Desde México
27/Mayo/2013
¿DEMOCRACIA DE QUÉ?
Olmedo Beluche
Bajo
el lema "Participación ciudadana: institucionalidad y democracia",
del 9 al 11 de abril del presente año, la Asociación Panameña de Ejecutivos de
Empresa (APEDE) realiza su Conferencia Anual (CADE-2013). Entre los invitados
internacionales que deben ilustrar sobre "democracia" se encuentran
el ex presidente dominicano, Leonel Fernández, y el ex funcionario del Banco
Interamericano de Desarrollo (BID), Edmundo Jarquín.
¿De
qué clase de "democracia" puede hablar Leonel Fernández? ¿Acaso la
República Dominicana se ha convertido en un modelo a imitar por Panamá en
materia democrática y de justicia social? ¿Qué lecciones democráticas puede
brindar un ex funcionario del banco responsable de imponer medidas neoliberales
a los latinoamericanos?
Preguntamos al conocido dirigente revolucionario dominicano, Narciso
Isa Conde, por el balance que las organizaciones populares de ese país tienen
del gobierno de Leonel Fernández. Eso es lo que nos dice:
"Leonel, desde el degradado Partido de la Liberación
Dominicana-PLD, como gobernante ha sido el gran privatizador de las empresas,
las empresas del Estado, los servicios públicos y de los recursos naturales del
país. El político más funcional a la globalización neoliberal, al Fondo
Monetario Internacional, al Banco Mundial y a las “áreas de libre comercio” o
TLCs. también a la partidocracia corrompida, superando en todas esas vertientes
a los dirigentes del viejo PRSC de Balaguer y del PRD de la socialdemocracia,
todos neoliberalizados y corrompidos
Leonel Fernández ha sido el gran traidor al ideario de su maestro Juan
Bosh y el gran reivindicador de Joaquín Balaguer, uno de los políticos más
perversos del Siglo XX a escala continental. Sus tres gobiernos (1996-2000, 2004-2008
y 2008-2012) han roto todos los récords de clientelismos, corrupción, soborno
político, tráfico de influencia y neoliberalismo. Y si no se le quiere nombrar
como campeón del clientelismo, de la degradación moral de la partidocracia y de
las instituciones estatales, se le puede poner como tan peor como los peores.
Ha sido la antítesis de Juan Bosch.
Depredador de ríos, montañas y costas. Contaminador del ambiente.
Machista patriarcal de pura cepa. Neoliberal con máscara “light” y discursos
propios de un farsante.
Gestor de un capitalismo dependiente y
empobrecedor, de un modelo basado en la financiarización del capitalismo (que
hoy oportunistamente critica), en el tráfico de bienes raíces vía concesiones
mineras, turísticas y urbanísticas, en los megaproyectos como fuente de
corrupción-acumulación, en las infames empresas de Zonas Francas, en el turismo
de casinos y de mala calaña, en las empresas de comunicaciones y en los
cárteles de la construcción y de las drogas, y en el dinero del lavado...", y
un largo etcétera.
¿Suena a música conocida en Panamá?
Clientelismo político, privatización, neoliberalismo, endeudamiento estatal,
transfuguismo, concesiones mineras, contaminador, etc. Todo lo cual caracteriza
a la corrupta "democracia" panameña y a los sucesivos gobiernos de
estos 20 años post-invasión. Ya entendemos por qué se entienden bien con Leonel
Fernández, tanto Martín Torrijos como Ricardo Martinelli, y gustan pasar sus
días libres en Punta Cana.
Algún incauto pretenderá encontrar alguna virtud
en la APEDE al invitar al ex ministro sandinista, Edmundo Jarquín. Subrayemos
lo de "ex". Porque en realidad el señor Jarquín se ha desenvuelto por
casi una década como funcionario del BID, ese organismo que, en representación
de los intereses imperiales de Estados Unidos, nos impone el neoliberalismo y
los tratados de libre comercio a los latinoamericanos.
El pensamiento político del Sr. Jarquín queda
retratado en la entrevista concedida al diario La Prensa (8/4/13), cuando dice:
"Contra el panorama existente antes de 1978, la situación de la
democracia en la región se observa muy favorablemente, aunque en algunos países
se aprecian fenómenos caracterizados como de "populismo autoritario",
que significa una interrupción del proceso de consolidación democrático".
Para quien "no hay contradicción entre democracia participativa y
democracia representativa". Y para el cual, la democracia, se reduce a
un mero formalismo legal: "Esencialmente, tener desde el punto de vista
normativo (leyes, decretos, reglamentos) un estado de derecho democrático"...,
división de poderes y alternancia.
En resumen, tato para Fernández, como para
Jarquín, como para sus anfitriones panameños de la APEDE, la democracia se
reduce a un mero formalismo legal, que en realidad se reduce a sufragios
regulares y alternancia política para dar la apariencia de que nadie detenta
autoritariamente el poder. Para ellos, todo lo que tienda a la real
participación popular, tanto en la toma de decisiones, como en el reparto de la
riqueza social, es "populismo autoritario".
Para estos representantes del capital, Hugo
Chávez era un "dictador", no importa cuántas elecciones democráticas
ganó. Su pecado era repartir la renta petrolera entre el pueblo con una serie
de programas sociales (las misiones). Renta que antes se robaba la oligarquía
venezolana. El repartir la riqueza lo convierte a los ojos de la APEDE y sus
"invitados" en "populista autoritario". Otro tanto dicen de
Evo Morales o de Rafael Correa, éste último culpable de desenmascarar los
intereses privados detrás de los grandes medios de comunicación.
Para estos sectores empresariales constituyen
modelos democráticos regímenes políticos como los de Dominicana, Panamá,
Colombia; al margen de las tremendas desigualdades sociales que conllevan; al
margen de la miseria que se imponen a los pueblos; al margen de la represión
que reciben las masas cada vez que exigen sus derechos; al margen del asesinato
sistemático de dirigentes sindicales y populares; al margen del saqueo de
nuestras economías por monopolios extranjeros; al margen de la destrucción del
ambiente.
Eso explica por qué la APEDE, y los sectores
empresariales que representan, no pasan de críticas cosméticas a los desmanes
del gobierno empresarial de Ricardo Martinelli. Un vínculo profundo de clase
les impide señalar la realidad: aquí no hay ninguna democracia. Aquí lo que hay
es un régimen oligárquico en que un puñado de grupos económicos controlan los
resortes del poder. Un régimen corrupto hasta el tuétano, en que el dinero es el
que manda, hasta en las supuestas "democráticas" campañas
electorales.
La verdadera democracia, es decir, "el
gobierno del pueblo", sólo nacerá de los sectores populares, gremiales,
intelectuales que asuman una crítica radical de los regímenes políticos
existentes en nuestro continente y que, seguidamente, se movilicen para barrer
hasta sus cimientos la seudo "democracia" corrupta e injusta que nos
oprime.
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