Desde Argentina
Fecha: 28/Jun/2015
Fecha: 28/Jun/2015
Quieren “Desbolivarianizar”
Venezuela
Fernando Esteche*
Serán diversas las conclusiones a las que distintos analistas podrán
llegar respecto de la definición de la maniobra norteamericana en Venezuela.
"Desbolivarianizar" parece ser la táctica del imperialismo en el país
latinoamericano. A simple vista y teniendo en cuenta los antecedentes de
sabotaje y agresión que la propia embajada norteamericana en Caracas condujo,
es lógico que las conclusiones respecto del injerencismo vayan desde la
intención permanente de la destitución, el aliento de la guerra de calles, la
invasión auxiliadora al estilo Siria o Libia, o la formulación oficial de
“golpe de estado continuado”.
Vale la pena, a riesgo de redundar, enumerar lo más destacado del plan
continuado de desestabilización. El 11 de abril de 2002 fue el acontecimiento
que llegó al paroxismo con el golpe de estado y el secuestro del Comandante
Chávez. Numerosos intentos de magnicidios desbaratados, el lock out patronal y
el llamado paro petrolero con pérdidas mayores a los 20 mil millones de
dólares. Para el 2004 combinadas con una operación de guerra de cuarta
generación aparecerán las guarimbas mesocráticas y oligarcas. Y finalmente la
articulación de la oposición política de derecha pro imperialista en columnada
tras el empresario Henrique Capriles Radonski a la orden de la embajada
norteamericana, financiada por la misma.
Lo que para muchos fue un magnicidio,[1] la desaparición física del
Comandante Hugo Chávez Frías abrió en la región y en el país un impasse de
incertidumbre ofreciendo por un lado debilidades que los pueblos aún padecemos
pero por otro evidenciando fortalezas construidas como es la adhesión leal del
pueblo bolivariano al proceso y a su sucesor Nicolás Maduro Moros.
La primera maniobra de la nueva etapa consistió en el desconocimiento de
los resultados electorales del 14 de abril del 2013 para horadar desde el
cuestionamiento la legalidad y legitimidad del nuevo gobierno. Claro que
resultó una operación de bajo impacto puesto que fueron miles los veedores
internacionales que aseguraron la transparencia del acto electoral y del
escrutinio, entre los que se destacaba al mismísimo ex presidente
norteamericano Jimmy Carter. No obstante obviamente lo que se perseguía con
semejante actitud no era tanto la impugnación en sí del acto sino construir
antecedentes de deslegitimadas, y en eso, con la corporación mediática
operando, construyen grandes logros y ventajas. Capriles Radonski y otros
actores menores alentaron a sus seguidores a acometer actos de violencia que
terminaron en asesinatos selectivos de militantes chavistas en las calles, más
de una docena de patriotas venezolanos fueron emboscados y asesinados por el
caprilismo. Más de ochenta personas resultaron gravemente heridas, se
incendiaron locales partidarios del PSUV, automóviles, centros médicos de la
Misión cubana Barrios Adentro y locales de la empresa estatal CANTV. Todo para
montar un paisaje social de violencia, de desgobierno y de sensación de guerra civil
donde a la sazón fue el pueblo venezolano su gobierno y sus bienes las únicas
víctimas.
Con el sabotaje y la construcción de un clima de caos se puso en marcha el
plan conocido como “La Salida”. Ya hemos señalado los asesinatos, emboscadas,
atentados contra la propiedad del Estado y del partido oficialista y una
permanente operación de prensa que en el exterior pretendía mostrar un clima de
guerra civil, que no fue otra cosa que el ataque sistemático de mercenarios
colombianos (antiguos paras) y reaccionarios venezolanos asesorados por
expertos de la CIA en montajes de situaciones, con la experiencia reciente
acumulada en Medio Oriente.
“La Salida” fue el plan que el mismísimo Leopoldo López, alcalde opositor
de Caracas, pergeñó y comandó cuando el 12 de febrero de 2014 llama en un
incendiario discurso a “tomar las calles” desatando un proceso de agresión
sobre el pueblo bolivariano y su gobierno que dejó un saldo trágico de 43
muertos, 878 heridos y daños superiores a los diez mil millones de dólares. Las
guarimbas militarizadas de Caracas y de las otras 17 alcaldías opositoras
venezolanas,[2] además de la emboscadas a motorizados (motociclistas
identificados con el chavismo) combinado al accionar de los paras colombianos y
francotiradores no pueden sino advertirse como un plan criminal fascista que
nada tiene de distancia con los montajes de Deraá y Latakia con los que el
imperialismo promovió y desató una guerra en Siria.
La operación pudo ser no sólo desmontada sino evidenciada llevando a
algunos de sus principales autores a la cárcel. La prisión de estos golpistas
criminales provocó un efecto colateral eventual que es implantar la idea de
persecuciones políticas a los opositores. Lo que in visibilizarán las grandes
cadenas noticiosas es el carácter criminal de esos dirigentes políticos
opositores.
Para febrero de 2015 la inteligencia venezolana denuncia lo que se llamó
el “Plan Jericó” que consistía, entre otros objetivos, en el bombardeo aéreo
del palacio de Miraflores (sede gubernamental) con el consecuente asesinato del
Presidente Maduro y la destitución del gobierno. El Teniente José Arzich Zapata
resultó ser el enlace de un pequeño sector de la Fuerza Aérea venezolana con la
embajada norteamericana. El General de Brigada de la Aviación, Oswaldo
Hernández Sánchez, reveló que los bombardeos contra la patria venezolana fueron
planificados por el diputado de la Asamblea Nacional por la alianza pro
imperialista Primero Justicia, Julio Borges.
El sabotaje económico provoca escases de bienes esenciales de consumo
masivo. Las grandes corporaciones transnacionales no sólo reducen la producción
sino que entorpecen la distribución, esto sumado a que las formas de resolución
que encuentra el estado para suplir estas situaciones y garantizar el
abastecimiento, están atravesadas muchas veces por impericia cuando no
contaminadas por elementos de corrupción que terminan potenciando el efecto del
sabotaje.
Aún están ingresando a las arcas oficiales los dólares de la venta de
petróleo de cuando el barril estaba al doble de precio que ahora. Esta baja
estrepitosa -y provocada- del precio del barril objetivamente achicará la
capacidad económica venezolana.
Cabe destacar como contracara de todo lo planteado una sola cifra que es
la que mantiene el otro platillo de la balanza volcado en la adhesión popular
al gobierno, y es que el 64 % del presupuesto nacional desde hace 16 años de
gobierno bolivariano, viene asignándose a las áreas sociales y políticas
públicas que tiene a los sectores populares como principales beneficiarios.
Ahora bien, ¿es la destitución simplemente lo que persigue el imperialismo
en Venezuela? ¿Es la intervención directa el horizonte de mediano plazo que
registran algunos papers de la geopolítica imperial?
Cuando invadían Libia, Chávez advirtió primero que nadie, incluso que el
propio Gadafi, la naturaleza de la agresión que se estaba desatando y los
objetivos reales que se estaban persiguiendo. Cuando se hicieron los montajes
de falsos enfrentamientos y atentados terroristas para provocar la guerra civil
en Siria, Chávez también fue de los primeros en advertir las felonías y
falacias que se estaban acometiendo contra la soberanía y dignidad de aquel
pueblo y su gobierno. El Comandante Chávez estaba asistiendo como espectador a
lo que tenía la certeza sería el destino de su propio pueblo y gobierno.
El caso sirio resulta mucho más semejante por las condiciones mismas y
configuraciones políticas de cada situación. Un núcleo de agentes extranjeros
alojados como agentes dormidos que se evidenciaron en Siria y formaron tanto el
ISIS como el Ejército Libre Sirio; y que en Venezuela son los “paracos” que
mientras “duermen” construyen situaciones de crecimiento delincuencial para
mantenerse. Un gobierno fuerte con un estado fuerte, víctima de difamaciones y
anatemas por las grandes cadenas mundiales que dominan la circulación de
discurso informativo. Una política exterior regional donde se vuelven
determinantes para condicionar y limitar la voracidad imperialista y sus planes
estratégicos sean de configuración de Medio Oriente Ampliado o de redespliegue
en Nuestra América. En ambos casos Siria y Venezuela son los retenes de esas
pretensiones imperiales. Ambos países tienen unas fuerzas armadas y
semimilitares leales, poderosas y operativas con una retaguardia miliciana
territorial (su propio pueblo) y extraterritorial (Hizbullah y FARC) muy
poderosa. Por eso Siria no fue Libia, aquel país africano que había forzado la
unión de tres regiones preexistentes (Cirenaica, Fezzan y Tripolitana) para
formar aquel país, de estructura tribal. Por eso Siria está triunfando y por
eso Venezuela no será Siria, porque es un camino donde van a la derrota.
Pero entonces, sabiendo que el imperialismo no hace lo que quiere sino lo
que puede, y que ese lo que puede depende tanto de las resistencias populares
como de las contextualizaciones que hacen al equilibrio global: ¿cuál es la
táctica del imperialismo en la Venezuela bolivariana?
Para abordar esto resulta interesante atender las siguientes valoraciones
respecto de su política en la región.
Suele decirse, cuando se analiza el proceso boliviano, que las
transformaciones que produjo el proceso encabezado por Evo Morales Ayma en
aquel país son de una profundidad y densidad superiores a lo que produjo el
peronismo en Argentina. No se está hablando de transformaciones del aparato
productivo ni tampoco de la transformación del mapa social, sino del
empoderamiento de una subjetividad, de la legitimación de unas formas de
producción histórica hasta ahora negadas e invisibilizadas y que muy
difícilmente aún en una situación reaccionaria puedan demolerse las principales
conquistas construidas.
En Argentina luego de varios ensayos que fueron desde el genocidio a
operaciones más amables, como la democracia tutelada comandada por Raúl Alfonsín,
pudo consolidarse el neoliberalismo a expensas de la cooptación de la
estructura partidaria del peronismo con el menemismo además de facilitar la
desarticulación de las posibilidades y potencialidades populares de
resistencia. Años después será la misma identidad, en proceso de recuperación
desde lo popular y nacional, la principal bandera con que se demolerán las
certezas neoliberales. John William Cooke anunciaba sabiamente que el peronismo
resultaba ser “el hecho maldito del país burgués”.
Hay que establecer que el caos que pareciera ser la línea principal de los
norteamericanos para la depredación y el saqueo, la determinación de estados
fallidos y la “balcanización”, ensayos todos que con regular efectividad viene
implantando en África, Asia y Europa Oriental; no parecieran ser las líneas de
aplicación inmediata en el territorio nuestro americano. Probablemente esta
diferencia táctica pueda atribuirse a razones más del orden militar que
políticas. El territorio de la metrópoli norteamericana linda territorialmente
con Nuestra América. El caos de la periferia garantizaría la normalidad de la
metrópolis, pero el caos del vecino puede salpicar a la metrópolis. Ahí está el
dilema de Israel y su curiosa alianza con Al Nusra y el ISIS.
Uno no debiera tentarse a convertir generalizaciones desde la
excepcionalidad. Es claro que México y la burdelización de su estado provocado
por la mismísima DEA puede resultar un experimento que en el largo plazo
pretendan generalizar. También es claro que hubo intentos concretos de
secesionismo tanto en Argentina como en Bolivia. Lo mismo que intentos de
gerenciamiento tecnocrático de algunos estados en sus momentos de máxima
crisis. Pero la línea principal de saqueo y depredación en Nuestra América
pareciera sectorizarse en la coyuntura a partir de distinto tipo de acuerdos
con los estados formales.
La consolidación de la Alianza del Pacífico y los disensos al interior del
Mercosur respecto de formalizar acuerdos de libre comercio con las metrópolis,
junto a una suerte de repliegue o desaceleración de los procesos de
recuperación de soberanía, parecen ofrecerle al imperialismo posibilidades de
continuidad de este método cuya única sombra es la situación de guerra en
Colombia y el fuerte enfrentamiento del proceso venezolano (otras situaciones
sea por capacidad limitada de gravitación o por propia inestabilidad o
dubitación no las contemplamos en este análisis).
Respecto de Colombia habrá que atender cómo avanzan los Diálogos de Paz
que se realizan en el marco, en el mejor de los casos, de un equilibrio
estratégico, no de una contraofensiva popular.
En el caso de Venezuela existe el reconocimiento, para cualquier
observador, de la existencia de una subjetividad popular mayoritaria capaz de
obstaculizar y enfrentar cualquier pretensión injerencista. Justamente y
fundamentalmente éste es el elemento que garantiza la continuidad del gobierno
y frena los intentos golpistas más desesperados y groseros.
Pero la experiencia de la guerra de los “contras” en Nicaragua ha dejado una
enseñanza que uno no debiera permitirse obviar. El pueblo no puede ni merece
ser sometido a una dinámica de guerra permanente siendo que además en esa
dinámica de guerra las condiciones de existencia se van desmejorando. Cuando en
elecciones libres el pueblo nicaragüense elige la paz, no elige al sandinismo
por el temor a la guerra impuesta. Ahí está, creemos, la clave de las
operaciones norteamericanas en Venezuela. La pretensión es “desbolivarianizar”,
disputar consenso, restarle apoyo, generar incomodidad y condiciones difíciles.
Pretenden anular la capacidad de reacción, se adelantan dos jugadas, o más,
quieren demostrar que el gobierno bolivariano será un gobierno donde no se
puede vivir “normalmente”. Pero además hay que arrancar de raíz la posibilidad
de rearticulación de una posibilidad popular en el caso de que pudieran
vencerla, por eso hay que quitarle la memoria, la dignidad, el espíritu. Ahí
los ejemplos del peronismo y de Bolivia que mencionábamos más arriba. El
bolivianismo es el hecho maldito de la depredación sustentable imperial y hay
que barrerlo.
Por esto es que sostenemos que la táctica imperialista en Venezuela no
será de un injerencismo decimonónico clásico, ni golpismo tradicional como en
el siglo pasado; sino que primero y a los efectos de lograr la capacidad de
sobre determinar el proceso político, lo que intentarán es el saneamiento
ideológico y doctrinario mediante la construcción de una situación de
desabastecimiento, violencia cotidiana, etc.; pingüe tarea si uno considera que
gran parte de la consolidación de la doctrina bolivariana se asienta justamente
en los aciertos y en la evidencia histórica de la posibilidad de recuperación
de soberanía e independencia a la luz del pensamiento de Bolívar.
La posibilidad de victoria o no de la estrategia imperial reside solamente
en el Pueblo Bolivariano de Venezuela.
[1] Sobre las causas de la muerte del Comandante Chávez se sostiene la
posibilidad del envenenamiento. El caso de la muerte de Yasser Arafat resultará
suficiente antecedente acerca de la posibilidad de semejante variable.
[2] Los incidentes se sucedieron solamente en 18 de los 355 municipios de
Venezuela, todos distritos gobernados por opositores. En el resto del país
reinó la calma a pesar de lo cual la operación de G4G mediante la prensa pro
imperialista daba cuenta de un país en llamas.
*Fernando Esteche es Secretario Político del MPR Quebracho (Argentina),
Doctor en Comunicación Social y Titular de la cátedra Relaciones
Internacionales y Comunicación (II) de la Facultad de Periodismo y Comunicación
Social de la Universidad Nacional de La Plata, Argentina.
Cortesía PIA.
@estechefernando
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