27/Julio/2013
La fascinación del fascismo
Carlos
Castro Gómez
“Por
sus frutos los conoceréis” -Mateo 7:20-
El estilo de
gobierno que se ha instaurado en Panamá en los últimos dos años, para muchos,
parecería ser la réplica de otras experiencias políticas previas que parecieran
portar el mismo ADN. Mismas que se desarrollaron en la llamada Europa Fascista
hacia mediados del siglo pasado o en el Cono Sur durante las décadas del
sesenta y setenta del mismo siglo. Sin embargo la definición, homologación y
decodificación de estos fenómenos no es una tarea fácil.
Posiblemente
las definiciones clásicas no sean suficientes. Quizás para una mejor
identificación, más que entender las raíces conceptuales, sería menester
comprender las identidades y sentidos de pertenencia que se han desarrollado
alrededor de estas conceptualizaciones. Es muy probable que, en esta época de
manipulación mediática, las interpretaciones e identificaciones sean más
importantes que la descripción puntual de los hechos.
Se ha
mencionado que los nuevos movimientos populistas del “péndulo de la derecha” en
América Latina -- entre los cuales se incluye a Panamá --, en contraposición al
llamado “socialismo del siglo XXI” son, genéricamente, movimientos afines al
Neo-fascismo. Dado que, como diría Saussure, no es cierto que “las palabras y
sus significados se las lleva el viento”, sino que las mismas son, de hecho,
inductores que impulsan la acción práctica;
deberíamos atenernos a las posibles consecuencias de estos etiquetamientos,
partiendo de lo que las palabras fascismo o neo fascismo pudieran significar.
Significado de
la palabra fascismo
Aparentemente
la experiencia histórica incubada durante la primera mitad del siglo XX y que
se configura como nazi-fascismo y franquismo, se ha constituido en una especie
de arquetipo para definir todas las formas posteriores de totalitarismo,
particularmente los de derecha, que se dan a partir de esa experiencia. El
término fascismo se transforma así, en una especie de fundamento quintaesencial
para definir a todos los movimientos totalitarios y autocráticos. Siguiendo a Umberto Eco (2008), el término es
una suerte de sinécdoque, de pars pro toto, que permite extender o alterar en
cierta manera el significado original de la palabra al designarla solo por
algunas de sus partes y extenderla a otras realidades.
Ocurre sin
embargo, que salvo en la experiencia histórica del nazi-fascismo-franquismo,
ninguno de los movimientos totalitarios y autocráticos de derecha que le han
sucedido, incluso los más reaccionarios, se autodefinen, en este momento, como
fascistas (a diferencia de otras opciones políticas como la izquierda y el
neoliberalismo, que sí se autodefinen abiertamente desde sus posiciones
ideológicas). La razón no hay que buscarla exclusivamente en el estigma. La explicación es mucho más sencilla.
El ideario
Fascista
Resulta que lo
que pudiéramos denominar el “ideario fascista”, de hecho, es un conjunto
nebuloso de ideas recubiertas por una confusa capa de contradicciones e incoherencias
organizadas, no en torno a una ideología o a un sistema de ideas políticas y
filosóficas coherentes, sino alrededor de un discurso persuasivo o arte del
bene dicendi no solo oral y escrito, sino cada vez mas permeado por la retórica
de la imagen y del sonido (RolandBarthes, 1964). Para Eco el fascismo italiano
no “tenía una filosofía propia: tenía tan solo una retórica”. Según Stanley
Paine (1997) su contenido esencial podría resumirse como el de un conjunto de
“ideas vagas y confusas”.
En fin, es muy
difícil identificar un corpus teórico o conjunto sistemático de ideas que
podamos denominar fascismo. En el mejor de los casos los rasgos sobresalientes
de este fenómeno político solo pueden hacerse visibles, dentro de su confusión
e incoherencia, a través de sus negaciones, resentimientos u odios:
anticomunismo, antiliberalismo, antisemitismo; sin ninguna apelación a valores
positivos o proactivos sobre la justicia, la libertad o la democracia. El
fascista se reconoce en sus actos no en lo que piensa.
La Retorica
Fascista
El poder persuasivo de la agresiva retorica
fascista descansa precisamente en ese carácter confuso y nebuloso. La
coherencia del discurso fascista deriva de sus negaciones en el marco de un
discurso que explota, provechosamente, los odios, miedos y frustraciones
colectivas. De hecho, el fascismo ha sido una excelente maquinaria para
organizar los miedos y resentimientos, “locura colectiva” (Payne, 1997), como
se demostró en el uso mediático que hizo Hitler de las frustraciones derivadas
del humillante Tratado de Versalles. Esta fue precisamente una de las claves
del éxito momentáneo del fascismo en la Alemania Nazi.
En este
sentido, su poder de penetración, sobre todo a través de la retorica verbal, de
la imagen y del sonido, es mayor que el de las elitistas manifestaciones
ideológicas de los movimientos políticos orgánicos (izquierdistas y/o
neoliberales). En plena época de redes
sociales, y de revolución informática, su poder es realmente explosivo y sus
efectos potencialmente destructivos.
Algunas Rasgos
Actuales
Esta
penetración se vehiculiza a través de la apelación a lo irracional y
emocional-afectivo, el culto a la acción por la acción en oposición a la razón,
xenofobia, obsesión ritualista por el orden y la disciplina, rechazo a los sistemas democráticos/parlamentarios,
negación de los partidos políticos, culto al léxico pobre y a una sintaxis
elemental que limita el razonamiento critico, lenguaje confrontacional e
insultante, estado de guerra y confrontación permanente, intolerancia
religiosa, culto reverencial al pasado, fascinación con la idea de la
conspiración permanente, temor a la diferencia (antifeminismo, anti
intelectualismo),rechazo al espíritu crítico y al cuestionamiento, etcétera.
Sin embargo
los rasgos que acabamos de reseñar son apenas las manifestaciones exteriores
del fenómeno. Por sí mismas, ninguna de estas expresiones define ni el
surgimiento ni el desarrollo ulterior del fenómeno. La simple presencia de uno
o varios de estos atributos no es suficiente para certificar la existencia del
fenómeno fascista. De hecho, las manifestaciones señaladas registran solo la
memoria histórica del fascismo y de los totalitarismos de derecha hasta el
momento actual, pero las posibilidades de surgimiento de expresiones inéditas e
inconcebibles del fenómeno fascista, están infinitamente abiertas hacia el
futuro.
La tradición
positivista nos ha llevado a convertir estos rasgos externos en paradigmas
teóricos, con lo cual se hace difícil identificar el fascismo a tiempo, con
todas las consecuencias que esto implica. Definitivamente la referencia al
pasado fascista del siglo XX y sus particularidades, resulta insuficiente para
entender la emergencia de movimientos neofascistas y/o de las diversas
modalidades que asumen hoy los totalitarismos y populismos de derecha. Proceder
de esa manera sería, adicionalmente, asumir una postura reduccionista,
unilineal, unicausal y mecánica.
Para
identificar el Fascismo Actual
La metodología
correcta para identificar el fenómeno es reconocer la fuente de los odios y
miedos colectivos en un momento histórico determinado. Dado que toda sociedad
acumula odios y temores colectivos, esto no supone que el fascismo sea
inevitable. Ocurre simplemente, que el fascismo es una opción, pero una opción
perversa ya que asume la manipulación mediática como método fundamental de
gobierno.
En lo que a
nuestra realidad política concierne, convendría
preguntarse simplemente ¿Estamos en condiciones de identificar, a
tiempo, esos odios y frustraciones o
esperamos a ver si es verdad que llegará el lobo?
Desde Panamá,
especial para Movimiento de Bases Torrijistas
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