Desde Uruguay
28/Enero/2013
A
propósito de la película “Lincoln”; Abraham Lincoln y Karl Marx
Niko
Schvarz
Tengo gran interés
en ver la película “Lincoln”, que a la hora de escribir estas líneas no ha
llegado al Uruguay. Producida y dirigida por Steven Spielberg, ganó el Globo de
Oro de los críticos por mejor interpretación de un actor en una película
dramática, que recayó en Daniel Day Lewis en el papel del presidente
estadounidense, asesinado en un teatro por un fanático esclavista el 15 de abril de 1865, al año siguiente de
su reelección.
La película ha
motivado un excelente artículo de Vicenç Navarro, catedrático de Ciencias
Políticas de la Universidad Pompeu Fabra y profesor de Policy Studies and
Public Policy de la John Hopkins University de Estados Unidos. El artículo se
titula: “Lo que la película ‘Lincoln’ no dice sobre Lincoln”. El autor destaca
el papel del protagonista como garante de la unidad de EEUU tras derrotar a los
confederados que aspiraban a la secesión de los estados del sur. Lincoln
resalta en la historia de esa nación por haber abolido la esclavitud y otorgado
libertad y ciudadanía a los descendientes de los inmigrantes de origen
africano, o sea a la población negra. Se señala también la paradoja de que
Lincoln figuró como uno de los fundadores del Partido Republicano, que en sus
orígenes fue la antítesis del actual partido de ese nombre y de su excrecencia
racista, chauvinista y regresiva, el Tea Party. Lincoln fue un ferviente
defensor de los Derechos Humanos, y entre ellos la emancipación de los
esclavos, que es el tema central de la película. El derecho de emancipación
transformaba al esclavo en una persona libre asalariada, unida por lazos
fraternales con los otros miembros de la clase trabajadora, independientemente
del color de su piel. Pero hay algo más. Dice el autor, en referencia a las
convicciones de Lincoln: “Sus demandas de que el esclavo dejara de serlo y de
que el trabajador –tanto blanco como negro- fuera el dueño, no sólo de su
trabajo, sino del producto de su trabajo, eran igualmente revolucionarias. La
emancipación de la esclavitud requería que la persona fuera la dueña de su
trabajo. La emancipación de la clase trabajadora significaba que la clase
trabajadora fuera la dueña del producto de su trabajo. Y Lincoln demandó los
dos tipos de emancipación. El segundo tipo de emancipación, sin embargo, ni
siquiera se cita en la película”. De ahí el título del artículo.
El autor ensaya,
como explicación, el hecho de que la enseñanza formal de la historia que se
imparte en escuelas y universidades de EEUU es totalmente sesgada, alejada de
cualquier contaminación ideológica de tipo socialista, comunista o anarquista.
Realiza la afirmación sorprendente de que la gran mayoría de los estudiantes
estadounidenses, incluso de universidades prestigiosas, ignoran que la fiesta
del 1º de Mayo (celebrada mundialmente como el Día Internacional de los
Trabajadores) rinde homenaje a trabajadores estadounidenses que fueron
ajusticiados por defender la jornada de 8 horas, lo que se trasladó luego a la
lucha reivindicativa en el mundo entero. En EEUU el 1º de Mayo, además de no
ser festivo, es el día de la Ley y el Orden (Law and Order Day).
Insistiendo en su
idea central, el articulista señala que Lincoln, ya cuando era miembro de la
Cámara Legislativa del estado de Illinois, simpatizó con las demandas
socialistas del movimiento obrero, no sólo de EEUU, sino también mundial. Él
consideraba que la esclavitud era el dominio máximo del capital sobre el mundo
del trabajo y que las estructuras de poder de los estados sureños
sustentaban un régimen económico basado
en la explotación absoluta del mundo del trabajo. De ahí su concepción de que
la abolición de la esclavitud significaba no sólo la liberación de la población
negra sino de todo el mundo del trabajo, beneficiando también a la clase
trabajadora blanca. Lincoln expresó asimismo que “el mundo del trabajo antecede
al capital. El capital es el fruto del trabajo, y no hubiera existido sin el
mundo del trabajo, que lo creó. El mundo
del trabajo es superior al mundo del capital y merece la mayor consideración.
En la situación actual el capital tiene todo el poder y hay que revertir ese
desequilibrio”. Anota Navarro: “Lectores de los escritos de Karl Marx,
contemporáneo de Abraham Lincoln, recordarán que algunas de estas frases eran
muy semejantes a las utilizadas por este analista del capitalismo en su análisis
de la relación capital/trabajo bajo dicho sistema económico”.
Citando un artículo
de John Nichols publicado en Political Affairs del 27/11/12 y titulado “Reading
Karl Marx with Abraham Lincoln. Utopian socialists, German communists and other
republicans”, Navarro afirma que los escritos de Karl Marx influenciaron a
Abraham Lincoln. Dichos escritos eran conocidos por grupos de intelectuales
estadounidenses. Marx escribía regularmente en The New York Tribune (y por esa
vía conseguía algún dinero que le ayudaba a vivir, además de la ayuda de
Engels). Su director Horace Greeley se consideraba socialista y era admirador
de Marx, al cual invitó a colaborar asiduamente. A su vez era amigo de Lincoln,
al cual había apoyado en su carrera política. Todo indica que Lincoln era
lector permanente de su diario. En el mismo colaboraban asimismo activistas
alemanes que habían huido de las persecuciones en su país y que incluso
lucharon más tarde con las tropas federales en la guerra civil (eran los
llamados “republicanos rojos”). Con anterioridad, el propio Lincoln como
congresista, representante de la ciudadanía de Springfield en el estado de Illinois, apoyó los
movimientos revolucionarios que se alzaban en Europa, especialmente en Hungría,
firmando documentos en su apoyo. A la vez, animó a los trabajadores de su país
a organizarse y crear sus sindicatos, y continuó haciéndolo cuando fue
presidente. Varios sindicatos lo nombraron miembro honorario. En una respuesta
a los sindicatos de Nueva York decía: “Vosotros habéis entendido mejor que
nadie que la lucha para terminar con la
esclavitud es la lucha para liberar al mundo del trabajo, es decir, liberar a
todos los trabajadores. La liberación de los esclavos en el sur es parte de la
misma lucha por la liberación de los trabajadores en el norte”.
En el período de
preparación de la I Internacional de Trabajadores, Marx y Engels escribieron
con entusiasmo sobre las concepciones de Lincoln y sus realizaciones. Ya
constituida ésta, se resolvió enviarle un mensaje con motivo de su reelección,
que fue redactado por Marx a fines de noviembre de 1864 y publicado en The
Bee-Hive Newspaper, número 169, del 7 de enero de 1865. Lincoln respondió en
tono cordial, agradeciendo el mensaje y valorando el apoyo del movimiento
obrero mundial a sus políticas. El mensaje felicitaba al pueblo estadounidense
y a su presidente por haber favorecido, al terminar con la esclavitud, la
liberación de toda la clase trabajadora, no solo la estadounidense, sino con
carácter mundial.
El mensaje de la I
Internacional de Trabajadores a Lincoln, escrito por Marx
“a Abraham Lincoln,
presidente de los Estados Unidos de América.
Muy señor mío:
Saludamos al pueblo
americano con motivo de la reelección de Ud. por una gran mayoría.
Si bien la consigna
moderada de su primera elección era la resistencia frente al poderío de los
esclavistas, el triunfante grito de guerra de su reelección es: ¡muera el
esclavismo!
Desde el comienzo
de la titánica batalla en América, los obreros de Europa han sentido
instintivamente que los destinos de su clase estaban ligados a la bandera
estrellada. ¿Acaso la lucha por los territorios que dio comienzo a esta dura
epopeya no debía decidir si el suelo virgen de los infinitos espacios sería
ofrecido al trabajo del colono o deshonrado por el paso del capataz de
esclavos?
Cuando la
oligarquía de 300.000 esclavistas se atrevió por vez primera en los anales del
mundo a escribir la palabra “esclavitud” en la bandera de una rebelión armada,
cuando en los mismos lugares en que había nacido por primera vez, hace cerca de
cien años, la idea de una gran República Democrática, en que había sido
proclamada la primera Declaración de los Derechos del Hombre y se había dado el
primer impulso a la revolución europea del siglo XVIII, cuando, en esos mismos
lugares, la contrarrevolución se vanagloriaba con invariable perseverancia de
haber acabado con las “ideas reinantes en los tiempos de la creación de la
constitución precedente”, declarando que “la esclavitud era una institución
caritativa, la única solución, en realidad, del gran problema de las relaciones
entre el capital y el trabajo”, y proclamaba cínicamente el derecho de
propiedad sobre el hombre “piedra angular del nuevo edificio”, la clase
trabajadora de Europa comprendió de golpe, ya antes de que la intercesión
fanática de las clases superiores a favor de los aristócratas confederados le
sirviese de siniestra advertencia, que la rebelión de los esclavistas sonaría
como rebato para la cruzada general de la propiedad contra el trabajo y que los
destinos de los trabajadores, sus esperanzas en el porvenir e incluso sus
conquistas pasadas se ponían en tela de juicio en esa grandiosa guerra del otro
lado del Atlántico. Por eso la clase obrera soportó por doquier pacientemente,
las privaciones a que le había condenado la crisis del algodón, se opuso con
entusiasmo a la intervención en favor del esclavismo que reclamaban
enérgicamente los potentados, y en la mayoría de los países de Europa derramó
su parte de sangre por la causa justa.
Mientras los
trabajadores, la auténtica fuerza política del Norte, permitían a la esclavitud
denigrar su propia república, mientras ante el negro, al que compraban y vendían,
sin preguntar su asenso, se pavoneaban del alto privilegio que tenía el obrero
blanco de poder venderse a sí mismo y de elegirse el amo, no estaban en
condiciones de lograr la verdadera libertad del trabajo ni de prestar apoyo a
sus hermanos europeos en la lucha por la emancipación, pero ese obstáculo en el
camino del progreso ha sido barrido por la marea sangrienta de la guerra civil.
Los obreros de
Europa tienen la firme convicción de que, del mismo modo que la guerra de la
Independencia en América ha dado comienzo a una nueva era de la dominación de
la burguesía, la guerra americana contra el esclavismo inaugurará la era de la
dominación de la clase obrera. Ellos ven el presagio de esa época venidera en
que a Abraham Lincoln, hijo honrado de la clase obrera, le ha tocado la
misión de llevar a su país a través de
los combates sin precedente por la liberación de una raza esclavizada y la
transformación del régimen social.”
Comentarios:
nikomar@adinet.com.uy
Publicación
Barómetro 24-01-13
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