Desde Venezuela
30 Agosto 2015
Tres Décadas De Costosas
“Inocentadas”
Por: Rafael A. Ugalde
Difiero con un viejo amigo que cree sinceramente en que la magnitud de la
crisis en la Caja Costarricense de Seguro Social (CCSS) no tenía por qué
conocerla la junta directiva actual. La razón es sencilla, pues aceptar esta
argumentación es digerir como “verdad” que 30 años a la moda de los “cambios”
introducidos en Costa Rica por los organismos internacionales son “neutros”,
inofensivos. Llámese Caja, educación universitaria, seguridad ciudadana, entre
otros servicios de vital importancia que deben estar bajo tutela exclusiva del
Estado, desde el principio estuvieron en la mira de la desnaturalización a
mediano o largo plazo, por directrices de moda como “reducción del déficit” y
“Estado eficiente”.
Y es que esta estrategia de mega negocios en salud, educación, seguridad
ciudadana, telecomunicaciones, agua o energía, etc., no son propios solo de
Costa Rica. Sucedió lo mismo, por citar solo dos ejemplos, en México y con el
Instituto de Seguridad Social en Colombia, luego de una serie de medidas,
supuestamente para mejorar, que terminaron con desmantelar todo. Así, aceptar
los argumentos de mi amigo equivale a negar que nadie aproveche la lista de
espera en la CCSS, el envío de pacientes a clínicas privadas y otras compras de
servicios que la institución pudo desarrollar, pues está facultada por ley y
cuenta con el personal calificado, pero no lo hace. Ello lo hemos comprobado
con la triste noticia de 138 pacientes que disminuyeron la lista de espera en
el hospital México y que fallecieron convencidos de que algún día los llamarían
para un procedimiento cardiológico. ¡Al menos murieron esperanzados!
Y como la esperanza es lo último que a veces perdemos algunos humanos,
ahora resulta que el problema de los especialistas en la Caja ya está resuelto
por las universidades privadas que, digan lo que digan, acaban de asestar un
durísimo golpe a la educación superior pública, pues tienen vía libre para la
formación de médicos especialistas.
Este argumento resulta interesante, por cuanto 48 horas atrás, Luis Pastor
Pacheco, director nacional de posgrado de especialidades médicas de la UCR,
reveló que solo el 25% de médicos aprueban el examen para especialidad (La
Nación 18/5/15). De los 2.045 galenos que pretendían una especialidad, el 75%
reprobaron la prueba. Y no creo que los dos mil y pico de médicos sean fruto de
la educación universitaria pública.
Sin embargo, el asunto no está del todo mal. Las llamadas “especialidades”
en casi todas las ramas del saber en Latinoamérica –no creo que Costa Rica sea
la excepción−, se convierten por su misma dinámica en una especie de feudo
difícil de romper, unas veces por la misma exigencia y responsabilidad que
implican, y otras, sobre todo cuando pensamos en el mercado, por temor a la
competencia. Difiero, eso sí, del rector de la universidad privada beneficiada
por la Sala Constitucional, en el sentido de que con esta sentencia se
acabarían la lista de espera en la Caja y el problema con la formación de
“especialistas”.
¿Acaso el asunto solo incumbe a la formación de médicos? Un periodista de
un conocido canal de televisión, en ocasión del nacimiento de los llamados
sextillizos, dio el siguiente ejemplo de profundidad y ejercicio intelectivo:
preguntó a la médico que atendió el parto cuál fue el clímax del alumbramiento,
como si la máxima acción no fuese la llegada de una nueva vida. Más bien el
asunto viene por la retaguardia: Hace unas pocas semanas una de estas
organizaciones universitarias, sin fines de lucro, según argumentan, anunció
que diligenciará ante las esferas gubernamentales fondos públicos para su
quehacer educacional.
Y ello no es raro que lo logre, sí consideramos que la educación
universitaria privada, con dos o tres excepciones a lo sumo, por decisión
precisamente de estas supuestas “inocentadas” defendidas por mi amigo, corre
contra el tiempo para cumplir con las cuotas maquileras que el mercado exige.
Recientemente, el nuevo rector de la Universidad Nacional (UNA), Alberto Salom,
dijo a un informativo electrónico que apuesta por la educación
interdisciplinaria; algo así como una pequeña luz en este largo túnel.
Pero también importantes sus declaraciones en cuanto a que si busca una
mayor formación interdisciplinaria, significa entonces que no todo lo que
parecía bien lo estaba. Salom al hablar de formación “interdisciplinaria
“desafía a quienes piensan, algunos en las propias universidades estatales, que
estas deben enseñar solo aquello que reporte rentabilidad rápida. Es solo una
pequeña luz: no hay decisión popular de revertir estas “inocentadas”.
Publicación Barómetro
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