Desde Guerrero,
México
Fecha: 10/Nov./2014
Ludopatía y Desintegración Social en
México.
Por Baltasar
Hernández Gómez.
Las
alarmasdebieran encenderse con luces destellantes y sirenas estridentes ante el
reporte publicado por la Secretaría de Gobernación queinforma la existencia
legal de 340 casinos en México.En este listado no están incluidosclubes
clandestinos, casas de juegos tolerados y miles de máquinas colocadas en
misceláneas y tiendas minoristas, con las que podría tenerse una dimensión más exacta
del imperio de los juegos de azar. Aunque incompleta la cifra tiene brillo
propio si la comparamos con las 180 instituciones universitarias que hay en el
país(dato proporcionado por la Asociación Nacional de Universidades e
Instituciones de Educación Superior [ANUIES]) sin contabilizar las escuelas
privadascon exigua calidad académica o que no cuentan con registro, las cuales
pululan como “alternativa” para jóvenes de clase media que no desean asistir a
instituciones públicas, o bien, queestán imposibilitados apagar inscripciones y
mensualidades que fluctúan en el rango de cinco a veinticinco mil pesos.
La proporción es
casi dos a uno, es decir, dos casinos por universidad. El dato por sí mismo resulta
aterrador, puestrasluce que en la segunda década del tercer milenio la idea
prevaleciente es que vale más un golpe de suerte que estudiar 3, 4 ó 5 años
para obtener título y patente profesional. Las poblaciones que destacan por
tener mayor operación de casinos son: Tijuana, Baja California (18); Mexicali,
Baja California (13); Hermosillo, Sonora (12);Delegación Benito Juárez,
Distrito Federal (11); Monterrey, Nuevo León (10) y Zapopan, Jalisco (9).
La revista Forbesdivulgó que la “industria mexicana
del entretenimiento” origina cincuenta mil empleos directos, ciento cuarenta
mil indirectos y una derrama superior a 1,400 millones de pesos anuales. Los cálculos
para 2014 estiman que más de tres y medio millones de personas asistirán a los
casinos y por ello la tendenciaprevista es que los clubes de juego se incrementen
a un ritmo vertiginoso, ya que representan un negocio altamente rentable. No
hay crisis, depresiones, pérdidas individuales o colectivas que los detengan.
La empresa CODERE, que tiene alianza con Grupo Caliente de Jorge Hank Rhon,
hijo de Carlos Hank González, político que ocupó encumbrados cargos en
administraciones estatales y federales, además de haber concentrado una de las
fortunas más grandes del país, comunicó que la industria de los juegos de azar
logró recaudación neta desetecientos millones de dólares en 2013.
La proliferación
de casinosno puede ser vista como captación de dinero o fuente de trabajos a
secas, porque su expansión es parte delpermiso soterrado para que se perpetren
actos ilegales, contubernios, corrupción, descomposición social, suicidios y multiplicación
del crimen organizado. Aunque iglesias, asociaciones civiles e integrantes de
partidos políticos propaguen en público que están contra loscasinos, el poder
de Televisa, Olegario Vázquez Raña, Carlos y Joaquín Riva Palacio, los hermanos
Rojas Cardona, entre otros, puede más que advertencias, muertes, atentados,
miserias humanas, clausuras, cobros de impuestos y de piso. El argumento
central de los emisarios del juego es que los casinos son complemento
indispensable del turismo. La realidad demuestra que los casinos no son panacea
económica, sino sitios donde prosperan adicciones de todo tipo.
Los recursos que
llegan a casas de juego tienen diferentes procedencias:sueldos, empeños, venta
de propiedades y valores, hasta robo, secuestro, extorsión y lavado de dinero,
y por ello la resultante no es medible únicamente en dividendos y apoyos al desarrollo
regional o nacional, sino en las repercusionesque estimulan alcoholismo,
drogadicción, prostitución, trata de blanca y ludopatía. Ésta última es una
enfermedadque trastorna la personalidadde los individuos por la extrema
dificultad para controlar impulsos en la práctica de uno o más juegos. La
ludopatía afecta la vida cotidiana, a la familia,la convivencia social, trabajoy
preservación de la vida, y por esto no debe confundirse como afición o
pasatiempo, toda vez que se trata de una enfermedad crónica, degenerativa y
mortal.Mientras las fanfarrias retumban, las adicciones aparecen a granel y en
corto plazo se transmutarán en gravesproblemas de salud pública.
En un país con
pobreza material, emocional y espiritual a millones de personas sólo les queda seguir
rodando por el túnel de creencias sobrenaturales, rifas, tandas, negocios
ilegales y apuestas. Y si de apostar se trata, muchos mexicanos recurrenal “desafío”
de los juegos, que va desde el volado, que es el acto dearrojar una moneda al
aire y pedir una de las dos caras, para ver si se gana al retadoruna bebida,
comida, dinero o propiedad; hasta lotería, juegos instantáneos, bingo, naipes,
yak o máquinas electrónicas. La incertidumbre laboral y escasísimamovilidad
socioeconómica han provocado que muchos mexicanos de todas las edadesopten por
la prostitución, robo, comercio informal, piratería y casinos.
¿Para qué
estudiar tantos años si con un golpe de suerte puede resolverse el futuro
inmediato? En muchos casos jóvenes, adultos y personas de la tercera edad se
vuelcan a gastar lo que tengan o consigan. La sinapsis simbiótica genera el
pensamientode que es preferible estar junto a personas desconocidas,recibiendosonrisas
y pláticas frívolas, que permanecer encerrados en una habitación de cuatro
metros cuadrados. Por tal motivo,les esmás “entretenido” apostar que estar flagelándose
el alma.
Ante un panorama
de desempleo, salarios raquíticos, estrés y sintiendo la “espantosa levedad del
ser”,millones de mexicanosse arremolinan en las salas de juego. En el paisaje
oculto a propósito, las apuestas por la educación, por la sana convivencia
familiar y socialllevan las de perder.
Una
historia de profesionista.
Joel obtuvo hace
trece años la licenciatura en administración de empresas en la Universidad
Nacional Autónoma de México. Es soltero con 39 años de edady vive con una
hermana que todo el tiempo le recrimina que es un fracasado, un don nadie que
no tiene dónde caerse muerto. Además de que habla y escribe correctamente el
idioma español, maneja a la perfección el inglés y un poco de francés, pero ni
así logra conseguir un trabajo digno que aprecie su valía y le permita tener
una vida honorable.
Después de doce
años de trabajar en una empresa productora de pinturas automotrices la rutina le
resultauna carga sombría. Se despierta anhelandose repita un terremoto en la
Ciudad de México (como el del 19 de septiembre/1985) para no asistir a sus obligaciones
de llevar el control del inventario debienes muebles. Evita a toda costa a la
señora que vende alimentos afuera del edificio porque le debe dinero y se
esconde de los vendedores de ropa, calzado, aparatos electrónicos y lociones
que quincenalmente van a cobrarle deudas añejas.
No tiene novia
ni compañera para compartir la mitad del sábado y el domingo. Sus experiencias amorosas
fueron catastróficas y por eso tiene la convicción de que todas las mujeres
sólo ven el signo monetario en la frente de los hombres. Duerme acompañado de
un muñeco de acción GI-Joe que abraza con apego obsesivo. Su camastro tiene un
indecente tufo a cerveza y tabaco, pero le sigue siendo útil para soñar que la
suerte algún día tocará su puerta y entonces su existencia dará un giro de
ciento ochenta grados. Fantasea que ganará el premio mayor de la lotería o el monto
acumulado de las máquinas de juego electrónicas donde se sienta horas y horas
los fines de semana.
Tiene tres
trajes, 5 corbatas, 10 pares de calcetines, 7 camisetas, un par de zapatos
remendados, 6 camisas desgastadas, un reloj con la carátula de Mickey Mouse que
fue regalo de su padre cuando terminó la secundaria, cama, silla y mesa de
plástico, así como 23 libros que le recuerdansu paso por ciudad universitaria.
No hay anillo en su dedo anular ni cadena de oro que penda de su cuello. Lo
poco que alguna vez tuvo fue empeñado y jamás recuperado.
Vive al día,
pero busca la ocasión de guardarse unos billetes para seguir jugando
compulsivamente. Su físico muestra evidentes síntomas de deterioro, ya que no
come bien y está regularmente enfermo del estómago y la garganta. A últimas
fechas su apariencia corporal es desaliñada y con semblante de angustiarancia
que ni trescientas sesiones de terapia psicológica podrían remediar.
La tremenda
crisis existencial que afronta lo ha hecho plantearse que debe acudir con algún
hechicero, chamán o brujo para quitarse la“maldición” que corroe sus entrañas.
Al final sus ganas se extinguen en la monotonía y la conformidad. Aún con la
hecatombe que sufre no muestra empeño en cambiar hábitos y sigue girando en la
vorágine de la perdición. Muchas ocasiones sueña que si
las cosas continúan igual se lanzará a las vías del tren subterráneo que circula
a dos cuadras de la minúscula habitacióndonde vegeta, porque “muerto el perro
se acaba la rabia”.
Tres
historias de casinos.
El
abandonado.
Juan tiene 57
años de edad y es divorciado. Empezó a jugar desde los 15 años cuando llenaba
quinielas de fútbola instancias de su padre, que se la pasaba todo el día en un
bar de la coloniaObrera donde vivía la familia. A los 30 años se aficionó a lascarreras
de caballos y posteriormente comenzó a jugar póker con un grupo de vecinos.
Perdió la hipoteca de su casa y rentó una habitación en la azotea de un
edificio del centro de la capital de México. Derrochó ahorros y pidió su retiro
voluntario en el trabajo que había conseguido por recomendación de un primo en la
Secretaría de Economía, mismo que dilapidó en cuatro meses. Alcanzó una pensión
de 7 mil pesos al mes y debido alas carencias económicas, maltrato psicológico
y físicoque le propinaba a su esposa, ésta lo abandonó llevándose a sus dos
hijos. Desde hace 9 años no sabesobresu paradero……..ni quiere.
Todos los días,desde
las once de la mañana se enclaustra en un casino frente a la Alameda Central y
“prueba suerte”, para ver si se le duplican los 200 ó 300 pesos que lleva en su
cartera. Puras ilusiones, pues nuncalogra su aspiración. Terminaperdiendo el
dinero después de varias horas en que la colorida y ruidosa máquina de figuras
alienígenas le subetemporalmente el monto depositado por medio de tarjeta
electrónica, para posteriormente quitárselo. Se queja, llora, patalea y se
arrepiente, pero todos los días regresa.
Ha pensado en tirarse del
sexto piso donde está ubicado el cuarto que renta en un vetusto inmueble de la
calle Perú, no sin antes pedir perdón a toda la gente que dañó, sin embargo,
también le viene el deseo de seguir vivo, vestir bien y comer en restaurantes de
categoría.Viendo al techo de su habitación contiene impotencia y guarda deseos
suicidas. Cuando el sosiego retorna encamina su humanidad hacia la sala de juegos
donde lo esperan jóvenes de traje negro que sonríen por obligación y cientos de
mujeres y hombres que se sientan a su lado, adelante y atrás, teniendo la
ilusión de llevarse un premio millonario, ese quea él no lellega, pese a que
llevaocho años ininterrumpidos de asistir al casino.
La
complaciente.
Susana es
divorciada y tiene 46 años. Sus arrugas, contornos y cabello cano esconden glorias
pasadas. Su esposo la dejó hace 3 años porque no soportó sus salidas furtivas,
los robos a la caja registradora del negocio de abarrotes que con tantos
esfuerzos pusieron y sus constantes ataques de ansiedad mezclados con histeria.
Susy, como le siguen diciendo algunos familiares, comenzó a jugar bingo con amigas
de la unidad habitacional donde vivía con Juan, que le insistían que debía
distraerse. Se creyó la cantaleta y con tal de no acompañar al marido en el negocio
ni sentirse sola, prefirió irse desde temprano a la sala de juegos de la avenida
Costera Miguel Alemán en el puerto de Acapulco, Guerrero, México.
Lo que empezó
siendo una distracción se convirtió en un problema del tamaño del mundo. Al
poco tiempo las incitadoras desaparecieron, pero ella no se amilanó y continuó
asistiendo sola, con la aspiración de agenciarse dinero extra y así adquirir
ropa y alhajas que el local de abarrotes no podía darle. Inició jugando un
cartón de “lotería de números”, luego dos y es la hora en que no se conforma
con menos de tres por partida (lo que equivale a treinta pesos, o sea, 45% del
salario mínimo vigente en México). En un lugar muy recóndito de la memoria quedó
el recuerdo de cuando regresó a su casa a las 3 de la madrugada y encontróel
departamento casi vacío y una nota encima de la mesa de madera apolillada que
servía de comedor.Juan, el que consideraba su Juan, el aguantador por siempre,había
escrito en un pedazo de papel cuadriculado: “Te amo, pero no puedo permitir que
destroces tu vida frente a mis ojos ni me arrastres a la muerte. Adiós”.
Susana no
trabaja y sobrevive de “cooperaciones” que le dan las personas que se sientan
junto a ella en la mesa de juego. Pone cara de mortificación y cuenta
fragmentos escogidos de su historia personal. Su melodrama surte efecto y el
sentimiento compasivo que provoca atrae pequeños capitales para seguir apostando.
Como esto no es suficiente, desde hace diez meses se acerca sigilosamente a hombres
maduros, pidiéndoles dinero a cambio de favores sexuales en los baños del
casino.
Las primeras
veces lo hizo con mucha vergüenza, pero ahora no conserva pizca de pudor, ya
que la adicción puede más que cualquier principio moral. Se acerca, los ve y les
acaricia la entrepierna. Luego avienta un guiño lascivo, indicándoles
disimuladamente la entrada al sanitario que se encuentra al fondo del local. En
un buen día reúne 500 pesos, mismos que casi deja en su totalidad,pues guarda
70 pesos para pagar el taxi que la llevará de vuelta a la pocilga donde habita,
un sándwich y una soda.
El
paria.
Samuel tiene 33
años y es jugador empedernido. Desde su primer y único empleo formal ocupó un
poco más del cincuenta por ciento de salario para apostar. Fue cobrador en una
empresa de muebles y quincenalmente sustraía montos de los abonos de clientes
para irse al casino.Un día el gerente hizo arqueo contable y descubrió que la
ruta que atendía Sam -como en ciertas ocasiones le decía su madre- era la que
presentaba faltantes. Inmediatamente lo despidió con la amenaza de interponer
demanda en su contra ante autoridades judiciales, a fin de que quedara largo
tiempo en la cárcel(eufemísticamente en México a la prisión se le denomina
Centro de Readaptación Social). Como nada sucedió siguió deslizándose por el
tobogán que conduce al portal del infierno.
Siendo el
séptimo de ocho hijos que procreó su madre con 5 hombres diferentes siempre se
sintió como animalito que crece solo en la pradera. Cuando logra conversar con
alguien manifiesta que su mamá fue de “cascos ligeros”, pero que eso nunca le
importó, ya que lo verdaderamente terrible fue que ella padeció de sus
facultades mentales. “Soy lo que soy porque ella fue una enferma psicótica que escondió
en la ninfomanía sus alucinaciones”, sentencia Samuel cuando su interlocutor de
ocasión le palmea el hombro en señal de consolación.
Durante mucho
tiempo pudo sostener su adicción vendiendo joyería de plata y oro de la madre y
abuela, pero el “tesoro” se acabó. Nunca mantuvo relación estable de pareja
porque el juego siempre fue lo primordial. A las novias las citaba en el casino
para que lo acompañaran como mironas de palo. Comían el menú económico y al
terminarse el dinero las pasaba a dejar -en transporte colectivo- a sus casas.Ninguna
de sus conquistas duró más de tres semanas y por eso se acostumbró a andar soltero.En
este aquelarre de contradicciones llegó al grado de perder todo y ahora es
indigente.
Subsiste de hacer encargos
a comerciantes de su rumbo, quienes le dan 10 pesos por faena. Ante la escasa
cuantía que recibe optó por robar mercancía de los puestos ambulantes que
ofertan artículos ilegales, tales como discos compactos, ropa, gorras,
chamarras, calzado y relojes. Del botín malbaratado paga la comida del día y la dotación
de pastillas Valium para conciliar sueño, las cuales adquiere en el mercado
negro situado en la franja fronteriza de Tijuana, Baja California, México.
Su madre está
recluida en el hospital psiquiátrico de la localidad y la visita cada dos meses.
No va a verla para darle ánimos o víveres, sino para vengarse por lo infame que
fue. Le reprocha su locura, haber matado a su padre y no haberle permitido
tener una vida normal. Doña Panchis lo oye sin verlo y escurren lágrimas de sus
ojos apagados por tanta ingesta de píldoras.La ve con rencor acumulado y muchas
veces ha tenido la idea de estrangularla con el mecate que trae puesto de
cinturón, pero se conforma con aventarle una letanía de injurias que parecen atiborrar
de desazón indescriptible a su progenitora.
Va todos los
días al casino Caliente para apostar lo que trae en sus bolsillos y día tras
día sale sin nada. Cabizbajo dirige sus pasos al área de tres metros cuadrados que
tiene apartado abajo del puente peatonal sur que cruza la avenida Revolución,
donde en las madrugadas oye cláxones de automóvilesque le recuerdan el tintineo
de máquinas tragamonedas. Ahí, rodeado de cartones y mantas raídas, imagina
estar en el regazo de su madre.
Lo
que sigue.
La Secretaría de
Gobernación (SG)también reportó que en el país hay aproximadamente 300 mil
máquinas tragamonedas y de éstas el 50% son ilegales y están vinculadas con el
crimen. El número resulta impresionante, pero más las ganancias que se
obtienen: 20 mil millones de pesos. Informó que existendos y medio millones de
jugadores constantes y de este universo estimado el 4% [cien mil personas] está
catalogado como ludópatas. Las “tragamonedas”-dice- la SG no son máquinas de
diversión, sino engranes que hacen funcionar el Leviatán de adicciones que van orillando a la población al delito,
disgregación familiar y social.
Aunque la
previsión institucional establece que la adicción al juego es nefasta para
adultos, jóvenes y niños, y que se están decomisando miles de “maquinitas”
ilegales, la postura final es que no se puede prohibir el juego, sino controlarlo
para que no se genere clandestinidad.
Por su parte,
los dueños de máquinas tragamonedas efectuaron, a finales de este mes, una
manifestación en la Cámara de Diputados para plantear a la SG y legisladores
federales, el cese de la campaña de decomiso masivo de sus propiedades,
rechazando los razonamientos de que dichos aparatos instalados en comercios al
menudeo sean parte del hampa. Afirmaron que las máquinas tienen como función
divertir, entretener e incentivar destrezas. Ajá.
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