MURIENDO PARA VIVIR - MG

Desde Venezuela                                
27/Mayo/2013
           

Muriendo para vivir
Miguel Guaglianone

Dice la leyenda que el Cid Campeador ganó muerto su última batalla, cuando su cuerpo atado a lomos de su fiel Babieca encabezó a sus tropas hacia la victoria. Dicen también que el miedo que el Cid causaba a sus enemigos fue la causa principal de esa victoria, que quedaron paralizados cuando vieron a aquel que suponían muerto, comandando el ataque.

Este domingo 14 de abril, Hugo Chávez Frías acaba de ganar su primera batalla después de habernos abandonado físicamente, comandando a sus fieles seguidores en el campo de la contienda electoral (ya estando gravemente enfermo y fuera del país había ganado sin estar presente la elección de gobernadores en diciembre de 2012, 20 de 23 gobernaciones).

A diferencia del Cid, la razón de su triunfo no se debió al miedo de sus enemigos (aunque ese también estuvo presente) sino al gran amor que supo despertar en todo su pueblo, y a la presencia viva de sus propuestas en cada uno de ellos (Todos somos Chávez).

El triunfo de Nicolás Maduro –el discípulo y sucesor designado– como presidente de Venezuela, representa la posibilidad de que el legado de Hugo Chávez se conserve y prospere, encaminando al país hacia una propuesta de justicia social y profundos cambios estructurales.

Lo cierto es que hoy es una verdad evidente que Hugo Chávez pertenece por derecho a esa estirpe de hombres y mujeres paridos por nuestra tierra mágica que han logrado trascender la muerte física y cuyas vidas y obras, orientadas por sus idearios, son el ejemplo y la  indicación del camino a seguir para todos los que vienen detrás. Son aquellos y aquellas que –parafraseando una canción de Daniel Viglietti– “mueren para vivir”.

Y esto está hoy presente de Norte a Sur en nuestra tierra, cuando Emiliano Zapata es parte de la vida cotidiana en los Caracoles zapatistas, dónde se está buscando crear a los nuevos seres humanos; o cuando Augusto César Sandino se deja ver todos los días en el quehacer de la Nicaragua conducida por el Frente Sandinista; o más aún, cuando las propuestas de integración y antiimperialismo que tuvimos la suerte de escucharle exponer a Ernesto Guevara de la Serna, allá en los lejanos años sesenta, son las líneas de acción consensuadas y puestas en práctica habitualmente por los gobiernos progresistas de nuestro subcontinente.

Esto sin ponernos a hablar de los pioneros, de esa larga lista de indios y negros rebelados contra la opresión imperial, o de los próceres de nuestra primera independencia, (Miranda, Bolívar, Sucre, Artigas, San Martín, etc.), cuyo legado es también parte de nuestra consciencia colectiva y motor de nuestras luchas actuales y por venir.

Entre esos hombres y mujeres, Hugo Chávez se ganó un lugar merecido. Una trayectoria de lucha, de fidelidad a sus ideales, de lealtad hacia los pobres y desheredados, unos cambios propuestos y realizados a contracorriente dentro del proceso social venezolano, un heterogéneo ideario de justicia social y de valores éticos resumido en el nombre de Socialismo del Siglo XXI y una absoluta y desinteresada entrega personal que lo llevó hasta adelantar su partida; son los atributos que lo colocan con toda justicia en el panteón de nuestros héroes mestizos, esos sencillos hombres y mujeres sin superpoderes, que con su dedicación y lucha lograron trascender la Historia y convertirse en nuestra inspiración y aliento.

Honor al comandante, vencedor de esta batalla dirigida por su presencia espiritual, presente en el interior de cada uno de los que aquí peleamos.

miguelguaglianone@gmail.com

                                                                                                 Publicación Barómetro  15-04-13
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