Desde
EEUU
20/Septiembre/2014
Miembros del Congreso reaccionan, por
primera vez en años, contra la política fallida del gobierno de Obama hacia
América Latina
Mark Weisbrot
En
lo que constituye una impresionante irrupción de cordura en Washington, existe
finalmente cierta reacción por parte del Congreso contra la extrema derecha y
el "centro" en cuanto a la política de los EEUU hacia Venezuela y
América Latina, algo que no había ocurrido bajo la sombra del macartismo que ha
prevalecido durante años. Una carta de miembros del Congreso dirigida al
Presidente Obama expresó un fuerte rechazo hacia la legislación que impondrá
sanciones económicas contra funcionarios venezolanos. En un año electoral en el
que los políticos no ganan nada poniéndole un parado a los bravucones del
recién fusionado lobby anti-cubano y anti-venezolano, este hecho es
significativo. Pero aún más impactantes
fueron algunos de los puntos presentados en la misiva con relación a la
política de los EEUU en la región.
Los
miembros del Congreso destacaron que el gobierno de los EEUU habitualmente
"toma en cuenta las opiniones de los gobiernos de Europa o África en esas
regiones", y plantearon que se hiciera lo mismo con América Latina. Ahora bien, esto puede parecer un lugar
común, pero la Casa Blanca y el Departamento de Estado toman decisiones y
acciones de forma cotidiana sobre asuntos regionales sin consulta alguna a
otros gobiernos. Como ejemplo está la decisión inicial por parte del Secretario
de Estado, John Kerry, de no reconocer los resultados de la elección
presidencial del año pasado en Venezuela, que luego tuvo que revertir bajo la
presión de Suramérica. Las varias
acciones por parte del gobierno de EEUU en apoyo al gobierno golpista de Honduras
en el 2009 -y que fueron fuertemente rechazadas en la región- son otro ejemplo más de las acciones
unilaterales que han originado tanto resentimiento en el hemisferio.
En
un gesto que sin duda enfurecerá a la derecha,
la carta también pidió que el gobierno de Obama aceptara al embajador de
Venezuela y designara al suyo para Venezuela.
Los miembros del Congreso también resaltaron:
La
Unión de Naciones Suramericanas (UNASUR), la Comunidad del Caribe (CARICOM) y
la Organización de los Estados Americanos (por un voto de 29 a 3) todas han
emitido declaraciones que brindan su apoyo de diversas formas al gobierno
venezolano y hacen un llamado a respetar las instituciones democráticas del
país. Varios presidentes y gobiernos,
incluyendo a Michelle Bachelet de Chile, han hecho advertencias públicas contra
los intentos de derrocar por la fuerza al gobierno democráticamente electo de
Venezuela.
Recalcamos
que se trata de un intento por insertar los puntos de vista de la mayoría de
los gobiernos en el hemisferio en el discurso público, una singularidad en el
Congreso. UNASUR emitió un comunicado [PDF] la semana pasada donde
"rechaza la iniciativa legislativa que persigue imponer sanciones
unilaterales a funcionarios del Estado venezolano, lo cual vulnera el principio
de no intervención en los asuntos internos de otros Estados, afecta
negativamente este diálogo y es un obstáculo para que el pueblo venezolano
pueda superar sus dificultades con independencia, en paz y democracia."
Lo
que hace tan importante esta comunicación es que representa el primer
reconocimiento por parte los miembros del Congreso -incluyendo a figuras del
liderazgo democráta, como Jan Schakowsky (Coordinador adjunto en jefe), John
Conyers (demócrata de rango en el Comité judicial de la Casa) y Jim McGovern
(copresidente de la Comisión Tom Lantos para los Derechos humanos)- de que la
hostilidad de EEUU hacia Venezuela está aislando a Washington en el hemisferio.
Por supuesto, cualquiera que no haya estado en un coma durante los últimos 12
años debería saberlo. Sin embargo, la política exterior de los EEUU está sumida
en la negación.
Esta
iniciativa en particular, de imponer sanciones económicas a funcionarios
venezolanos, emana de la extrema derecha del espectro político acá: una alianza
de neoconservadores y del lobby anti-cubano/anti-venezolano. El gobierno de Obama se opuso a estas
sanciones durante una audiencia en el Senado el 8 de mayo sobre la
legislación. La audiencia se asemejó a
un circo, teniendo apenas como testigos invitados a conocidos aborrecedores de
Venezuela, lo cual no sorprende, puesto que el presidente del Comité de
Relaciones Exteriores del Senado, el senador Robert Menéndez, es un obsesionado
de línea dura con el cambio de régimen en Cuba. (También se ha visto
involucrado en un par de escándalos de tráfico de influencias en el transcurso
del año, donde uno de los mayores contribuyentes a su campaña -un doctor de Miami a quien el
senador le ha hecho favores- alcanzó un record nacional de más de $20 millones
recibidos en un año del programa nacional de seguro de salud, Medicare).
La
fractura entre la gestión de Obama y varios dinosaurios en el Congreso reflejó
la fractura dentro de la oposición en Venezuela. En su testimonio ante el
Senado, la más alta funcionaria del Departamento de Estado para el hemisferio,
Roberta Jacobson, se opuso a las sanciones, sosteniendo que sus aliados en
Venezuela no las suscriben. Por el contrario, senadores como Menéndez y Marco
Rubio, simpatizaron más con quienes en la oposición boicotean el diálogo y
buscan el derrocamiento del gobierno.
Pero
esta fractura es ante todo táctica -por lo menos en Washington- y el Secretario
de Estado de EEUU, John Kerry, ha alternado entre dar su apoyo a una u otra
facción de la oposición. La semana pasada asomó que posiblemente apoyaría las
sanciones.
Los
esfuerzos de Washington para desestabilizar al gobierno de Venezuela durante
los últimos 12 años nunca han sido una serie de eventos aislados, sino que
forman parte de una estrategia general de "contención" y
"repliegue" en la región. Hasta el día de hoy, el establishment de la
política exterior acá todavía no ha aceptado que el giro de la región hacia
gobiernos más independientes y de izquierda supone un cambio permanente, como
lo fue la superación de las dictaduras durante la última década del siglo 20.
Por supuesto que Venezuela es un blanco grande, ya que reposa sobre las más
grandes reservas de petróleo del mundo, y como consecuencia siempre será un
actor clave en la región. Pero Washington quisiera deshacerse de todos los gobiernos
de izquierda, y esa gente lo ve como una meta realista en el mediano a largo
plazo.
Por
estas razones, la misiva de los congresistas esta semana representa un avance
decisivo, al reconocer que la política de EEUU hacia Venezuela forma parte de
una estrategia general cuyo efecto ha sido el creciente aislamiento de EEUU en
la región. Los EEUU no cuentan con embajadores ni en Bolivia ni en Ecuador,
además de Venezuela, y sus relaciones con Brasil han estado en su punto más
bajo durante décadas, mucho peores que en los años Bush. Si estos miembros del Congreso provocan un
nuevo debate, el gobierno de Obama -y sus aliados de derecha- con seguridad lo
perderá.
weisbrot@cepr.net
Publicación
Barómetro 05-06-14
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