Desde Colombia
01-febrero-2014
Reflexiones sobre una crisis
provocada
Arturo Cancino C.
Pocos colombianos dudan hoy que la decisión del Procurador sea otra cosa
que un golpe político lanzado contra el alcalde Gustavo Petro y sus 732 mil
electores bogotanos.
El atropello inocultable y la justificación tan endeble para semejante
sanción lo que ha dejado al descubierto es una cruzada, encabezada por Ordóñez,
para decapitar a todo movimiento que pueda obstruir el retorno triunfal de la
derecha uribista al gobierno. Y, en lo inmediato, socavar el proceso de paz.
Con argucias igual de peregrinas, Ordóñez destituyó antes e inhabilitó al
alcalde de Medellín, Alonso Salazar, y al secretario de gobierno de Bogotá,
Guillermo Asprilla, entre otros. Previamente se había ensañado con la senadora
Piedad Córdoba. Cumple la tarea para la cual fue designado por un congreso de
mayoría uribista, en representación de su partido, el conservador, verdadera
casa ideológica de Uribe. No le alcanzó el periodo; por eso, al igual que su
jefe, él mismo se encargó de asegurar su reelección, usando sin escrúpulos el
enorme poder clientelista de la Procuraduría. Lo atornillaron al cargo por otro
periodo los políticos y magistrados que le deben favores burocráticos.
Es también bastante reconocida la mentalidad maniquea y la parcialidad del
Procurador, así como su intransigencia religiosa, para muchos una vergüenza
nacional. Pero más allá de estas explicaciones, el debate que se ha venido
dando simultáneamente sobre la gestión del Alcalde revela cosas muy
interesantes sobre la lógica de muchos de sus críticos.
Dicen estos que la ejecución de obras públicas es pobre, y parece que se
quisiera evaluar a este gobierno distrital con el programa del ex alcalde
Peñalosa. Se arguye que los constructores están descontentos con las nuevas
normas, pero nadie recuerda que gracias a la laxitud liberal de las anteriores,
Bogotá ha degradado su medio ambiente, acabado ecosistemas y extendido
innecesariamente su huella de cemento por la sabana. Que la movilidad no mejora
como debiera, pero no hay juicio de responsabilidades a quienes pospusieron
indefinidamente la construcción del metro. También sufren de amnesia frente a
la crisis de las obras de Transmilenio, originada en el saqueo de los recursos
públicos que los organismos de control toleraron al alcalde Samuel Moreno y sus
amigos concejales, con quienes el Procurador ha sido extrañamente blando.
La lucha contra la corrupción y los carteles de la contratación pública,
compromiso que Petro asumió luego de destapar el "carrusel de la
contratación”, no cuenta para nada en sus sesgados balances. El haber puesto
fin a los abusos con las tarifas de los empresarios dueños del oligopolio
privado de las basuras, también se desestima como defensa del interés público y
en su lugar se magnifican los tropiezos en la transición al nuevo esquema, que
fueron propiciados por esos mismos empresarios. Y, a pesar de la evidencia
contundente, la mayoría de los comentaristas callan sobre el complot para
desestabilizar el gobierno distrital, ejecutado por esos consorcios y
ambientado por no pocos políticos y periodistas a su servicio.
Por otro lado, ¿será que alguno de sus severos jueces se ha tomado la
molestia de leer el programa de "Bogotá Humana” con el que Petro fue elegido?
Allí no se promete una Bogotá sin trancones ni huecos en las calles, tarea que
ninguno de sus antecesores realizó. Se habla en cambio de una ciudad más
incluyente, y efectivamente la desigualdad social ha disminuido al tiempo que
se prioriza el mejoramiento de uno de los principales instrumentos de equidad
social: la educación pública. La seguridad es una de sus metas, y la tasa de
homicidios es la más baja en muchos años gracias, entre otras cosas, al
programa de desarme liderado por el Alcalde. El cuidado del medio ambiente
otra, y la ciudad ha avanzado también en este campo, como se reconoce
internacionalmente. Igualmente están la formalización del empleo, la atención a
los indigentes víctimas de la drogadicción y otras más en las que hay resultados
que correspondería justipreciar.
Entonces, a la luz de qué se evalúa la gestión del alcalde, ¿del modelo de
ciudad de quienes perdieron las elecciones? Pareciera que en el cerebro de
algunos no cabe la idea de que los recursos de la ciudad puedan estar al
servicio de otros fines distintos al enriquecimiento de unos pocos; y, por eso,
todo lo que se salga de ese libreto hay que descalificarlo como
"populista”, ineficiente y señal de mal gobierno. Priorizar el interés
público y el beneficio social debe parecerles algo así como una aberración
estatista, que es obligatorio rectificar, o, de lo contrario, procede
disciplinar al gobernante que incurra en tamaño desafuero.
En mi opinión, de aquí proviene el discreto encanto que ejerce sobre
algunos sectores el golpe de estado del Procurador contra la alcaldía de Petro.
La ideología del pensamiento único es la fuente de las posiciones ambiguas de
quienes, posando de demócratas, prefieren extasiarse en las honduras jurídicas
sobre las atribuciones del Procurador antes que encarar el atropello
antidemocrático que su decisión significa.
ADITAL- http://site.adital.com.br
Publicación Barómetro
20-01-14
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