DESDE VENEZUELA
29 NOVIEMBRE 2012
Las
invasiones bárbaras
Miguel Guaglianone
Este principio del Siglo XXI que
estamos viviendo parece mostrar una característica notable desde el punto de
vista geopolítico. Las invasiones
bárbaras aparentan, o haberse incrementado notablemente, o por lo menos
haberse concentrado significativamente en las zonas de África del Norte y el
Medio Oriente.
Invasiones bárbaras como por ejemplo los sucesivos
ataques a Irak, que dejaron como saldo no solo el final de un régimen de
gobierno, sino también la destrucción de un país, el saqueo de las reliquias
culturales de la civilización más antigua de la humanidad y sobre todo el
terrible saldo de miles de civiles muertos y heridos.
La han seguido en procesos similares y entre otros, la
invasión a Afganistán y el efecto de tabula
rasa provocado en Libia luego de 75.000 misiones de bombardeo de última
generación, de la acción terrorista de los mercenarios disfrazados del “Consejo
Nacional de Transición”, del asesinato de su líder y sus seguidores, y del
reparto escandaloso de sus riquezas petroleras entre las grandes corporaciones
transnacionales de Occidente; ambos casos acompañados también de la muerte
masiva de inocentes.
Hoy nos encontramos con el asedio a Siria, que se ha
prolongado porque no ha sido suficiente la acción terrorista de los grupos
mercenarios financiados, protegidos y armados por Occidente para tumbar al
gobierno establecido y derrotar al ejército regular, al no haber logrado (por
la oposición de Rusia y China) que el Consejo de Seguridad de la ONU aprobara una nueva “zona
de exclusión aérea” que justificara el bombardeo y la destrucción de
instalaciones militares e infraestructuras. Aquí también la barbarie se ha
mostrado en el mayor y progresivo conteo de muertos, heridos y refugiados, que
corre por cuenta de la población civil.
Mientras tanto prosigue en Palestina el sistemático
genocidio llevado a cabo por el ejército
israelí, a una población encarcelada en la Franja de Gaza que debe soportar el ataque de una
de las fuerzas armadas mejor equipadas y más modernas del mundo, realizado
contra una mínima y pobre resistencia, pero sobre dirigido a una indefensa
población civil que es quien pone siempre el mayor número de asesinados,
baldados y perseguidos. Ataques que son parte de una estrategia de destrucción
del pueblo palestino y que se realizan siempre utilizando excusas
insostenibles, como la
Intifada (las protestas populares contra la invasión israelí)
o los puntuales ataques realizados por la resistencia palestina, hoy
encabezados por el brazo militar de Hamás.
Y se perfilan mientras tanto en el horizonte, anunciadas
por los “grandes mandatarios” de las potencias occidentales, nuevos ataques e
invasiones encabezados por la amenaza directa de una intervención en Irán con
el pretexto de detener su supuesta investigación nuclear militar.
Al igual que las invasiones bárbaras tradicionales de
otros tiempos y otras culturas, esta neobarbarie se caracteriza como ya vimos,
por dejar el reguero de muertos, heridos y refugiados entre las poblaciones no
combatientes. No es una situación nueva para Occidente. Durante la conquista de
los otros continentes, las poblaciones de los pueblos sojuzgados fueron
diezmadas sin contemplación por las potencias europeas. En el propio seno de la Civilización
Occidental , las guerras napoleónicas involucraron a las
poblaciones civiles europeas en la guerra, al establecer la leva obligatoria y
al atacar las ciudades sin tener en cuenta las bajas no militares.
En el siglo pasado los Estados Unidos produjeron la
absoluta masacre de poblaciones civiles en dos ciudades, Hiroshima y Nagasaki,
para demostrar la potencia de su nuevo juguete bélico, la bomba atómica. Hoy,
las “grandes potencias” no tienen empacho en realizar sus acciones militares
sin tener en cuenta en absoluto las muertes civiles, a las que han bautizado
con el eufemismo de “efecto colateral” para intentar disimular la monstruosidad
de los hechos. No solo sucede con las invasiones, sino también con los ataques
por control remoto, como los que se dan diariamente en Pakistán, donde con la
excusa de ejercer su abierta política de “asesinatos selectivos” los aviones
sin piloto estadounidenses (drones) dejan su mortífero saldo entre el pueblo
indefenso.
Estas nuevas invasiones bárbaras no se diferencian
demasiado de aquellas más tradicionales que arrasaran en otros tiempos a
pueblos establecidos. Lo siguiente fue escrito en 1883, pero se aplica
perfectamente a las actuales invasiones: “…Hemos
profanado los templos, las tumbas, el interior de las casas, asilo sagrado
entre los musulmanes. Hemos matado personas que llevaban salvoconductos, hemos
degollado por meras sospechas a poblaciones enteras que después han resultado
inocentes; hemos sometido a juicio a hombres tenidos por santos en el país, a
hombres venerados porque tenían bastante valor para arrostrar nuestro furor con
el fin de interceder a favor de sus desdichados compatriotas; y en cada caso se
han encontrado los hombres para condenarlos y hombres civilizados para
ejecutarlos.” [1]
Dónde sí esta neobarbarie presenta una característica
diferente es en la permanente utilización de supuestas “razones humanitarias”
para justificar la conquista y la guerra. “Imponer
o defender la democracia”, “Rescatar al pueblo de la opresión y la tiranía”,
“Combatir los intentos de regímenes totalitarios”, “Defender los Derechos
Humanos”, “Evitar los peligros del comunismo” y hasta un poco más
honestamente en algunos casos “Defender
nuestros intereses más allá de las fronteras”. Ni Ghengis Kan, ni Atila, ni
ninguno de los líderes de las invasiones bárbaras antiguas necesitaron nunca
engañar o mentir para justificar sus motivos. Invadían y atacaban porque podían
hacerlo y porque su objetivo era la conquista. Hoy los eufemismos ya nombrados
y cantidad de otros similares son usados para ocultar los verdaderos motivos de
invasión y pillaje: apoderarse de recursos naturales o ganar dominio geográfico
para sus estrategias geopolíticas. A estas dos causas responden
fundamentalmente nuestras contemporáneas invasiones bárbaras.
La ocultación y el engaño son síntoma de la decadencia de
un sistema y una cultura que están atravesando por su período de
desintegración. La demonización y la denigración del invadido son parte del
mismo sistema. El uso constante de la red corporativa de medios transnacionales
-que funcionan como generadores de realidad y de opinión sobre todo para los
estamentos medios, tanto en los países centrales como en la periferia- logra
universalizar los pretextos y las falsas valoraciones. Así, estas guerras de
invasión se presentan como un enfrentamiento entre civilización y barbarie. Los
“civilizados” y tecnológicamente avanzados países centrales (con los EE.UU. a
la cabeza), combaten la “barbarie”, el “fundamentalismo”, la “intolerancia” de los
pueblos y culturas que se resisten a ser avasallados. Es la total inversión de
la realidad, el “mundo al revés” de Galeano. Los verdaderos bárbaros son
quienes invaden, destruyen, saquean y se apropian, aunque se cubran con el
manto de la “democracia”, la “justicia” y la “verdad”.
En nuestra Latinoamérica, desde 1989, cuando con el
pretexto de detener al general Antonio Noriega los Estados Unidos invadieron
Panamá (y dejaron el tendal de civiles muertos, infraestructuras y viviendas
destrozadas y demás), nos hemos ido librando de nuevas invasiones bárbaras. Los
avatares de la geopolítica global y las estrategias de los países centrales las
han mantenido alejadas de nuestra región. Sin embargo, en un sistema tan
dinámico y cambiante como el que vivimos, los factores de poder y los intereses
pueden cambiar de un día para otro, y la posibilidad de ser blanco de futuras
invasiones se constituye en una probabilidad cierta. Allí están la
IV Flota Naval de EE.UU. operando en el
Caribe, y las por lo menos 47 bases militares en territorio de Nuestramérica,
dando realidad a esa probabilidad.
Por eso somos muchos los que estamos atentos, y
promovemos la preparación para la lucha y la resistencia frente a la
eventualidad. Una resistencia que ha estado y está presente en cada uno de los
ejemplos que mostramos. Los pueblos no están nunca dispuestos a permitir que se
les avasalle y se ataque su vida, su territorio y su soberanía, por parte de
los bárbaros que vengan del exterior.
[1] DIÁLOGO DE CIVILIZACIONES, Roger
Garaudy, Editorial Cuadernos para el Diálogo, Madrid, 1977, pág 63, “Informe de la Comisión Gubernamental
de Investigación”, París, Francia, 1883
Publicación
Barómetro 19-11-12
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