Desde México
27/Mayo/2013
Una sociedad en apuros
Xavier Carreto
A.
Los hechos violentos del miércoles 24 de
abril, en Chilpancingo, representan un eslabón más de la ya larga cadena de
preocupaciones que se viven en el Estado de Guerrero, pero a esta situación reprobable habría que añadir
otras igualmente nocivas para la convivencia social como las que ocurren todos
los días principalmente en la ciudad más importante que es la nuestra. Ahora en
Acapulco no se respetan las leyes, empezando por las de tránsito, pues muchos
de los que circulan por las calles del puerto no respetan los semáforos, se
detienen en cualquier parte, dan vueltas prohibidas, comenzando por quienes
conducen camiones urbanos, taxis azules y amarillos; a los que debemos sumar a
los motociclistas, quienes además rebasan por la derecha y se meten por
cualquier resquicio; al igual que algunos otros automovilistas particulares.
Se debe reconocer que el ejemplo de
incivilidad, falta de respeto y la carencia de amabilidad, que han venido
mostrando los conductores de transporte público, desde hace mucho tiempo, ha
prosperado, ya que cada vez tienen más seguidores, es decir las conductas
públicas indeseables han sentado sus reales entre los acapulqueños. Los
urbaneros resultaron mejores profesores que los de la Ceteg, pues se les ven
mejores resultados: El mal ejemplo cunde.
Otras actitudes indebidas son las que
ocurren en las gasolineras, en donde no se respeta la circulación indicada por
las flechas, y si esto es así deberían quitarse estos señalamientos, pues sin
ellos se puede ingresar y salir de estos
establecimientos como los clientes lo decidan, pero resulta que la colocación
de las guías de circulación es la normatividad que Pemex exige. Por lo tanto es
una obligación respetarla.
Esta ley de la selva que se vive en
nuestro puerto es resultado también de la ausencia de la autoridad, ya que
nadie hace respetar las normas de convivencia y el panorama se observa
aterrador porque lo más probable es que este caos se incremente. Y aquella convivencia civilizada, respetuosa y amable en
una sociedad con tantas carencias como la acapulqueña se ha venido quebrantando
para perjuicio de nosotros mismos.
El actual gobierno municipal viene
haciendo mucho mejor trabajo que el anterior, así se observa con el
mejoramiento de la prestación de los servicios públicos, entre otros, la
recolección de los residuos sólidos, en lugares que nunca habían sido
atendidos; la pavimentación de calles, la distribución de agua potable, el
mejoramiento de las áreas verdes. Pero en donde nos quedan a deber es en la
tranquilidad y la seguridad que son esenciales para que la vida en común
transcurra sin tantas complicaciones.
¿En qué hemos fallado, qué hemos dejado
de hacer bien los acapulqueños para llegar a tan indeseable momento que nos ha
convertido en una sociedad en apuros?
Las respuestas pueden ser muchas y variadas, al gusto, interés y
conocimiento de cada uno de nosotros, pero detrás de todas las contestaciones es
que somos, en su mayoría, una sociedad poco educada.
El objetivo de la educación es formar un
cierto tipo de individuo: Una persona educada. El alumno o estudiante al
asistir a la escuela consigue un determinado nivel de conocimientos, obtiene
provecho de su escolarización, que le permite adquirir también comprensión de
las cosas que aprende, y que su existencia se enriquece como consecuencia de la
educación recibida y no sólo como un
medio para ganarse la vida.
En cualquier sociedad, incluida la
nuestra, en la cual se tenga un concepto normativo de las personas educadas,
debe haber actitudes sociales, además de los conocimientos, que sean
consideradas como valiosas, y poseerlas será útil para establecer la diferencia
entre seres educados y quienes no lo son. Por eso la importancia de que funcione
bien nuestro sistema educativo y todos sin excepción nos beneficiemos de este
hecho. Lo cual contribuirá de manera esencial a tener una convivencia menos
complicada y mejor para hacer de Acapulco un lugar que siga teniendo la
aceptación de los visitantes nacionales y hacer que regresen los extranjeros.
De ahí que debemos preocuparnos -además
del comportamiento de los transportistas locales- por la actitud irresponsable
de los profesores de la Ceteg, no tanto por sus hechos vandálicos de incendiar
inmuebles públicos, bloquear la Autopista del Sol, impedir el acceso a centros
comerciales, cerrar oficinas pública o destruir el Congreso local; sino que
cuando se cansen volverán a las escuelas a seguir dando clases.
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