Desde Brasil
01-febrero-2014
Ministerio de Ciudadanía e
Identidad
Bruno Peron Loureiro
Hay dificultades para definir Cultura, para circunscribir temas culturales
para la formulación de políticas públicas, y de trazar objetivos duraderos de
política cultural en cualquier país.
En su configuración institucional actual, la política cultural brasilera
permanece presa de concepciones elitistas francesas, de preservar lo mejor que
la humanidad (entendida como Francia) ya produjo en términos culturales, según
su primordial Ministerio de Asuntos Culturales, que se creó en 1959 y desde
entonces sufrió varios cambios de nombre.
Las políticas de los ministerios del sector cultural también tienen
ámbitos implícitos en otros países como el de democratización de la cultura,
que significa tornar accesible a otros estratos sociales aquello que las elites
entienden por Cultura (conciertos, exhibiciones artísticas, ópera, teatro,
etc.)
Mientras tanto el problema mayor es el manejo presupuestario en la
política ministerial para el sector de arte y cultura. Esto significa que, a
despecho de los cambios de gestión, los grupos civiles que todos los años
reciben incentivos estatales a sus prácticas (financiamiento y promoción de
actividades, exhibiciones y proyectos) cobrarán lo mismo del Estado el año
siguiente. Muchos de ellos necesitan incentivos financieros gubernamentales sin
los cuales no serían autosustentables.
En ese contexto, propongo la creación del Ministerio de Ciudadanía e
Identidad (MCI) en lugar del Ministerio de Cultura en el Brasil. Entiendo que
los dos desafíos culturales principales en Brasil, son: aprender a convivir en
la ciudad y entender a Brasil como una nueva civilización.
La mayoría de los brasileros vive en ciudades (84% según una investigación
del Instituto de Geografía y Estadística referente a 2010) y la mayoría tiene
conflictos de identidad, o sea, se ven como “blancos” o “negros” en lugar de
simplemente “brasileros”, buscan ciudadanía española o italiana porque sus
tatarabuelos inmigraron de algunos países europeos, y profanan el interés
público con el ejemplo de la vida tramposa de una minoría.
Mi propuesta para este Ministerio no solo es conmemorativa o
terminológica, es principalmente de formación de grupos multidisciplinarios de
trabajo que orienten sus decisiones a priorizar la Cultura como direccionadora
de los rumbos del país. Cultura sería entendida de este modo como un atributo
humano que activa significativamente la reproducción y la transformación
materiales y simbólicas de instituciones y de prácticas individuales y
sociales.
Primero, parte de los proyectos del actual Ministerio de Cultura (MinC)
serían redistribuidos a otros ministerios según su compatibilidad. Muchos de
estos proyectos son de economía de la cultura
y comprenden el patrocinio de actividades de las industrias culturales.
Enseguida, habría la formación de un equipo altamente capacitado en áreas
profesionales y disciplinas diversas del conocimiento, para discutir sobre las
configuraciones, los desafíos y los rumbos culturales en Brasil. El nuevo
Ministerio tendría juristas, historiadores, economistas, artistas, gestores
culturales, científicos sociales y políticos, antropólogos, entre otros.
Este cambio de nombre y estructura ministeriales evidentemente no
comenzaría de cero en Brasil, porque hay avances considerables en programas
culturales existentes. Algunos de estos programas merecen destacarse: Consejo
Nacional de Política Cultural, Más Cultura, Puntos de Cultura, Plazas de
Deportes y de la Cultura, Sistema Nacional de Cultura, Usina de la Cultura, y
proyectos culturales multinacionales en el Mercado Común del Sur.
La pauta del nuevo Ministerio daría también atención a los desafíos de la
era digital, de las prácticas emergentes de los jóvenes, de las facilidades y
desafíos de la comunicación vía Internet (como ejemplo la privacidad en el uso
de la red mundial de computadores), de la convergencia digital, de la nueva
concepción de patrimonio (no sólo la vinculación y conservación de edificios,
sino también la preservación de lenguas y costumbres), de las industrias del
entretenimiento (que son los nuevos motores de la identidad nacional, de las
economías avanzadas y del turismo).
En fin, una política cultural incluyente debe acompañar los cambios
políticos en Brasil, pero no solo aquellos que aparecen por presión externa
(como el aumento del consumismo, la apertura de mercados, la construcción de
estadios pomposos), sino aquellos que se desean para el país a fin de que las
propuestas populares estimulen a las elites a reinventar la mentalidad
ciudadana.
http://www.brunoperon.com.br
Publicación Barómetro
05-12-13
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