Desde Agcia.
Internacional
27/ Mayo/2013
“Salario Máximo”: Poner límites
salariales a la clase ejecutiva
Sam Pizzigati
Desde las rutas
de senderismo de Oregón hasta las salas de juntas de los altos cargos en
Berlín, los críticos del cada vez más tambaleante y desigual sistema
corporativo buscan nuevos límites que vinculen la remuneración del personal
ejecutivo con el sueldo de los trabajadores.
¿Qué se necesita
para que una idea sea tomada en serio? Fácil. Las nuevas ideas empiezan a ganar
impulso en el momento en que la sociedad entera decide defenderlas hasta
convertirlas en bandera.
Es exactamente
este proceso el que se está produciendo alrededor del concepto que algunos
llaman “salario máximo”, idea que plantea que debemos limitar los ingresos de
los altos mandatarios a los ingresos del resto de los mortales.
Este pasado
invierno se han visto propuestas muy llamativas procedentes de dos sectores
radicalmente distintos para limitar los ingresos de los ejecutivos.
La primera
apareció el pasado mes con la publicación del nuevo manifiesto del movimiento
por el medio ambiente, Enough Is Enough: Buiding a Sustainable Economy in a
World on Finite Resources. Los autores – el ecologista de Oregón Rob Diez y el
británico economista y ecologista Dan O’Neil – se han integrado en los debates
de los scruffy “abraza-árboles” de manera notoria. ¬
No
encontraríamos ni un ápice de scruffy [1] “abraza-árboles” dentro de los
miembros de la Comisión del Gobierno Corporativo Alemán. Los ejecutivos,
directores corporativos y economistas de este grupo se codean con los “hombres
de negro” más conocidos de Alemania. Es más, no sólo se codean con ellos sino
que son ellos los que definen el código oficial que determina el comportamiento
que se espera de las empresas alemanas.
Las mayores
empresas alemanas – de Adidas a Bayer pasando por Siemens y Volkswagen ¬¬–
suscriben este código. Bajo el control de la Ley Alemana de las Sociedades
Anónimas las compañías deben declarar año tras año que siguen manteniendo el
acuerdo del código.
La semana
pasada, los miembros de la Comisión del Gobierno Corporativo Alemán hicieron
pública la última enmienda del código. Incluía lo siguiente: un mandato según
el cual todas las empresas de inversiones alemanas debían señalar un límite en
las compensaciones de sus ejecutivos, tanto en términos de su cantidad total
como individual.
Estas enérgicas
recomendaciones aparecen poco después del crecimiento de la indignación pública
alemana alrededor de las remuneraciones de los directivos. Esta opinión
pública, reconoce el presidente de la Comisión Klaus-Peter Mueller, “no ha
pasado desapercibida en nuestra comisión”.
La nueva
enmienda del código alemán no cuantifica el número máximo de dólares
establecidos para un sueldo máximo. La enmienda – que se espera que finalice en
mayo – deja en las manos de cada empresa la decisión sobre la paga máxima de
sus ejecutivos.
Pero los miembros
de la Comisión dejaron claro la semana pasada que el nivel de los sueldos – el
director ejecutivo más bien pagado de Alemania, el miembro de Volkswagen Martin
Winterkom, recaudó23,7 millones de dólares en 2011- ha aumentado de un modo
desorbitado.
“El sistema de
remuneraciones no puede ser indefinido”, explica Manfred Gentzel, miembro de la
Comisión y anterior presidente del consejo del mercado de valores más grande de
Alemania.
Las mejores
empresas alemanas, añade la Comisión del Gobierno Corporativo Alemán, deben
pautar de inmediato nuevos límites para los sueldos máximos de los ejecutivos
que vayan en relación con las remuneraciones que se destinan a los empleados
comunes.
Algunas de las
empresas industriales más significativas del mundo ya aplican esta norma,
cuentan Rob Dietz y Dan O’Neils en su nuevo Enough is Enough. En el Reino de
España, las empresas de manufactura y venta que pertenecen a la Cooperativa
Mondragón marcan el límite del sueldo siguiendo una proporción de tres a nueve
en referencia al sueldo de los trabajadores.
“Tales
diferencias salariales”, añaden Dietz y O’Neil, deberían convertirse en un
patrón mundial. Ven en esta proporción una poderosa arma contra el crecimiento
de desigualdades a nivel global. También entienden la lucha contra la
desigualdad esencial para la lucha por la sostenibilidad ambiental.
“La gran brecha
de ingresos”, comparten, “llevará a un estado enfermizo de competición y
consumo de los materiales y la energía mucho más allá de lo requerido para
satisfacer las necesidades de la gente”.
La Humanidad,
dicen Dietz y O’Neil, está ya “consumiendo recursos y emitiendo desechos un 50%
más rápido de lo que puede llegar a ser sostenible”. Nunca acabaremos con el
excesivo consumo de los recursos no renovables y la sobreexplotación de los
recursos renovables, mientras la economía siempre quiera más.
En el fondo,
tanto los scruffy que comulgan con las ideas de Dietz y O’Neil, como los stuffy
de la Comisión del Gobierno Corporativo Alemán, quieren llegar a un lugar
común: una buena gestión.
Las pagas
excesivas para los ejecutivos, ambos sectores han llegado a entender, rompen
con esta buena gestión. Unas escandalosas pagas a los mandatarios dan poder
para que estos se comporten de un modo también escandaloso – tanto en su
empresa como en el mundo – en busca de todavía mayores recompensas.
Necesitamos
limitar este gran poder. Los scruffy y los stuffy, si trabajaran de la mano,
podrían ser capaces de empezar a poner todos estos límites en su lugar.
N. de la T.:
[1] Debido a la
difícil traducción de ‘scruffy’ y ‘stuffy’, juego de palabras en inglés, se ha
considerado oportuno mantenerlo en el idioma original. Por un lado, los
‘scruffy ’son aquellas personas desaliñadas, que no siguen los formalismos ni
convenciones y son alternativos al sistema (parecido a lo que en español
informal llamaríamos un “perroflauta”). Por otro lado, los ‘stuffy’ son
personas de tendencia conservadora, estirados y fieles al sistema establecido
(en español informal hablaríamos de los “hombres de negro”).
Sam Pizzigati es
miembro asociado del Institute for Policy Studies, ha escrito recientemente
sobre desigualdad. Su último libro, The Rich
Don’t Always Win: The Forgotten Triumph over Plutocracy that Created the
American Middle Class, acaba de ser publicado.
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