Desde Panamá
11/Enero/2015
¿POR
QUÉ ESTADOS UNIDOS INVADIÓ A PANAMA EN 1989?
Por Olmedo Beluche
La invasión norteamericana a
Panamá, la madrugada del 20 de diciembre de 1989, fue la culminación y
desenlace de un proceso de crisis política, económica y social que se originó
varios años antes. La década de 1980
estuvo marcada, en Panamá, por las crecientes luchas obreras y populares que se
enfrentaron a los distintos gobiernos del régimen militar, a sus planes económicos,
a su origen antidemocrático y a sus medidas represivas.
Las movilizaciones populares arreciaron y terminaron por liquidar la base
social de sustentación del régimen militar, que en 1984, mediante un pacto
entre la embajada de Estados Unidos y la cúpula militar, impuso en la
Presidencia de la República al ex vicepresidente del Banco Mundial, Nicolás
Ardito Barletta. La intención de imponer
el gobierno de Ardito Barletta era la de llevar a cabo un plan de
“democratización” controlado para aplicar las medidas económicas
fondomonetaristas dictadas por los intereses financieros del imperialismo
norteamericano.
Sin embargo, los trabajadores y las masas populares panameñas destrozaron
con sus luchas este pacto (Reagan - Noriega).
Entre 1984 y 1987 se produjeron múltiples huelgas y movilizaciones
contra los planes fondomonetaristas de Ardito Barletta y su sucesor Eric A.
Delvalle.
En ese período los trabajadores del sector privado, dirigidos por el
Consejo Nacional de Trabajadores Organizados (CONATO), realizaron dos huelgas
generales, la última de diez días de duración.
Los trabajadores del sector público realizaron siete paros nacionales
dirigidos por la FENASEP. Los gremios
médicos y magisteriales llevaron a cabo al menos dos paros nacionales dirigidos
por la Coordinadora Civilista Nacional (COCINA), uno de los cuales infringió la
primera derrota al plan fondomonetarista al lograr la derogación de la Ley 46
en octubre de 1984. Esto sin contar con
las huelgas sectoriales o por empresas e instituciones por motivos específicos,
las protestas barriales y las movilizaciones directamente políticas como las
que se produjeron a raíz del asesinato de Hugo Spadafora.
Este fue el clima de luchas sociales reinante durante el régimen encabezado
por el general Manuel A. Noriega. A estas protestas populares se sumaron las
contradicciones por el poder a lo interno del sector civil militar del régimen
y las maquinaciones de la Alianza Democrática de Oposición. La combinación de
todos estos factores estuvo presente en el momento del estallido popular que
siguió a las declaraciones del coronel Roberto Díaz Herrera en junio de 1987.
Las movilizaciones populares de junio, julio y agosto de ese año marcan
el punto más bajo de credibilidad para el régimen político imperante.
Credibilidad que Noriega y su régimen no volverían a recobrar. El régimen había
hecho crisis y el imperialismo, la burguesía panameña y los militares divergían
sobre quién debía pagar los platos rotos. Era necesario un recambio para estabilizar
la situación y evitar que una verdadera e incontrolable revolución popular
barriera el régimen. La clase dominante panameña, así como cada vez más el
gobierno norteamericano, exigían la salida de Noriega para salvar la situación.
Noriega no estaba de acuerdo.
La Cruzada Civilista organizada por los sectores empresariales pro imperialistas
al calor de esas movilizaciones buscaba, y lo logró, constituirse en la
dirección política del descontento de las masas que era en gran medida
espontáneo, o dirigido por sindicatos y gremios que se quedaban en los reclamos
económicos sin plantearse la organización de una alternativa política de
carácter popular en oposición al régimen militar.
La Cruzada Civilista y después la ADO - Civilista, se constituyeron en
las fichas de recambio que el imperialismo quería para el desgastado régimen de
Noriega. La Cruzada se propuso erigirse
en dirección política de las masas para luego impregnarlas de sus métodos de
“lucha” inocuos (rezos, pañuelos, caravanas y paros empresariales), y
finalmente llevarlas a la desmovilización bajo la convicción de que de afuera
vendría la “solución” a los problemas del pueblo panameño. Que los principales dirigentes sindicales y
populares del país aparecieran respaldando al impopular régimen de Noriega, así
como el hecho de que no surgiera una
oposición masiva al régimen desde la izquierda, ayudó a los propósitos
de la Cruzada Civilista y al imperialismo norteamericano.
El régimen de Noriega respondió a las presiones políticas del imperialismo,
a sus sanciones económicas y a sus amenazas militares arreciando la represión a
las libertades democráticas internas, haciendo recaer sobre los trabajadores el
peso de la crisis económica y no tocando ni un centavo a las transnacionales
yanquis y a sus socios panameños que aupaban la intervención norteamericana.
Todo esto llevó a que, por primera vez desde 1903, un sector importante de las
capas medias y altas apoyaron abiertamente la intervención militar norteamericana.
De esta manera se resquebrajó la tradición de décadas de rechazo rotundo de la
mayoría de los panameños a la presencia norteamericana en nuestro país.
Este preámbulo histórico, cuyos elementos centrales deben ser materia de
un análisis más detenido en futuras investigaciones, ha sido necesario para que
se comprenda el clima político reinante en diciembre de 1989 que posibilita la
sangrienta invasión norteamericana y se entienda por qué algunos sectores del
país, lejos de combatir al ejército invasor, lo reciben con los brazos
abiertos.
Este preámbulo también sirve para comprender el comportamiento
inconsecuente de la cúpula militar norieguista. La dirección de las FDP no
alertó a la población. Por el contrario, escondió desde días antes armas de
alto calibre, únicas capaces de enfrentar exitosamente a la aviación y a los
tanques enemigos (como los llamados “RPG”). Se negó a entregar armas a muchos
miembros de los Batallones de la Dignidad y civiles que se acercaron a los
cuarteles. Finalmente, salvo honrosas excepciones, acabó entregándose sin disparar un solo tiro.
Pero esta dramática situación política y militar, que presagiaba la victoria
de la invasión norteamericana, engrandece la figura de aquellos cientos y miles de hombres y mujeres panameños que
esa madrugada y los días subsiguientes empuñaron un arma para defender la
patria agredida. Estas circunstancias
otorgan el carácter de héroes nacionales a aquellos soldados y suboficiales de
las Fuerzas de Defensa, a aquellos combatientes de los Batallones de la
Dignidad y a aquellos civiles que murieron defendiendo nuestro inalienable
derecho a ser un país soberano e independiente.
El año de 1989 estuvo completamente marcado por la agudización de la
crisis política interna y por el aumento descarado de las maniobras militares
norteamericanas en áreas no designadas para ese efecto por los tratados
Torrijos-Carter.
Estos acontecimientos se sucedieron de manera vertiginosa: La anulación
de las elecciones del 7 de mayo; el envío de dos mil nuevos soldados
norteamericanos a las bases acantonadas en Panamá; el fallido intento de mediación
de la OEA; la instalación del gobierno provisional del presidente Francisco
Rodríguez; el no re-conocimiento diplomático de Estados Unidos; el intento
golpista del 3 de octubre, con su saldo de muertos; el Senado otorgó plenos poderes a George Bush
para actuar en Panamá; nuevas sanciones contra el gobierno y empresas privadas
panameñas anunciadas el 19 de octubre por Washington; la aprobación de las
llamadas “leyes de guerra”; el aumento de las maniobras militares norteamericanas
en áreas civiles panameñas y los primeros enfrentamientos “verbales” de los
Batallones de la Dignidad con los marines; el anuncio de mayores sanciones a
partir de 1990 con el no reconocimiento del nuevo administrador del Canal propuesto
por Panamá y la prohibición de arribo de buques de bandera panameña a puertos
norteamericanos.
Los cinco días anteriores a la invasión los hechos se suceden con mayor
velocidad aún: El día 15 de diciembre la
Asamblea Nacional de Representantes de Corregimientos designan al general
Manuel A. Noriega como jefe de Gobierno para "conducir al país mientras
persista el estado de guerra que sufre la República de Panamá, como
consecuencia de la constante y despiadada agresión desarrollada por Estados
Unidos de Norteamérica”. Otra resolución
“declara a la República de Panamá en estado de guerra, mientras dure la agresión
desatada contra el pueblo panameño por el gobierno de Estados Unidos de
América...(Los acuerdos de la Asamblea de Representantes no tenían fuerza de
ley. Más bien reflejaban el sentir de un
sector cercano al gobierno de turno).
Al día siguiente, sábado 16, a las 9 de la noche, un vehículo conducido
por soldados norteamericanos vestidos de civil rompe las barreras de los
retenes ubicados frente al Cuartel Central de las Fuerzas de Defensa de Panamá
y abren fuego. Los soldados panameños apostados en el lugar, devuelven el fuego
hiriendo de muerte al teniente Robert Paz Fisher. El domingo 18, a las 11:30 a.m., un infante
de marina dispara contra el cabo César Tejada en el área de Curundú frente a
las oficinas del MIVI, hiriéndolo en el brazo izquierdo.
El día 19 transcurrió bajo una calma aparente. La población se dedicó a
sus actividades normales, comentando los incidentes ocurridos y sin saber lo que
les esperaba. Pese a que a algunos funcionarios, especialmente de las Fuerzas
de Defensa, como en Sanidad Militar, se les había recomendado acumular comida y
no hacer los gastos suntuarios acostumbrados para Navidad, lo cierto es que la
mayoría de los panameños dudaba que una invasión se fuera a producir. Al caer la noche los noticieros televisivos
estadounidenses, que se reciben por cable en Panamá, reportaban un inusual
movimiento de aviones hacia Panamá.
Las agencias de prensa empezaron a pedir confirmación a sus reporteros
en Panamá. Aproximadamente a las 9:00
p.m. el poblado de Veracruz empieza a notar el arribo constante y masivo de
aviones a la base de Howard. Ya a esa
hora se encontraban apostados a lo largo de la Avenida de los Mártires soldados
panameños, conocidos como los “Macho de Monte”.
Poco antes de la medianoche era atacada la estación de las Fuerzas de
Defensa de Balboa (frente al YMCA) y las patrullas de la policía canalera eran
neutralizadas, luego fueron atacadas las oficinas del DENI y de la Dirección de
Tránsito. A las 12:45 a.m. empezaba el bombardeo aéreo al Cuartel Central y en
el barrio de El Chorrillo.
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