Desde Irán
29/Julio/2013
Rohani: Nuevo
Presidente Para Una Misma Política, Consolidar La Revolución Islámica
Antiimperialista
Fernando Esteche*
Solamente quienes miran la política formateados
por las lógicas occidentales y alimentados por las narrativas hegemónicas
estarán esperando virajes y siendo expectantes respecto de la política iraní,
de acuerdo a los resultados electorales recientes.
La primera gran lección que nos ha ofrecido la
Revolución Islámica y el pueblo iraní es que en la República Islámica de Irán
es muy difícil intentar siquiera un montaje como los que ya intentaron algunos
años atrás con muy malos resultados, en las elecciones presidenciales de 2009,
desde donde se pretendía erosionar y cuestionar el sistema político persa.
La última elección que tuvo a Mahmud
Ahmadineyad como triunfador fue la excusa con la que mercenarios históricos
pretendieron subvertir los resultados, cuestionarlos e impulsar tempranamente
una suerte de “rebelión” islámica que luego en clave árabe practicaron en el
Magreb. Muy similar a la maniobra que hoy está ejecutando Capriles Radonski en
Venezuela.
Estas elecciones que dieron por presidente a
Hassan Rohani fueron no sólo muy masivas (con cerca del ochenta por ciento de
los electores votando), sino que además ofrecieron un arco político
absolutamente homogéneo en cuanto a las líneas largas de la política iraní.
La pregunta que atolondradamente se apresuran a
responder las agencias internacionales con su típica liviandad y “orientalismo”
(Said) es ¿qué vendrá con la llegada del bautizado “reformista” Rohani? Y la
respuesta que aseveran es que “se vienen reformas”.
Por eso es que vamos a insistir en cuanto a la
homogeneidad respecto de las líneas largas estratégicas de la Revolución
Islámica. Lo primero que debemos destacar es que el presidente electo no sólo
es un clérigo sino que ha sido secretario personal del máximo Líder de la
Revolución, seied Alí Jamenei. Eso que el presidente electo Rohani lleva en su
cabeza es una amama (turbante), típico de un sheij shía -simplemente porque es
un sheij shía. Es decir, no sólo se trata de un shía sino de un sheij, y de un
colaborador del líder Jamenei. Y no corresponde que nadie abrigue esperanzas de
que habrá una suerte de “reconciliación” con el enemigo letal de la revolución:
los Estados Unidos.
Cualquier modificación en las relaciones
internacionales se corresponderá con las relaciones de poder y la capacidad de
maniobra de la Revolución Islámica. Si algo aprendieron los iraníes desde los
años ochenta para aquí es que no puede confiarse ni un ápice en la seducción
diplomática imperial y que los Estados Unidos no ahorran en sangre para
sabotear la Revolución. El propio Jamenei tiene su cuerpo mutilado por esos
atentados arteros de los primeros tiempos de la Revolución.
Las operaciones de construcción del Gran Medio
Oriente (como definen Clinton, Kerry y el propio Obama a sus pretensiones para
el Oriente fértil) encuentran en la República Islámica de Irán un obstáculo
insalvable que a esta altura del desarrollo de las operaciones en el Magreb no
pueden terminar de resolver según su antojo; sumado al empantanamiento y
derrota de la operación de desestabilización en Siria, obligan a los
norteamericanos a reconocer el despliegue de la potencia regional en que se ha
convertido Irán, articulando un eje común con la Siria de Assad y la
resistencia patriótica libanesa.
El acuerdo de cooperación energética del 2010
entre Irak, Irán y Siria para la construcción de un gasoducto (South Pars a
Homms) que conectaría el Golfo Pérsico con el Mar Mediterráneo, alternativizan
las vías energéticas turcas. Lo mismo con los recientes acuerdos concertados
con Pakistán y Afganistán para la construcción de poliductos internacionales.
Todo esto, posiciona a la República Islámica de Irán en una situación de fuerza
que no puede ignorarse.
Desde los tiempos de la predicación de seied
Rubollah Jomeini (fundador y líder de la Revolución Islámica), Irán tiene muy
claros sus objetivos y quiénes son sus enemigos. No son los presidentes los que
allí pueden definir las políticas de relaciones y qué tipo de relaciones
mantener con otros estados y otras potencias. No conocer el sistema político
iraní es lo que obtura la posibilidad de conocer los verdaderos núcleos de
poder de la Revolución.
Quienes han definido como “reformista” al
presidente electo no pueden ni deben abrigar de ninguna manera la idea de que
se suspenderán las investigaciones científicas y tecnológicas, ni se suspenderá
la política de desarrollo atómico, y mucho menos la reivindicación de la
soberanía palestina y la caracterización de Israel como estado usurpador,
terrorista y ocupante. Los derechos civiles que pregonan los medios
occidentales como bandera del presidente electo no serán de libertad sexual
respecto de homosexualismo, ni de promoción o legalización del aborto ni del
consumo de alcohol o estupefacientes.
La política exterior de cooperación y promoción
de núcleos de asociación militar y comercial alternativos a los hegemonizados
por el imperialismo anglosajón, sea la Organización para la Cooperación de
Shangai que tiene a Irán como miembro observador, o la propia alianza islámica
que enhebra, incluso su creciente presencia fortaleciendo el eje Sur-Sur en
Nuestra América, tampoco están en cuestión por la nueva administración electa.
La prensa internacional presenta los resultados
de las elecciones persas como la victoria del único candidato “reformista”
frente al resto “extremista”. Eso, por un lado, es la pretensión de encorsetar
y sobredeterminar los primeros pasos de la política exterior de Rohani.
Pretensión ilusoria. Pero además desnuda la superficialidad de la lectura
política que hacen de la buena salud de la Revolución, de sus fortalezas, de
sus certezas y de su destino como punta de lanza antiimperialista.
No hay posibilidad de autonomizar la política
exterior por fuera de la voluntad del pueblo islámico shía iraní expresada en
las orientaciones del líder Jamenei. Ni posibilidades formales ni posibilidades
reales. Si la posición de fuerza de Irán requiere de nuevas formas de
relacionamiento que no renieguen de sus principios revolucionarios, pues estas
nuevas formas llegaran no por concurso de uno u otro reformista sino por fuerza
de la historia y el presente.
En conclusión, así como Barak Obama no redunda
en una política distinta que la de Bush respecto de la depredación guerrerista
por el mundo, lo mismo pasa en Irán respecto de su vocación antiimperialista.
http://www.noticiaspia.com.ar
*Fernando Esteche es Licenciado en Comunicación
Social y Profesor Titular de Relaciones Internacionales y Comunicación en la
UNLP, Argentina.
Publicación
Barómetro 24-06-13
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