Desde Panamá
27/Enero/2013
CHANGMARÍN: “EL
LEÓN DE LOS LEONES”
Olmedo Beluche
Carlos Francisco Changmarín,
“Chico” para sus amigos y compañeros de lucha, nació cuando la República aún
era niña, niña, aunque ya mancillada por la bota imperialista, por allá por
1922. Oriundo del pueblito de Los
Leones, en la provincia de Veraguas. De manera que la larga y fructífera vida
de Changmarín acompañó al proceso de maduración de Panamá en momentos cruciales
de su historia. Su compromiso político e intelectual, su creación literaria,
artística y folclórica irrumpió con fuerza al mediodía del siglo XX, junto a
una pléyade de panameños y panameñas que forjaron esa historia y que hoy
conocemos como la aguerrida Generación de 1947.
La Generación del 47, fue gran
movimiento juvenil y estudiantil que ese año alcanzó el primer gran triunfo
antiimperialista del pueblo panameño, la derrota del Tratado de Bases
Filós-Hines, impuesto por Estados Unidos y aprobado por el gobierno
oligárquico, para extender la presencia de bases militares por todo el
territorio nacional, más allá de las fronteras de la Zona del Canal. Movimiento
juvenil que nació con la huelga estudiantil de 1943, en gran medida inspirado
por el triunfo antifascista en Stalingrado, la primera derrota del ejército
alemán en la Segunda Guerra Mundial, que impulsó a la acción política a
millones de jóvenes en todo el mundo. Movimiento juvenil y estudiantil que
produjo la heroica Federación de Estudiantes de Panamá (FEP) y el Frente
Patriótico de la Juventud.
La historia panameña de ese
período no puede escribirse sin mencionar a los jóvenes de entonces que
marcaron el un hito en la historia nacional: Rubén D. Sousa, Diamantina
Calzadilla y David Acosta, que áun viven, y los ya fallecidos, Jorge Illueca,
Carlos I. Zúñiga, Carlos Calzadilla, Joaquín Beleño, Ramón H. Jurado, Jilma
Noriega, Federico Velásquez, Jorge Turner, Manuel Solís Palma, Secundino Torres
Gudiño y tanto otros. Entre ellos estaba el joven maestro egresado de la Normal
de Santiago, Carlos F. Changmarín.
No es casual que ese año
(1943) se inicie la carrera literaria de
Carlos F. Changmarín, obteniendo una mención honorífica en el Concurso
Literario “Ricardo Miró”. A esta época pertenecen sus poemas Romance de la Niña
Perdida y Punto e llanto. Al igual que los grandes escritores panameños de esta
generación (como Joaquín Beleño, Ramón H. Jurado) su obra oscila entre el
costumbrismo que describe la naturaleza y la vida del “Panamá Profundo”, y el gran tema central de nuestra literatura
que es la tragedia nacional producida por la presencia colonial del
imperialismo yanqui en el canal.
En parte por ello, al momento
de su muerte, el 6 de Diciembre de 2012, los medios de comunicación de la
burguesía, no pudiendo ignorar al hombre cuyas décimas el pueblo panameño
canta, muchas veces sin saber a quién pertenecen, el único adjetivo con que
atinaban para describir a Changmarín era el de “nacionalista”. Adjetivo
ambiguo, por cuanto no describe con precisión que el “nacionalismo” de
Changmarín era de corte antiimperialista, claramente vinculado al movimiento
obrero, política e ideológicamente comunista sin duda alguna, y por ende,
también internacionalista.
Por ello sus versos resuenan
erizando la piel, recordando la gran gesta protagonizada por la siguiente
generación en 1964: “Recuerda el “Nueve de Enero”,/ patria, cuando tu bandera/
violada fue por la fiera/ aquí, bajo el propio alero./ Ascanio, mártir primero,
sobre su tierra natal,/ como flor primaveral/ sajada por la tormenta,/ cayó en
la noche violenta…/ QUE SE VAYAN DEL
CANAL! … Lo supo esa noche el mundo,/ Panamá se defendía…/ La sangre a la mar
teñía/ de patriotismo profundo./ Y el yanqui, pirata inmundo/ por su locura
mortal,/ pataleaba en el final/ de su sistema inhumano,/ al gritar el mundo
hermano:/ QUE SE VAYAN DEL CANAL!”.
Sí, comunista comprometido
hasta el final de sus días. Fundador del Partido del Pueblo (comunista), junto
a Rubén D. Sousa, su coetáneo, y otros y otras ya fallecidos, del cual por
veinte años fue director de su periódico. Miembro de la dirección política.
Comunista en una época en que serlo tenía sus costos personales. El ostracismo
social era la condena, y así lo describió muy bien Julio Yao, en el acto de
despedida realizado en el Paraninfo de la Universidad de Panamá, al contar que
conoció a Changmarín en Santiago de Veraguas, cuando todo el mundo murmuraba a
sus espaldas a su paso por las calles del pueblo (como quien dice: “ahí va el
comunista”). Pero al jovencito Julio Yao le pareció que no debía ser mala
persona alguien que dictaba clases de dibujo en la Normal.
Su compromiso político con la
clase obrera quedó forjado en versos como: “es el pobre quien se faja/ pero
vive en la pobreza./ Dice el rico en su viveza, que es rico, porque trabaja”
(El Cuento del rico, 1992). O cuando dice: “Así la televisión,/ y la prensa,
con audacia,/ sirviendo a la plutocracia,/ mienten miserablemente,/ y a las
engañadas gentes/ HABLAN DE DEMOCRACIA” (Hablan de democracia, 1992). También:
“Hay poetas y escritores/ que naciendo en la pobreza,/ rinde culto a la
riqueza/ de sus propios opresores./ Cepillos, aduladores,/ que el bien pintan
por el mal;/ niegan que el arte es social;/ les gusta el abstraccionismo, y
frente al imperialismo/ tienen mente colonial” (Yo le canto a la alegría).
Comunista en la época del
macartismo, que conducía directamente a la cárcel. Él mismo nos contó una vez
cómo, luego de un viaje a la China de Mao, a inicios de lo años 50, bajo el
régimen dictatorial del general Remón Cantera, fue arrestado durante varios
años en La Modelo, de dónde sólo pudo salir “gracias a que mataron a Remón”.
Hablando de China, es
importante no olvidar de que el padre de Chico fue un comerciante chino, Carlos
Chang, y su madre una humilde campesina, Faustina Marín. Corresponderá a algún biógrafo posterior
descubrir las influencias que pudiera tener la cultura china en su obra. De su
familia materna sin duda heredó su vínculo con el campesinado pobre de
Veraguas. Campesinado al que no sólo le cantó, sino que también ayudó a
organizarse en las Ligas Campesinas durante el ascenso de las luchas por la
tierra entre los años 50 y 60, en particular en la región de Soná.
Changmarín, pudiendo hacerlo,
nunca emigró de su tierra natal, en un tiempo en que decenas de miles de
interioranos marcharon a la ciudad de Panamá para incorporarse como la nueva
clase obrera de la industrialización sustitutiva del período “desarrollista”.
Permaneció en Santiago, dirigiendo personalmente el equipo militante del
Partido del Pueblo en la provincia, en su casa de El Manguito, donde recibía
afablemente a quien quisiera visitarle. Ese vínculo raizal con el interior le
permitió ser uno de los primeros, junto a Ramón H. Jurado, en rescatar la
figura histórica del General Victoriano Lorenzo, “El Cholo Guerrillero”, en una
época en que era vilipendiado por la oligarquía panameña a la que derrotó en la
Guerra de los Mil Días (1899-1902). A Victoriano le dedicó dos obras
referenciales: El Cholito que llegó a General (1978) y El guerrillero
transparente (1982).
La vida ejemplar de Changmarín
prueba a las presentes y futuras generaciones de revolucionarios panameños que
ser militante no está reñido, sino por el contrario, requiere y se complementa
con una disciplinada formación intelectual y una sensibilidad estética. Su
legado es tan grande y variado que por eso se la ha llamado “El León de Los
Leones”: obras literarias y políticas, militante ante todo, fue poeta,
novelista, autor de literatura infantil, folclorista, en especial autor de
décimas, ensayista, periodista, etc. A la invasión norteamericana de 1989, le
dedicó un libro: Noche Buena Mala (1995). Ganador múltiples veces del Premio
Ricardo Miró: Punto e Llanto (1942); Poemas Corporales (1954); Faragual (1957);
Cañizo (1961); El guerrillero transparente, en 1981.
Los niños le leen: Versos de
Machachita, Las Tonadas y los cuentos de la Cigarra, La Muñeca de Tusa y Las
Gracias y desgracias de Chico Perico.
Como a los grandes autores, el pueblo les canta sus canciones, tal es el
caso del, por muchos años, casi un himno nacional Tío Caimán. Es autor de un
conocido Cumpleaños Panameño, típico, que no es el creado por Rogelio Sinán
(“De la vela, la luz…”), sino el que dice: “Qué bonita está la mesa, llena de
amor y paz, qué bonito cumpleaños, Qué vivas cien años más, Qué seas feliz…,
Qué vivas cien años más!”, que hoy nos lo han recordado las profesoras Anais
Morán y Mirna González.
Su vínculo con “el partido de
los comunistas panameños” no nos impide reivindicar su herencia política y
cultural desde otras trincheras, en las que muchas veces nos vimos confrontados
políticamente. Es conocido el debate a lo interno de la izquierda panameña
sobre la relación del Partido del Pueblo y el régimen militar de Omar Torrijos,
en especial en la fase populista que se abrió a partir de 1972. Pero llegará el
día en que otra generación, seguramente más objetiva que la nuestra, por la
distancia que pondrá el tiempo, pondere adecuadamente esa época trascendente de
nuestra historia. Sea como fuere, la
figura de Changmarín trasciende cualquier límite y es ya un faro que ilumina
para todos (menos la oligarquía y el imperialismo) desde las costas de este
Istmo.
Personalmente, y junto a la
militancia del Movimiento Popular Unificado (MPU), recordamos con especial
cariño su mano amistosa y sus orientaciones cruciales a fines de 2005 e inicios
de 2006, que coadyuvaron a la creación de la Fuerza Política Alternativa, un
primer intento de crear un gran frente político de la izquierda panameña.
Movimiento que recibió su nombre del propio Changmarín en un documento
memorable que sirvió de base a aquel acuerdo (Acerca de crear una fuerza
política alternativa, fechado en octubre de 2005). Allí, entre otras cosas, de
plena vigencia aún, decía:
“La crisis estratégica de la
sociedad panameña expresa que ya el país no puede seguir manejándose
políticamente mediante el predominio de los partidos oligárquicos. A esto se
agrega la evidente falta de una real conciencia revolucionaria de las masas, en
general. Ante lo cual el pueblo no puede seguir disperso y solamente rumiando
aspectos puramente coyunturales. Se requiere la construcción de una fuerza
política alternativa, de manera que la lucha popular de los diversos sectores:
obreros, campesinos, indígenas, profesionales, intelectuales, pequeños
propietarios, femeninos y juveniles, cada cuatro años, no se vean empujados a
votar por éste o aquel partido, que directa o indirectamente reflejan los
intereses oligárquicos, de la derecha y del imperialismo; o simplemente
abstenerse de votar. Es menester (y ya tenemos al respecto un gran retraso)
trabajar sobre la base de construir, paso a paso, una fuerza alternativa,
popular, participativa, nacional, solidaria y pro-paz, que pueda acceder a los
espacios parciales y formalmente totales del poder político en Panamá, con el
fin de establecer una verdadera democracia nacional, participativa y popular.
Esto implica un serio sentido de amplitud, realismo y una mentalidad no
sectaria de la política y de la necesaria unidad”.
Bajo los criterios de este
ensayo se creó, en 2006, la Fuerza Política Alternativa y, en 2007, el Partido
Alternativa Popular. Pero la dirección del Partido del Pueblo no compartió esas
ideas y Changmarín, como militante disciplinado que era, no nos pudo acompañar
en la dirección de estas experiencias políticas, creándose un déficit que
limitó los éxitos de dichas propuestas.
Hay mucho por lo cual mantener
en el recuerdo a Carlos Francisco Changmarín, pero por sobre todas ellas,
recordemos al militante comunista, comprometido con el movimiento obrero y
campesino, que nunca se vendió y que gustaba decir: “Me quieren comprar el
canto/ en la tienda del patrón/ al saber que soy un peón/ y que vivo entre
quebrantos;/ mas no hay dinero tanto/ que compre mi alma sencilla,/ que si al
parecer no brilla/ tiene su luz que la enciende,/ porque el cantor no se vende/
ni se entrega, ni se humilla”.
¡Hasta el socialismo, siempre,
compañero Changmarín!
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