Desde Venezuela
29/Octubre/2012
Colombia y las conversaciones de paz
¿Una luz en el fondo del túnel?
Miguel Guaglianone
El 4 de septiembre se produjeron dos
anuncios que pueden significar un importante cambio en toda la geopolítica de
nuestra región sudamericana. El presidente Juan Manuel Santos realizó una declaración
oficial rodeado de sus ministros, confirmando que las primeras conversaciones
sobre negociaciones de paz entre su gobierno y las FARC han dado como resultado
unos acuerdos iniciales que permitirán pasar a una nueva fase de este proceso.
Menos de media hora después (lo que prueba que esta secuencia fue parte del
acuerdo inicial), desde la
Habana (dónde se realizaron las conversaciones), la
delegación de las FARC anunció una conferencia de prensa para dos días después,
y pasó un video con la declaración del Comandante Timochenko, cabeza directora
de los insurgentes, confirmando lo acontecido.
Ambas partes hicieron un discurso ubicado claramente
desde sus respectivas posiciones. El presidente Santos fue muy diáfano al
expresar que lo logrado aquí no implica debilidad de parte de su gobierno, ni
reducir las operaciones militares, ni ceder ningún territorio. Por su parte las
FARC dejaron claro que mantendrán sus posiciones de lucha por la justicia
social, por cambios importantes en la sociedad colombiana y defenderán la
inclusión de toda esa sociedad en las discusiones posteriores sobre un acuerdo
de paz.
Sin embargo, lo que permite mantener un cierto grado de
optimismo sobre el futuro es que ambos interlocutores dejaron claros algunos
puntos comunes e implícitamente algunos reconocimientos sobre la contraparte,
que le dan una nueva cara al conflicto. En el caso del gobierno, implícitamente
estaba reconociendo la condición de combatientes beligerantes de la FARC , muy lejos de la
calificación de terroristas que el gobierno anterior de Álvaro Uribe intentó
internacionalizar para incorporarlos al “eje del mal” que definiera el gobierno
de George W. Bush. En el caso de Timochenko existió un reconocimiento también
de forma más o menos explícita de la disposición del gobierno a intentar un
acuerdo.
También coincidieron (aunque por distintas razones) en la
descalificación de los intentos anteriores de conversaciones de paz realizados
desde 1998 en la zona del Caguán y en aclarar que este proceso actual no tiene
nada que ver con aquél. Asimismo, tanto Santos como Timochenko agradecieron
(con distintos matices de énfasis) la intervención de los gobiernos de Cuba y
Noruega, quienes promovieron las conversaciones y prestaron sus territorios
para su realización. En ambos casos con igual intensidad agradecieron al
gobierno bolivariano de Venezuela su constante interés y sus acciones en la
búsqueda de una alternativa de paz en los últimos diez años.
Este proceso que queda abierto no será fácil. Tendrá en
su contra desde lo interno de Colombia a la ultraderecha, a los paramilitares,
a parte del narcotráfico y al ex presidente Álvaro Uribe que ha sido una de las
primeras voces descalificantes de estos anuncios. En lo internacional, a la
derecha guerrerista del Pentágono y al ala más conservadora del espectro
político estadounidense, que tampoco están interesadas en la paz. El conflicto
mantiene abiertas las mayores posibilidades de ingerencia norteamericana en Colombia,
que es una cabeza de puente para una Sudamérica que se les está escapando de
las manos. Aún así, y Santos fue muy claro en explicarlo en su intervención,
los nuevos tiempos ameritan correr los riesgos de intentar la paz.
Santos y la
integración
Con estos sucesos se confirma definitivamente la gran
capacidad política y negociadora de Juan Manuel Santos. Ya venía dando muestras
claras de ella al lograr restablecer las buenas relaciones (y sobre todo las
comerciales) con la vecina Venezuela, que tan destruidas había dejado el
gobierno de Álvaro Uribe. Igualmente se suman sus éxitos reconstituyendo las
relaciones con Ecuador, luego de la incursión armada a territorio ecuatoriano
por parte del mismo gobierno anterior que había llevado a la ruptura total. Con
respecto a las FARC, es interesante ver como sus declaraciones internacionales
fueron pasando paulatinamente desde la total negación inicial a reconocer la
posibilidad de un diálogo, a la progresiva aceptación de que existiera la
posibilidad de emprenderlo. Finalmente estas negociaciones actuales, de tan
bajo perfil y sin embargo aparentemente exitosas culminan por demostrar lo
antedicho.
Como ya alguna vez lo hemos considerado, no creemos que
estos hechos signifiquen realmente que Juan Manuel Santos esté cambiando sus
posturas ideológicas hacia el progresismo. Sigue siendo un hombre definidamente
de derechas, representante de lo más granado de la oligarquía colombiana. Lo
que está demostrando es una gran capacidad para lo pragmático, y una clara visión
del panorama geopolítico y económico global. De la misma forma que en menor
grado el gobierno chileno (cuyo presidente no tiene la agudeza política de
Santos), creo que ha percibido claramente que la creciente e indetenible crisis
económica de los países centrales con una cada vez mayor restricción del
consumo, deja a las exportaciones desde el Sur con unos mercados
progresivamente para sus productos. Es entonces la hora de orientar la mirada
hacia el Sur. De allí pensamos que viene esa nueva vocación integracionista de
los gobiernos de derecha en Sudamérica.
Un ejemplo claro de esta tendencia es la unanimidad con
la que la UNASUR
decide sobre cuestiones como el apoyo a Assange y al gobierno de Ecuador, o la
condena al golpe palaciego en Paraguay. Otro síntoma de esta voluntad
integracionista puede verse entre otros casos, en que Colombia acaba de
suscribirse al Acuerdo Sobre Residencia para Nacionales de los Estados Partes
del MERCOSUR.
Y es claro que un acuerdo en Colombia terminaría con el
único (y más antiguo) conflicto armado que subsiste en la región, dejando a
nuestro continente como una zona de paz, que sería fundamental para la
consolidación del proceso de integración que viene dándose a pasos agigantados.
Las
posibilidades de la paz
No sólo el proceso de paz tiene poderosos enemigos
internos y externos, sino que en el caso colombiano tiene muy malos
antecedentes históricos. Además de los fracasos anteriores de negociaciones en
el actual conflicto, están todos aquellos antecedentes de beligerantes alzados,
que fueran sistemáticamente asesinados al abandonar las armas y pasar a la
lucha civil, un asunto éste que no será fácil de resolver en caso de una futura
paz.
Por ello no dudamos que será un proceso duro, tenso,
difícil, plagado de piedras y huecos en el camino, que exigirá de parte de
quienes lo lleven adelante mucha paciencia, mucha dedicación, mucho empeño y
mucho coraje. Medio siglo de guerra no desaparece en un instante. Será
necesario ir construyendo paso a paso una relación donde las confianzas vayan
ganándose día a día por ambas partes y evitando los ataques y zancadillas de
quienes quieren hacerlo abortar.
Pero los hechos están allí. Cuando menos se esperaba se
hace público que estas conversaciones han llegado a acuerdos. Santos ha dicho
que será necesario mantener en adelante el mismo nivel de discreción que hasta
ahora. Todo parece indicar que de ambas partes existe el interés en buscar la
paz. Esta es condición necesaria pero no suficiente. En adelante habrá que ir
colocando paulatinamente los ladrillos para construir el edificio.
Toda América Latina estará pendiente de este proceso. La
paz en Colombia no solo será justicia para el pueblo de una nación hermana,
sino que es una circunstancia necesaria para seguir adelante con los vientos de
integración que soplan en nuestras naciones. Con la posibilidad de concreción de los sueños de nuestros
libertadores y de los anhelos de los buenos americanos durante los últimos
doscientos años.
Hermanos colombianos, cuenten con que sus esfuerzos por
lograr la concordia interna, tienen hoy con el apoyo y el anhelo de todos los
compatriotas de la Patria Grande.
Publicación
Barómetro 06-09-12
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