Desde Brasil
10/Octubre/2013
La vigilancia electrónica global de los EUA y la cuestión brasileña
Bruno Lima Rocha
A partir de la cobertura
realizada por el periodista estadounidense Glenn Greenwald, trabajando para The
Guardian y publicada en portugués en el periódico O Globo, Brasil entró en ruta
de colisión con la estrategia de hegemonía absoluta a través del espionaje
electrónico en el planeta. El texto que sigue aborda este tema, pasando por el
episodio puntual de la retención de David Miranda, estudiante de comunicación,
novio de Greenwald y también un activo colaborador en los reportajes e
investigaciones del reportero y articulista natural de los EUA y radicado en
Río de Janeiro. Snowden, Greenwald y Miranda, chocan con la inteligencia de la
mayor potencia del planeta.
El comienzo de este episodio
Edward Snowden, hoy asilado
temporal en la Rusia gobernada por Vladimir Putin y demasiado heredera de la
KGB, es un ex–consultor de la National Security Agency (NSA), agencia de los
EUA especializada en vigilancia y guerra electrónica y responsable por el
monitoreo de datos electrónicos y comunicación interpersonal. En declaraciones
públicas, se dijo arrepentido de sus actos, y desertó. El argumento tiene
sentido. Espiar ciudadanos comunes está muy distante de ejercer un alerta sobre
posibles conexiones sobre el terror integrista sunita. En la práctica diaria es
casi imposible distinguir entre la atención a la seguridad del Estado y la
intromisión en la vida privada. La novedad aquí es la deserción y no el
espionaje sobre poblaciones enteras.
La vigilancia individual sólo
viene aumentando, una vez que el potencial enemigo se organiza en sistemas de
red. Cabe recordar que el modelo organizacional fue aprendido por los
jihadistas cuando el miembro de la familia real saudita y socio de Bush, Osama
Bin Laden, era operador de enlace en el reclutamiento de voluntarios “afganis”
para luchar contra los herejes soviéticos ocupando Afganistán. Esta guerra no
declarada fue la mayor escalada bélica (de costos) del periodo de la
bipolaridad. Al comprometer a Arabia Saudita como co–financiadora de la
resistencia afgana, las redes de inteligencia se mezclaron para después quedar
diseminadas entre las poblaciones de credo islámico de rama sunita esparcidas
por el mundo. El resultado es vigilar casi todo y a casi todos, justificado por
la omnipresencia del enemigo sin rostro.
Como se sabe nada de eso es
novedad. A partir de la escalada bélica de la 2ª Guerra Mundial, los Estados
Unidos son co–gobernados por el complejo industrial–militar, incluyendo a los
sectores de telecomunicaciones. El blanco de la vigilancia es indiscriminado,
consecuencia de la indexación de palabras–llave, cuyos registros una vez
capturados son posicionados en super procesadores, cruzando los términos con
las relaciones interpersonales de quienes participan de las conversaciones. El
problema internacional es la vigilancia de las comunicaciones electrónicas en
Estados soberanos, espiando sistemáticamente a ciudadanos de países aliados
–como los de la Unión Europea– y compañeros comerciales, a ejemplo del Brasil.
El flujo de comunicaciones
electrónicas pasa necesariamente por los EUA, pues allá se localizan la mayoría
de los supercomputadoras, sirviendo cómo intermediarias de las conversaciones
de Internet y en el Hub de la red física instalada sobre las dos espaldas del
Océano Atlántico. Súmese a eso la lealtad de hecho –no jurídica– de las
empresas que ofrecen servicios de Internet e indexación de datos, como Google,
Facebook, Microsoft (en el servicio de Skype) y Yahoo. Si antes los críticos
sospechaban de la venta de datos particulares para fines de mercado, individualizando
el gasto y la oferta de productos de consumo, ahora el hecho es aún más grave.
Contrariamente al sentido común del liberalismo, la privacidad y la libertad
individual no están aseguradas para los ciudadanos, siendo prerrogativas el uso
de la fuerza y la hegemonía del Imperio en escala mundial.
La detención de David Miranda y
la proyección del Brasil
El caso del brasileño David
Miranda, estudiante de comunicación social, y su retención por nueve horas en
el aeropuerto de Heathrow (Londres), ocurrida el domingo 18/08 materializan un
episodio que obedece a una lógica determinada por la estrategia de los EUA.
Como se sabe, Miranda es compañero del periodista estadounidense Glenn
Greenwald, que escribe para el The Guardian y cuyos artículos son reproducidos
en O Globo. El blanco de sus investigaciones –el sistema de espionaje
electrónico de los EUA– fue la causa de la detención de su compañero. Se sabe
que Greenwald es uno de los vasos comunicantes de Snowden; por lo tanto, la
lógica aplicada es: “el amigo de mi enemigo también es mi enemigo, así como sus
amigos”. Podemos leer este gesto de la prisión del brasileño, como una
retaliación, dado el alineamiento automático de la estrategia británica con la
proyección mundial de los Estados Unidos.
Episodio semejante y aún más
absurdo ocurrió cuando se intentó detener y revisar el avión presidencial de
Bolivia, con el jefe de gobierno a bordo, en aeropuertos europeos. La aeronave
del presidente es territorio soberano del país, tal como las embajadas y consulados.
En esa ocasión los críticos brasileños –los más reaccionarios y casi siempre
con posiciones alineadas con la derecha neoliberal– comentaron que por tratarse
de un país bajo gobierno bolivariano, inmediatamente es “sospechoso” de estar a
favor de los disidentes de la potencia hegemónica. Específicamente, se
desconfiaba de la presencia de Edward Snowden en el avión de Evo Morales. El
debate en Brasil se alineaba con las críticas al presidente boliviano, aliado
del finado presidente venezolano Hugo Chávez. En el Brasil, la derecha que está
fuera del gobierno –porque la mayoría del gobierno Dilma así como los de Lula,
también son derechistas– vio con buenos ojos la absurda violación de soberanía
contra el avión que transportaba a Morales. Y ahora, ¿cómo justificar la
retención del ciudadano brasileño? Por sus relaciones personales con un
compañero estadounidense.
Se trata de dos problemas de
orden diferente. En el Brasil, aún tenemos muchos formadores de opinión
especialistas en reproducir la máxima del periodo de la Bipolaridad, diciendo
que “lo que es bueno para los EUA es bueno para el Brasil”. Tamaña estupidez
refleja el pensamiento colonial que atraviesa a una parcela de la inteligencia
de aquí. Otro problema es reconocer que para la hegemonía de los Estados
Unidos, la vigilancia electrónica es un imperativo. El pretexto es la guerra
contra el terror, específicamente el combate librado globalmente contra las
redes integristas sunitas. Como ya dijimos arriba y no nos cansaremos jamás de
repetir, tales redes fueron originalmente una joint venture entre el Pentágono
y Arabia Saudita, cuya herencia maldita fue Al–Qaeda, base de operaciones en
células lideradas por el sheik Osama Bin Laden, un miembro de la familia real y
con parientes socios de Bush padre.
De vuelta a la triangulación
Edward Snowden, el también estadounidense y periodista Glenn Greenwald y su
novio brasileño, David Miranda, llegamos a las conclusiones lógicas. La cuenta
es simple y los críticos nacionales –como ya dije, la derecha de fuera del
gobierno– no la ven. Para los EUA, si el enemigo no tiene rostro, las
comunicaciones interpersonales son un blanco permanente. La lógica que vale
para el opositor sirve también para el alliado. El que Brasil sea blanco de
monitoreo electrónico debe ser visto como un reconocimiento de la posición
destacada de nuestro país en el escenario internacional, con acertada
acumulación de fuerzas a través de las relaciones Sur–Sur.
Ya la postura de Itamaraty, el
Ministerio de las Relaciones Exteriores del Brasil, y en particular de su
canciller Antônio Patriota reflejan un país aún distante del ejercicio de su
proyección a esa altura. Brasil reaccionó de forma tímida, no va a tomar
represalias contra el gobierno inglés, admite como condición dada la vigilancia
electrónica y la entrega de datos privados de personas físicas y jurídicas
operando bajo la soberanía brasileña, y tampoco realizará una contraofensiva
diplomática. Lo mismo ocurre con el nivel operacional de los conocimientos de
defensa y la información confidencial. Las redes de tráfico de datos brasileñas
son frágiles, hecho reconocido por el ministro de Comunicaciones, Paulo
Bernardo Silva, y esto fue informado como un dato de la realidad, sin ni
siquiera una promesa vacía de aumento de la seguridad de estas redes o una
ofensiva legal sobre las empresas transnacionales que circulan datos de
brasileños a través de Internet. Brasil aún está décadas de distancia del
ejercicio de un poder soberano que esté al menos a la altura de las
pretensiones de su élite dirigente operadora del Consenso de Brasilia.
Comentario final
Reconocer la posición del país en
el sistema internacional no significa estar de acuerdo con su política exterior
de forma integral y menos aún concordar con las tímidas reacciones de Itamaraty
frente a la retención de Miranda y la aprehensión de su ordenador
personal. Estamos delante de un episodio
de Guerra de 4ª Generación, y por lo tanto David Miranda se posiciona al lado
de Julian Assange, Bradley Manning, Edward Snowden y Glenn Greenwald.
Definitivamente, la 5ª economía
del mundo (o la 6ª, conforme el índice), no está a la altura de este desafío.
Todavía no.
blimarocha@gmail.com /
www.estrategiaeanalise.com.br
Publicación
Barómetro 22-08-13
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