Desde AGE.
Internacional
Fecha:
20/Abril/2016
La Crisis De La Izquierda En
América Latina
Por
Emir Sader
Se puede decir
que hay dos izquierdas en América Latina y que ambas están en crisis, cada una
a su manera. Una de ellas es la que logró acceder al poder y ha puesto en
marcha unos procesos de democratización de las sociedades, así como
alternativas al modelo neoliberal y que hoy se enfrentan a dificultades —de
distinto orden; algunas provenientes del exterior, otras del interior— para dar
continuidad a dichos procesos. La otra es la que, aun viviendo en países con
continuados gobiernos neoliberales, no es capaz de constituir fuerzas capaces
de ganar elecciones, llegar al gobierno y empezar a superar el neoliberalismo.
La izquierda
posneoliberal ha tenido éxitos extraordinarios, aún más si tenemos en cuenta
que los avances en contra de la pobreza y la desigualdad se han dado en el
marco de unas dinámicas en la economía internacional que provoca un aumento de
la pobreza y la desigualdad. En el continente más desigual del mundo, cercados
por un proceso de recesión profunda y prolongada del capitalismo internacional,
los gobiernos de Venezuela, Brasil, Argentina, Uruguay, Bolivia y Ecuador han
disminuido la desigualdad y la pobreza, han consolidado procesos políticos
democráticos, han fomentado la integración regional independiente de EEUU y han
acentuado el intercambio Sur-Sur.
Mientras que las
otras vertientes de la izquierda, por diversas razones, no han logrado
construir alternativas a los fracasos de los gobiernos neoliberales —con México
y Perú a la cabeza—, mostrando cierta incapacidad a la hora de sacar
conclusiones de lo que ha funcionado en otros países con el fin de adaptarlas a
sus condiciones específicas.
Ahora bien, ¿en
qué consiste la crisis que atraviesan las izquierdas que han llegado al
gobierno en América Latina? Hay síntomas comunes y rasgos particulares a cada
país. Por ejemplo, la incapacidad de contrarrestar el poder de los monopolios
privados de los medios de comunicación, aun en los países en que se han
avanzado leyes y medidas concretas para quebrar lo que es la espina dorsal de
la derecha latinoamericana. En cada uno de esos países, en cada una de las
crisis enfrentadas por esos gobiernos, el rol protagónico ha sido el de los medios
de comunicación privados, actuando de forma brutal y avasalladora en contra de
dichos gobiernos, que se han apoyado en sus éxitos, en el gobierno y en el
amplio apoyo popular conseguido.
Los medios han
tratado de esconder los grandes avances sociales en cada uno de nuestros
países, los han censurado, han intentado silenciar las nuevas oportunidades que
los procesos de democratización social han impulsado en la población. Por otro
lado, destacan problemas, aisladamente, a través de proyecciones irreales,
difundiendo además falsedades, con el propósito de deslegitimar las conquistas
logradas y la imagen de sus líderes, ya que los niegan e intentan destacar
aspectos secundarios negativos de los programas sociales.
Los medios han
promovido sistemáticamente campañas de terrorismo y de pesimismo económico.
Buscan la desconfianza de los ciudadanos en su propio país. Como parte
específica de esta operación, se encuentran las sistemáticas denuncias de
corrupción a partir de casos reales a los que les han dado una proporción
desmesurada y se han hecho denuncias inventadas por las que no responden cuando
son cuestionados, aunque los efectos ya hayan sido traducidos. Las reiteradas
sospechas sobre el accionar de los gobiernos producen, especialmente en
sectores medios de la población, sentimientos de crítica y de rechazo, a los
que pueden sumarse otros sectores afectados por esa elaboración antidemocrática
de la opinión pública. Sin ese factor, se podría decir que las dificultades
tendrían su dimensión real. No serían transformadas en crisis políticas,
promovidas por la influencia unilateral que los medios tienen sobre ciertos
sectores de la opinión pública, incluso de origen popular.
No es que sea un
tema fácil de solucionar, pero no considerarlo como algo a lo que hay que
enfrentar, subestima el nivel de la izquierda. Ésta ha llevado al gobierno al
fracaso del modelo económico neoliberal, pero ha recibido, entre otras
herencias, la hegemonía de los valores neoliberales diseminados en la sociedad.
“Cuando la izquierda llegó al gobierno, había perdido la batalla de las ideas”,
dijo Perry Anderson.
Las tendencias
pre-gramscianas en la izquierda han acentuado las acciones tecnocráticas, que
creyeron que la práctica de buenas políticas para las personas bastaría para
producir automáticamente la conciencia correspondiente de apoyo a los
gobiernos. Se ha subestimado el poder de acción en la conciencia de las
personas de los medios y de los efectos políticos de desgaste por parte de los
gobiernos que promueven esa acción.
Un factor
determinante, en principio a favor —después en contra—, fue el alto coste de
las comodidades que algunos gobiernos aprovecharon, no para reciclar los
modelos económicos, sino para que no dependieran tanto de esas exportaciones.
Para el reciclaje, habría sido necesario formular y poner en marcha un modelo
alternativo basado en la integración regional. Se ha perdido un período de gran
homogeneidad en el Mercosur, sin que hayan avanzado en esa dirección. Cuando
los precios bajaron, nuestras economías sufrieron los efectos, sin tener cómo
defenderse, y todo por no promover el reciclaje de manera distinta.
Asimismo, habría
que haber comprendido que el período histórico actual está marcado por varios
retrocesos a escala mundial; que las alternativas de la izquierda están a la
defensiva. De lo que se trata en este momento es de salir del modelo hegemónico
neoliberal, construir alternativas, apoyarse en las fuerzas de la integración
regional, en los BRICS y en los sectores que dentro de nuestros países se suman
al modelo de desarrollo económico con la distribución de la renta, priorizando
las políticas sociales.
En algunos
países no se ha cuidado debidamente el equilibrio de las cuentas públicas, lo
cual ha generado niveles de inflación que han neutralizado en parte los efectos
de las políticas sociales, ya que esos efectos recaen sobre los trabajadores.
Los ajustes no deben de ser trasformados en objetivos, pero sí en instrumentos
para garantizar el equilibrio de las cuentas públicas. Esto es un elemento importante
del éxito de las políticas económicas y sociales.
Aunque los
medios hayan magnificado algunos casos de corrupción, no hay forma de
considerar que no hubo control suficiente por parte de los gobiernos respecto
al uso de los recursos públicos. El tema del cuidado absoluto de la esfera
pública debe de ser sagrado para los gobiernos de izquierdas, que a su vez
deben de descubrir las eventuales irregularidades y actuar antes de que los
medios opositores lo hagan. La ética en la política tiene que ser un patrimonio
permanente en la izquierda; la transparencia absoluta en el manejo de los
recursos públicos tienen que ser una regla de oro por parte de los gobiernos de
izquierdas. El no haber actuado siempre así hace que los dirigentes paguen un
precio muy caro, que puede ser un factor determinante para poner en riesgo su
continuidad y dañar los derechos de la gran mayoría de los ciudadanos y el
destino de nuestros estados.
Por último, para
destacar algunos de los problemas de esos ejecutivos, el rol de los partidos
que aspiran a gobernar, nunca ha sido bien definido en casi ninguno de esos
países. Al tener los gobiernos una dinámica propia, esos partidos debieron de
representar el proyecto histórico de la izquierda. Sin embargo, no han logrado
hacerlo y, como consecuencia, han perdido relevancia frente al rol preponderante
de los gobiernos. Se debilita así la reflexión estratégica, más allá de las
conjuras políticas, la formación de cuadros, la propaganda de las ideas de la
izquierda y la misma lucha ideológica.
Nada de eso
autoriza a hablar de ‘fin de ciclo’. Las alternativas a esos gobiernos están
siempre a la derecha y con proyectos de restauración conservadora, netamente de
carácter neoliberal. Los gobiernos posneoliberales y las fuerzas que los han
promovido son los elementos más avanzados de los que la izquierda
latinoamericana dispone actualmente y que, de igual forma, funcionan como
referencia para otras regiones del mundo, como España, Portugal y Grecia, entre
otros.
Estamos viviendo
el final del primer período de construcción de modelos alternativos al neoliberalismo.
Ya no se podrá contar con el dinamismo del centro del capitalismo, ni con
precios altos de las comodidades. Las claves para pasar a un segundo período
tienen que ser: profundización y extensión del mercado interno del consumo
popular; un proyecto de integración regional; la intensificación del
intercambio con los BRICS y su Banco de Desarrollo.
Además de
superar los problemas apuntados anteriormente, antes de todo, se debería crear
un proceso democrático para la formación de la opinión pública y hacer la
batalla de las ideas (cuestión central en la construcción de una nueva
hegemonía en nuestras sociedades y en el conjunto de la región).
Hay que
construir un proyecto estratégico para la región, no sólo para superar el
neoliberalismo y el poder del dinero sobre los seres humanos, sino para
construir sociedades justas, solidarias, soberanas, libres y emancipadas de
todas las formas de explotación, dominación, opresión y alienación.
Cordiales
Saludos Torrijistas
Movimiento de
Bases Torrijistas [MOBAT]
Coordinación
Nacional
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