Desde República De Venezuela
Fecha: 24/Febrero/2015
Batalla en las redes sociales y
los desafíos de la política comunicacional
Por Amaury González V.
Después de las fiestas decembrinas, que por lo general comienzan desde
noviembre, Venezuela por lo general entra en “modo 1º de enero”, expresión que
sugiere que la ciudad parecería entrar en un estado de descanso y
desintoxicación como quien se recupera de una fuerte resaca. Vías desahogadas,
locales comerciales cerrados y lentitud en los que están abiertos, vacaciones
que parecen no terminar, son solo algunas de las señales de un país que,
dependiendo de cómo haya sido la pea, suele despertar realmente finalizando el
mes.
Sin embargo, políticamente el año se inició con mucho dinamismo. Campañas
de rumores sobre un supuesto paro nacional impulsadas a través de la aplicación
Whatsapp y demás redes sociales, colas generadas en torno a mercados y abastos
producto de meses de guerra psicológica y demás factores como el bachaqueo o el
puro y simple “desabastecimiento” en el que muchos comercios suelen quedar
después de la etapa decembrina ―muy, pero muy alta en ventas―, mientras reponen
los inventarios; la exitosa gira internacional del presidente Maduro en la
temprana batalla por la recuperación de los precios del petróleo, son factores
con los que comienza un año prometedor, por lo desafiante, para los venezolanos
y el mundo en general.
En este contexto, la comunicación, la política comunicacional, vuelve a
situarse en un lugar de gran importancia como dinámica central de la lucha
política en la era del conocimiento y de la información; en la era de la
batalla de las ideas.
El año 2014 fue de importantes aprendizajes, de lecciones que conviene
tener presente en la etapa que comienza para el país. Una de esas lecciones fue
la de lucha exitosa por el mantenimiento de la Paz en un contexto de violencia
frontal disfrazada de “protesta”. Venezuela, afortunadamente, no fue Ucrania.
Pero hubo otro aprendizaje: la toma de consciencia del poder de las redes
sociales, de su viralidad y su capacidad para planificar acciones políticas
subversivas y para crear realidades alternas a la realidad concreta, que si
bien es virtual no deja por eso de tener consecuencias reales “en la calle”.
Con todo y que no era nada nuevo el tema de las redes sociales en
Venezuela, muchos compañeros y compañeras seguían manteniendo una visión un
tanto anacrónica respecto a estas nuevas herramientas que, sí, han sido
diseñadas por gente que piensa que puede llegar a controlar las mentes y los corazones
de los pueblos a través del control de la información. Si las nuevas
generaciones no han visto la película Matrix, pues deberían aprovechar este
relax para verla con detenimiento. Expresiones como “tuiter no sube cerro”, o
que “la gente del barrio no tiene acceso o no le para a las redes sociales”, o
que “la lucha no está en internet sino en la calle”, dan cuenta no solo del
desconocimiento de algunas cifras sobre el acceso a internet en el país, sino
de la incomprensión de la actitud de los venezolanos frente a la tecnología y
sus novedades; incluso, tales posturas no entenderían aún porque Chávez se
desplegó en @ChavezCandanga. De otro lado, hay que decir que aquellas
expresiones encierran parte de verdad.
Según cifras de CONATEL, 15.529.494 personas tienen acceso a internet en
Venezuela. A estos, sumemos o solapemos 4 millones de usuarios Movilnet que
disponen de teléfonos inteligentes y los otros tantos millones de usuarios
Movistar y Digitel que también los usan. Se trata de una realidad constatable
en cada familia, en cada comunidad, en cada calle; incontestable.
Y es que, decir que la lucha en las redes sociales, defensiva u ofensiva,
activa o pasiva, no es tan importante como la lucha en la calle o que, incluso,
es una lucha virtual y por tanto, irreal, es como decir que lo que vemos en
televisión, escuchamos por la radio o leemos en el periódico también es irreal
y virtual. Y les digo algo, así como la Tv subió cerro ―convenientemente, como
las antenas de Directv―, las redes sociales lo están haciendo.
A partir de aquí, somos conscientes del poder de las redes sociales;
ahora, nos toca no caer en el error clásico que el poeta Horacio atribuía a los
necios quienes, de acuerdo a su reflexión, por evitar cometer un error, suelen
incurrir en el error contrario. Oportunamente, se han venido realizando algunas
dinámicas en las que los comunicadores que usamos la red de redes como
herramienta central de nuestro trabajo, nos hemos encontrado para aprender e
intercambiar experiencias sobre el trabajo comunicacional en las redes. De esas
reuniones, quiero destacar brevemente algunos aspectos que me parecen
importantes.
1.- Los influenciadores del twitter son aquellas cuentas que por factores
como su cantidad de seguidores, carácter referencial o vinculación con los
laboratorios de generación de matrices, son las que lanzan las líneas centrales
para que sean redifundidas por cantidad de cuentas alineadas con esa visión
política-ideológica. En tal sentido, si bien es cierto que los influenciadores
opositores al Gobierno bolivariano giran alrededor de La patilla, Ravell o el
Chigüire bipolar, del lado bolivariano parecen haber muchos influenciadores, lo
cual en ocasiones tendería a dispersar los esfuerzos.
Esto, muchas veces produce un panorama atomizado, en el que diversos
proyectos que expresan diversas corrientes de pensamiento revolucionario o,
distintas visiones de la comunicación y el manejo de las redes, van cada cual
por su lado. Es verdad, que esta situación expresa en primer lugar la riqueza y
la creatividad tradicional de la izquierda pensante, y que las tentativas de
centralización muchas veces son vistas como verticalismo autoritario por grupos
que se sienten ellos mismos influenciadores. Sin embargo, me parece que la
circunstancia no da para llamarla problema. Hay una vieja fórmula: unidad en la
diversidad; pero unidad con reconocimiento y respeto, no simulacro de unidad.
Si todos coincidimos en lo estratégico, los acuerdos tácticos no deberían ser
un problema. Palabra clave: organización, pero no como decreto, mera imagen o
simulación.
A esto, sumémosle la situación competencia―disimulada a veces, explicita,
otras― que se da entre los medios de comunicación alternativos y del sistema de
medios públicos. Dentro de cada universo e incluso entre los universos.
Situaciones en las que actúan los egos, además de ciertos criterios muchas
veces desfasados, anacrónicos o sentimentales. Para otro espacio quedarán
algunas crónicas que habrá que escribir sobre tan delicado tema.
2.- Las visiones que se tienen de la comunicación suelen generar debates
que deberían zanjarse, en la medida de lo posible, con un debate político serio
en el que se haga un diagnóstico más o menos acertado de la coyuntura nacional,
regional y mundial, por aquello de que una realidad nacional no puede
estudiarse con independencia de la situación de la región, de la geopolítica
mundial. Se impone una realidad, seguimos siendo un país capitalista, de los
que postulan un mercado regulado, controlado, pero capitalista; mejor aún, rentista.
3.- He notado con preocupación cómo algunas compañeras y compañeros han
hablado de desesperanza. Con preocupación porque una situación de guerra
económica bien podría despertar, en alguna generación, sentimientos de
desesperanza. No olvidemos que de ahí venimos, de la desesperanza aprendida, y
que por tanto la generación de desesperanza puede ser el objetivo que los
laboratorios rendonianos o sharpianos tienen delineado en sus mentes perversas.
En este punto, conviene tomar con pinzas la crítica, con la que siempre hay que
tener cuidado, de manera que no socavemos la Fe de la gente que nos ve, nos oye
y nos lee.
Finalmente, la intención es generar un debate fraterno y centrarnos en el
tema de los contenidos, en la medida en que estos ―su popularidad o atractivo―
están relacionados con el tipo de sociedad que tenemos y los condicionamientos
históricos a los que esta ha estado sometida.
@maurogonzag
Publicación Barómetro
Los contenidos de los análisis publicados por
Barómetro Internacional, son responsabilidad de los autores.
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