Desde Barómetro Internacional
07/Diciembre/2013
En Honduras está pasando algo…
Sergio Rodriguez Gelfenstein
En las tertulias de la Nicaragua
sandinista de los años 80, en un contexto estremecido por los aires
insurreccionales de casi toda la región centroamericana, Honduras era el “país
donde nunca pasaba nada”. Eran tiempos en que Nicaragua iniciaba su camino
independiente, ya liberada de la subyugación a la que la sometió la familia Somoza por más de cuatro décadas,
en El Salvador había sido fundado –después de la unión de las fuerzas
populares– el Frente Farabundo Martí para la Liberación Nacional (FMLN), que
desarrollaba una desigual batalla contra las juntas democratacristianas
apoyadas por Estados Unidos y hasta en Guatemala, las fuerzas guerrilleras que
llevaban varios años desarrollando la lucha armada enfrentando a los gobiernos
militares que 30 años antes habían derrocado al presidente Jacobo Arbenz, se
habían unido, creando la Unidad Revolucionaria Nacional Guatemalteca (URNG)…sin
embargo…en Honduras no pasaba nada.
Para aquellos que habíamos ido desde otras latitudes a hacer un aporte en
la lucha de esos pueblos hermanos, adentrarnos en la vida de los países
centroamericanos significó introducirnos en un mundo desconocido, en una región
solo explorada desde la lejanía por el conocimiento de las hazañas de Francisco
Morazán en el siglo XIX y de Augusto C. Sandino a comienzos de la centuria que
transcurría. Así mismo, conocíamos la región a través de la pluma de Rubén
Darío y de Miguel Ángel Asturias. Pero, siempre subyacía aquella peregrina idea
de que…en Honduras no pasaba nada.
Sin embargo, para los combatientes revolucionarios de esos países,
Honduras había significado y significaba la retaguardia fraterna y solidaria
que ayudaba a sostener tales batallas en
contra de un enemigo común. El país incrustado como un triángulo entre sus
hermanos, aportó su propia cuota silenciosa de asesinados y desaparecidos por
el apoyo que dio a sus vecinos en lucha. Los escuadrones de la muerte operaban
con saña bajo la asesoría de la embajada de Estados Unidos dirigida por el
tristemente célebre John Negroponte, ex agente de la CIA, quien desde su puesto
en Tegucigalpa conducía la lucha de la “Contra” en Nicaragua. Así, fuimos descubriendo que en Honduras si
pasaban algunas cosas que no estaban a la vista de la opinión pública, pero que
tenían una influencia directa en los acontecimientos bélicos de los países
vecinos y en su propio territorio.
En esa época, bajo el influjo de la revolución sandinista, la Honduras que
gobernaba con mano de hierro el general Policarpo Paz García apresuró una
Constituyente que entre sus primeros acuerdos confirmó a Paz García como
presidente ¡Vaya Constituyente! En 1982, el nuevo presidente Roberto Suazo promulgó
una ley antiterrorista que criminalizaba
la protesta social a la que consideraba “intrínsecamente subversiva”.
Ya en 1924, el país centroamericano había sido invadido por Estados Unidos
para imponer el poder tras bambalinas de la United Fruit Company, y en la
década de los 80 del siglo pasado –ante los avances revolucionarios del
entorno– vio como se estacionaron las tropas estadounidenses que sirvieron de
apoyo logístico a las bandas armadas que desarrollaba la guerra contra el poder
sandinista. Se calcula que en 1983, Estados Unidos tenía 1200 soldados en el
país.
Los procesos de paz que se llevaron adelante en los países
centroamericanos que mantenían conflictos armados al finalizar la década de los
80 y comienzos de la de los 90 tuvieron un influjo en Honduras. Sus gobiernos
se vieron obligados a decretar amnistía a los presos políticos, abolir la ley
antiterrorista, subordinar las fuerzas
de seguridad al poder civil y disolver
la Dirección Nacional de Investigaciones (DNI), acusada por los organismos
independientes de defensa de los derechos humanos como el ente del Estado responsable de las torturas y las desapariciones.
Sin embargo, ello no impidió que desde 1990 se implantara un modelo
neoliberal a ultranza y que en 1995 se creara la Unidad de Investigación
Criminal, sustituta de la DNI, integrada por 1500 hombres y asesorada por las
fuerzas de seguridad israelíes y estadounidenses. En esa época, como promedio 50 personas eran
asesinadas diariamente en el país centroamericano. El 80% de la población vivía
en condiciones de pobreza y 228
terratenientes controlaban más del 75% de las tierras del país.
La represión indiscriminada, sobre todo en sectores rurales, el intento
fallido de suprimir por la fuerza a las bandas juveniles denominadas “maras” y
la subordinación desembozada a Estados Unidos marcaron la política hondureña de
fines del siglo pasado y comienzos de éste.
Proveniente de las propias fuerzas políticas del modelo, en 2005 fue
elegido como presidente el liberal Manuel Zelaya. Al asumir su mandato,
Honduras era el tercer país más pobre de América Latina después de Haití y
Nicaragua.
El nuevo presidente se propuso hacer algunos cambios y tomar medidas para
mejorar las condiciones de vida de los excluidos. Propuso al Congreso aprobar una ley de participación ciudadana a fin de ampliar el marco democrático en su
país. En esa lógica, en enero de 2007 tomó control temporal de la venta
minorista de gasolina a fin de reducir
los precios de los combustibles, tras la imposibilidad de llegar a un acuerdo
con las empresas Chevron y Exxon Mobil.
Su acercamiento a la ALBA, el ingreso de Honduras a Petrocaribe y la
preparación de la Cumbre de la OEA en San Pedro Sula en junio de 2009 en la que
contra la opinión de Estados Unidos se eliminaron las restricciones para el
retorno de Cuba a la organización, colmaron la paciencia de Washington que
incrementó las actividades conspirativas para derrocar al gobierno. Un golpe de
Estado coordinado desde la Embajada de Estados Unidos y en el que participaron
las fuerzas Armadas, los poderes públicos y hasta el propio partido liberal de
Zelaya, lo destituyó por la fuerza el 28 de junio de 2009. En ese momento
Negroponte era Subsecretario para Asuntos Latinoamericanos, del Departamento de
Estado de Estados Unidos y Hugo Llorens el embajador estadounidense. A este
personaje se dirigió el nuevo presidente
hondureño Porfirio Lobo con el objetivo de solicitarle el visto bueno para
nombrar a los ministros de su gabinete, como el mismo Presidente Lobo reconoció
en una entrevista concedida el 31 de enero de 2011 a la emisora
HEN de Tegucigalpa. Para que no quedaran dudas, el mandatario hondureño
agregó que “Es tradicional que Honduras consulte todo lo que hace con Estados
Unidos, por lo que por décadas se le ha denominado: ´Traspatio de Estados
Unidos` o el clásico mote de ´República Bananera`”.
Ahora, nuevamente la Embajada de Estados unidos es protagonista. La semana pasada en este mismo espacio
comenté que “…no tengo dudas que Xiomara
Castro ganará en las urnas, hace falta saber si lo hará en el conteo de votos…”
Lamentablemente parece que los hechos me están dando la razón. Al
escribir estas líneas la candidata del partido Libre no aceptaba los resultados
anunciados por el tribunal Supremo electoral y denunciaba fraude.
En la preparación del mismo, una semana antes de las elecciones del 24 de
noviembre, la Embajadora de Estados Unidos, Lisa Kubiske, en un discurso
informó que era posible que no se
determinara el resultado de las elecciones
el mismo día del evento electoral. Era una clara manifestación
injerencista con la intención de marcar la pauta que debía seguir el instituto
electoral. Si el presidente había afirmado que era normal consultar a Estados
Unidos, lo más probable es que debió inquirir a la embajadora acerca de quién
debía ser su sucesor. De otra manera, no se explica que la misma embajadora
afirmara –unos minutos después de la
apertura oficial de los comicios– que los hondureños no deberían tener miedo de
”…utilizar el poder del sufragio… ustedes deben preguntarse qué clase de país
quieren construir los hondureños”.
Fue la orden de largada para el muy bien organizado fraude electoral.
Todos los actores nacionales e internacionales, políticos, empresariales,
eclesiásticos, y de comunicaciones, accionados como por una varita mágica
comenzaron a jugar sus roles. Sin embargo, ahora en Honduras si están pasando
cosas: el pueblo está en la calle defendiendo su victoria, el bipartidismo fue
derrotado y a diferencia del pasado, hoy existe una organización política que
junto a los movimientos sociales han logrado generar una voluntad de
resistencia que sembró patria y
conciencia.
Nunca las victorias populares han sido fáciles y cuando se obtienen, llega
lo más complicado porque la contraofensiva imperial no tiene contemplaciones.
Ayer, en Honduras, el imperio y las fuerzas retrógradas de la sociedad
recurrieron al golpe de Estado, hoy al fraude electoral y siempre
encontramos una constante: la presencia
intervencionista de la embajada de Estados Unidos. Menos mal que el secretario
Kerry anunció el fenecimiento de la Doctrina Monroe, entonces, ¿cómo se llama
esto?
sergioro07@hotmail.com
Publicación Barómetro 28–11–13
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