Desde España
10/Octubre/2013
León Trotski, el ideólogo marxista que sentó la postura más consecuente
con las luchas de los pueblos del África negra
José Eulícer Mosquera
Rentería
La generalidad de partidos e
ideólogos marxistas no incluyen la lucha contra el racismo y la discriminación
racial como uno de los puntos principales de sus agendas, plataformas y
programas de lucha, a duras penas los denuncian, y al contrario, insultan, estigmatizan
y hasta excomulgan a sus militantes afros que asumen con responsabilidad el
compromiso de trabajar por la redención de su pueblo desde esta perspectiva, al
no considerar este tema como una de las manifestaciones más profundas de la
lucha de clases, no obstante tener su origen en el colonialismo y el
neocolonialismo capitalistas, y detrás del cual se ocultan las más terribles
explotación y opresión sobre los pueblos de la africanía. En USA y Sudáfrica
por ejemplo, un trabajador o empleado blanco llegó a devengar hasta más de 20
veces por encima de otro negro, por igual trabajo o cargo desempeñado. Es decir
que la mayoría de partidos marxistas se
han resistido a admitir la lucha contra el racismo y la discriminación racial
como lo que realmente es: parte del repertorio de manifestaciones de las luchas
del proletariado contra la explotación económica capitalista y la opresión
étnica y nacional.
En los años de 1930 y después de
la Segunda Guerra Mundial, cuando la lucha de los pueblos de la africanía
contra el colonialismo, el racismo y la discriminación racial; por la igualdad
real y el progreso social llegó al más alto grado, se dio una candente
discusión sobre estos temas y
particularmente el Partido Comunista de Sudáfrica, que se había constituido en
1915 con una aristocracia de obreros, empleados, profesionales e intelectuales
europeos, mantuvo su postura excluyente de la lucha contra el racismo y la
discriminación racial, y de su hijo, el apartheid, como una de las prioridades
de su agenda de lucha, a pesar de que ya en los años de 1930 en su dirección
habían muchos africanos-negros. Así mismo, este partido rechazaba la propuesta
del Congreso Nacional Africano de construir una República Sudafricana
independiente y soberanamente gobernada por los africanos, como dueños
legítimos de sus territorios y como mayoría absoluta de la población
sudafricana, ya que constituían más del 75% de la misma. Por ello, destacados
dirigentes e ideólogos revolucionarios de la africanía como Nelson Mandela,
Oliver Tambo, George Padmore, Frantz Fanon, Aime Cesaire y Kwame Nkrumah, entre
otros, se abstuvieron o desistieron de militar en dichos partidos, a pesar de
compartir los postulados fundamentales del marxismo.
La actitud ambigua y en ocasiones
despectiva de los partidos marxistas frente a la problemática particular de los
pueblos de la africanía, también llevó a que surgieran los partidos y
movimientos afro-negros, tales como el Partido de los de Color, en Cuba; la
Asociación Universal para la Mejora del Hombre Negro, de Marcus Garvey, con
sedes principales en Jamaica y Estados Unidos; el Poder Negro de Robert F.
Williams y Richard Wright, y las Panteras Negras de Huey P. Newton y Bobby
Seale, en USA; el Convention People Party de Nkrumah, el Movimiento Mau Mau de Kenyatta
y el Movimiento Nacional Congolés de Lumumba, en África, entre otros. Ya a principios del silgo XX, el
comportamiento racista, euro-céntrico y
excluyente del movimiento sindical había obligado a la creación del
sindicalismo afro-negro en Estados Unidos, Europa y en la misma África, cuyos
dirigentes más destacados fueron George Padmore, Cyril Lionel Robert James; y
los sudaneses Ibrahim Zakaria y Ahmed el Sheikh, todos los cuales estuvieron
entre los fundadores de la Federación Sindical Mundial, y algunos fueron miembros de su junta
directiva por varios períodos. Sin embargo, estos brillantes y heroicos
dirigentes revolucionarios afros han sido invisibilizados hasta por la
izquierda marxista, profundamente afectada por el eurocentrismo.
Contrariamente a la postura del
Partido Comunista Sudafricano y de otras agrupaciones y dirigentes marxistas,
León Trotski en su escrito “Sobre las Tesis Sudafricanas”, publicado entre 1934
y 1935, planteó lo siguiente: “1. (…) las tres cuartas partes de la población
sudafricana…no son europeos. Es inconcebible una revolución victoriosa sin el
despertar de las masas nativas. A la vez eso les dará lo que hoy les falta,
confianza en sus propias fuerzas, una conciencia personal más elevada, un nivel
cultural superior. En estas condiciones, la República Sudafricana surgirá antes
que nada como una república “negra”; por supuesto esto no excluye una total
igualdad para los blancos o las relaciones fraternales entre ambas razas;
dependerá fundamentalmente de la conducta que adopten los blancos. Pero es
obvio que la mayoría predominante de la población, liberada de su dependencia
esclavizante, pondrá su impronta en el Estado. 2. Dado que una revolución
victoriosa cambiará radicalmente no solo la relación entre las clases sino
también la relación entre las razas, y garantizará a los negros el lugar que
les corresponde en el Estado de acuerdo a su número, la revolución social
tendrá en Sudáfrica también un carácter nacional. No tenemos la menor razón
para cerrar los ojos ante este aspecto de la cuestión o para disminuir su importancia. Por el contrario, el partido
proletario, abierta y audazmente, en las palabras y en los hechos, tiene que
tomar en sus manos la solución del problema nacional (radical). 3. No obstante,
el partido proletario puede y debe resolver el problema nacional con sus
propios métodos. El arma histórica para la liberación nacional sólo puede ser
la lucha de clases. (…). 4. No podemos estar de acuerdo con la forma en que se
expresan las tesis (del Partido Comunista Sudafricano) cuando afirman que la
consigna de “república negra” es tan perniciosa para la causa revolucionaria
como la consigna “Sudáfrica para los blancos”. Mientras que con la última se
apoya la opresión más total, con la primera se dan los pasos iniciales hacia la
liberación.
Tenemos que aceptar resueltamente
y sin reservas el absoluto e incondicional derecho de los negros a la
independencia. La solidaridad entre los trabajadores negros y blancos sólo se
cultivará y se fortalecerá en la lucha común contra los explotadores blancos (o
capitalistas europeos). 5. Es posible que después del triunfo los negros no
crean necesario formar un Estado negro separado en Sudáfrica. Por supuesto no
los obligaremos a implantarlo. Pero que tomen su decisión libremente, en base a
su propia experiencia, no obligados por el sjambok (látigo) de los opresores
blancos.
Los revolucionarios proletarios
nunca deben olvidar el derecho de las nacionalidades oprimidas a la
autodeterminación, incluso a la separación plena, ni la obligación del
proletariado de la nación opresora de defender este derecho con las armas en la
mano si fuera necesario. 6. (…) “No debemos, dicen las tesis, competir con el
Congreso Nacional Africano con consignas nacionalistas para ganar a las masas nativas”.
La idea en sí misma es correcta, pero hay que ampliarla concretamente…7.Los
bolcheviques leninistas deben salir en defensa del Congreso, tal como éste es,
en todos los casos en que lo ataquen los opresores blancos y sus agentes
chovinistas en las organizaciones obreras. 8. Los bolcheviques leninistas han
de dar más importancia a las tendencias progresistas del programa del Congreso
que a sus tendencias reaccionarias. 9. Los bolcheviques leninistas denunciarán
ante las masas nativas la incapacidad del Congreso de lograr la concreción
incluso de sus propias reivindicaciones, debido a su política superficial y
conciliadora. A diferencia del Congreso, los bolcheviques leninistas llevarán
adelante un programa revolucionario de lucha de clases. 10. Son admisibles los
acuerdos episódicos con el Congreso, si las circunstancias obligan a tomarlos,
sólo dentro del marco de las tareas prácticas estrictamente definidas,
manteniendo la independencia total y absoluta de nuestra organización y nuestra
libertad de crítica política. (…). El proletariado del país está constituido
por parias negros atrasados y una privilegiada, arrogante casta de blancos.
Aquí reside la principal dificultad. Como lo plantean correctamente las tesis,
las convulsiones económicas del capitalismo putrefacto tienen que sacudir
brutalmente las viejas barreras y facilitar la confluencia revolucionaria. De
todos modos, el peor crimen de parte de los revolucionarios sería hacer la
menor concesión a los privilegios y prejuicios de los blancos. Quien le da aun
que sea el dedo meñique al demonio del chovinismo está perdido. 11. El partido
revolucionario tiene que plantearle a todo obrero blanco la siguiente
alternativa: o con el imperialismo británico y la burguesía blanca de
Sudáfrica, o con los trabajadores y campesinos negros contra los señores
feudales y esclavistas blancos y sus agentes en las filas de la clase obrera…”
Es decir que, guardando las
proporciones con Colombia y los demás países de las Américas, dado que en
Sudáfrica, como en los demás países del África Subsahariana, los
africanos-negros han sido la mayoría absoluta, despojada de sus territorios y
de su patrimonio construido durante milenios, sometida a la más terribles
explotación y opresión por parte de invasores colonialistas-capitalistas
europeos, Trotski quiso decir que el partido revolucionario tenía que reconocer
la justeza de la lucha de los pueblos de la africanía contra el racismo y la
discriminación racial, y por el progreso social en condiciones de igualdad real
en relación con los demás segmentos poblacionales de la sociedad determinada,
teniendo en cuenta los factores identitarios que los definen como pueblos y/o
naciones, marchando siempre junto a ellos respaldando sus luchas y procurando
ayudarles a mantener el rumbo correcto en la lucha común de los trabajadores y
los pueblos de mundo contra el capitalismo y la opresión nacional.
La historia también le dio la
razón a León Trotski, dado que el Congreso Nacional Africano, CNA, bajo el
liderazgo de Mandela nunca perdió el enfoque clasista de la lucha. Su lucha
estuvo encaminada contra el colonialismo y la opresión capitalista-feudal
realizada por los imperialistas europeos y sus aliados africanos, y finalmente
en 1955 enarboló su Carta de la Libertad, en la que se plasmó la aspiración de
establecer un Estado multirracial, multinacional, multicultural, igualitario y
democrático; basado en una reforma agraria que prioritariamente devolviera la
tierra a las comunidades rurales y al campesinado trabajador, dotándolos de los
medios adecuados para la realización de su labor; y una política de justicia
social en las relaciones laborales y en el reparto de la riqueza. Un Estado
Nacional donde pudieran convivir todos de manera solidaria, fraterna y en paz,
la Nación del Arco Iris, como la ha denominado Mandela, que es el proyecto en
construcción desde su libertad y su llegada a la Presidencia de Sudáfrica en
1994. Es decir que los negros se han liberado para garantizar la libertad a
toda la sociedad sudafricana; y así tendrá que ser en todas las demás partes
del mundo donde hagan presencia, porque como afirmara Carlos Marx, la clase
trabajadora al liberarse tendrá que liberar a toda la humanidad de la nueva
esclavitud capitalista. Los pueblos de la africanía al ser despojados por los colonialistas-esclavistas
de sus territorios y de su patrimonio material construido durante milenios, y
al ser sometidos permanentemente a procesos de despojo, como viene ocurriendo
en África, Colombia, Honduras y otros países de las Américas, han sido proletarizados
o como dijera Frantz Fanon, convertidos en “los desheredados de la tierra”.
Además que por decisión de las potencias capitalistas, tomada en su Conferencia
de Berlín de 1885, estos pueblos fueron convertidos en canteras de mano de obra
superbarata y en parte especial del “ejército laboral de reserva” del sistema
capitalista mundial; y con la pretensión de justificar su opresión, dichas
potencias los han mantenido bajo la ignominia del racismo eurocéntrico, la
discriminación racial y la más extrema marginalidad social, ya sea en forma
directa o a través de gobiernos títeres.
Los hechos históricos han
demostrado que solo bajo gobiernos democráticos, progresistas y socialistas,
las comunidades y pueblos de la africanía logran superarse y disfrutar de vida
digna, tal como está ocurriendo en la Venezuela gobernada por el Chavismo, en
el Ecuador gobernado por Correa y su movimiento político; y como ocurrió en la
Honduras gobernada por Manuel Zelaya. Además, es indiscutible la mejora
sustancial de las condiciones de vida y los avances hacia su dignificación de
los afrocubanos bajo la Revolución Socialista, no obstante se haya cometido el
error de abandonar los procesos identitarios y de erradicación del racismo y la
discriminación racial, y sus secuelas, situación que hoy se ha convertido en un
pesado fardo para continuar avanzando en las transformaciones revolucionarias y
progresistas, pero que mancomunadamente la comunidad y el Gobierno
Revolucionario están empeñados en superar lo más pronto posible. De igual
manera Lenin, al triunfar la Revolución Socialista de Octubre en Rusia, impulso
la creación del Soviet de las Nacionalidades, colateralmente al Soviet General,
con el objeto de erradicar las prácticas racistas y discriminatorias, y como garantía para
superar las inequidades que el Imperio Zarista había implantado entre las
decenas de nacionalidades subyugadas por él, que conformarían la Unión de
Repúblicas Socialistas Soviéticas. Organismo que dio muy buenos resultados
hasta que la camarilla burocrática y corrupta al servicio del neoliberalismo
capitalista, controló el poder político y decidió suprimirlo, para que
finalmente sobreviniera todo un desbarajuste social de enfrentamientos entre
las diferentes etnias y nacionalidades. Todo lo cual está indicando que no
basta con instaurar un sistema socioeconómico igualitario, sino además,
desencadenar procesos serios y coherentes de erradicación de las profundas
raíces del racismo y las discriminaciones cultivadas durante siglos de opresión
colonial y neocolonial-capitalista, tomando las medidas necesarias para que no
renazcan.
De allí la justeza de las luchas
de los pueblos de la africanía por su redención y por construir sociedades
libertarias y equitativas, donde impere la justicia social y el respeto por la
diversidad, tal como lo reconoció con toda gallardía y profundidad ideológica
León Trotski.
jlicher001@yahoo.es
Publicación
Barómetro 05-09-13
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