Desde
Guerrero, México
Fecha:
10/Nov.2014
El Otro
Gobierno
Por
Miguel Ángel Mata Mata
Maquiavelo
recomendó al Príncipe: “Los hombres ofenden antes al que aman que al que
temen”. Desde entonces los mexicanos dedicados a la política sostienen la tesis
de que “mejor ser temido a ser amado”. Les gusta les teman. No les gusta les
amen. Han implementado estrategias para dominar al pueblo mediante el miedo:
miedo al impuesto, a la policía, a lo desconocido, a arder en el infierno por
ser pecador. Miedo a ser libres.
Lo
que ha sucedido en Iguala formó parte de una estrategia de miedo, de terror. Grupos
de mafiosos tolerados por el Estado Mexicano, y solapados por las policías
estatal y municipal, pretendieron dar una muestra de ser los malos de la
comarca.
Como
VladDrácul, El Empalador, convertido en Drácula por el imperio del celuloide:
masacraron a jóvenes desarmados. Cual enemigos en una guerra. Los que quedaron
no aparecen. Su infierno debe ser similar al de los asesinados… o peor. El
mensaje ha sido enviado. En su territorio impera el miedo, el terror, la
sangre, la peor muerte.
A
estas alturas ya no importa saber quiénes son los autores sino a quiénes afecta
el festín de sangre. ¿Al gobierno federal? ¿Al estatal? ¿Al municipal? ¿A los
poderes fácticos (incluida la Iglesia Católica)? ¿A los grupos subversivos? ¿A
los partidos políticos?
El
demoledor golpe, si es que alguien lo orquestó, le pega a toda la estructura de
los poderes reales, formales, fácticos o clandestinos de la sociedad mexicana,
acostumbrada a no responder a intimidaciones sino a través del dejar hacer y
dejar pasar para gozar de una zona de confort incierta. Le pega al sistema y le
pega a la mayoritaria clase media abúlica y acomodada en el sillón del “no
hacer nada para no tener problemas”.
El
homicidio de seis muchachos, 23 heridos y la desaparición de 43 estudiantes ha dejado
en la lona a Enrique Peña Nieto y al gobierno federal. Nuestro Presidente, cual
Cornelio Reyna, presumía en el ámbito internacional volar como a veinte mil
metros de altura. El golpe le tiró de su nube a su realidad: la impunidad en
México tan solo es comparada a la de Afganistán, en guerra, o a la de algún
país africano azotado por brutales tiranías.
Nuestro
gobierno del estado ha quedado exhibido. El procurador de Justicia se encargó
de ello. Casi de inmediato, luego de la masacre, se apresuró a declarar la
aparición de fosas clandestinas en donde, “seguramente están los cuerpos de los
muchachos perdidos”. Craso error: la PGR le desmintió una semana después. El
tiempo mostró el tamaño de la tragedia y el infierno en que se consumieron la
ilusiones de normalistas venidos de las familias pobres del estado a las que,
paradójicamente, nuestro gobierno local dice proteger.
Los
gobiernos municipales fueron encuerados en su cruda realidad. Están entregados
a los jefes de las mafias regionales. “El otro gobierno” es el que paga las
nóminas de sus policías municipales. Lo mismo en Iguala, como en Taxco y otros,
con relevancia mayor, sucede lo mismo. ¿Recuerdan la sentencia a Ortiz Rubio en el maximato: el
Presidente aquí vive, pero el que manda vive allá enfrente?”
El
gobierno federal ya asumió las funciones de seguridad pública en doce
municipios de las regiones de la Tierra Caliente y Zona Norte. Han sido tomados
diez ayuntamientos en las regiones Montaña y Costa Chica por radicales
simpatizantes de los normalistas. De éstos últimos se dice que son la guerrilla
del ERPI y EPR. Triste paridad de mandos reales: guerrilla y narcos.
Vemos
un estado partido en dos: gobierno federal en Tierra Caliente y Zona Norte;
guerrilla en La Montaña y Costa Chica. ¿Y en las restantes tres regiones
sumidas igual en el mando de las mafias todopoderosas? ¿Cuándo caen? ¿En qué
manos caerán?
El
demoledor golpe ha dejado en el lugar donde deben estar a los partidos
políticos: en el descrédito total por su
ambición al poder del dinero venido de manera fácil. ¿Puede el famoso PG y su
movimiento de Regeneración Nacional erigirse como la única fuente de moralidad
y honestidad cuando su candidato a gobernador en Guerrero es el padrino de
quien orquestó la dantesca masacre en Iguala?
¿Puede
el PRD llamar a votar por sus candidatos cuando en las zonas Norte, Tierra
Caliente y Costa Grande son sus candidatos y alcaldes los señalados de
pertenecer al narcotráfico? ¿El PAN puede llamar a votar por ellos cuando sus
militantes matan al secretario general porque no les entregó candidaturas? ¿El
PRI puede llamar al voto cuando en mantas son exhibidos delegados federales
como militantes de grupos del crimen? ¿El PT, cuando el síndico en Iguala es su
militante y también ha sido llamado a declarar para que explique su
participación en el festín de sangre? ¿Movimiento Ciudadano cuando calla haber
postulado a José Luis Abarca como candidato a presidente municipal?
¿Todos
están embarrados? De ninguna manera. Todos, pero todos, metidísimos en la orgía de poder, dinero y
sangre. El golpe, si es que alguien lo diseñó y premeditó, como sugiere en
algún comunicado un grupo autodenominado ERPI, demuele a todos. Es una sacudida
general al árbol de la política mexicana, al estado Mexicano y a los políticos
que mantienen como manual de buen gobierno la única sugerencia sacada de
Maquivelo: “Los hombres ofenden antes al que aman que al que temen”. Ellos
ejercitan el temor antes que el amor. Leen y ponen en práctica el manual de
Vlad “El Empalador”: córtales la cabeza y exhíbelos. Que vean un poder de
violencia mayor al que realmente tienes.
El
pueblo llora a sus heridos, muertos y desaparecidos ante la indolencia criminal
de poderes fácticos, como la Iglesia Católica, que ha enviado a un ridículo
sacerdote, Solalinde, a decir lo que otros no se atreven: han muerto y fueron
quemados.
Triste
que en misa ofrecida en La Villa, ni siquiera fueron mencionados los que
acudieron ante la Virgen de Guadalupe a buscar el consuelo divino. En México,
nuestro México, no hay un solo ser vivo que se compadezca de la tragedia.
Por
eso ellos, los cirqueros de la política, siguen la farsa de repartirse
candidaturas, cargos y vivir como millonarios con el erario, antes de encontrar
a los 43 desparecidos, curar a los 23 heridos y llorar a los seis asesinados.
Olvidan que el golpe de sangre es para todos.
¿El
golpe lo dio el otro gobierno? Tal vez. Solo tal vez.
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