Desde Argentina
Fecha: 28/Jun/2015
Fecha: 28/Jun/2015
La Oligarquía De Siempre
Alberto
Medina Méndez
La sociedad
contemporánea se ufana de vivir bajo el amparo de sistemas democráticos. Sin
embargo, los hechos cotidianos ofrecen una refutación contundente difícil de cuestionar.
La democracia
supone una significativa participación ciudadana y aspira a ser el gobierno de
todos, del pueblo. Lo cierto es que el sistema de selección de candidatos solo
muestra el enorme poder de una corporación política que conforma una suerte de
oligarquía moderna.
Los postulantes
a ocupar cargos políticos se deciden entre cuatro paredes. Un minúsculo grupo
de personas, de forma discrecional, determinan quiénes integrarán las listas de
candidatos.
Este fenómeno
ocurre en los partidos políticos pequeños pero también en los más grandes. En
los más importantes es más trascendente aún, porque allí se eligen a quienes
ocuparán efectivamente esos lugares de poder al ser electos y ya no solo
quienes la integran por honor, de un modo testimonial.
A muchos les
encantaría vivir en democracia, pero el presente propone una gran e hipócrita
parodia que utiliza los supuestos encantos de un sistema para llevar adelante
la más perversa manipulación a la que una sociedad puede someterse.
La escena es simple.
Un conjunto de individuos, de un modo arbitrario, asume la delegación implícita
de un sector de la política, y en su representación, sin mediar mecanismo
alguno que los valide, se dedica con ahínco a la tarea de decidir quiénes se
postularán, descartando al resto.
Apelan, en el
mejor de los casos, a supuestas herramientas técnicas que le brindan soporte a
sus decisiones. Un puñado de encuestas de opinión le dirán quiénes son buenos
candidatos y cuáles no merecen esa oportunidad porque no tendrán el suficiente
acompañamiento en las elecciones.
En los casos más
extremos, aunque no por ello menos abundantes, esa iluminada labor de armar las
listas recae en una sola persona. Será su bolígrafo el que escriba la nómina
definitiva que se presentará oficialmente.
La osadía de la
corporación política no tiene límite alguno. No solo determina autoritariamente
los nombres de las personas que figuraran en la lista madre, aquella sobre la
que todos los ciudadanos tendrán que decidir, sino que se entromete en cuanto
distrito menor se lo permite.
Así, esa
camarilla inmoral, impone sin descaro, los nombres de los postulantes en
provincias y municipios distantes, priorizando a los aduladores, esos que luego
obedecerán las instrucciones de la "mesa chica".
La idea no es
proponerle a la sociedad a los mejores, a esos que se prepararon para gobernar.
Solo se trata de reclutar a sujetos dispuestos a acatar, sin chistar, las
órdenes del mandamás de turno.
Este esquema no
es patrimonio exclusivo de un partido político. Es solo la resultante de la
dinámica que se ha impuesto por usos y costumbres en casi todas las
agrupaciones políticas. Claro que los afiliados no podrán opinar.
El
"gremio" sabe que este funcionamiento le permite expulsar a los
librepensadores. Ellos son demasiado peligrosos para los intereses de la
cofradía porque podrían poner en riesgo muchos de los privilegios que ha
logrado la actividad. Nadie que opere de un modo autónomo e independiente
resulta funcional, ni compatible con la gran política.
El panorama no
es alentador, sobre todo porque quienes controlan el poder cuentan con la
legitimación que le otorga una sociedad que los valida con miles de votos. Es
ese aval cómplice el que luego usarán para decir que ellos cuentan con apoyo
ciudadano y actúan en nombre de la gente.
Es así que el
círculo vicioso que han logrado diseñar se convierte en esta pantomima de
democracia que esconde una forma de gobernar mucho más cruel, injusta e
imperfecta. Es, a todas luces, el gobierno de unos pocos.
Frente a estos atropellos
la ciudadanía se siente indefensa. Los valientes que se animan a enfrentar a la
secta serán derrotados por esa partidocracia que abusa de los dineros públicos,
esos que vuelca a las campañas políticas obscenamente sin que nadie tome nota,
ni se inmute demasiado.
Será difícil
torcerle el rumbo al poder. Han generado muchos anticuerpos para evitar que los
aventureros tengan éxito. Se aseguran a diario de que no puedan ingresar a sus
partidos, y si eventualmente lo logran, los segregan a gran velocidad. Saben
como hacerlo rápida y efectivamente.
Los que no
logran ser parte de su círculo, no deciden absolutamente nada y si se atreven a
confrontar sus decisiones, son aplastados en los comicios con las herramientas
que disponen imponiéndose a través de sus aparatos políticos e indecentes
campañas.
La salida no
parece sencilla. El primer paso imprescindible, es advertir el problema,
identificarlo y darse cuenta de lo que sucede. Luego, con esa información
debidamente procesada y comprendida, vendrá el tiempo de analizar cuáles son
las debilidades del sistema que montaron, para intentar entonces jugar con sus
pérfidas reglas y ganarles en su propio territorio.
Claro que no se
trata de una empresa sencilla, sin sacrificios. Pero jamás se lograron grandes
cambios en la humanidad de otra manera. Si no se está dispuesto a hacer ese
importante esfuerzo, pues entonces la democracia será invariablemente una
ilusión y gobernará la oligarquía de siempre.
albertomedinamendez@gmail.com
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