Desde Guerrero, México
12/Diciembre/2014
Urgen
Medidas Políticas Contundentes
Carlos Reyes Romero
Las ideas de libertad son
como olas en el océano, pero cuando son producidas por una inconformidad social
se convierten en tsunamis.
Del pensamiento masónico
La decisión del gobierno de liberar a los 11 detenidos el 20 de
noviembre pasado, pone de relieve la singular situación en que se adentra el
país, donde amplios sectores de todas las clases sociales, incluidos los
empresarios y las fuerzas armadas, están hartos de la inseguridad, la impunidad
y el contubernio de autoridades, policías y criminales y se niegan a continuar
gobernados como hasta ahora y, por otra parte, el gobierno, en sus tres
órdenes, tampoco puede seguir gobernando de la manera como lo ha venido
haciendo.
Las soluciones represivas pierden eficacia y se agotan cuando sólo
sirven para acrecentar la inconformidad social, cuando convierten las olas en
tsunamis. Urgen soluciones y acuerdos políticos de fondo que le permitan al
país retomar el rumbo de la transición democrática y poner en plena vigencia la
sujeción de los gobernantes y los gobernados a leyes justas.
El Decálogo propuesto por el presidente Peña Nieto, el 27 de noviembre,
es limitado e insuficiente porque está diseñado bajo la visión de cambiar para
que en realidad nada cambie, maniobra a la cual se recurre cuando el malestar
social amenaza convertirse en avalancha.
Son cinco las medidas aceptables de Enrique Peña Nieto, la cuarta:
establecer un número de teléfono único para emergencias a nivel nacional; la
quinta: establecer la clave única de identidad; la sexta: realizar un operativo
especial en la región conocida como Tierra Caliente (Guerrero, Michoacán y
Edomex); la octava: fortalecer y poner al día los instrumentos para proteger
los derechos humanos, para que en casos de tortura, desaparición forzada y
ejecución extrajudicial, las investigaciones sean oportunas, exhaustivas e
imparciales; y la décima: establecer un portal de información sobre los
proveedores y contratistas de toda la administración pública federal.
Según Peña Nieto estas medidas tienen como objeto fundamental fortalecer
el Estado de Derecho en México, pero lo insuficiente de las restantes cinco
medidas no permitirá que se logre bien este propósito. Veamos.
Primera medida. Iniciativa de reforma constitucional para expedir la Ley
Contra la Infiltración del Crimen Organizado en las Autoridades Municipales.
¿Por qué sólo en el ámbito municipal, cuando es bien sabido ˗y con Iguala se ha
puesto plenamente de relieve˗ que la infiltración del crimen organizado abarca
también al gobierno federal y a los de los estados y que existen indicios
suficientes de su penetración en los poderes Legislativo y Judicial?
Para que esta medida pueda ser realmente efectiva y eficaz debe
orientarse a blindar a todos los poderes públicos de los tres órdenes de
gobierno contra la infiltración del crimen organizado. Esa sí sería una
decisión audaz y firme.
Segunda medida. Iniciativa de reforma constitucional que redefina y dé
claridad a todo el sistema de competencias en materia penal.
El presidente afirma que hay “un complejo sistema de competencias
penales, que genera dispersión de responsabilidades, confusión en la aplicación
de la ley y, lo más grave, impunidad”; lo cual es cierto.
Pero no dice nada acerca de la necesidad de otorgar a los mexicanos el
derecho de acudir directamente ante un juez en demanda de justicia penal, ni de
limitar el monopolio del ministerio público para el ejercicio de la acción
penal a los delitos que se persiguen de oficio, ni de imponerle la obligación
de defender y garantizar los derechos de las víctimas y la reparación del daño,
aunque éstas hayan presentado directamente su denuncia ante un juez.
Tercera medida. La creación obligatoria de Policías Estatales Únicas.
Hace ya varios lustros que el mando de todas las policías del país está en
manos de oficiales del ejército. Las fuerzas armadas conocen perfectamente las
redes del crimen organizado, sus zonas de influencia, estructuras y mandos,
pero se les impide actuar con efectividad; sus acciones son selectivas y
políticamente condicionadas.
Esto ha generado un profundo descontento al seno de las fuerzas armadas,
porque las limitaciones y prohibiciones que les imponen los gobernantes, impiden
o limitan el real y efectivo combate al crimen organizado.
Para una mayor y mejor seguridad y justicia hay que dotar a todas las
policías estatales y de proximidad de la facultad para consignar directamente
ante un juez a los presuntos delincuentes, de otra manera carecen de la
herramienta principal para su labor. Por otra parte, el mayor gasto
presupuestal destinado en los últimos lustros a seguridad y justicia, no ha
sido acompañado de mayor eficacia ni de mejores resultados.
Séptima medida. Impulsar acciones y reformas adicionales para hacer
efectivo el derecho humano a la justicia.
Propósito loable, pero para lograrlo hace falta descentralizar la
impartición de justicia y acabar con la corrupción del ministerio público;
devolver a los Ayuntamientos la facultad de perseguir y sancionar delitos y a
los pueblos y comunidades el ejercicio directo de la seguridad y la justicia
como lo preceptuaba originalmente el artículo 20 constitucional.
Debe establecerse como principio fundamental del sistema judicial el
logro de la justicia y no sólo el debido proceso, porque esta confusión prohíja
mucha impunidad.
Novena medida. Promover la pronta aprobación de diversas leyes y
reformas en materia de combate a la corrupción. Medida necesaria y urgente,
pero a la vez es la más insuficiente de todas.
No basta tener buenas leyes. Se requiere ante todo de voluntad política
y de instrumentos capaces de garantizar su recta y efectiva aplicación. Urge un
acuerdo de todas las fuerzas políticas y un Consejo de Estado, que garanticen
honestidad pública, cero tolerancia al delito y a la impunidad, fin a la
colusión gubernamental y policíaca con el crimen organizado y blindaje y
limpieza efectiva del sistema electoral.
Hay que concluir la reforma del sistema de inmunidad constitucional para
los servidores públicos, a fin de que éstos puedan ser sujetos de
responsabilidad penal sin necesidad de desafuero. Hay que acabar con el
solapamiento y la impunidad de quienes desde los cargos públicos trasgreden la
Ley.
Nuestros gobernantes deben entender que es la hora de cambiar y hacerlo
con celeridad y eficacia, sino queremos que el país se nos vaya de las manos.
Las medias tintas y las soluciones limitadas sólo acrecientan el encono social
e imposibilitan la paz y la concordia. México tiene derecho a otro destino.
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