Desde Venezuela
27/Mayo/2013
La Maldición de los Héroes
Miguel
Guaglianone
Algunos
historiadores han teorizado respecto al proceso general de la Historia y han
aventurado la hipótesis que en algunos aspectos, este proceso parece ser
cíclico. Esto no quiere decir que “la historia se repite” como algunas veces
opina el imaginario popular, sino que algunos procesos históricos parecen
atravesar períodos de características similares en tiempos diferentes. Es como
si en alguna medida a veces la Historia recorriera una especie de espiral
tridimensional, dónde cada vuelta es similar a la anterior pero a mayor altura
y con mayor extensión, con lo cual se le asemeja pero no la repite.
Si aplicamos este
modelo a nuestra América Latina, el proceso de integración, soberanía y
liberación que nuestros pueblos vienen llevando a cabo en este principio del
Siglo XXI, pareciera ser un nuevo ciclo similar al que vivieron a principios
del Siglo XIX, cuando la gesta emancipadora liberó a casi todo el continente de
las manos del Imperio Español, en un proceso que en ese entonces fuera
orientado por el objetivo integrador de formar una Patria Grande, que
lamentablemente no llegó a verse concretado.
De este o estos
procesos (se ha llamado al que estamos atravesando Segunda Independencia,
aunque otros opinan que estamos solamente completando la primera), han sido
pilares fundamentales los hombres y mujeres que encabezaron y encabezan los
profundos (y telúricos) movimientos sociales, que desde abajo hacia arriba han
conmovido y conmueven a nuestro continente mestizo. Nos referimos a aquellos y
aquellas que la historia ha ido bautizando como los héroes y heroínas de
nuestra tierra.
Hace un tiempo
escribíamos sobre ellos y destacábamos
que, a diferencia de los héroes de otras culturas y otros tiempos, todos los
nuestros han sido “gente común”, sin superpoderes ni otras condiciones
especiales más que el valor, la tenacidad y el sentido de la entrega.
Y la otra
característica importante que allí mostrábamos, es su condición de héroes
trágicos. Los líderes indígenas como Guaicaipuro, Cuapolican, Tupac Amarú, Tupac
Katari, etc, o los caudillos negros alzados desde la esclavitud como Makandal,
Sebastían Lemba, Zumbí de Palmares, Andresote, José Leonardo, etc., fueron
perseguidos, derrotados, torturados, traicionados, quemados o degollados por el
poder imperial. Los líderes criollos -mestizos ya de las tres culturas- fueron
como Miranda, entregado para morir en manos de sus enemigos, o como Bolívar,
San Martín y Artigas yendo a acabar sus días en el exilio luego de haber sido
traicionados y olvidados, o finalmente aquellos que continuaron llevando
adelante la lucha por la liberación de nuestros pueblos, fueron cobardemente asesinados, como Zapata,
Sandino o el Che, etc. Todos parecen haber sido personajes de una tragedia
griega, sin final feliz, terminando sus días lejos de sus pueblos y del
protagonismo que en algún momento sustentaron.
A esta condición
trágica que parece ser una característica intrínseca en nuestros héroes, se
refirió Nicolás Maduro en el funeral del presidente Hugo Chávez, y la calificó
como una maldición, que hasta la fecha venía aplicándose sobre todos estos
hombres y mujeres ilustres. Y dijo también como cosa importante, que Hugo
Chávez había sido capaz de superar esta maldición. Que abandonaba este mundo
siendo el líder reconocido de su pueblo, contando con el respeto, la
admiración, la estima (y el amor) no solo de ese pueblo, sino además de
millones de hombres y mujeres de otras latitudes.
De la misma manera
que, conducido por el mismo Hugo Chávez, el proceso bolivariano supo ser el
pionero, el abanderado de los procesos de cambio que hoy recorren de Sur a
Norte y de Este a Oeste nuestro continente, pareciera entonces que esta “tierra
de gracia” también es capaz otra vez de encabezar la construcción de ese final
para la condición trágica de nuestros héroes. Estaríamos así recorriendo una
nueva vuelta de la espiral, similar pero no igual a la anterior, una vuelta en
la que nuestros héroes dejan de ser protagonistas trágicos para convertirse
esencialmente en protagonistas épicos.
Nadie tiene la bola
de cristal que permita determinar el futuro de nuestros pueblos, ni siquiera el
más inmediato (los procesos sociales son sistemas complejos y caóticos, y por
tanto imprevisibles), sin embargo cuando observamos a nuestro alrededor, parece
como bastante probable que, igual que el presidente Chávez, ninguno de los nuevos héroes que están
surgiendo en nuestra región y que la historia bautizará como tales, deberá
recorrer el camino de la traición y el olvido que marcó a sangre y fuego el destino
de nuestros ancestros.
Pongamos todo lo
posible de nuestra parte para ayudar a terminar de enterrar la maldición y
hacer que los hombres y mujeres que dedican su vida al futuro de sus pueblos
tengan el reconocimiento, la compañía y el afecto que merecen al fin de sus
vidas. Es para todos nosotros un deber más, en la compleja construcción de la
Patria Grande en que estamos empeñados.
miguelguaglianone@gmail.com
Publicación Barómetro 21-03-13
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