Desde Estados Unidos
10/Octubre/2013
Cuarenta años después del “otro 11 de septiembre”, gran parte del sueño
de Allende se ha cumplido
Mark Weisbrot
El 40 aniversario del “otro 11 de
septiembre” no fue gran cosa para los medios estadounidenses, con excepción de
medios más abiertos de mente como Democracy Now. Ciertamente, los ataques
terroristas del 11 de septiembre en EE.UU. hace 12 años cambiaron el mundo;
incluso quizás más de lo que los mismos autores de los ataques habían
imaginado. Pero el cambio no se dio directamente a través de las muertes o la
destrucción que provocaron estos ataques. Más bien, se debió al pretexto que
sirvió para que surgiera una organización de yihadistas más violenta conocida
como el gobierno de EE.UU., el cual lanzó dos guerras que resultaron en la
muerte de más de un millón de personas y contribuyeron a la inestabilidad y a
la violencia que persisten hoy en día y que parecen no tener fin. Los ataques
del 11 de septiembre también sirvieron como excusa para lanzar un ataque en
casa en contra de las libertades civiles y, como sabemos ahora, para que se
diera un nivel sin precedentes de vigilancia.
El gobierno estadounidense fue
uno de los principales organizadores y autores del golpe militar del 11 de
septiembre de 1973 en Chile, y los autores de ese golpe también cambiaron el
mundo – cambio que claramente fue para mal. El golpe le dio fin a un
experimento de democracia social latinoamericana, estableció una dictadura
militar que resultó en el asesinato, tortura y desaparición de decenas de miles
de personas y, durante un cuarto de siglo, fue un gran impedimento para que los
latinoamericanos mejoraran sus condiciones de vida y el liderazgo de sus países
a través de las urnas.
El presidente Richard Nixon fue
claro, al menos en conversaciones privadas, sobre las razones por las cuales
quería que se diera el golpe que destruyó una de las democracias de más larga
duración en el hemisferio, según su punto de vista:
La principal preocupación en
Chile es que [el presidente Salvador Allende] pueda consolidarse, y que se
proyecte esa imagen al mundo sería un éxito para él… Si dejamos que los
posibles líderes de Sudamérica piensen que pueden actuar como en Chile y
salirse con la suya, vamos a tener problemas.
Lo irónico, y algo por lo que el
mundo puede celebrar ahora, 40 años después, es que la “teoría del dominó”
sobre Latinoamérica de Nixon resultó ser cierta. Cuando EE.UU. intentó y fracasó
en derrocar al gobierno democráticamente electo de Venezuela en 2002, terminó
perdiendo el control sobre la mayor parte de la región, especialmente de
Sudamérica. Allende murió en el golpe, pero su sueño perduró y gran parte de
ese sueño se ha hecho realidad.
Cuando se trata de la política
exterior, la región es ahora independiente de Estados Unidos. De los 35 países
que han firmado la declaración sobre Siria del presidente Obama, ninguno es de
América del Sur. En cuanto a Siria, la Comunidad de Estados Latinoamericanos y
Caribeños (CELAC) publicó esta semana una declaración con un llamado para que
se diera una “solución política negociada” y que indicaba que cualquier acción
en contra de Siria debe ser aprobada por el Consejo de Seguridad de la ONU.
A diferencia de 1973, la mayoría
de la población en Latinoamérica y el Caribe tiene ahora el derecho de elegir
gobiernos de izquierda sin que esos gobiernos sean derrocados por una alianza
entre las élites tradicionales y Washington, y lo ha estado haciendo
continuamente desde 1998 en Venezuela, Brasil, Argentina, Bolivia, Ecuador,
Uruguay, Paraguay, Honduras, Nicaragua, El Salvador y Haití.
Desafortunadamente, algunos de los países más débiles, y especialmente aquellos
que están “muy lejos de Dios y muy cerca de Estados Unidos” aún no tienen esa
libertad: Washington pudo deshacerse de gobiernos izquierdistas
democráticamente electos en Honduras con un golpe militar (2009), en Paraguay
(en donde contribuyó al “golpe parlamentario” el año pasado) y en Haití (cuyo
gobierno electo fue derrocado por Washington y sus aliados a plena luz del día
en 2004).
Pero la mayor parte del sueño de
Allende de una Latinoamérica independiente se ha cumplido. Hoy en día, tomar la
ruta electoral hacia la democracia social (a la cual él, al igual que los
líderes actuales de Ecuador, Bolivia y Venezuela, por ejemplo, llamaba
“socialismo”) es una posibilidad.
Éste es un logro enorme no
solamente para la región, sino para el mundo entero, como Allende sabía que así
lo sería. Los nuevos líderes democráticos de izquierda han tomado muchas
acciones para asegurarse de que estos cambios sean permanentes, creando nuevas
organizaciones regionales como UNASUR y CELAC (la Comunidad de Estados
Latinoamericanos y del Caribe). Esta última incluye a todos los países del
hemisferio, excepto Estados Unidos y Canadá, y esperemos que, poco a poco,
desplace a la Organización de Estados Americanos (OEA). La OEA está muy
corrompida por Washington, quien se apoderó de la organización, por ejemplo, durante
el derrocamiento del gobierno de Haití y luego cuando revocó los resultados
electorales en ese país, y la usó también para mantener a los gobiernos
golpistas de Honduras y Paraguay.
El sueño de Allende de una
democracia social que beneficie a los trabajadores y a los pobres también ha
tenido grandes logros durante la era de la “segunda independencia” de
Latinoamérica, la cual abrió más espacios para la implementación de políticas.
Desde que Argentina se liberó del FMI, la pobreza y la pobreza extrema han
caído por más del 70 por ciento, el gasto social real casi se ha triplicado y
el país ha logrado niveles récord de empleo. Brasil, a pesar de su reciente
desaceleración, ha tenido uno de sus mejores crecimientos y de mayor inclusión
en décadas, logrando una reducción de la pobreza del 45 por ciento y alcanzando
bajos niveles récord de desempleo durante la última década de gobierno al mando
del Partido de los Trabajadores. Venezuela ha logrado una reducción de la
pobreza de casi el 50 por ciento y de la pobreza extrema de más del 70 por
ciento desde que el gobierno obtuvo el control sobre su industria petrolera
hace diez años. Ecuador también ha logrado bajos niveles récord de desempleo,
ha controlado e implementado impuestos al sector financiero y ha incrementado
enormemente el acceso a la vivienda y la atención médica. Otros gobiernos de
izquierda han tenido logros similares.
Salvador Allende y el movimiento
que lo apoyó en 1973 mostró gran valor e integridad, pero el gobierno
estadounidense aún era demasiado poderoso para que pudieran existir opciones
democráticas en Sudamérica. Pero 40 años después, el mundo ha cambiado, y sus
sueños se están haciendo realidad cada vez más.
weisbrot@cepr.net
Publicación
Barómetro 16-09-13
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