Desde Argentina
01-febrero-2014
El que juega con fuego…..
Alberto Medina
Méndez
Desde hace demasiado tiempo, un conjunto
de perversas ideas económicas se han encargado de transmitir la ilusión de que
el mercado puede ser adulterado arbitrariamente sin que ello implique efecto
alguno.
En el marco de esa ridícula fantasía,
los iluminados de siempre, esos que creen que saben todo y que pueden
reemplazar a la sociedad en sus decisiones, tienen una particular obsesión por
controlar el tipo de cambio.
Apelan para ello, invariablemente, a su
intrincado arsenal técnico, bajo la hipótesis de que el empleo de políticas
monetarias y fiscales, sirven para sustituir las preferencias de los
individuos, sin comprender que las mismas son parte de un complejo e inimitable
proceso inestable que busca su equilibrio eternamente transitorio e
impredecible.
El tipo de cambio es solo un precio más
de la economía. Es el valor al que se produce el intercambio de mercancías, en
este caso de dos monedas diferentes y por lo tanto solo responde a los
estímulos lógicos y racionales.
Ciertos autodenominados economistas, de
esos que pululan por doquier en casi todo el planeta, se entusiasman
ingenuamente y con facilidad cuando al aplicar determinadas estrategias
consiguen fugazmente que el rumbo sea el seleccionado. Pero no interpretan que
se trata de un fenómeno que involucra costos, muchos de ellos imperceptibles en
el corto plazo, pero que van operando lentamente hasta encontrar el nuevo
equilibrio.
Han escrito artículos, libros y tesis
intentando explicar cómo sus brillantes políticas logran lo que ellos describen
como extraordinarios resultados, sin percibir que solo han postergado lo que
ineludiblemente ocurrirá si persisten en la implementación de sus pérfidas
herramientas.
En Argentina se ha intentado manipular
el mercado cambiario en infinidad de ocasiones. Lo han hecho gobiernos
constitucionales y también de los otros. Todos han fracasado sistemáticamente.
Más tarde o más temprano, estos esquemas fallan y vuelven al estado natural. Lo
cierto es que en el recorrido, en el mientras tanto, el impacto nunca
anunciado, hace estragos.
En esta nación, el control de cambios
arranca en 1931, pero los intentos de cada gobierno de "tutelar" el
valor de las divisas, fueron abundantes. Los más memoriosos recordarán los
sistemas de paridad fija como el de la convertibilidad de los 90, esquemas
recurrentes como los que con eufemismo denominan flotación administrada para
justificar sus desatinos, hasta excéntricos ensayos como los de la "tablita"
de Martinez de Hoz. Se ha probado de todo en este país y absolutamente todo ha
sido un fiasco.
Todos esos experimentos parten de una
base teórica completamente equivocada. Lo concreto es que en su totalidad
fracasan sin atenuantes. Inclusive decepcionan cuando parecen haber triunfado
durante la transición.
Muchos se confunden al culpar a los
mercados de los efectos que sobrevienen con la normalización, sin registrar que
son los eternos autoritarios los que provocan la crisis cuando pretenden
artificialmente manejar a su antojo el régimen cambiario.
Este gobierno, solo repite la historia
utilizando, como los anteriores, los mismos instrumentos de siempre. Sus
funcionarios han caído en la trampa de creerse dioses y suponer que pueden
mantener una situación falsificada en forma indefinida. Como sucede en estos
casos, cuanto más tiempo transcurre, mas difícil es sostener esa circunstancia
irreal.
Lo que está desarrollándose hoy es lo
tenía que pasar, lo inexorable, lo inevitable. No se puede jugar con fuego sin
quemarse. No es razonable tomar decisiones y esperar que nada acontezca. Es
imperioso asumir la responsabilidad de las derivaciones y no es honesto hacerse
los distraídos.
Son muchos los que no alcanzan a
asimilar que la economía se rige por leyes naturales, como ocurre con la
física. Ignorarlas es un fracaso asegurado. Es como intentar desconocer la ley
de la gravedad. No se trata de acordar con ellas sino de entenderlas y actuar
aceptando su existencia.
Los gobiernos se han empecinado en
manosear la economía y lo hacen con especial énfasis en la cuestión cambiaria.
Algunos funcionarios suponen genuinamente que pueden hacerlo sin pagar costos.
Otros, lo saben, pero son corruptos y usan esa difundida e incorrecta visión
ciudadana, para concretar negocios y favorecer a los amigos enriqueciéndolos al
operar con información clasificada con discrecionalidad y absoluta inmoralidad.
Estos personajes no quieren lo mejor
para la gente, sino que sueñan con controlarlo todo. Creen en la ficción de que
pueden hacer lo que sea sin asumir las consecuencias, lo que es un espejismo,
alejado de toda realidad.
El mercado siempre busca su propio
equilibrio. Lo hace con la anuencia de la norma positiva o sin su aprobación.
Solo sabe de leyes naturales y no de los caprichos de los visionarios de turno.
No es culpable de eso. Es el esperable resultado de la sumatoria de decisiones
individuales y no esa caricatura que la describe como el antojo de una cruel
minoría.
Los gobiernos y las sociedades del mundo
que lo entendieron ya abandonaron esas prácticas, aunque a veces intentan hacer
algo al respecto. Otros, como los que conducen los destinos de estos países,
siguen sin comprender que el que juega con fuego……. se quema.
FUENTE: INFOBAE
albertomedinamendez@gmail.com
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