Desde Panamá
El 28 de Noviembre de 1821 y sus
antecedentes
Olmedo
Beluche
Durante 1821
el Cabildo designa nuevas autoridades, encabezadas por Narciso de Urriola,
descendiente de la familia criolla más importantes en ese momento, y se elige
un representante para las Cortes españolas. “Los panameños trabajábamos a favor
de las doctrinas políticas liberales de la metrópoli”. Recordemos que en 1820
una sublevación militar encabezada por el general Riego había obligado al rey
Fernando VII a acepar una monarquía basada en la Constitución de Cádiz de 1812.
Contrario a
los mitos creados, el relato de Mariano Arosemena (Apuntamientos Históricos),
sobre lo acontecido en 1821, muestra el carácter taimado y oportunista de
nuestros comerciantes, completamente alejados de ningún sentimiento patriótico,
y mucho menos heroico, que siempre ponen cuidado a ver por donde soplan los
vientos para ubicarse luego a conveniencia.
Un cúmulo de
circunstancias favorables, finalmente, convencieron a los criollos panameños de
pasarse al bando de la Independencia: el 28 de enero Maracaibo proclamó su
independencia; el 6 de mayo, se crea la Gran Colombia, de la fusión entre
Venezuela y la Nueva Granada; en julio, el mariscal Sucre lucha victoriosamente
por la liberación del Ecuador; ese mismo mes, San Martín concreta la
independencia de Chile; el 6 de agosto se produjo la batalla de Carabobo, que
selló la independencia de Venezuela; el 15 de septiembre Guatemala se declara
independiente; el 27 de septiembre la ciudad de México cae en manos de
Iturbide; Cartagena fue liberada el 1 de octubre.
Como
consecuencia de la lógica militar, ya Simón Bolívar había ordenado que se
preparara una fuerza invasora sobre el Istmo panameño organizada desde
Cartagena, con 5,000 hombres y un centenar de buques que debía caer sobre
Portobelo. Al respecto dice Mariano Arosemena: “… por manera que si no nos
hubiésemos lanzado audaces los istmeños a los peligros inherentes a la
proclamación de la independencia por nosotros mismos, esa gloria que supimos
ganar no fuera hoy el laurel honroso que nos ennoblece”.
Para completar
la dicha de nuestros comerciantes, evitándoles algún sacrificio, el virrey
Sámano muere en Panamá el 3 de agosto; y, posteriormente (22 de octubre), el
general Murgeon se vio obligado a zarpar con el grueso de sus tropas para
combatir en Ecuador, dejando el mando militar en manos del general José de
Fábrega, realista y uno de los mayores terratenientes de la provincia de
Veraguas, quien antes había combatido contra los patriotas de la Nueva Granda y
que acabaría como “prócer” de la Independencia panameña.
Pese a todas
esas buenas noticias, la élite criolla istmeña, asumía la siguiente actitud:
“Sin embargo, encubríamos nuestras aspiraciones cordiales para que el capitán
general (Murgeon) continuara iluso en su pretensión de que fuéramos súbditos de
la monarquía, ya regenerada”.
A esas alturas
(octubre) la prudencia seguía siendo la norma política de nuestros criollos:
“Sobre todo, no era prudente exponer a un fracaso nuestro plan de libertad… Era
el cuidado de los corifeos de la independencia istmeña prevenir todo acto inconsulto y precipitado. Teníanse,
pues, reuniones secretas, dirigidas a ir madurando el gran proyecto de
salvación”.
Hasta que, por
suerte, un levantamiento popular en la Villa de Los Santos, mayormente
compuesta por pequeños campesinos, vino a acabar con tanta prudencia, y el 10
de noviembre de 1821, es la primera población panameña que tuvo el valor de
proclamarse independiente de España.
Décadas
después, cuando Mariano escribe sus Apuntamientos, todavía conserva una crítica
contra los “novicios” santeños, que realizaron un movimiento revolucionario
“irregular i deficiente”, según él, puesto que se contentaron simplemente con
proclamarse “independientes”, sin definir qué tipo de gobierno se daban, “ni
cosa alguna sobre los negocios de la transformación política”.
Pero aún así,
los criollos del Cabildo de Panamá, prefieren optar por “medidas suaves”, y no
se suman a la proclama, porque “un alzamiento repentino contra esa fuerza
brutal mercenaria, hubiera sido aventurado”. Los comerciantes panameños no
estaban dispuestos a arriesgar sus vidas, así que se decidieron por el plan más
incruento: sobornar poco a poco a la tropa realista para que desertara.
“La delicada
misión de hacer desbandar la tropa, dejando a sus jefes sin un hombre armado de
que poder valerse, para seguir sosteniendo la causa de S.M.C., se la impusieron
por sí mismos los ciudadanos Blas, Mariano y Gaspar Arosemena, panameños los
tres, i José María Barrientos, hijo de Antioquia, quienes formaron con sus
fortunas particulares los fondos necesarios para el pago de los desertores”.
Es aquí
cuando, en una fecha entre el 10 y el 28
de noviembre, Mariano Arosemena hace alusión, por primera vez, a otros actores
sociales distintos a la élite criolla. Según él, se crean dos o tres sociedades
patrióticas conformadas por “maestros de arte (artesanos) de más influjo en el
pueblo, a saber: Basilio Roa, Felipe Delgado, Abad Montecer, Juan Antonio
Noriega, Manuel Luna, Fernando Guillén, Bruno Agüero, Juan Berroa, Manuel
Aranzasugoitía, Salvador Berrío, José María Rodríguez, Alejandro Méndez, Guillermo
Brinios, Manuel Llorent, José Manuel Escartin: estos incorporaron a las
sociedades mencionadas a los discípulos suyos de confianza”.
Levantamos la
hipótesis altamente probable de que este sector popular fue el que aportó el
brío del que carecían los comerciantes criollos, acabando con las dudas y las
prudencias.
La noche del
27 de noviembre hubo una deserción masiva de soldados que constituían “casi
todas” las fuerza militares que quedaban en la ciudad. De manera que, el 28 de
noviembre, “el vecindario pidió que se reuniera el Cabildo… y se reúnen en la
casa consistorial… Un inmenso gentío se apoderó de la barra, mientras que la
plaza de la Catedral estaba llena de habitantes de las dos parroquias… La
primera proposición, sometida al debate, fue si se proclamaría la independencia
de este Istmo del Gobierno de España”.
Por supuesto,
siempre precavidos los comerciantes, dejaron en boca del presbítero Martínez
hacer la propuesta de votar por la afirmativa ante la primer proposición, pero
“a reserva de lo que resolvieran las Cortes del reino”. Por suerte, cundió la
razón y fue rechaza la consideración del presbítero, y entonces fue que, con
once años de retraso: “Panamá, espontáneamente, i conforme al voto general de
los pueblos de su comprensión. Se declara libre e independiente del Gobierno
español”.
Bibliografía
1. Arosemena, Mariano. Apuntamientos
históricos (1801 – 1840). Publicaciones del Ministerio de Educación. Panamá,
1949.
2. Jaén Suárez, Omar. “La formación de las
estructuras económicas y sociales en el Istmo”. En: Población, economía y
sociedad en Panamá. Torres Äbrego, José Eulogio (Compilador). EUPAN. Panamá,
2000.
3. Liévano Aguirre, Indalecio. Los grandes
conflictos sociales y económicos de nuestra historia. Intermedio Editores,
Círculo de Lectura, S.A. Bogotá, 2002.
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