Desde Guatemala
Fecha 30 Agosto
2015
La Pobreza Y La Desigualdad En Los Estados
Unidos
Carlos
E. Lippo
Estados Unidos
que hasta hace muy poco tiempo era la primera potencia económica y que aún
continúa siendo la primera potencia militar y tecnológica del planeta exhibe
los más elevados niveles de pobreza y desigualdad entre los llamados países
“desarrollados”. Sin embargo en este tema, al igual que con otros muchos temas
de tratamiento incómodo para el gobierno gringo, tales como el comportamiento
brutal de sus policías y el terrorismo racial, ya tratados en artículos
anteriores (1) (2), ocurre que el mismo país que es amante de las estadísticas,
que exige conocer con toda exactitud cuántos batazos ha conectado por cada
sector del campo de juego cada uno de sus peloteros profesionales o cuantos
lanzamientos buenos y cuantos malos ha hecho cada uno de los lanzadores, carece
de cifras estadísticas confiables actualizadas. Según cifras de la Oficina del
Censo de los Estados Unidos (3), avaladas por PovertyUsa que es una iniciativa
de la “Campaña Católica para el Desarrollo Humano”, promovida por los obispos
católicos de Estados Unidos, el porcentaje de pobreza creció hasta el 15,1%
(46,2 millones de personas) en el año 2.010, desde un 14,3% (43,6 millones) en
el 2.009. Dado que el mismo porcentaje fue de 13,2 % (39,8 millones) en el año
2.008 y de 12,2 % en el año 2.000, puede hablarse con toda propiedad de una
clarísima tendencia creciente de la pobreza a todo lo largo del siglo XXI. Es
oportuno y conveniente resaltar que el número de personas que vivían en la
pobreza en el 2.010 es el más elevado que se haya registrado en los 53 años que
se llevan publicando las cifras estimadas de pobreza. Como de acuerdo a
diferentes fuentes no oficiales el porcentaje de pobreza se ha mantenido más o
menos constante desde el año 2.010 es razonable asumir que para fines de 2.014 y
debido al aumento poblacional, la cantidad de pobres en los Estados Unidos se
aproximaba a los 50 millones. Llama
poderosamente la atención el hecho de que este incremento de la pobreza en los
Estados Unidos haya estado teniendo lugar en unos años durante los cuales la
totalidad de los países del mundo “no desarrollado” ha estado trabajando, la
mayoría de ellos con todo éxito, para alcanzar la meta del milenio establecida
por la ONU en materia de pobreza extrema o desnutrición.
En los Estados
Unidos la definición gubernamental de pobreza se basa en el ingreso total
obtenido por el grupo familiar; así, por ejemplo, para el año 2.014 y hasta
marzo de 2.015, ya que la cifra es actualizada cada año en ese mes, el nivel de
pobreza en 48 de los 50 estados de la Unión estaba asociado a un ingreso anual
inferior a US $ 23.850, para un grupo familiar de cuatro personas. Si se toma
en consideración que aún para el año 2.015 el salario mínimo mensual en los
Estados Unidos se mantenía en US $ 1.257 mensuales (4) (15.084 anuales), es
posible concluir que un solo salario mínimo es totalmente insuficiente para que
un grupo familiar de 4 personas pueda remontar el umbral de la pobreza. Más
aun, en la actualidad un grupo familiar conformado por 2 adultos y 2 niños, que
lograse disponer de un ingreso anual de US $ 23.850, que a manera de referencia
pudiéramos señalar que es una cantidad similar a la matrícula anual promedio de las universidades
estadales, alcanzaría apenas a cubrir: los gastos de alimentación, el alquiler
de un apartamento de un dormitorio, la factura de electricidad y los gastos de
transporte asociados a la movilización de los adultos desde el hogar hacia sus
centros de trabajo. No alcanzaría a cubrir otros gastos ineludibles como los
impuestos, gastos de salud, gastos de vestido y calzado, la telefonía y el
cuidado o el transporte de los niños y mucho menos los gastos derivados de la
educación, el entretenimiento o las vacaciones. Si se toma en consideración que
dos de las armas más eficaces en el combate a la pobreza como lo son un aumento
apropiado del salario mínimo y la implantación de programas sociales en materia
de acceso a los sistemas de salud y educación que lo complementen de manera
suficiente, son atribuciones del gobierno federal y/o de los gobiernos
estadales, no es aventurado asumir que existe un interés en mantener los
niveles de pobreza de manera de poder utilizarla como instrumento interno de
control social.
Lamentablemente
ocurre que los niveles de pobreza son más críticos aún en el caso de los niños,
tal como lo evidencian dos estudios publicados por UNICEF (Fondo de las
Naciones Unidas para atención a la Infancia) en el año 2.014, sobre la pobreza
y el bienestar infantil, al destacar que el país norteamericano se situaba en
los últimos puestos de los 35 países más desarrollados del mundo (5). Con
arreglo a los datos del primero de estos estudios, relativo a la “Pobreza
Infantil”, Estados Unidos con un 23,1 %, se sitúa en el lugar 34 de estos países, por detrás de
la mayoría de los países europeos, Canadá, Japón, Australia y Nueva Zelanda y
superando sólo a Rumanía que exhibía un 25,5 %. Debiendo ser señalado que
Estados Unidos y Rumanía son los dos únicos países de los 35 que se incluyen en
el informe que superan el 20 % de pobreza infantil. En el lado opuesto,
encabezando la lista se encuentran Islandia, con un 4,7 por ciento y Finlandia,
con un 5,3 por ciento. El segundo informe, relativo al “Bienestar Infantil en
los Países Ricos”, apunta que, a pesar de ser en esos días el país con mayor
producto interno bruto del mundo, Estados Unidos aparece al final de la lista
de este indicador, ya que tomando en cuenta parámetros como el bienestar
material, la educación, la salud y la seguridad, comportamientos y riesgos,
vivienda y medio ambiente, ocupa la posición 26 entre las 29 naciones
seleccionadas. Tan dramáticos resultados no deben sorprender a nadie si se toma
en consideración que Estados Unidos junto a Sudán del Sur, continúan siendo los
dos únicos países de este planeta que no han ratificado aún la Convención
Internacional sobre los Derechos del Niño, de la Organización de las Naciones
Unidas (ONU).
Tampoco debe
sorprender a nadie que existiendo en Estados Unidos tan alto grado de
discriminación racial, la pobreza no se distribuya por igual entre los
diferentes grupos étnicos que conforman la sociedad norteamericana, ya que con
arreglo a las últimas cifras de la Oficina del Censo, mientras 1 de cada 10
norteamericanos de raza blanca son pobres, 4 de cada 10 hispanoamericanos también lo son y un poco
más de 4 de cada 10 afroamericanos viven por debajo del nivel umbral de
pobreza. Pero tampoco desde el punto de vista geográfico la pobreza se
distribuye de manera uniforme, ya que se ubica en un máximo de 22,2 % en el
estado de Nuevo Méjico, que es seguido con cifras más o menos iguales por
Luisiana, Carolina del Sur, Arkansas y Georgia, todos estados del sur, con una
carga importante de discriminación racial, hasta llegar a Nueva Hampshire, en
el noreste que exhibe la cifra mínima de 7,6 % de pobreza. Finalmente, a pesar de que la pobreza se percibe a menudo
como un problema de los entornos urbanos y de las grandes ciudades, la tasa de
pobreza en las áreas metropolitanas (14,6%) es en realidad inferior a la tasa
de pobreza en las zonas no metropolitanas (17.0%). Como podemos ver la edad, el
color de la piel y el lugar de residencia, son factores clave en las
posibilidades de alcanzar el ampliamente publicitado “sueño americano”.
A todo lo largo
del Siglo XXI, paralelamente al crecimiento de la pobreza se ha registrado una
tendencia creciente en la desigualdad de ingresos en el seno de la sociedad
norteamericana que ha sido reconocida recientemente hasta por el propio
presidente Obama en un discurso sobre la falta de movilidad social en los Estados
Unidos (6). En palabras textuales señalaba Obama: "Esta tendencia a la
desigualdad creciente no es única de la economía de mercado de los Estados
Unidos. La desigualdad ha aumentado en todo el mundo desarrollado (...) Pero
esta desigualdad creciente es más pronunciada en nuestro país y desafía la
esencia misma de quiénes somos como pueblo". En la misma oportunidad
agregó: “… esa inequidad es mala para la economía porque fragiliza el
crecimiento y hace más frecuente la recesión; afecta la cohesión social y daña
la democracia”. Los elevados niveles de desigualdad no son nada nuevo en los
Estados Unidos; en el año 2.007 justo antes del estallido de la crisis
financiera global, el 1 % de los habitantes que más ganaba concentraba el 24 %
de la riqueza total, cifras que según el catedrático Thomas Corbett, quien
dirigió hasta su retiro el Instituto de Investigación sobre la Pobreza de la
Universidad de Wisconsin, son exactamente iguales a las de 1.928, justamente
antes de aquella otra crisis global del
capitalismo que fue llamada la “Gran Depresión”. En palabras del mismo
Corbett: "La desigualdad creciente es un uno de los temas principales de
nuestra época, junto con el calentamiento global. Ha aumentado desde la década
de 1.980, aunque se redujo brevemente durante esta recesión, ahora está
aumentando de modo dramático otra vez en la medida en que nuestros mercados
financieros se recuperan”. No se requiere ser un experto para concluir que la
desigualdad creciente en el ingreso es una aberración inherente al sistema
capitalista.
En la ciudad de
Nueva York, la capital mundial del capitalismo, se están registrando niveles
asombrosos de pobreza y desigualdad, dándose el caso de que según datos de
diferentes ONG, avalados por la oficina del alcalde, más de 60.000 personas
durmieron en albergues municipales en 2014, un 13 % más que el año anterior,
entre ellos 25.000 niños, de los cuales 1 de cada 34 son latinos y 1 de cada 17
afroamericanos. Tal situación es plenamente reconocida por la Señora Lilliam
Barrios-Paoli, Vicealcaldesa de Salud y Servicios de la ciudad, cuando dijo
recientemente (7): “Hay gente que aunque trabaje a tiempo completo o tenga
asistencia social, el dinero que recibe no es suficiente y tienen que vivir en
algún sitio. Si no se ayuda a esas familias van a terminar en un albergue y eso
es inaceptable porque hay niños”. Pero esto no es todo, en Nueva York al igual
que en la “esplendorosa” y ampliamente publicitada ciudad de Las Vegas, así
como en Kansas, hay una importante cantidad de ciudadanos que se ve obligada a
vivir bajo tierra, en los túneles de los servicios públicos y en otros
construidos por ellos mismos, a los cuales el caustico humor gringo ya ha
bautizado con el nombre de “gentes topo”. Esta ciudad es la misma que visita la
dirigencia opositora con el mismo fervor conque los musulmanes acuden a “La
Meca” y que al mismo tiempo construye apartamentos de precios groseros, como
uno adquirido en US % 5 millones por el eterno candidato presidencial perdedor
y otro cuya venta se promocionaba en la revista Forbes, aun sin estar
construido, por US $ 130 millones.
En la ciudad de
Miami, escogida por la “crema y nata” de nuestra oposición para conspirar y
rumiar su “arrechera” en contra de nuestra revolución, como ya antes lo
hicieron y continúan haciéndolo los cubanos batistianos en contra de la
revolución cubana, se están registrando niveles realmente dramáticos en
relación a los mismos renglones. Según la “Encuesta de la Comunidad
Estadounidense” (ACS) (8), el índice de pobreza en la ciudad metropolitana de
Miami se mantiene desde el 2.010 en un 17,7 %, cifra ligeramente mayor que el
promedio del estado de La Florida y que supone que más de un millón de sus
habitantes están viviendo bajo el umbral de la pobreza. En el caso de los niños
el problema es aún más grave ya que casi uno de cada cuatro niños (23,7 %)
viven por debajo del nivel de la pobreza. El año pasado Miami ocupó también el
primer lugar entre las 25 áreas metropolitanas más pobladas del país con el
mayor número de personas sin cobertura de salud el año pasado, un 24.8 %, esto
es, 1 de cada 4 habitantes. ¡Es como para decirle a todos nuestros
“guarimberos” y “bachaqueros”, que escapen de una buena vez de esta férrea
dictadura y cojan pa´allá!
No podemos
concluir estas notas sin antes señalar que mientras sectores cada vez más
mayores de la sociedad estadounidense tienen cada vez menos acceso, no digamos
al confort que su importante desarrollo económico podría brindarles por medio
de una justa distribución de la riqueza que debería ser de todos, sino a los
más elementales bienes y servicios compatibles con una vida digna, nuestra
revolución ha sido capaz de incluir, por medio de las “Misiones Sociales” a la
casi totalidad de los históricamente excluidos, saldando así parte importante
de la deuda social contraída impúdicamente por los sucesivos gobiernos que
veníamos padeciendo desde el final de la gesta emancipadora. Una situación
parecida a la nuestra, en términos de inclusión de las grandes masas populares,
se estaba viviendo en la Libia del Coronel Gadafi en el año 2.011, cuando el
imperio con su extraordinario poderío militar decidió masacrarla en
procura del saqueo de sus riquezas
naturales y para desterrar del Africa ese “pésimo” ejemplo. ¡La superación de
la pobreza y la eliminación de las desigualdades son situaciones que el
imperio, que hace uso de ellas como efectivo instrumento de dominación dentro y
fuera de sus fronteras, se niega pertinazmente a tolerar; es por ello que nos
consideran una amenaza y no podemos bajar la guardia hasta su derrota
definitiva!
¡Hasta
la Victoria Siempre!
¡Patria
o Muerte!
¡Venceremos!
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