Desde Argentina
Fecha: 28/Jun/2015
Fecha: 28/Jun/2015
Solo Les Importa El Costo Político
Alberto
Medina Méndez
Cierta ingenua
actitud cívica lleva a creer a muchos que la dirigencia política espera
disponer de propuestas viables para tomar las determinaciones necesarias que
contribuyan a mejorar la calidad de vida de todos.
Si bien algunos
casos aislados corroboran que es una excepción, la inmensa mayoría de los
políticos no siguen la dinámica que la gente imagina. Ellos, por naturaleza,
solo intentan sumar votos, usando la demagogia como arma predilecta, para
posicionarse de cara a la siguiente elección.
Mucha gente bien
intencionada, supone que la clase política no resuelve los problemas porque
nadie les acerca proyectos para llevar adelante, o porque no disponen de los
conocimientos suficientes para abordar esas obviedades.
Aducen que
abunda una inocultable mediocridad imperante y una ignorancia inadmisible de
parte de quienes conducen los destinos de todos, sin advertir que sucede algo
mucho más simple y evidente. Solo se trata de una postura muy ruin, plagada de
gran desinterés y una mezquindad a prueba de todo.
En realidad, lo
habitual es que no lo hagan porque no les reditúa desde lo electoral, no les
trae votos, o lo que es peor aún, porque de hacerlo, de acceder a la inquietud,
pagarían elevados costos políticos privándose de ciertos apoyos esenciales para
seguir en la carrera elegida.
Visto así, todo
parece ser demasiado negativo. Ellos no quieren soluciones y no harán nada que
les implique "pagar" esos costos. Frente a esto, aparece la
resignación y la impotencia se multiplica. Por eso la ciudadanía debe revisar
su propia conducta, su recurrente reacción frente a lo cotidiano.
Los políticos
tradicionales saben que la sociedad se mueve por espasmos para luego someterse
mansamente, sin dignidad. Ellos saben que si tienen un poco de paciencia, todo
pasará y retomarán el control, como siempre
Es menester
convertir esa aparente mala noticia, en una ocasión conveniente. Se debe
intentar capitalizar ese hecho y revertirlo para transformar el obstáculo en
ventaja, la debilidad en fortaleza, utilizándola como una herramienta eficaz
que permita impulsar el cambio anhelado.
Entender como
razona la política, como piensan los dirigentes, ayuda a superar esa infantil
conducta ciudadana que solo consigue aumentar la eterna impotencia, la
frustración de rutina, consigue enfadar a todos y no permite direccionar las
energías hacia lo posible y positivo.
Si bien no todos
los asuntos son susceptibles de este procedimiento, bien vale la pena
intentarlo allí cuando sea posible. Incorporar esta visión, ayudará a que la
sociedad sea mucho más efectiva en sus demandas y definitivamente convierta sus
habituales molestias en una gran oportunidad.
También le será
útil a la política, cuando comprenda que ciertos ardides propios de su
actividad, ya no tienen la misma vigencia y son insuficientes para disimular
las genuinas preocupaciones que la gente esboza con razón.
La labor
consiste en evaluar previamente todo, con profundidad en el análisis, pero al
mismo tiempo con serenidad e inteligencia. La idea es encontrar una forma de
plantear la cuestión de fondo para colocarla, luego, en términos concretos y
para que su eventual desatención le genere a la política un costo electoral tal
que no le permita ignorar el asunto jamás.
Para que el
dirigente tenga que actuar, para que comprenda que no tendrá otra chance que
ocuparse, para que el letargo, la abulia y la negligencia no lo invadan,
resulta clave acertar en la selección del camino a recorrer. Por eso esta etapa
de adaptación ciudadana puede llevar tiempo y esmero.
No siempre el
abordaje será eficaz. Es probable que ciertos reclamos no encuentren nunca el
modo adecuado de "construir" argumentos que signifiquen un
circunstancial costo político tan importante que haga revisar la sostenida
decisión del mandamás de turno.
Con un
diagnostico certero, la ciudadanía puede llevar adelante un plan con
expectativas de éxito, reclamar con absoluta contundencia y poner en apuros a
toda la dirigencia. Cuando el asunto toma relevancia, cuando la escala del
problema es indisimulable, el político tomará nota de lo que ocurre, se
interiorizará a fondo y finalmente hará algo al respecto.
Si la estrategia
seleccionada no es la pertinente y la implementación es débil, timorata y
deficiente, no se puede esperar otra cosa que más de lo mismo. Por eso es
central concentrar los esfuerzos en lo correcto. No pasa solo por quejarse y
explicitar la bronca. Es bastante más complejo que eso.
Esta no es una
fórmula mágica, pero tiene más probabilidades de vulnerar las férreas defensas
que la política contemporánea coloca para evitar los embates ciudadanos. Los
dirigentes prefieren la calma de los escritorios, la comodidad de las campañas
electorales superficiales y no desean enfrentar a un electorado astuto y
perseverante que los fastidie a diario.
El desafío es
entender como funciona y hacer entonces los deberes como corresponde. Si los
ciudadanos de este tiempo quieren cambiar la perversa inercia vigente, deberán
pensar primero y actuar después, teniendo en cuenta como se mueven quienes
toman las decisiones importantes. Existen ejemplos cotidianos, aunque no tan
frecuentes como sería necesario.
Después de todo,
los políticos son absolutamente predecibles y esa es una ventaja enorme para
los ciudadanos. Hay que recordar que solo registran aquellos asuntos cuya falta
de resolución les implica pagar costos políticos.
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