Desde Argentina
01-febrero-2014
Solo resta saber cómo y cuándo.
Alberto Medina
Méndez
Argentina recorre un sendero
sin retorno. La farsa está llegando a su fin. Lo que hace meses se ponía en
dudas, hoy ya es una realidad. Se vive una etapa de incertidumbre. Nadie tiene
precisiones de cómo y cuándo ocurrirá el desenlace de este gran sainete que
lleva muchos años.
Una vez más, se ha demostrado
que las tropelías y los dislates solo conducen hacia el desastre. En esta
ocasión, el país, que fue siempre bendecido por su suerte y sus condiciones
naturales privilegiadas, pudo sostener este engaño por un tiempo más prolongado
que el razonable.
El "viento de cola",
las circunstancias internacionales altamente favorables, determinados eventos
sin méritos propios, hicieron que los
planetas se alinearan mejorando las posibilidades de una nación que supo ser
potencia, pero que se ha especializado en desperdiciar oportunidades.
Lamentablemente, esta vez, no ha sido la excepción.
El derrumbe progresivo se hace
cada vez más indisimulable. Las reservas del Banco Central en caída permanente,
un cepo cambiario que muestra una debilidad absoluta, el inocultable deterioro
institucional, el poder centralizado en pocas manos, las libertades que
desaparecen una a una, una moneda devaluada, un prestigio internacional de gran
fragilidad, una economía cerrada por una actitud de aislamiento, la inflación y
su triste podio mundial, y la lista continua con innumerables cuestiones que
demuestran el desgaste que evoluciona semana a semana sin detenerse.
Hasta hace poco, algunos
ardides permitían dejar el abordaje de los temas de fondo y sus soluciones para
más adelante. Esas medidas se han agotado. Como sucede con la medicación,
ciertas formulas ya no generan el efecto deseado. La credibilidad del gobierno
pasa por su peor momento y su legitimidad es cuestionada sin mostrar señales de
recuperación.
Frente a ese escenario, el
resultado es evidente. La discusión ya no pasa por lo que inexorablemente
ocurrirá, sino más bien por estar a tiempo de elegir el cómo y el cuándo. El
estado de situación actual permite, por ahora, cierta elección de caminos.
Todavía admite la chance de definir de qué manera se quiere concluir esta
etapa, para empezar la siguiente, y hasta es probable que se pueda optar por el
momento más adecuado. Pronto, ya ni siquiera será posible elegir ni el instante
ni las formas.
No es deseable que el gobierno
tenga que huir anticipadamente como ya ha ocurrido tristemente en el pasado,
con todo lo que ello implica. Ese contexto dejaría a la sociedad a la deriva,
complicando aun más la compleja situación real, agregando una crisis política
institucional absolutamente innecesaria.
Lo esperable es que el
gobierno se haga cargo de sus disparates e imprudencias y vuelva sobre sus
pasos, dejando su orgullo político de lado y su fundamentalismo ideológico
sobreactuado, aunque este tipo de actitudes de razonabilidad y madurez no son
atributos habituales del oficialismo.
Aun sin asumir sus compromisos
y continuando con su desacreditado relato, es de esperar que el gobierno
intente concluir el mandato constitucional, a cualquier costo, aunque ello
signifique hacerle pagar a los ciudadanos un costo exagerado, no por ello menos
merecido. Después de todo, el hecho de apoyar a determinados dirigentes
respaldando sus políticas, debe tener consecuencias y nada se aprende evadiendo
responsabilidades.
La oposición, al menos por
ahora, solo recita diagnósticos y a veces solo narra la crónica de los hechos,
como si fuera una simple espectadora. No parece tener un programa de acción
serio, ni siquiera para proponerle al oficialismo ciertas variantes a sus
equivocadas políticas.
En definitiva, con gobernantes
necios y claramente desorientados, será difícil que el final del camino no sea
el imaginado. Pero también es cierto que con opositores sin soluciones, que
privilegian las disputas por sobre su rol como alternativa política, es
imposible ser optimistas.
Siendo que el itinerario
parece inevitable, habrá que poner energías en elegir el momento y la manera de
transcurrir la situación con el menor daño posible. Tal vez aun se pueda elegir
el modo de aterrizar "el avión" y hasta la oportunidad. Puede que
luego sea demasiado tarde y no sea factible decidir nada para solo aceptar el
colapso sin margen de maniobra.
Es importante asumir
responsabilidades. Las tienen los que gobiernan, pero también los que cumplen
el rol de opositores. La gente que al votar, apoya políticas equivocadas porque
cree en la magia de que todo es gratis y nadie paga la fiesta es tan
responsable como los que decidieron dejar que todo suceda, cruzarse de brazos y
hacerse los distraídos. Se trata de un final anunciado. Solo resta saber cómo y
cuándo.
FUENTE: INFOBAE
albertomedinamendez@gmail.com
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