Desde Siria
10/Octubre/2013
Crónica de un ataque anunciado
Miguel Guaglianone
La Casa Blanca decidió hace ya
aproximadamente un mes que Estados Unidos va a atacar a Siria. Posiblemente el
plan esté absolutamente trazado desde hace largo tiempo, inclusive antes de que
comenzara el conflicto provocado en ese país desde el exterior (con EEUU a la
cabeza) aprovechando protestas populares contra el gobierno hace ya dos años y
medio.
El ataque está decidido, y es
probable que el detonante de esa decisión haya sido la convicción de que a
estas alturas es imposible que los “rebeldes” (las tropas mercenarias
promovidas, financiadas y armadas por una “coalición” de países encabezados por
Estados Unidos) puedan lograr un triunfo militar sobre el gobierno sirio. Su
derrota militar se hace evidente, mientras que algunas de esas facciones que son
incontrolables –como Al Qaeda y otros grupos– son quienes obtienen la mayor
ganancia y se constituyen en los más fuertes y mejor armados factores en ese
mosaico de actores. Aparentemente ésta
es la hora de utilizar otros medios para cumplir con el objetivo principal que
desató y mantiene este conflicto: derrocar al gobierno sirio actual y colocar
un gobierno “amigo” complaciente con los intereses geopolíticos de los Estados
Unidos, Israel y algunas de las monarquías aliadas del área (variopintos
intereses de los cuales algunos son comunes y otros particulares de cada uno de
ellos).
Es muy posible que la
inteligencia militar norteamericana haya analizado que el principal factor que
determina su éxito es la fortaleza militar siria, y entonces haya elegido un
bombardeo a sus infraestructuras (tal como realizaran exitosamente en Libia)
para atacar esa fortaleza. Pero la situación es muy distinta que la de Libia.
No ha sido posible, por el veto sistemático de Rusia y China, conseguir una
resolución del Consejo de Seguridad de la ONU que permita que la OTAN se haga
cargo nuevamente de hacerle la tarea sucia a Estados Unidos. A pesar de
repetidos intentos, incluso del intento
de soborno al gobierno ruso realizado recientemente por Arabia Saudita,
ofreciendo realizar una multimillonaria compra de armas si no interpusieran su
veto frente a una nueva propuesta de resolución que permitiera el bombardeo, no
ha sido posible lograr el aval de la “comunidad internacional” –en este caso
representada por el Consejo de Seguridad– para dar “legalidad” a un ataque
aéreo desde el exterior.
Hace ya más de un año, Barak
Obama habló del uso de armas químicas en Siria, y anunció al mundo que para su
gobierno allí estaría la “línea roja” cuya transgresión desataría la
intervención militar directa. El 21 de agosto de este 2013, una noticia
originada en el canal de TV Al Arabiya, propiedad de la familia real saudita,
habló de un ataque del gobierno sirio con gases (se hablaba de sarín) que
habría dejado más de mil muertos, y presentó fotos y videos que ya
analizáramos, elementos todos sospechosamente muy teatralizados y con toda la
apariencia de “noticia fabricada”. Máxime aún cuando nadie (incluidas ONG de
oposición al gobierno sirio) reconoció la validez de esta información, registrando
meramente un ataque militar de las tropas oficiales a un bastión “rebelde” que
habría dejado un centenar de muertos, cifra muy inferior a la que ya estaba
siendo globalizada a través de las cadenas corporativas de medios de Occidente.
A partir de esa noticia, durante
los últimos días las declaraciones de los voceros de los países centrales,
fueron subiendo progresivamente de tono, aunque las primeras realizadas por
Barak Obama fueron bastante confusas ya que en ellas explicó como un ataque a
Siria por EEUU era un asunto complicado, muy costoso y enfrentado a la
legislación internacional (aunque todo esto enunciado dentro del contexto de
que la intervención militar sería poco menos que inevitable). Mientras tanto,
otros como el presidente de Francia François Hollande, o quien encabezó la
posición “dura” desde que la “noticia” del ataque se hizo pública, el primer
ministro británico David Cameron, hablaron siempre de la intervención militar
como única alternativa ante el “crimen” cometido por el gobierno de Bashar Al
Assad.
Lo más curioso es que el día que
surgió la famosa noticia de la masacre, estaba llegando a Siria una comisión de
las Naciones Unidas para investigar en el terreno el posible uso de armas
químicas, y determinar de quien era la responsabilidad en caso de comprobarlo.
Mientras las declaraciones se iban endureciendo en su contra, esa comisión
autorizada por el gobierno sirio estuvo haciendo un trabajo de campo en la zona
donde supuestamente se realizó el ataque químico. No obstante, y a través no de
funcionarios menores, sino del propio Obama y del Secretario de Estado John
Kerry, los Estados Unidos fueron cerrando su posición, sobre todo a partir de
dos elementos: primero, el reiterado anuncio público que EEUU no necesita en
absoluto una resolución de la ONU para intervenir militarmente, y segundo que
existían en su poder pruebas que demostraban fehacientemente la culpabilidad
del gobierno sirio en una masacre que dejó (según palabras de Kerry) “1429
muertos, de los cuales 265 fueron niños”. Lo significativo es que las supuestas
pruebas, proporcionadas por sus sistemas de inteligencia, están “clasificadas”
y por razones de seguridad nacional no pueden hacerse públicas, así que la
única garantía de que esas afirmaciones son verdaderas sería la depauperada
credibilidad de Obama y Kerry.
Un hecho significativo se produce
finalmente, el Parlamento Británico se reúne y prohíbe a Cameron participar en
un ataque militar a Siria. En una sesión que parece haber sido lamentable,
“Desembarazándose de la flema inglesa, David Cameron, primer ministro del Reino
Unido, afirmó ante el parlamento británico que no dudaba de la responsabilidad
del gobierno sirio en el uso de armas químicas y, seguidamente añadió,
indubitablemente, que no estaba del todo seguro” (según la agencia de noticias
Rebanadas de Realidad).
Inmediatamente (el 30 de agosto)
el presidente de Rusia Vladimir Putin hace unas muy duras declaraciones, donde
entre otras cosas afirma que “Decir que el Gobierno sirio ha empleado armas
químicas cuando el Ejercito de Siria avanza … es una tontería inmunda",
dijo además que si existen pruebas no pueden ser “clasificadas” y deben ser
presentadas a la ONU, sino esas pruebas no existen, criticó las intervenciones
militares realizadas por EEUU en Irak, Afganistán y Libia que han terminado en
el más absoluto fracaso, e instó a Obama a pensar muy bien su decisión.
Finalmente, el 31 de agosto Barak
Obama realizó unas declaraciones (que vimos en directo) que volvieron a dar un
nuevo giro a la situación. En ellas volvió a dejar claro que la intervención
militar de EEUU no necesita el informe de la comisión de la ONU (que ese mismo
día estaba finalizando su trabajo de campo y que anunció que le llevará por lo
menos una semana hacer públicas sus conclusiones), que el ataque ya estaba
preparado, pero –y aquí está lo interesante– que la efectividad del ataque
militar, una vez que está definido, va a ser la misma si se realiza en unos
días, unas semanas o en un mes. Agregó que visto lo sucedido en el Parlamento
inglés, y considerando que el sistema democrático estadounidense es parte de lo
mejor que tienen, si bien él no necesita según la ley el permiso de su Congreso
para ordenar un ataque, ha decidido consultar su decisión con éste,
proporcionando a los senadores y representantes las pruebas “clasificadas” de
las que disponen, para tener el aval tanto de la clase política como de la
opinión pública antes de dar esa orden.
Idas y vueltas
En definitiva, la fecha del
ataque militar parece postergarse, las cadenas de medios hablaron
inmediatamente de un “afloje de la tensión”, pero sigue presentándose como
inevitable. ¿Qué está sucediendo? Podemos considerar la hipótesis de que estas
idas y venidas son producto de una cierta sensibilidad de la Casa Blanca ante
las adversas reacciones a todo nivel frente al ataque anunciado. En lo interno las encuestas hablan de un 65 a
70% de la opinión pública que es absolutamente contraria a que EEUU comience
otra guerra (en Francia la oposición pública está en el 60%). En lo
internacional, la voz de Rusia oponiéndose sistemáticamente a cualquier tipo de
intervención militar en Siria es un factor muy importante, sobre todo
considerando (aunque como buen estadista no lo haya destacado en su última
declaración) que Vladimir Putin ha puesto su propia “línea roja” en esa
intervención militar. Entre otros, la UNASUR en pleno, reunida en estos últimos
días ha realizado una declaración de apoyo a Siria e instado al presidente
Obama a descartar el ataque militar.
Otro factor a tener en cuenta que
puede explicar estas indecisiones de la Casa Blanca es el análisis estratégico
de las consecuencias que podría tener internacionalizar abiertamente el
conflicto armado en Siria. Escenarios como la extensión del conflicto a toda la
región (involucrando hasta Israel e Irán), o una posible respuesta militar
rusa, son algunas circunstancias probables (e impredecibles). Quizás quede en
la Administración Obama alguna pizca de sentido común que esté postergando la
orden de ataque. Algunos analistas han especulado que este pase a su Congreso
para compartir la responsabilidad de la decisión puede significar una forma
elegante (en caso que se le negara el ataque) para poder dar marcha atrás en lo
que habría entendido como una demasiado apurada decisión de involucrar a su
nación en esta nueva guerra y sus consecuencias.
Claro que también es probable lo
contrario, que estas dilaciones sean parte de una planeada campaña de
propaganda de guerra para consolidar la justificación de la intervención
militar, táctica que los EEUU vienen usando desde hace mucho tiempo. La
creación de “incidentes” y el papel de los medios de comunicación en esa
creación, vienen siendo utilizados desde el siglo XIX cuando las cadenas
editoriales de William Randolph Hearst inventaron un atentado contra un
acorazado estadounidense fondeado en la Habana, dándole a Theodore Roosevelt la
justificación para invadir Cuba, pasando por otros múltiples ejemplos, como el
atentado del Golfo de Tonkín (que ya está probado que fue preparado) y que dio
la razón a Lyndon Johnson para enviar tropas a Vietnam, o aún como el propio
atentado a las Torres Gemelas, que hoy está siendo considerado como preparado
por los propios sistemas de inteligencia de EEUU para conseguir el pretexto a
la “guerra global contra el terrorismo”.
Y como el propio Obama ha
declarado, otro factor importante es el alto costo económico de un ataque (ya
algunos medios se han encargado de calcular las astronómicas cifras en dólares
que representaría) que el estado norteamericano no está en las mejores
condiciones económicas de afrontar.
Desde el punto de vista
estrictamente militar, esta tampoco sería una campaña fácil. La intención más o
menos declarada es realizar un ataque con misiles de crucero del tipo Tomahawk,
disparados desde barcos o submarinos ubicados en el Mediterráneo. Estos misiles
ya han sido utilizados con cierto éxito por EEUU en la guerra del Golfo, en la
de los Balcanes o en Libia (donde cargaban uranio empobrecido), pero esta vez
tendrán que enfrentarse al sistema antiaéreo S-300 de fabricación rusa que
tiene el gobierno sirio, que está considerado como la estrella en materia de
capacidad de intercepción a otros proyectiles, y que Rusia ha exportado a
múltiples países como un producto que es garantía de defensa contra un ataque
misilístico. Es muy probable entonces que la efectividad y “limpieza” de un
ataque con cohetes desde lejana distancia planeado por el Pentágono, se vean
muy obstaculizadas y disminuidas por este factor.
Conclusiones
No tenemos la bola de cristal, no
podemos establecer si el ataque anunciado se llevará a cabo (desatando eventos
imprevisibles) o si se diluirá su intención frente a una realidad que le es muy
adversa. Sin embargo es posible considerar que la decisión de atacar a Siria
fue motivada por la imposibilidad de lograr la caída del gobierno de Al Assad
por otros medios y que todas estas alternativas, estas vueltas de tuerca, son
producto del debilitamiento del poder de la superpotencia del Norte en un mundo
que ya no maneja en forma unipolar y a su antojo, aunque lo pretenda.
Sólo podemos desde aquí tratar de
establecer elementos que nos clarifiquen en alguna medida la situación, y por
supuesto condenar cualquier agresión a una nación soberana por parte de los
países centrales que todavía siguen considerándose los dueños del planeta.
miguelguaglianone@gmail.com
Publicación
Barómetro 02-09-13
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