empírica" (Revolución y contrarrevolución en Venezuela).
La clase trabajadora, y el pueblo en
general, no aspiran a la revolución por consignas abstractas y voluntaristas.
Visto el proceso desde lejos, pareciera que gran parte de los votos perdidos
por el chavismo se debió a la devaluación que tumbó el 40% del poder
adquisitivo de los trabajadores. Medida que se tomó una semana antes del
fallecimiento del presidente Chávez, por parte del gobierno encabezado por
Maduro en ese momento. Lo que dio argumentos concretos a la campaña de Capriles
que, entre otras propuestas demagógicas, levantó la promesa de un aumento
salarial inmediato.
Como ha mencionado un comunicado de la
corriente Marea Socialista la devaluación requería contrapesos, como el control
de los precios de los artículos de primera necesidad, lo que a su vez fuerza al
control estatal del comercio exterior y el control de las divisas. Esos
contrapesos no se tomaron hasta ahora.
Guillermo Almeyra ha señalado las tareas
mínimas pendientes: "En efecto, todo depende de hacia dónde se incline
finalmente la balanza en la lucha por profundizar el proceso democrático
venezolano, dar golpes reales al capitalismo, construir elementos de autonomía
y de autogestión reforzando las comunas y los gérmenes de poder popular. Para
derrotar a la derecha oligárquica y proimperialista hay que vencer a la
burocracia, al centralismo autoritario, al verticalismo decisionista. Ese es el
desafío para el próximo periodo, y del desenlace de esa batalla depende hacia
dónde irá Venezuela, si hacia el pasado prechavista o hacia la construcción de
elementos socialistas" (Los gobiernos latinoamericanos después de Chávez).
En el ámbito externo se requiere que los
organismos de cooperación económica a nivel regional, cuyas bases sentó el
presidente Hugo Chávez (ALBA, Petrocaribe, CELAC, Mercosur), avancen como
verdaderos órganos de integración y colaboración solidaria para que puedan dar
paso a un desarrollo económico endogámico que permita romper los mecanismos de
la dependencia externa. Lamentablemente, al respecto existen grandes dudas de
que ese sea el camino que se está tomando, al menos por parte de algunos
gobiernos de la región.
Es el viejo dilema entre reforma y
revolución (que sólo puede ser permanente, si quiere sostenerse). El problema
del reformismo es que tiene patas cortas. Mil veces la experiencia
latinoamericana ha demostrado que los procesos revolucionarios no pueden
congelarse, estancarse o quedarse a medio camino. Mil veces se ha demostrado
que las fuerzas de la reacción apoyadas por el imperialismo no vacilarán en
corromper desde adentro, o aplastar sangrientamente desde afuera, los procesos
revolucionarios que han quedado a medio camino.
No pretendemos, desde nuestras limitadas
capacidades dar lecciones a nadie. Porque hablar de revolución es fácil, lo
difícil es hacerlas. Pero sí deseamos colocar el dedo sobre el problema, para
que juntas, las fuerzas sociales y políticas que aspiramos a la revolución
social, encontremos el camino de la revolución, exorcizando el fantasma de la
contrarrevolución, que ya ha golpeado en el pasado no tan lejano y amenaza de
nuevo.
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