Desde México
29/Julio/2013
Morelos Y El Congreso De Anáhuac
Carlos Reyes
Romero
Texto que sirvió
de base a Carlos Reyes Romero, secretario técnico de la Comisión de Cultura de
la Sexagésima Legislatura al Congreso del estado de Guerrero, para la presentación
del libro Morelos y Otras Historias, de Ignacio Manuel Altamirano. Tixtla de
Guerrero, domingo 26 de mayo de 2013.
En México, todavía no hemos podido
trascender esa extraña integración de república y monarquía, de centralismo y
federalismo, de democracia y autocracia, de libertad y autoritarismo, a la que
aludía Gabriel Zaid cuando denunciaba la existencia de un conservadurismo
subrepticio dentro del estado liberal mexicano, refiriéndose al hecho de que
los sectores conservadores, siempre derrotados militar y políticamente a lo
largo de la historia del país, al final del día terminaban reconquistando de
manera encubierta y sigilosa sus privilegios, su poder en el manejo del país e
imponiéndonos sus políticas de concentración de la riqueza en unos cuantos, de
opresión y represión para los de abajo y de saqueo y depredación de los
recursos naturales del país.
Lo hicieron durante la Colonia y también
en los tiempos posteriores a la proclamación oficial de nuestra Independencia
en 1821; durante la dictadura de Porfirio Díaz, luego de la Guerra de Reforma y
la intervención francesa; y lo han vuelto a hacer plenamente desde hace 30
años, en los estertores de la Revolución Mexicana; lo cual presagia un nuevo
estallido multitudinario de inconformidad social, que ya está en marcha, y que
puede darle un nuevo empuje al progreso social del país. Los pueblos y las
revoluciones continúan siendo las grandes parteras de la historia.
Nuestras élites económicas y políticas
se consuelan y complacen creyendo que no hay condiciones ni razones para un
nuevo estallido social, pero tampoco quieren tentar al diablo, por eso
redujeron al mínimo la conmemoración del Bicentenario del Inicio de la
Independencia y de la Revolución Mexicana, hace tres años y lo mismo intentan
hacer ahora con el Bicentenario del Primer Congreso de Anáhuac y de los
Sentimientos de la Nación, cuyo Bicentenario estamos conmemorando y se está
impulsando por el Congreso de Guerrero, conjuntamente con las legislaturas y
los gobiernos de los estados México, Michoacán, Morelos, Oaxaca, Puebla y
Veracruz, lugares donde predominaban hasta 1815 la fuerzas insurgentes
comandadas por Morelos.
No extraña entonces que el Congreso de
la Unión, en particular la Cámara de Diputados, que es la más alta representación
popular del país, haya desdeñado y rechazado incluir como fecha conmemorativa
para toda la Nación la del Congreso de Anáhuac, ni tampoco el que también se
hayan negado a inscribir con letras de oro en el Muro de Honor del Palacio
Legislativo de San Lázaro el epígrafe: “Primer Congreso de Anáhuac, Congreso de
Chilpancingo 1813” propuesto por el entonces diputado Mario Moreno Arcos del
Grupo Parlamentario del PRI, ni tampoco la leyenda: "Congreso de Anáhuac
de 1813, Primer Constituyente de la Nación Mexicana", de la autoría de los
entonces senadores Julio César Aguirre Méndez y Valentín Guzmán Soto, del PRD,
y Antelmo Alvarado García, del PRI .
Actualmente el Congreso de la Unión
quiere omitir el dictamen de la “Minuta con proyecto de decreto por el que se
declara al año 2013 como "Año del Bicentenario del Congreso de Anáhuac y
la Proclamación de los Sentimientos de la Nación”, sustentada en la Iniciativa
que al respecto les envió el Congreso del Estado y en la que presentaron los
senadores arriba mencionados. Minuta que fue aprobada y enviada por el Senado a
la Cámara de Diputados el 26 de abril de 2012. En lugar de ello, ahora los
legisladores federales pretenden declarar el “2013 como Año de la Libertad y la
República” según proponen los diputados, o “2013 Año de Belisario Domínguez, la
Libertad y la República” como contraproponen los senadores.
Hasta ahora ˗26 de mayo de 2013˗ esta
pretensión no concluye su proceso legislativo y todavía se está en tiempo de
revertirla. Ojalá la Sexagésima Legislatura del Honorable Congreso del estado
de Guerrero, haga buen uso de la libertad y soberanía que como entidad
federativa nos corresponde e impugne esta arbitraria decisión.
Importancia del rescate de la memoria
histórica
Don Ignacio Manuel Altamirano, en la más
pura tradición de los sabios griegos y latinos de la antigüedad, lo enuncia de
una manera clara y sencilla:
“Mantener viva en el espíritu de los
pueblos la memoria de los hombres a quienes deben su libertad es un deber de
patriotismo y de gratitud para los ciudadanos y una necesidad política para los
gobiernos.
La historia de los hechos heroicos y de
los grandes varones que los ejecutaron mantiene vigoroso el sentimiento de
nacionalidad y robustece en el ánimo popular la resolución de conservar
incólume el tesoro de la independencia, a tanta costa conseguido, y legado por
los héroes con el sacrificio de sus vidas.
Por eso mismo escribió Don Ignacio
Manuel Altamirano los cuatro ensayos biográficos que conforman la obra que
estamos comentando y el documento de Don Juan Hernández y Dávalos sobre la
Colección de Documentos para la Historia de la Independencia de México, desde
1808 a 1821.
La finalidad de Altamirano es precisa y
contundente. Rescatar para el conocimiento popular la memoria de los hechos y
los personajes, mujeres y hombres, que consagraron su vida a la lucha por la
independencia de México.
Ese es el valor fundamental de los tres
ensayos sobre Morelos y los acontecimientos de Zacatula, El Veladero y Tixtla,
así como de la breve biografía de Hidalgo que nos obsequia.
Lo hace en una época en que se extinguía
el aprecio gubernamental por estos héroes, a quienes, el 19 de julio de 1823,
“El Congreso declara beneméritos de la patria en grado heroico a los Señores
Don Miguel Hidalgo, Don Ignacio Allende, Don Juan Aldama, Don Mariano Abasolo,
Don José María Morelos, Don Mariano Matamoros, Don Leonardo y Miguel Bravo, Don
Hermenegildo Galeana, Don José Mariano Jiménez, Don Francisco Javier Mina –no
obstante su conocido origen español–, Don Pedro Moreno y Don Víctor Rosales” ,
ordenando el traslado de sus restos a la capital de la República para ser
depositados con todos los honores en la Catedral Metropolitana de la Ciudad de
México.
Pero luego sufrieron en ese lugar olvido
y abandono por más de un siglo, hasta que el 16 de septiembre de 1925 fueron trasladados por decisión del
presidente Calles al Monumento a la Independencia, conocido popularmente como
El Ángel.
En fechas posteriores a 1823 fueron
trasladados a la mencionada Catedral o directamente al mencionado Monumento los
restos de Vicente Guerrero, Leona Vicario, Andrés Quintana Roo, Nicolás Bravo y
Guadalupe Victoria.
Finalmente ˗luego de los estudios
realizados por el INAH en el 2010 y que se mantuvieron bajo reserva hasta enero
de este año˗ ahora sabemos que sí están en el Monumento a la Independencia los
restos de casi todos ellos, incluidos los de Morelos que por tanto tiempo se
dieron por perdidos; sólo faltan los de Mariano Abasolo, Leonardo Bravo, Miguel
Bravo y Hermenegildo Galeana cuyos restos nunca han sido encontrados y los de
Pedro Moreno y Víctor Rosales que se presume pueden estar mezclados con los
restos de los demás .
Ahora, 200 años después, es muy
importante rescatar la memoria histórica de la Nación acerca de la gesta de la
Independencia, que durante tantos años ha sido menospreciada por nuestros
gobernantes.
Es parte de una lucha que todavía
estamos dando las mexicanas y los mexicanos para que se reconozca el valor y la
importancia de los hechos, las heroínas y los héroes que cincelaron con su
vidas el granítico basamento de soberanía, independencia, libertad y justicia
sobre el cual se ha tratado de consolidar la vida nacional durante los últimos
200 años.
En eso está comprometida la Comisión
Especial del Congreso del Estado para la Conmemoración del Congreso de Anáhuac,
de los Sentimientos de la Nación y de la Declaración de Independencia de la
América Septentrional, así como muchos ciudadanos e intelectuales, quienes como
Julio Moguel hacen su particular pero valiosa aportación a estos festejos, no
siempre reconocida ni adecuadamente valorada.
La participación de los curas en la
insurgencia
Un hecho trascendente y poco tomado en
cuenta al hablar del movimiento insurgente, es el liderazgo que asumieron
cientos de curas y personajes con estudios de teología, en los territorios donde
se desplegó la fuerza de los insurgentes.
Los nombres de Fray Melchor de
Talamantes, Fray Vicente de Santa María, Fray Servando Teresa de Mier, y por
supuesto el de Don Miguel Hidalgo y Costilla son de los más conocidos y
nombrados desde los primeros vientos de la insurrección en 1808.
A ellos se suman, a partir de 1810, los
de Don José María Morelos y Pavón, cura de Carácuaro; Don José Manuel de
Herrera, cura de Huamuxtitlán; Don Mariano Antonio Tapia, cura de Tlapa; José
Sixto Verduzco, cura de Tuzantla, Michoacán; Don José María Cos, doctor en
Teología; Don Carlos María Bustamante, graduado en Teología, en el Seminario de
Oaxaca; y Don Mariano Matamoros, cura de Jantetelco, Puebla; por nombrar sólo
los más relevantes, aunque han aparecido estudios que tratan cada vez con mayor
extensión la intervención del bajo clero y de los jesuitas en la independencia
nacional.
Por eso es muy relevante que el Congreso
de Anáhuac, adelantándose un año al Papa Pío VII, haya emitido el decreto por
el cual se restablece la Compañía de Jesús, cuyos integrantes eran reconocidos
por muchos novohispanos como forjadores de la identidad nacional y más aún,
cuyos textos han sido calificados por investigadores contemporáneos como
precursores ideológicos de la Independencia Nacional. También es significativo que esto haya
acontecido el mismo día, 6 de noviembre de 1813, en que el Congreso de Anáhuac
promulgó el Acta Solemne de Declaración de Independencia de la América
Septentrional.
Un caso muy especial, es el de Don
Mariano Escandón y Llera, Conde de Sierra Gorda, gobernador del obispado de
Michoacán, quien levanta la excomunión de Hidalgo el 6 de octubre de 2010 y
días más tarde, el 22 de octubre, concede a Morelos licencia para ausentarse de
su curato en virtud de la comisión que le encargó Hidalgo; todavía más, el 29
de diciembre del mismo año, Escandón y Llera hace públicas las razones por las
cuales levantó la excomunión de Hidalgo impuesta por el Obispo Manuel Abad y
Queipo .
Con todo, este Obispo, excomulgador de
Hidalgo y de Morelos, describía de la siguiente manera la labor de los curas de
la época:
“Los curas dedicados únicamente al
servicio espiritual y al socorro temporal de estas clase miserables, concilian
por estos ministerios y oficios su afecto, su gratitud y su respeto. Ellos los
visitan y consuelan en sus enfermedades y trabajos. Hacen de médicos, les
recetan, costean y aplican a veces ellos mismos los remedios. Hacen también de
sus abogados e intercesores con los jueces y con los que piden contra ellos.
Resisten también las opresiones de los justicias y de los vecinos poderosos .”
Todo lo cual pone de realce que la iglesia
católica nunca ha sido lo homogénea y hermética que parece ser y que en su
interior se dan recurrentemente movimientos eclesiásticos que tienden a
vincularse y a encabezar causas populares. No siempre logran sobrevivir, pero
reaparecen una y otra vez aunque con distintas denominaciones. Son el vínculo
de la Palabra de Dios con el pueblo.
Valor y significado del Congreso de
Anáhuac
La idea de convocar a un Congreso que
fuera el Poder Supremo de la nación mexicana, era común entre muchos de los
partidarios de la independencia de México. Está como primer punto del Plan del
Gobierno Americano entregado por Miguel Hidalgo a Morelos y publicado por éste
en su cuartel general de Aguacatillo, el 17 de noviembre de 1810. Está también
en la propuesta conciliatoria de López Rayón y Liceaga a José María Calleja,
donde trataban de negociar con éste, exhortándole sobre la justicia de la causa
independiente y ofreciéndole la creación de una junta nacional o Congreso.
Morelos siempre fue fiel a las
indicaciones de Don miguel Hidalgo. Por eso cuando Hidalgo murió no tuvo
problemas en reconocer el mando de Ignacio López Rayón, a quien se consideraba
lugarteniente de Hidalgo, ni a la Suprema Junta Nacional Americana, que
integraban Ignacio López Rayón como presidente, José Sixto Verduzco y José
María Liceaga como vocales. Morelos fue reconocido antes de la toma de Oaxaca
como el cuarto vocal de esta Junta.
Pero cuando Morelos advirtió que las
diferencias y las intrigas entre los miembros de la Junta, no permitían a ésta
jugar el papel de buena conducción y mando unificado que requería el movimiento
insurgente. Al grado tal que el 7 de abril de 1813, Ignacio López Rayón decreta
la destitución de José María Liceaga y José Sixto Verduzco como miembros de la
Junta y ordena que sean aprehendidos. Morelos al ver fracasados sus intentos de
conciliación con los miembros de la Junta, resolvió convocar al Congreso de
Anáhuac, girando instrucciones a los responsables de los territorios bajo
control insurgente para que nombraran diputados al Congreso. López Rayón,
Liceaga y Sixto Verduzco son designados diputados al Congreso por derecho
propio.
Una vez instalado el Congreso, Morelos
decreta el 18 de septiembre de 1813 la disolución de la Suprema Junta Nacional
Americana. López Rayón se integra a las labores del Congreso el 4 de noviembre
de 1813.
El Primer Congreso de Anáhuac se instaló
en la Catedral de Santa María de la Asunción, el 13 de septiembre de 1813,
previa declaratoria de la ciudad de Chilpancingo como capital del país y es disuelto
en Tehuacán por el comandante insurgente de la región, Manuel Mier y Terán, el
15 de diciembre de 1815, por diferencias con los integrantes del Congreso y
previo el arresto de los mismos; para entonces no habían transcurrido más que
cuarenta días de la detención de Morelos y faltaban 7 días para su ejecución.
Después de eso fue el caos. Los
insurgentes se dividieron y enfrentaron entre si, otros abandonaron la lucha y
sólo unos cuantos mantuvieron la resistencia, en diversas partes del país.
Logros del Congreso de Anáhuac
El Congreso conoció y proclamó en
Chilpancingo los Sentimientos de la Nación, decretó la abolición de la
esclavitud, restableció la Compañía de Jesús y promulgó la independencia de la
América Septentrional.
Esta última declaratoria del Congreso de
Anáhuac antes de abandonar Chilpancingo, sancionada por Morelos, fue un abierto
desafío al imperio español que en 1813 se hallaba en la cumbre de su expansión
colonial, pues en un solo acto se declaró independientes no sólo el actual
territorio de México, sino también el resto de la parte americana del
Virreinato de la Nueva España, que abarcaba los actuales estados de California,
Nevada, Colorado, Utah, Nuevo México, Arizona, Texas, Oregón, Washington,
Florida y partes de Idaho, Montana, Wyoming, Kansas, Oklahoma y Luisiana, ahora
miembros todos ellos de la Unión Americana; en Canadá la parte suroeste de la
Columbia Británica; la Capitanía General de Guatemala (Guatemala, Belice, Costa
Rica, El Salvador, Honduras y Nicaragua); y la Capitanía General de Cuba (Cuba,
República Dominicana, Puerto Rico, Trinidad y Tobago y Guadalupe) . La Nueva
España abarcaba también la Capitanía General de las Filipinas (Las Filipinas,
las Carolinas y las Marianas, en el Pacífico Asiático), y en algún momento
llegó a abarcar hasta Formosa, la actual Taiwán o República de China .
También resalta la importancia de la
lucha de Hidalgo y de Morelos para abolir la esclavitud y las castas en México.
Así el 19 de octubre de 1810, por petición de Hidalgo el intendente de
Valladolid, José María Anzorena , decreta la abolición de la esclavitud. Días
después el 29 de noviembre Hidalgo expide en Guadalajara, conjuntamente con
Ignacio López Rayón, el Decreto contra la esclavitud, las gabelas y el papel
sellado, en donde se declaró abolida la esclavitud en América, siendo la
primera declaración antiesclavista de ese nivel realizada en todo el
continente. Por su parte, el 17 de noviembre de 1810, Morelos expide el bando
de Aguacatillo por el cual se suprimen la esclavitud y las castas. Disposición
que ratifica el Congreso de Anáhuac el 5 de octubre de 1813 y que años después
el insurgente José Miguel Ramón Adaucto y Fernández Félix, mejor conocido como
Guadalupe Victoria, ya en su calidad de primer Presidente de la República
Mexicana, hace efectiva la abolición definitiva de la esclavitud el 16 de
septiembre de 1825, mediante decreto expedido en la ciudad de México.
En Apatzingán el Congreso sancionó, el
22 de octubre de 1814, el “Decreto Constitucional para la Libertad de la
América Mexicana”, mejor conocida como Constitución de Apatzingán, la cual fue
promulgada dos días después, el 24 de octubre, por el nuevo Poder Ejecutivo
encabezado por Morelos, que había sido electo un día antes por el propio Congreso.
Luego en la población de Ario, ahora de
Rosales, el Congreso estableció el 7 de marzo de 1815, el Primer Supremo
Tribunal de Justicia de la Nación, conformando así en definitiva los tres
Poderes en que desde entonces se divide el Supremo Poder de la Federación, a
que se refiere el artículo 49 de nuestra Constitución.
Finalmente, en Puruarán, Michoacán, el 3
de julio de 1815, antes de emprender la marcha hacia Uruapan y Luego a
Tehuacán, el Congreso aprobó los primeros Símbolos Patrios de México, al crear
el Escudo Nacional y las Banderas Nacionales de Guerra, Parlamentaria y de
Comercio, mediante sendos decretos que promulgó Morelos.
Actitud de Morelos ante el Congreso de
Anáhuac
Mucho se ha criticado al Congreso de
Anáhuac algunas medidas que afectaron la efectividad militar de Morelos o que
obligaban a los jefes insurgentes a acatar decisiones que no compartían del
todo. Incluso José María Cos se rebeló en su contra, molesto porque ante la
gravedad del acoso realista decidió tomar las armas, aun siendo parte del Poder
Ejecutivo, lo cual desautorizó el Congreso conminándole a volver a su encargo y
encargando a Morelos que lo detuviera y presentara ante ese órgano legislativo,
el cual lo condenó a muerte por su indisciplina, pena que finalmente fue conmutada
por cadena perpetua a petición popular. Otros jefes insurgentes desdeñaban su
autoridad. Manuel Mier y Terán cuando decidió disolver el Congreso de Anáhuac,
lo consideraba un lastre financiero para la insurgencia.
Pero como señala justamente Don Julio
Zárate en su ensayo biográfico sobre Morelos:
“Pero si la conducta política de
aquellos hombres merece justas censuras, como patriotas sinceros son dignos de
alabanza, y sus nombres deben trasmitirse a la posteridad cubiertos de
bendiciones. Arrostraron con serena intrepidez los más graves peligros y no
vacilaron en dar su vida por la libertad de la patria. Goces sociales, familia,
intereses, todo lo abandonaron sin sentimiento, para ir a prestar sus luces, su
ardiente fe y su actividad a una causa noble y santa. (…) Optaron por la
muerte, por el hambre, por la miseria, por las penalidades de una vida errante
e hicieron frente a su destino por mucho tiempo con ese valor estoico que
comunica a las almas superiores la conciencia del deber.”
Bellas y lúcidas palabras las de Don
Julio Zárate al ensalzar a los miembros del Congreso de Anáhuac, como firmes y
sinceras fueron la lealtad y el respeto que Morelos profesó siempre a este
cuerpo colegiado de gobierno.
Morelos jamás desacató ninguna de sus
órdenes, jamás se le opuso ni desautorizó ninguno de sus acuerdos o acciones;
jamás cuestionó o puso en entredicho su autoridad. Cuando era necesario y
posible debatía ardientemente sus acuerdos, pero una vez establecidos los
respetaba.
Morelos, igual que Hidalgo, era un
convencido de que los parlamentos, son la mejor alternativa para gobernar
frente a la larga tradición política que privilegia el poder unipersonal,
llámese rey, emperador, presidente, primer ministro o jefe de gobierno, y que
generalmente se muestra renuente a aceptar la soberanía y preeminencia de esa
expresión directa de la soberanía popular que son los poderes legislativos.
Varios historiadores y especialistas,
incluso el propio Julio Zárate, señalan que Morelos bien pudo oponerse a varias
de las decisiones del Congreso que él intuía o preveía que podían lesionar la
buena marcha de la insurgencia, pero no lo hizo a pesar de que la mayoría de
los congresistas habían sido nombrados directamente por él y sólo dos provenían
de una elección directa: José Manuel de Herrera por Técpan y José María Murguía
por Oaxaca.
No lo hizo porque Morelos tenía
perfectamente claro que el Congreso de Anáhuac era una forma de gobierno
superior a la Suprema Junta Nacional Americana.
Tampoco lo hizo, porque Morelos, como
Hidalgo, estaba profundamente convencido que la soberanía emana del pueblo y
que la propiedad, la vida, la libertad y el derecho a la felicidad son derechos
naturales de los hombres, anteriores a la constitución de la sociedad y que el
Estado tiene como misión principal proteger esos derechos, así como las
libertades individuales de los ciudadanos, como ya lo señalaba el filósofo
inglés John Locke desde el siglo XVII. Para Hidalgo y Morelos el Poder
Legislativo es donde se expresa la soberanía popular y donde se hacen las leyes
que deben acatar y cumplir tanto los Poderes Públicos como el pueblo.
Legado de Morelos
Tanto Morelos como Hidalgo, conocían la
recurrencia de los regímenes autoritarios y centralistas a rechazar y obstruir
cualquier forma de poder colegiado, de origen popular, que restrinja, limite o
acote la discrecionalidad, impunidad y opacidad de sus políticas y acciones,
porque como parte del bajo clero las sufrieron en carne propia. Por eso optaron
por una forma de representación y gobierno colegiado que concordara plenamente
con la soberanía popular y la defendieron y respetaron aún a costa de su propia
vida, como lo hizo Morelos en Temalaca.
Morelos también tenía muy clara la idea
de que para triunfar y establecer un gobierno sólido y estable era necesario
construir un nuevo bloque gobernante en el que tuvieran cabida todas las
expresiones del movimiento emancipador. Así, no obstante que disolvió la
Suprema Junta Nacional Americana, antes de hacerlo invitó a sus miembros a ser
parte del nuevo cuerpo colegiado de gobierno: el Congreso de Anáhuac. También
compartió con ellos el peso de las acciones militares y en su caso las
obligaciones del Poder Ejecutivo.
Morelos fue en ese sentido un gran
estadista y tuvo la virtud de establecer las primeras instituciones de la
República; los Supremos Poderes, Legislativo, Ejecutivo y Judicial; el primer
territorio libre de la Nueva España: la Provincia de Técpan, donde se asienta
el actual estado de Guerrero; ordena aquí, en Tixtla, la acuñación de las
primeras monedas mexicanas de cobre; y hace los primeros intentos de crear una
fuerza naval propia para el comercio y la guerra. También hizo los primeros
repartos agrarios restituyendo a los indígenas las tierras que les habían
arrebatados los peninsulares.
De ahí la importancia y la trascendencia
de conocer, preservar y difundir el pensamiento político avanzado de Hidalgo y
Morelos en la configuración de la patria y la libertad que nos legaron.
Además, porque hay que hacerle frente a
la permanente pretensión de las élites que gobiernan y mandan en el país, de
ocultar o cuando menos de minimizar para las nuevas generaciones, el
conocimiento de los acontecimientos y héroes en los que se finca el proyecto de Nación al que aspiramos la mayoría de los
mexicanos.
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