Desde Venezuela
29/Julio/2013
¿Multipolaridad, nueva Guerra Fría, Apocalipsis?
Miguel
Guaglianone
Tensión Rusia–EEUU:
La tensión política
entre Washington y Moscú se está agravando. El primer punto en que Rusia viene
mostrando su progresivo malestar es de relativa larga data, pero desde que en
2012 Vladimir Putin sustituyera a Dmitri Medvédev en el cargo de presidente,
ese malestar se está haciendo cada vez más evidente y comienza a generar
reacciones que pueden alterar todo el actual equilibrio de poder en la
geopolítica planetaria. Se trata del Escudo Misilistico que EEUU pretende
implantar en todo el planeta, pero sobre todo en Europa y algunos países ex
integrantes de la Unión Soviética. Luego que fuera abandonada la iniciativa de
“Guerra de las Galaxias” que propiciara Ronald Reagan, la familia Bush, durante
la primera administración de George W. y basándose en una promesa electoral,
denunció el tratado ABM firmado en 1972 con la Unión Soviética y comenzó a
desarrollar por su cuenta el proyecto de un “Escudo Antimisiles” en todo el
planeta. La verdadera razón de este escudo –aunque el pretexto sea controlar a
países que esa misma administración denominó el “Eje del Mal”– es cercar a
Rusia, a Irán y a China, a los que el Pentágono considera enemigos potenciales
principales para su estrategia geopolítica del Siglo XXI. La implantación de
ese Escudo es considerada por Rusia como una forma de posible ataque a su
territorio. En los últimos años la diplomacia rusa ha intentado o que este país
sea parte de ese escudo, u obtener de los Estados Unidos alguna garantía de que
no será usado en su contra. La Casa Blanca ha hecho caso omiso de esos intentos
y pretende seguir adelante con la implantación de sus misiles, estableciendo
convenios bilaterales con países que una vez estuvieron bajo la órbita
soviética. Rusia viene respondiendo desarrollando sus propios sistemas de
misiles para enfrentar los de occidente.
El segundo punto de
tensión, que se agrega al primero tiene que ver con Siria. Luego de la jugada
realizada en el Consejo de Seguridad de la ONU, donde se obtuvo una resolución
de espacio de exclusión aérea que permitió (extendiendo arbitrariamente sus
límites) el bombardeo a Libia y la destrucción no solo de sus fuerzas armadas
sino también de su infraestructura como nación y la caída y muerte de Kadaffi;
tanto Rusia como China no han querido volver a hacerle el juego a los Estados
Unidos y los demás países Occidentales. En el caso de Siria han vetado
sistemáticamente toda iniciativa de repetir una resolución semejante, que
permitiera bombardear ese país. Los Estados Unidos han reprochado pública y
sistemáticamente a Rusia por esa posición, la ex Secretaria de Estado Hillary
Clinton llegó hasta a amenazar directamente al gobierno ruso. La diplomacia
rusa se ha movido intensamente tratando de llegar a un acuerdo para acabar la
guerra en Siria, pero ha encontrado por parte de los Estados Unidos un doble
discurso público que puede ser considerado hasta como una afrenta, por no decir
una tomadura de pelo. Por un lado el Secretario de Estado Kerry se reúne con el
alto gobierno en Moscú y llegan a un acuerdo para convocar una conferencia de
paz en Ginebra. Pero mientras tanto no sólo Estados Unidos continúa promoviendo
ocultamente a los grupos mercenarios y terroristas que actúan contra el
gobierno de Bashar Al Assad y que son abastecidos por sus naciones aliadas (las
monarquías de Medio Oriente, Israel, Turquía), sino que en estos días el
presidente Obama declara públicamente que su país les proporcionará directamente
armas pesadas, en un intento desesperado de cambiar los resultados en el
terreno militar, ampliamente favorables al gobierno sirio. El gobierno ruso
responde anunciando la venta a Siria de los más sofisticados misiles
antiaéreos, y su creciente apoyo tecnológico y militar. Envía además buques de
guerra hacia el puerto sirio de Tartus donde tiene una importante base militar.
Finalmente, y la
última gota que está a punto de derramar el vaso, es la exigencia
norteamericana de que Rusia les entregue a Edward Snowden, el ex analista de la
CIA que hizo públicos los sistemas de espionaje cibernético que emplean las
agencias de seguridad estadounidenses en su intento de convertirse en el Big
Brother. El hombre viajó desde Hong Kong y aparentemente se encuentra en un
aeropuerto de Moscú, a la espera de asilo. La exigencia norteamericana ha
llegado a extremos de amenazar a Rusia por parte de altos funcionarios de la
administración Obama, y ha recibido en respuesta un fuerte mensaje del propio
Vladimir Putin, en el cual además de explicar que no existe tratado de
extradición entre Rusia y Estados Unidos, y que su nación no se rige por las
leyes estadounidenses, aclara explícitamente que no están dispuestos a entregar
a Snowden.
Toda esta tensión
ha sido exacerbada por la arrogante actitud norteamericana, que no solo viene
maltratando a Rusia con declaraciones, actitudes y acciones diplomáticas, sino
que utiliza descaradamente el doble discurso y lo hace público y notorio. Y
está provocando una casi obligada reacción del gobierno de Putin hacia una cada
vez mayor beligerancia, en la cual Rusia no está interesada, pero que ya está
considerando necesaria para su sobrevivencia.
La huída hacia
delante:
Estas actitudes de
los Estados Unidos, que no se limitan precisamente a su relación con Rusia sino
que se repiten a lo largo de todo el espectro de sus relaciones
internacionales, tienen causas de fácil visualización. Los dos gobiernos de
George W. Bush sirvieron para dejar definitivamente la dirección de las
políticas estadounidenses (tanto internas como exteriores) en las manos de los
neoconservadores, (la derecha más recalcitrante y los intereses de las grandes
corporaciones). Los gobiernos siguientes de Barak Obama –un demócrata
aparentemente con un signo político que debería ser diferente– no han hecho más
que homologar y continuar esta situación.
Este predominio de
los factores más reaccionarios en la dirección política se produce en un
contexto de profunda decadencia social, signado por varios factores críticos.
Una crisis económica que comenzara en 2006 con la explosión de la burbuja
inmobiliaria y que se ha convertido en una bola de nieve que está provocando
una avalancha indetenible y que convierte los pobres intentos de una Reserva
Federal y un gobierno que no están en condiciones de enfrentar el problema con
posibilidades de resolverlo, en manotazos de ahogado; unos fracasos militares
en cascada (Irak, Agfanistán) que se transforman en un pantano del cual es muy
difícil salir: y finalmente una creciente pérdida de poder político frente a
nuevos factores emergentes en la geopolítica global (Rusia, China, India, los
bloques latinoamericanos de UNASUR y MERCOSUR); conforman un panorama de caída
para la nación que pretendió convertirse en el polo único de poder ( el gendarme) del planeta, después de la caída
de la Unión Soviética.
Y ante esta
situación la verdadera dirigencia oculta tras la Casa Blanca, estos factores de
absoluta derecha neoconservadora, no tienen otra respuesta que el ejercicio de
la fuerza y la brutalidad. Así, siguen emprendiendo conflictos militares
(aupados por la posibilidad de engrandecer el negocio del complejo
Militar-Industrial) en Siria, apuntando hacia Irán, y más lateralmente hacia
Corea del Norte. Y manejan una diplomacia agresiva y prepotente, amedrentadora
y amenazante para tratar de seguir demostrando que son la potencia que está a
cargo. Mientras tanto profundizan la injerencia a través de otros medios
(sistemas de espionaje, ONGs financiadas por USAID, compra de políticos
corruptos, etc.). La “huída hacia delante” se genera por la necesidad de
mantener su posición de potencia hegemónica contra la realidad de su decadencia
y restablecer el esquema unipolar que intentaron imponer al fin de la Guerra
Fría. Más de lo mismo, cuando no se tiene el peso y la influencia política y
cultural, solo queda el ejercicio descarnado de la fuerza.
Mientras tanto, en
esa olla cerrada que es la geopolítica mundial, la presión sigue aumentando,
amenazando a todos con una explosión generalizada. Hoy es Rusia quien encabeza
la tensión, pero detrás están Irán, China y los demás países emergentes.
Algunos escenarios
geopolíticos posibles:
Esta situación de
tensión creciente está llevando a todo el sistema-mundo a un estado de grandes
cambios anunciados, que no están sin embargo muy claros en su dirección final.
Quienes nos preocupamos por el análisis, intentamos en todo momento establecer
modelos de Interpretación del complejo sistema socio-político mundial, que nos
permitan una cierta perspectiva de la dirección de esos cambios. A partir de la
situación que venimos describiendo, se nos aparecen tres escenarios posibles:
1) La consolidación de la multipolaridad.
La tendencia general del sistema es ir hacia un nuevo equilibrio de poderes,
donde distintos factores a lo largo del planeta consoliden un cierto equilibrio
establecido a través de reconocimientos, tratados, alianzas, proyectos comunes,
etc. Este escenario es el más deseable, ya que significa la aceptación de una
realidad evidente, la nueva distribución geopolítica que el propio sistema
viene estableciendo. Sin embargo, ante la realidad del poder se muestra como
algo poco probable. Que los Estados Unidos cesen sus políticas de agresión y
guerra y acepten el nuevo rol de ser solo una más de las grandes naciones en el
panorama general, que desistan de su aspiración al papel de potencia
hegemónica, no parece ser una situación con muchas probabilidades de hacerse
concreta. La experiencia es que quienes manejan los hilos del poder van a
persistir a como dé lugar (y cada vez con mayor desesperación) en mantener el
status quo. Solo una especie de “milagro político” (que aunque improbable no es
imposible, ya que a veces se da en la historia) podría cambiar los objetivos de
esta clase dirigente y lograr una especie de consenso y equilibrio general.
2) ¿Una nueva Guerra Fría? Otro escenario
posible es llegar a un estado similar el de la Guerra Fría que duró desde 1945
a 1989. Un equilibrio en tensión de guerra, donde los distintos factores de
poder se apuntan mutuamente con armas nucleares, con una profunda desconfianza
que bordea fácilmente la paranoia, pero que de alguna manera implica un
consenso de status quo a mantener. Cuando escribimos esto volvemos a los
horrores ocultos de una situación de este tipo, nos rememoramos en un grupo de
jóvenes en 1962, atornillados a la transmisión de onda corta recibida en una
Zenit Transoceanic, mientras los buques soviéticos con los proyectiles de
alcance medio se acercaban a Cuba y al cerco marítimo que los Estados Unidos habían
establecido, estando sobre todos la Espada de Damocles del holocausto nuclear.
Este no es por supuesto el escenario más deseable, la tensión constante que se
mantuvo durante 34 años produce una “neurosis política” que en este nuevo caso
implicaría no solo a dos grandes potencias, sino a bloques enteros de naciones.
Un equilibrio armado de este tipo sería en nuestra actual situación
geopolítica, mucho más inestable que aquel que mantuvieron los Estados Unidos y
la Unión Soviética.
3) Apocalipsis. Y a partir de la Segunda
Guerra mundial, cuando se desarrollaron las armas nucleares, nuestro planeta
vive el “conflicto de los virus”. La especie humana se convirtió gracias al
poder de la tecnología en un organismo similar al virus: es capaz de destruir
completamente el entorno con el cual mantiene una simbiosis (y morir en ello).
La posibilidad de la destrucción total se dio dos veces durante la guerra fría,
cuando solo dos personas (el Presidente de EEUU y el Primer Ministro Soviético)
tenían la capacidad de comenzar la guerra atómica. ¿Cuánto aumentará la
probabilidad de un holocausto nuclear cuando sean muchas las personas que
pueden apretar los botones rojos que comiencen la hecatombe? Es una
consecuencia directa de la multipolaridad. Rusia, China, la India, Israel,
además de Estados Unidos y Europa, entre otros, disponen de armas nucleares,
que tienen la característica de que (a despecho de la gran acumulación que
hicieran las dos grandes potencias en la Guerra Fría) no es necesario un gran
número de ellas para producir los más desastrosos y fatales efectos. Esa
posibilidad está ahí cada vez más presente, en la medida que las tensiones se
agraven, que se vayan estableciendo la neurosis y la paranoia como sistemas de
guiar la política.
Finalmente, lo más
probable es que la porfiada realidad nos presente un escenario final que no sea
ninguno de estos (la aparición por ejemplo de explosiones sociales en lo
interno de los EEUU generaría un panorama totalmente diferente), o que sea una
combinación de algunos de ellos. Los procesos complejos de las realidades
socio-políticas suelen ir más allá de las más calenturientas imaginaciones.
Aquellos que intentamos comprender lo que sucede solo podemos hacer intentos de
establecer modelos que nos acerquen lo más posible a los acontecimientos. El
quid de todo esto es que la tensión de guerra viene produciendo un aumento de
la “temperatura ambiente” del sistema-mundo, y eso, tal como sucede con el
organismo humano, nunca es un buen síntoma. Más bien está anunciando tiempos difíciles
para todos.
mniguelguaglianone@gmail.com
Publicación Barómetro 01-07-13
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