Desde Venezuela
Fecha:
05/Marzo/2016
De Jefferson A Macri: Dos Siglos De Intervención Imperial
En América Latina Y El Caribe
Por
Sergio Rodríguez Gelfenstein
En homenaje al Profesor Demetrio Böersner, profesor y
maestro.
La historia de
América Latina y el Caribe de los dos últimos siglos está cubierta por la implementación de
modelos de intervención imperial en sus asuntos internos. Desde su irrupción
como potencia dominante a nivel global a fines del siglo XIX, Estados Unidos
inició el proceso de institucionalización de la intrusión y el sometimiento en
los países del sur del Río Bravo, sin embargo muy pocos años después de su
Declaración de Independencia el 4 de julio de 1776, comenzó su proceso de
expansión y avasallamiento.
Thomas Jefferson
quien fue elegido presidente en 1800, curiosamente en representación de un
partido que se llamaba republicano-demócrata, fue exponente de una doctrina de
expansión que miraba más allá de las fronteras naturales del río Mississippi
(al oeste) colonizadas por Francia desde 1763 en territorios en los que
habitaban sus pueblos originarios, y hacia el sur, que era una posesión
española. Dada su debilidad por la desastrosa guerra que libraba en Haití,
Francia se vio obligada a vender la Louisiana a Estados Unidos. Fue el inicio
de una expansión que rápidamente tomó rumbo sur con la mirada expresamente
orientada a la obtención de Cuba. Después de utilizar diversos instrumentos
como la conspiración, el apoyo y aliento a la rebelión en pro de la secesión de
colonos que había introducido en territorio español y la intervención militar
directa, logró la apropiación de la Florida en febrero de 1819. Fue el comienzo
de 200 años de horror.
En 1829 y a pesar
que el Tratado Adams-Onis que le había permitido apropiarse de la Florida
aceptaba implícitamente la soberanía española sobre Texas, Estados Unidos
inició nuevamente la conjura para apropiarse de ese rico territorio mexicano.
Nuevamente, mediante la introducción de colonos a partir de 1821 fue creando
las condiciones para la apropiación de esa región. En 1836 los texanos de
origen estadounidense se alzaron con el
apoyo del país del norte y se declararon
independientes, lo cual fue reconocido por el Congreso de la Unión
Norteamericana en 1837, con ello se inicia la expoliación mediante al guerra de
un territorio que significa el 15% del área actual de Estados Unidos y de la de
México, comprendiendo la totalidad de los estados de California, Nevada y Utah
y partes de Arizona, Colorado, Nuevo México, Wyoming, Oklahoma y Kansas.
La anexión de Texas
potenció la ambición intervencionista de los intereses de expansión. El triunfo
de la burguesía y el capitalismo emergente en la Guerra de Secesión contra el
latifundismo esclavista no impidió la búsqueda de nuevos territorios para ampliar
la frontera agrícola del país. Así, comenzó a aplicarse la doctrina de “Destino
Manifiesto” que justificaba la aplicación de estas políticas. En 1855, William
Walker, un mercenario financiado por
intereses texanos invadió territorio centroamericano. El gobierno de
Estados Unidos se hizo de la “vista gorda” ante las protestas de las naciones
violentadas y de Gran Bretaña con quien
había firmado un pacto de no agresión para la región en 1850. Así mismo, en
1849 y 1850 apoyó con financiamiento y armas a otro mercenario, esta vez el
cubano Narciso López con el fin de se apoderara de la isla y la anexara a
Estados Unidos.
Las décadas finales
del siglo XIX introducen la fase imperialista en la política de Estados Unidos.
Con ello, comienza el proceso de institucionalizar su dominio y jugar un papel
de “arbitro” en los conflictos entre países de América Latina, -la mayoría
heredados de la colonia y aún sin solución- a través de la creación de las
conferencias panamericanas que se propusieron eternizar el pensamiento
monroista en la región. Después de
desplazar a Gran Bretaña como potencia hegemónica en la región, Estados Unidos
intervino en Cuba, ocupó Puerto Rico y conspiró con los secesionistas de Panamá
para desprender ese territorio de Colombia y crear un nuevo país con idea de
que las nuevas autoridades compradas a fin de apuntalar sus intereses, le
cedieran el territorio necesario para construir el canal creando una ruta que
le facilitara su voracidad imperial comunicando sus costas del Pacífico y el Atlántico.
Fueron años en que
se aplicaron la política del gran garrote y la diplomacia del dólar. Volvió a
intervenir en Cuba en 1906 y se puso de lado de las potencias europeas en la
agresión contra Venezuela en 1902 siendo cómplice de la usurpación de territorio
venezolano por parte de Gran Bretaña. Ocuparon República Dominicana en 1905
asumiendo el control de las aduanas de ese país Eran tiempos del corolario
Roosevelt a la doctrina Monroe que le auto concedió el papel de “policía
internacional”.
En 1909 apoyaron el
conato de golpe de Estado contra el presidente liberal de Nicaragua, José
Santos Zelaya, pero ante el fracaso de la intentona envió barcos de guerra al
país centroamericano, lo cual provocó la caída del presidente y la instalación
de un gobierno proclive a los intereses imperiales que entregó las aduanas a un
administrador estadounidense. En 1910 intervinieron en Haití, ocupando la banca
de ese país y manejándola a partir de intereses financieros propios. Volvieron
a invadir Nicaragua en 1912 y 1931. En 1915, los marines gringos regresaron a
Haití para permanecer 18 años, imponiendo una Constitución redactada en
Washington. En una ocasión y ante las protestas del pueblo haitiano por la
intervención imperialista en su país, asesinaron a mansalva a 3000 ciudadanos.
Un año después, en 1916, ocupó la otra parte de la isla la Española, en
República Dominicana estuvieron ocho años, tiempo durante el cual las fuerzas
armadas imperiales asumieron el mando directo del país, estableciendo una
brutal dictadura. Las aduanas fueron afanadas hasta 1940. En los dos países,
los intereses azucareros estadounidenses aprovecharon la situación para
controlar y extender su dominio sobre la industria azucarera.
Al producirse el
triunfo de la revolución mexicana de 1910, como era de esperar, Estados Unidos
se puso de parte de los
latifundistas y otros sectores de
grandes propietarios, incluso el embajador Henry Lane Wilson conspiró con el
general Victoriano Huerta para apresar y asesinar al Presidente Madero. En 1914
los marines intervinieron en México, pero se vieron obligados a retirarse por
su interés primordial de participar en la primera guerra mundial. Las
relaciones entre Estados Unidos y México se mantuvieron en el marco de una
fuerte tirantez y bajo amenaza imperial permanente hasta 1933, en los
prolegómenos de la segunda guerra mundial.
Durante este
período, actuaron militarmente en Panamá en 1908, 1912 y 1918, en Honduras en
1909 y en Nicaragua (como se dijo antes) en 1912 quedándose hasta 1933 cuando
instalaron a Anastasio Somoza con la orden de asesinar al General de Hombres
Libres Augusto. C. Sandino a quien no le perdonaban haber sido el primer
latinoamericano que dirigió un ejército popular hasta derrotarlos militarmente
y expulsarlos del territorio de su país.
Tras su retirada
física de estas naciones motivada por la necesidad de una nueva política que le
significara apoyos en su cruzada durante la segunda guerra mundial, instaló y/o
apoyó dictaduras leales a sus intereses, las que utilizaron la represión, la
tortura y el asesinato como medio de aplicar la democracia made in Estados
Unidos. Son los casos de Rafael Leonidas Trujillo en República Dominicana,
Gerardo Machado en Cuba y Juan Vicente Gómez en Venezuela, todo con el objetivo
de aislar a la revolución mexicana e impedir que su ejemplo se propagara por la
región.
En ese intertanto,
complotaron junto a la Standard Oil Company para enfrentar a Bolivia con
Paraguay que a su vez era respaldada por la Shell, en el conflicto del Chaco que derivó en una
guerra fratricida entre los dos países, bajo la defensa de supuestos intereses
nacionales que ocultaban las contradicciones imperialistas por intereses
energéticos de las transnacionales, mientras hipócritamente, Estados Unidos
jugaba a ser mediador en el conflicto.
Hablando de los
preparativos de Estados Unidos para entrar en la segunda guerra mundial que lo
llevaron a modificar su política hacia
América Latina y el Caribe con el objetivo de buscar aliados confiables que jugaran el papel de abastecedores seguros
de materias primas para sus tropas en la conflagración, y de paso, evitar que
los nazis pudieran tener acceso a esos productos básicamente energéticos y
alimenticios.
Es lo que se
denominó la “Política del Buen Vecino” que motivó la retirada de las fuerzas
militares imperiales de Haití en 1933, la anulación de la Enmienda Platt de la
Constitución cubana en 1934 y una actitud “contemplativa” ante la expropiación de la Standard Oil en Bolivia en
1937 y la nacionalización del petróleo en México en 1940 durante el gobierno
del General Lázaro Cárdenas. Mientras esto ocurría, continuaron con el proceso
de institucionalizar la idea panamericana, realizando cuatro conferencias
interamericanas y tres reuniones de consulta en el período de 1933 a 1945. En
1942, en medio de la guerra y después del ataque japonés a Pearl Harbor que
supuso la entrada de Estados Unidos al conflicto, se creó la Junta
Interamericana de Defensa, a fin de formalizar el control de la potencia sobre
las fuerzas armadas de los países de la región.
El fin de la guerra
significó la conclusión de la coalición anti nazi. Estados Unidos ya no
necesitaba a América Latina, sin embargo apareció un nuevo enemigo sobre el que
debía poner su mirada a fin de no perder el control sobre la región. La lucha
contra la Unión Soviética y el socialismo se transformó en la nueva obsesión de
Washington. El anti comunismo fue la característica principal del nuevo
período. En la región se comenzaron a imponer dictaduras conservadoras,
Venezuela y Perú en 1948 y Cuba en 1952
fueron objeto de la novedosa política imperial. En 1947 se creó el Tratado
Interamericano de Asistencia Recíproca (TIAR) como instrumento militar y en
1948 la Organización de Estados Americanos (OEA) como brazo político: el dogal
se había cerrado sobre la región, la idea panamericana se había consolidado.
El gobierno
progresista de Jacobo Arbenz en Guatemala fue aplastado a sangre y fuego en
1954. Este marco, propició el acoso que condujo al suicidio del Presidente
Getulio Vargas en Brasil ese mismo año y el derrocamiento del general Juan Domingo Perón al siguiente
en Argentina. Bajo el amparo del Tio Sam, las fuerzas retrogradas y
reaccionarias de la región actuaban a su antojo.
Sin embargo, este
clima de represión brutal de las dictaduras y gobiernos anti democráticos de
derecha, generó una repuesta popular
multitudinaria en la década de los 50 del siglo pasado. En 1956 fue derrocado en Perú el General
Manuel Odría, en 1958 le tocaba el turno a los tiranos de Colombia, Gustavo
Rojas Pinilla y de Venezuela, Marcos Pérez Jiménez y el 1° de enero de 1959 las
fuerzas populares bajo el mando de Fidel Castro dieron al traste con la
dictadura de Fulgencio Batista en Cuba, iniciando un proceso de transformación
democrática y de independencia nacional en la mayor de las Antillas.
Desde el primer
momento, el gobierno de Estados Unidos se propuso acabar con la revolución
cubana, para lo cual estableció una política de sabotajes, agresiones, intentos
de asesinato de sus dirigentes y guerra bacteriológica que incluyó la
introducción de enfermedades para las plantas como el moho azul del tabaco, los
animales como la fiebre porcina y las personas como el dengue hemorrágico; y la
aprobación de un inhumano bloqueo económico y financiero que aún hoy se
mantiene.
El punto más alto
en sus intentos de destruir al gobierno cubano se produjo en abril de 1961
cuando fuerzas mercenarias apoyadas por unidades de la marina de Estados Unidos
realizaron un desembarco en la costa sur de la isla a fin de instalar un
gobierno que pediría apoyo a la potencia imperial a través de su instrumento
colonial, la OEA. En 72 horas, el pueblo cubano barrió con la intentona. Tres
días antes, en el entierro de las víctimas de los bombardeos aéreos contra el
país, Fidel Castro había declarado el carácter socialista de la revolución
cubana.
Hasta hoy, han sido 57 años de agresión contra Cuba que
en 1962 fue expulsada de la OEA con el apoyo casi unánime de los gobiernos
entreguistas de la región, quienes salvo el honroso voto de México mancharon de
ignominia para siempre lo poco de decencia que hubiera podido tener ese
“ministerio de colonias” como la llamó el Canciller cubano Raúl Roa García.
En 1961 Estados
Unidos creó la “Alianza para el Progreso” (AP) para contrarrestar el ejemplo de
Cuba. Como nuevos conquistadores la AP fue la entrega de “nuevos espejitos” que
no cambiaron en lo más mínimo la estructura neocolonial y dependiente de la
economía de los países latinoamericanos y caribeños. Pero junto a ello, una nueva
oleada de dictaduras reaccionarias bajo influjo estadounidense se diseminó como
plagas bíblicas en la región.
Ahora, los
instrumentos eran múltiples, la OEA y el TIAR jugaban su papel de control de la política militar y la política
exterior, pero junto a ellos, la presencia de militares latinoamericanos en las
academias estadounidenses de formación de genocidas, torturadores y asesinos se
hizo práctica a su regreso a los países de origen, mientras tanto, los órganos
de inteligencia hacían su papel subvirtiendo el orden y conspirando para
establecer gobiernos proclives al amo
imperial. Así, fue instalado Alfredo
Stroessner en Paraguay en 1954 y los
terroristas que tomaron el poder en Brasil en 1964, en Bolivia de manera intermitente desde 1964
hasta 1982, en Uruguay y Chile en 1973 y en Argentina en 1976, aplicando
la doctrina de seguridad nacional que
instauraba la idea de que el enemigo interno era el pueblo.
Junto a ello
aplicaron férreas medidas neoliberales ante la ausencia de parlamentos y la
persecución y clandestinidad de partidos políticos, sindicatos y prensa libre.
Los asesinatos, las desapariciones, las torturas y el exilio fueron las recetas
que recomendó Washington impuso para contener los deseos de libertad e
independencia de los pueblos. En ese contexto, en 1965 intervinieron
militarmente de manera directa para derrocar el gobierno democrático de Juan
Bosch.
La noche oscura de
las dictaduras pro estadounidenses se comenzaron a revertir en 1979 cuando la
Revolución Popular Sandinista en Nicaragua y la de la Nueva Joya en Granada
irrumpieron impetuosas en sus países. Sin embargo, ambas fueron atacadas con la
peor saña imperial. Las fuerzas militares estadounidenses invadieron Granada en
1983 y ya en 1981, Estados Unidos armó y financió un ejército mercenario para
atacar Nicaragua desangrando al país económica y humanamente.
En 1989, repitieron
la medicina en Panamá, bombardeando la ciudad, y provocando centenares de
víctimas en la población civil. Pero ya los pueblos empezaban a manifestar su
hastío. La presión popular condujo a las dictaduras a emprender la retirada y a
finales de siglo, la victoria electoral de Hugo Chávez inició un proceso mediante el cual varios países utilizaron la
vía electoral en los marcos de la democracia representativa largamente
propugnada como el súmmum del sistema, para comenzar a revertir el orden
establecido.
A pesar de ello, la
respuesta no se hizo esperar, en 2002, propiciaron un golpe de Estado que
derrocó por unas horas al presidente Chávez, en 2004 destituyeron y
secuestraron al Presidente Jean Bertrand Aristide en Haití, en 2008 conspiraron
para provocar la secesión de la zona oriental de Bolivia, acción que fue
conjurada por el gobierno de Evo Morales y estuvieron detrás de los consumados
golpes de Estado contra Manuel Zelaya en Honduras, 2009 y Fernando Lugo,
Paraguay, 2012, mientras fracasaban en el que organizaron contra el presidente
Correa en Ecuador, durante el año 2010.
El talante
monroista de la política estadounidense se ha mantenido incólume por dos
siglos, su macabra creatividad lo has llevado a la combinación de acciones
abiertas de intervención con aquellas encubiertas que surgen de sus
laboratorios de guerra secreta y en las que hoy, los medios de comunicación son
el instrumento principal de desestabilización, sustituyendo a los partidos como
instrumento de ejecución de la política. Por doscientos años nos hablaron de
democracia para implementar conceptos como estado de derecho, libertad de
prensa, elecciones democráticas, mayoría parlamentaria y otras, pero cuando los
pueblos voltearon esas ideas para ponerlas a su servicio, cambiaron el
discurso, y ahora, en su expresión más novedosa, recurren a defecar
diligentemente en esa democracia que vendieron como objetivo supremo a lograr.
Macri
mediante, se ha violado impunemente la
democracia que dicen defender y la política que dicen enarbolar. Macri
mediante, han consumado un golpe de estado legal en que la novedad es que ya no
necesitan a los militares para que hagan el trabajo sucio. Los medios de
comunicación se encargan de ello. La perversidad no ha tenido límites en la
Argentina surgida del 10 de diciembre de 2015.
La inmunidad de los
parlamentarios perdió validez cuando no protege a los representantes del
capital, a las “instituciones de la
democracia” se les puede pasar por arriba cuando de entregar el país a las
transnacionales se trata, la igualdad
surgida de la revolución burguesa en Francia es una entelequia cuando afecta
los intereses de los poderosos, prosperidad y crecimiento económico son una
ficción a partir de decenas de miles de despidos y programas
de ajuste estructural que dejan en condiciones de orfandad a millones de
ciudadanos. La soberanía deviene en concepto caduco cuando se avanza a la
entrega de la riqueza nacional, se negocia con “fondos buitres” y se asume una posición perruna para hablar de
las Malvinas con Gran Bretaña, la altisonante “libertad de expresión” da paso
al “monopolio de la expresión”.
Los poderes
imperiales no escatiman al manifestar su satisfacción, el presidente Obama
expresó, “… su compromiso de profundizar en la cooperación en temas
multilaterales, mejorar las relaciones comerciales y ampliar las oportunidades
en el sector energético", el gobierno británico fue suficientemente explícito
después de la reunión del primer ministro Cameron con el presidente
argentino: "Claramente asumió un
nuevo presidente y ha dado señales de que está abierto a tener una mejor
relación alrededor de Malvinas…”. Christine Lagarde, titular del Fondo Monetario
Internacional expuso con seguridad que". Las políticas macroeconómicas que
actualmente son identificadas por el nuevo equipo y las nuevas autoridades en
la Argentina son alentadoras y esperamos que estabilicen la economía
argentina”. Sobran las palabras.
Todo esto en el
marco de la democracia representativa, ¿será éste el nuevo diseño imperial que
sobrevendrá?, ¿una dictadura surgida de
elecciones. En su diseño de escenarios para el siglo XXI el sociólogo
estadounidense Immanuel Wallerstein,
expuso que “el nuevo sistema emergente procederá del caos. Considera que
ante ello, hay tres posibilidades, una
es la que denomina “fascismo democrático”. ¿Es lo que Argentina está
inaugurando?.
sergioro07@hotmail.com
Publicación
Barómetro
internacional.barometro@gmail.com
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