Desde Venezuela
30 Agosto 2015
Colombia. Por Fin, Pareciera
Estar Triunfando La Paz
Por Sergio Rodríguez Gelfenstein:
Desde hace muchos años, he insistido en que la paz es un imperativo para
Colombia y para toda América Latina. A través de escritos, conferencias y
charlas he expuesto algunas ideas al respecto. Mi experiencia en el
conocimiento y estudio de los procesos
de paz en Centroamérica en la década de los 80 aportan a mi convicción de que
este es el mejor camino para avanzar en la cimentación de una correlación de
fuerzas que permita construir espacios de poder y participación popular que, a
su vez, conduzcan a un proceso de liberación definitiva de los pueblos. En esa
medida, pienso que en esta etapa, la lucha armada en América Latina está agotada
y que serán las oligarquías y el imperialismo en su denodado esfuerzo por
cerrar los caminos de la democracia, los que pudieran abrir espacio nuevamente
a la alternativa de la violencia. Ninguna persona sensata puede hacer valer la
lucha armada como fin y no como medio de obtener los objetivos propuestos
cuando se han cerrado los espacios de debate y participación democrática y
cuando la represión de los poderes oligárquicos no admiten otra opción de
futuro.
Cualquiera que haya conocido la guerra en sus entrañas, sobre todo cuando
ésta se prolonga indefinidamente, podrá constatar las deformaciones que se
producen en uno y otro bando, -sea cual sea la orientación política sobre la
que se actúa- en la medida que la conflagración bélica, genera comportamientos
humanos ajenos a su estructura fisiológica y sicológica. La guerra no es un
hecho natural, sino expresión de una situación que se origina cuando se han
agotado los medios pacíficos para dirimir las controversias. En el caso de las
guerras civiles, la imposición de conductas políticas por vía de la fuerza por
parte de quienes ostentan el poder, ha sido la causa más común de su inicio.
Ese es el caso de Colombia, un conflicto surgido en el marco de la guerra
fría, pero que eclosiona a partir de la coacción del bipartidismo
liberal-conservador hacia sectores campesinos pobres que se organizan para
defender su tierra, está en la raíz del conflicto. Las Fuerzas Armadas que
fueron creadas, - como en todos los países- para defender la soberanía del
pueblo, se ha utilizado con objetivos distintos por parte de la oligarquía.
Cuando esto ocurre continuamente durante más de 50 años, se degradan de manera
relevante los métodos, los principios, los valores y las formas de actuación en
un combate para el que teóricamente no fueron preparadas. Otro tanto ocurre con
las fuerzas subversivas, cuando la guerra se prolonga indefinidamente sin
obtener los objetivos trazados. El conflicto y su forma de actuar en él, se
transforma en un círculo vicioso del que es muy difícil salir sin que se
vislumbren ni en el mediano ni en el largo plazo, la posibilidad real de
obtener la victoria.
Escribo estas líneas, hoy 24 de julio, cuando se conmemoran 232 años del
natalicio del Libertador Simón Bolívar. Tal vez, valgan sus palabras para
testimoniar el espanto que le producía la guerra. El 27 de mayo de 1815 en
carta que dirige desde Kingston, Jamaica a Sir Richard Wellesley le dice
“Provincias enteras están convertidos en desiertos; otros son teatros
espantosos de una anarquía sanguinaria. Las pasiones se han excitado por todos
los estímulos, el fanatismo ha volcanizado las cabezas, y el exterminio será el
resultado de estos elementos desorganizadores”, y agrega a continuación, “Yo
vi, mi amigo, la llama devoradora que consume rápidamente a mi desgraciado
país. No pudiéndola apagar, después de haber hecho inauditos e innumerables
esfuerzos, me he salido a dar la alarma al mundo, a implorar auxilios, a
anunciar a la Gran Bretaña y a la humanidad toda, que una gran parte de su
especie va a fenecer, y que la más bella mitad de la tierra será desolada”.
En Colombia, país bolivariano, pareciera que las fuerzas que hoy se
confrontan han llegado a comprender que
era necesario “implorar auxilios” y evitar que sigan feneciendo sus
ciudadanos y que no debe continuar la desolación en sus tierras. Han aceptado la negociación y desde hace dos
años se han sentado en La Habana a buscar los caminos de la paz. El tránsito
por este sendero no ha sido fácil de recorrer, fuerzas extremistas interesadas
se han esmerado en poner cortapisas a las conversaciones y a los acuerdos que se han ido logrando. En
particular, el ex presidente Álvaro Uribe ha volcado toda su furia guerrerista
para impedir el arreglo necesario. Tras él, los “perros de la guerra” que han hecho
de ésta, un negocio multimillonario se aferran a la imposibilidad de lograr el
fin del conflicto.
Pero, las partes han perseverado a las mil y una provocaciones que han
surgido en el trayecto. Las Farc perdieron en combate al Comandante Alfonso
Cano, su máximo jefe, pero en una acto de madurez política que los enaltece no
se pararon de la mesa de negociaciones. La despiadada oposición de Uribe al fin
de la guerra, y la debilidad que a ratos ha mostrado el Presidente Santos hizo
que al comienzo negociara equivocadamente como si lo hiciera con un enemigo
derrotado. Sus asesores le recomendaron la continuidad de las acciones bélicas
mientras se conversaba en La Habana. Pero, el presidente de Colombia debe
entender que este no es el juicio de Nüremeberg, su camino debería ser el de
Esquipulas y Chapultepec, que sirvieron para que las fuerzas enfrentadas
militarmente en Nicaragua y El Salvador, concurrieran exitosamente a la mesa de
negociaciones y concluyeran sendos acuerdos de paz que han desterrado de esos
países la posibilidad de la guerra como forma de hacer política. Así mismo, las
permanentes declaraciones que ponen plazos y fechas para el logro de la paz no
ayudan en el proceso que se adelanta en La Habana. Al respecto, en un artículo
titulado ”Colombia, la paz no debería tener plazos” publicado en agosto de 2013
señalaba que “El afán permanente de poner plazo al fin de las mismas,(las
conversaciones de paz) da cuenta de una visión cortoplacista de cara a la
solución de un conflicto ancestral. Como habitualmente apunta el Doctor en
Ciencias Políticas de la Universidad de los Andes en Mérida, Vladimir Aguilar,
los tiempos políticos no siempre coinciden con los tiempos electorales. En este
caso, es más que patente tal aseveración. Suponer que una conflagración de 50
años debe terminar antes de las próximas elecciones y que la reelección del
presidente Santos es más importante que finalizar con el desangre de un país es
no tener altura de miras ni comportarse como un estadista. La guerra debe
terminar, a la paz no se le debe poner plazos”. Eso podría estar ocurriendo hoy
nuevamente de cara a las elecciones de autoridades locales de octubre, en las
que el tema de la paz pareciera querer utilizarse como propaganda de campaña.
Al comenzar este año, los primeros
días de enero, a fin de encarar esta etapa del proceso de negociación de la
mejor forma para sus intereses, el presidente Santos se reunió durante varios
días a puertas cerradas con asesores internacionales expertos en negociación.
Participaron del cónclave, el profesor
de la Universidad de Harvard (EEUU) William Ury y el ex guerrillero del
Frente Farabundo Martí para la Liberación Nacional (FMLN) de El Salvador, hoy
al servicio del Departamento de Estado, Joaquín Villalobos. También acudieron
el exjefe de gabinete británico Jonathan Powell, responsable del acuerdo de paz
en Irlanda del Norte y el ex canciller israelí Shlomo Ben Ami, arquitecto de
los acuerdos de Camp David entre Israel y Palestina.
Sin embargo, diversos incidentes han mostrado la ambigüedad y los titubeos
de Santos, evidentemente presionado por factores de poder que le piden
“firmeza” y celeridad en la negociación. Así mismo, ha sido receptivo de las
influencias de los que rechazan de plano al proceso. Se avanza no exento de
dificultades y amenazas. Las Farc han perseverado en su decisión de un cese
unilateral de las acciones, lo cual ha comenzado a calar en la opinión pública
llevando al gobierno a un acuerdo para iniciar el desminado de los territorios
en conflicto. El alto al fuego comenzó el 20 de julio. En esa dirección, el
gobierno ha anunciado el “desescalamiento” del conflicto, a partir de la misma
fecha, todo lo cual coadyuva en el adelanto de las negociaciones.
De la misma manera, el pasado miércoles 22 de julio, Naciones Unidas
anunció que enviará un equipo de expertos a Cuba para apoyar el proceso de paz.
El secretario general adjunto de la ONU para Asuntos Políticos, Jeffrey
Feltman, visitó Bogotá, con el objetivo de “…comunicar en nombre del secretario
general, Ban Ki Moon, el firme respaldo de la ONU al proceso de paz y su
compromiso de brindar cualquier tipo de apoyo que las partes necesiten para un
resultado exitoso”.
Estas evidencias conducen a suponer que el proceso de paz ahora si ha
entrado en camino derecho. Las presiones de los enemigos del diálogo han
quedado sepultadas. A pesar que las mentes putrefactas de Uribe y sus adláteres
siguen apostando por la guerra y la confrontación, la voluntad de paz del
pueblo colombiano pareciera estar imponiéndose.
Publicación Barómetro
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