Desde Panamá
Fecha: 10/Nov./2014
Por
Olmedo Beluche
Una
manifestación de la crisis que carcome la república, es el surgimiento de un
grupo de personas que se pronuncian contra el programa “Crisol de Razas”
apelando a toda suerte de argumentos xenófobos. Argumentos que hemos escuchado
antes en la extrema derecha europea (como Le Pen en Francia) o el Tea Party
norteamericano. Se oponen a la regularización del estado migratorio de miles de extranjeros que viven y trabajan en
Panamá, aduciendo: que le roban los empleos a los panameños y que son
sospechosos de ser delincuentes.
Ambos
argumentos son falaces. Quienes así hablan apuntan contra las víctimas e
ignoran al victimario. Lo que produce el desempleo en Panamá, así como en los
países de origen de esos migrantes: es el injusto sistema capitalista que
produce bajos salarios, desempleo y una quiebra de la pequeña y mediana
producción urbana y rural.
Lo más
gracioso es que muchos de los más furibundos antiextranjeros son a su vez
migrantes interioranos, que vinieron de Azuero, Veraguas o Chiriquí hacia la
capital por la crisis agraria que el capitalismo produce en el interior. Otros
son descendientes directos de quienes vinieron a construir el canal. En
últimas, todos, salvo los pueblos originarios, somos migrantes.
Quienes se
oponen a la regularización de los migrantes sólo propician mayor sufrimiento a
las víctimas: personas que han tenido que dejar la tierra donde nacieron, y a
sus familias, porque la globalización capitalista impone la miseria en el Sur y
concentra la riqueza en el Norte, a través de sus bancos y sus transnacionales.
Ellos migran
tratando de sobrevivir, para no morirse de hambre. Para mandar un mendrugo a
sus familias. Son personas humildes las que hacen esas filas inhumanas de
cuatro días para regularizar su situación y poder trabajar en paz. Los
poderosos, los adinerados no hacen esa fila, ellos tienen acceso directo por
reglamentos especiales para las empresas transnacionales que pueden llenar un
porcentaje de su planilla con extranjeros.
El deseo de
vivir explica el drama de los miles de africanos que cruzan el Mediterráneo y
los miles de mexicanos y centroamericanos que cruzan el río Bravo y el de
nicas, colombianos, peruanos y dominicanos que llegan al Istmo. Negarles la
regularización es negarles sus derechos humanos (civiles, sociales, económicos
y políticos) para que sean fácilmente explotados por empresarios inescrupulosos
sin que puedan quejarse por temor a la deportación. La única manera de defender
el derecho al trabajo justo para todos los panameños es que los trabajadores
migrantes reciban sus papeles y se igualen los derechos.
Está probado
que la mayoría de los delitos graves son cometidos por panameños, con la
participación de una minoría de extranjeros, y que los mayores delincuentes,
como Pablo Escobar y otros, nunca tuvieron problemas para conseguir su cédula
porque se la proporcionaron las corruptas autoridades “panameñas”. Incluso los
delincuentes de alta alcurnia llegan invitados por nuestros gobernantes y son
sus socios.
Algunos aducen
que la campaña es para golpear al ex presidente Martinelli. Absurdo. Se
defiende mejor los derechos de los panameños, y se le da donde les duele a los
Martinelli et. al., asumiendo una campaña, como ha propuesto el Dr. Mauro
Zúñiga, contra el pago de 2.500 millones de balboas de deuda externa a los
bancos, en 2015, por parte del gobierno de Juan C. Varela. Ese dinero sí
ayudaría a crear empleos para todos, panameños nacidos y adoptados. Así sí se
combate a los verdaderos responsables de
la miseria del migrante interiorano y extranjero.
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