Desde Venezuela
07/Diciembre/201
La difícil tarea de escribir
Héctor Bello Silva*
En la Universidad venezolana se viene presentando desde hace bastante
tiempo el famoso síndrome de "todo menos tesis" (TMT) (Lanz, 2009).
Este fenómeno se refiere a la imposibilidad de la producción escrita en buena
parte de los estudiantes de distintos grados y posgrados, la cual tiene su
máxima expresión en un acumulado de personas con culminación de cursos,
asignaturas o unidades curriculares, quienes no llegan a obtener la titulación
porque se "bloquean" para plasmar sus pensamientos en torno a un
planteamiento teórico y/ o práctico.
Un lugar común viene a ser la baja actividad lectora de quienes aspiran el
reconocimiento de una titulación universitaria. Una contradicción a todas
luces, pero que nos llama a reflexionar sobre las causas de tal situación. Nos
damos cuenta que de la Universidad se ha construido una cierta representación
referida a una "fábrica de títulos". Entonces, el título se vuelve
algo "imprescindible" para "ser alguien", mientras que la
pasión por el saber y el conocimiento se trivializa. Esto resquebraja la ética
en el quehacer universitario, a la vez que cuestiona la pertinencia de la
Universidad. El sentido de la investigación se soslaya y se constituye una
práctica acrítica cargada del plagio, siendo reflejo de una ignorancia
ilustrada.
Sin embargo, esta problemática ha sido atajada desde la
"metodología", bajo el criterio instrumentalista de la escritura. Así
se reparte entre cursos, talleres y publicaciones, la "solución" a la
dificultad de plasmar por escrito argumentos en la construcción del
conocimiento. Se venden artilugios y fórmulas que por arte de magia producen
escritores en breve tiempo. Pero la verdad es que el proceso de la escritura requiere
del arte de leer, en el sentido de Freire (2204). Eso quiere decir que la
escritura debe ser parte de un estilo de vida y de relacionarse con el mundo,
desde un sentido crítico y comprometido. La escritura es, a su vez, la
condensación de miradas y vivencias, de prácticas y sueños, de ideas que
emergen y de otras que se asientan. De allí que si una nueva Universidad busca
vincularse a las necesidades sociales debe asumir la formación investigativa
como eje y praxis liberadoras, donde los estudiantes puedan concretar sus
aportes por escrito, pero que para ello debe haber militancia íntegra en el
amor a los textos, no como fetiches, sino como salvaguarda del encumbramiento
de la producción cultural universal y particular. La lectura se convierte entonces
en el reconocimiento entre nosotr@s, con nuestras diferencias y nuestras
semejanzas, siempre a mano para el debate. En tal sentido, el estudiante,
además de ser lector, deberá volcarse en ser escritor como parte de su función
intelectual, dando respuesta a una crisis cultural que hasta pone en juego a la
vida humana sobre el planeta.
Desmitifiquemos a la lectura como el hábito monástico de congregaciones
academicistas. La lectura nos abre las puertas a un universo para
pronunciarnos, para descubrir, para declararnos irreverentes frente a la
realidad socionatural que amenaza hasta las generaciones futuras. La
construcción de una sociedad ecosocialista requiere una tarea que sistematice
las ideas y su debate colectivo, con sentido científico, complejo y comprometido.
Nada ha de ser ajeno en esa tarea. Pero es necesario escribir, porque al no
hacerlo reproducimos lo instituido y no podemos liberarnos, o mejor dicho en
otras palabras: para liberarnos es imprescindible reconocernos, y no podremos
reconocernos si no nos leemos en el texto y la realidad natural y social en la
que sobrevivimos.
Mientras el manto del neoscurantismo de la Universidad corporativizada
vele la producción del conocimiento en pequeños círculos científicos, un nuevo
feudalismo se mantiene. Es por ello que en nuestra rebeldía revolucionaria nos
toca la difícil tarea de escribir para replantearnos el mundo injusto y
degradado. Escribir para producir teoría, teoría parida al calor de la fragua
de una transición que reclama más ideas y mejor ciencia, con sentido de
responsabilidad social y comprensión integral de los procesos sociales y
ecológicos.
Hoy se siente el agotamiento de la academia ensimismada. Hoy sentimos el
agotamiento de un modelo educativo que masificó el "corta y pega", castrando
la expresión liberadora de la curiosidad y la posibilidad de ejercitar la
interrogación permanente. Poco supieron nuestros profesores en la escuela
tradicional enseñarnos a pensar organizadamente. Nos quedó el mal pensar (Lanz,
2009). Ahora debemos juntar las ganas de pensar de manera abierta y ordenada,
para escribir claramente siquiera el intento de construcción de nuevos
paradigmas. Atrevernos a pensar, atrevernos a escribir, será una tarea difícil
pero liberadora, como una vía superadora de nuestra crisis cultural que no da
más. Transformémonos para escribir, escribamos para transformar. Como decía
Lanz (2004): "...Estamos en un momento en donde inventar puede ser la
condición para salir de la crisis...".
hbseco@gmail.com
* Cs. para el Desarrollo Estratégico. Área de Conocimiento: Gestión en
Políticas Públicas. Universidad Bolivariana de Venezuela - Aragua
Bibliografía:
- Freire, Paulo. La importancia de leer y
el proceso de liberación. Siglo XXI Editores. México. 2004.
- Lanz, Rigoberto. "El arte de pensar
sin paradigmas", en: Enl@ce: Revista Venezolana de Información,
Tecnología y Conocimiento, Año 4, N° 3, Septiembre - Diciembre 2007.
Maracaibo.
- "Mal escrito, mal pensado", en
El Nacional, 11 de enero de 2011. Caracas. [Consultado en: http://yenilyalmeida.wordpress.com/2011/12/31/mal-escrito-mal-pensadorigoberto-lanz-2/,
el 10/07/2013].
Publicación Barómetro 30-09-13
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